InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: 2024

24.02.24

La Palabra para el Domingo - 25 de febrero de 2024

Resultado de imagen de SAnta Biblia

Como es obvio, hoy no es domingo 25 de febrero de 2024 sino sábado, 24. Esto lo decimos porque publicamos hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, de domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del día siguiente, domingo.


También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.  



Mc 9, 2-10



2 Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. 3 Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. 4 Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. 5 Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". 6 Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. 7 Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: “Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo". 8 De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. 9 Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del  hombre resucitara de entre los muertos. 10 Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría “resucitar de entre los muertos".


MEDITACIÓN

1.- Jesús era conocedor de la especial dificultad que existía en el hecho de que sus discípulos comprendiesen su ministerio y que fuesen capaces de entender aquello que les decía pues, como es sabido, no eran letrados ni personas formadas intelectualmente, o, al menos, con una gran formación.

Por eso, además de las parábolas como forma de explicarse, forma que hacía más fácil la comprensión a base de ejemplos tomados de la vida ordinaria, tan dada a la analogía, se veía obligado a recurrir a ciertos momentos en los que lo que sucedía impelía a una rápida fijación en el corazón de aquello que acontecía. Por esto les hablo en parábolas, porque miran y no ven, escuchan y no oyen ni entienden (Mt 13,13) respondió a la pregunta de sus discípulos de porqué les hablas en parábolas (Mt 13,10).

Como pasará más tarde con los mismos, en Gethsemaní, el Mesías encamina a tres discípulos suyos, a saber, Santiago y Juan, los Zebedeos o “hijos del trueno” (nombre con los que los bautizó, con un innegable sentido del humor) y Pedro (la piedra sobre la que edificaría su Iglesia) y los lleva a un monte. Porque la montaña, o aquel, a lo largo de las Sagradas Escrituras, tuvo y tiene una importancia propia y característica. En Ex 3,1, por hablar del Antiguo Testamento, se habla del monte de Dios, el Horeb, o cuando Dios indica a Moisés donde ha de adorar a Dios, es decir adoraréis a Dios sobre este monte (Ex 3, 12), así como todas las veces que se nombra ese monte de Dios en esta parte del Pentateuco; o, como indica el Salmo 125,2 Jerusalén está rodeada de montes; así rodea el Señor a su pueblo desde ahora y por siempre, de donde podemos deducir una capacidad de defensa frente a las afrentas de los enemigos, y equiparar nuestra vida a la Jerusalén terrestre que, al verse atacada por las acechanzas del maligno, se siente protegida de esa forma.

De aquí que entiendo que este accidente del terreno es algo más que una mera elevación del mismo. Que ese espacio, donde Abraham se encontró con Dios, donde Moisés recibió de Dios la Ley que nos transmitiría por generaciones sin término para que fuera cumplida su voluntad…que contenía esas tablas tan conocidas y nombradas; que ese espacio, digo, ha de ser muy especial para Dios.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 17, 1-9

Y en el monte, también, se transfiguró.

Este episodio, característico de la divinidad de Jesús, y que refleja su conexión con el Antiguo Testamento, determina una imagen ejemplo de pureza y amor de Dios, porque, ¿qué es esa blancura que salió de sus vestidos y, por lo tanto, de su cuerpo, pues desde dentro emergía? El texto dice que sus vestidos se volvieron resplandecientes. Y aquí, Marcos, también hace uso de un lenguaje que es similar al de Cristo: utiliza un hecho de lo cotidiano para que, el oyente, entienda qué nivel de luz despedía Jesús; es decir, al igual que este, con sus parábolas, facilita la comprensión (como he dicho antes), el evangelista, al decir lo del batanero, da a entender que nadie podía igualarse, en luz que sólo podía venir de Dios, en ese instante, ni nunca, a lo que los ojos de los tres discípulos, estaban viendo.

Pero como esto podía no ser suficiente, pues bien podían haber pensado aquellos tres que miraban, que podía tratarse de algún reflejo de la luz del sol, entran en escena estos dos personajes del Antiguo Testamento que, al igual que Jesús, pero menos, como hombres que sólo eran, también eran profetas. Pero no dos profetas cualesquiera. Eran Moisés y Elías.

De estos personajes tan importantes para la historia del hombre en la tierra no cabe que diga yo nada, pues ya se ha escrito, y se escribirá mucho y mucho mejor de lo que yo pueda decir. Sin embargo sí recordar, sólo, que el primero de ellos condujo a su pueblo por el desierto, como Jesús se había conducido tras su bautismo y que, el segundo era, creo yo, el que según Jesús mismo, ya había vuelto pero sus contemporáneos no habían querido ver. ¿Era, para el Mesías, el espíritu de Elías el que representaba Juan, el Bautista? Así ha de ser, pues de lo contrario no habría dicho Jesús que si queréis admitirlo, él es Elías, el que había de venir (Mt 11,14).

Pero no sólo se aparecieron junto a Jesús. Además conversaban con Jesús. Y esta conversación bien podría referirse al inmediato futuro de Cristo: su pasión y muerte. Seguramente, porque sabedores de lo que iba a suceder, querían, ¡y necesitaban!, darle ánimo, reconfortarlo, en cierta forma. El caso es que el Enviado, el Jristós griego, se hace ayudar por aquellos que le esperaban para que aquellos que estaban presentes con Él, fuesen capaces de entender que iba a ser perseguido, maltratado, lacerado y humillado más tarde.

2.-Entre aquellos tres discípulos Pedro es la piedra, y la piedra está muy pegada al suelo, al camino que vamos pisando en nuestro deambular por la vida.

Y por esto, la sugerencia que le hace al Maestro, que disfrutaba de aquella conversación y que, con ella, daba fundamento a su existir, no deja de ser otra cosa que expresión de una mundanidad, de un apego a la tierra, de un estar entre hombres. Porque Pedro quería quedarse allí, no quería volver al duro esfuerzo de transmitir que el Reino de Dios ya había llegado, se negaba a ser, otra vez, ser que comunica la Verdad.

Esto, como en tantas otras ocasiones, tendría que suponer, para nosotros, un aviso ante la opción que tomamos en nuestra vida: ¿ante la posibilidad de difundir la Palabra de Dios, permanecemos, solitarios en nuestra mismidad, disfrutando de su delicia o, por el contrario, hacemos uso de nuestros talentos para que los demás conozcan nuestro conocimiento, que hemos encontrado a Dios en una sílaba o en un texto?

Bien podemos hacer como Pedro que, ante aquella visión de la maravilla de Dios, opta por el gozo que esto suponía, atendiendo las necesidades de los que conversaban (Elías, Moisés y Jesús) pero sin pretender bajar contar lo sucedido siendo, así, difusores de un hecho que confirmaría lo dicho por el Mesías. Porque, además, así lo recomendaría Jesús instantes después. Sin embargo, Pedro, independientemente de lo que dijese el Mesías no quería irse de allí. Era esa su voluntad expresa.

Y ¿qué podemos pensar ante esta actitud de Cefas? - me refiero a la actitud de quedarse a admirar lo sucedido y no a lo de no decir nada a nadie de lo que vio - Cabe, de principio, la disculpa, hombre como era y que, como nosotros, soñaba con ese mundo en el que la cruz, aún no conocida, sólo fuera una posibilidad a tener en cuenta pero no palpable. El evangelio de Lucas, y traigo aquí a colación lo que Giovanni Papini dice en su libro sobre la vida de Cristo, trata de poner coto a la opinión de quienes, inmisericordes, pudieran atacar a Pedro. Dice Lucas que, como para disculpar a Pedro, no sabía lo que se decía, sin saber lo que decía, dice, exactamente, este evangelista en 9, 33 que viene a ser algo parecido a lo que dice Marcos (pues no sabía qué responder) que centra su atención en el temor que tenían los discípulos que contemplan tal hecho.

Por otra parte, y abundando en esto, también cabe elegir entre el mundo y Dios. Jesús, como siempre, también nos da respuesta a esta grave inquisición. El evangelista más joven, Juan, a quien Jesús amaba, en el capítulo 17 versículo 15 de su evangelio, al decir que no te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno nos indica que estamos en este mundo, como es obvio y evidente, pero que la preservación del pecado, su evitación, es más importante que el hecho de sentirse aislado del lugar donde vivimos ya que no debemos evitar aquello que Dios nos ha dado. Esto sería como rechazar su liberalidad y su misericordia.

3.- Al igual que Gabriel dijera a María sobre que el Espíritu Santo la cubriría con su sombra, este texto evangélico de Marcos también recoge esta expresión: una nube que los cubrió con su sombra. Y lo mismo que, en el caso de Miriam (María) Dios iluminó su vida con su semilla de amor y la más alta gracia, en este momento donde conversan los profetas deja dicha su Palabra. Y es una palabra muy similar, si no igual, a la que pronunciara en el bautismo de Jesús: que Él era su Hijo amado, que teníamos que escucharle. Es decir, primero dice quien es, para certificar la importancia de su persona y, después, sólo después, hace una recomendación destacable: hay que escuchar la voz de Jesús.

Consecuentes, como hemos de ser, a nuestro amor a Dios, no podemos dejar de hacer otra cosa. Quien me ha visto a mi ha visto al Padre (Jn 14,9) dice el Mesías en un momento de su vida, ante la insistencia de Felipe de que les mostrara al Padre. Y “visto” incluye el “oído”, oír, escuchar, estar atento a su Palabra porque, al fin y al cabo, no deja de ser la Palabra de Dios, como lo es.

Y con esto finaliza esta percepción que Santiago, Juan y Pedro tienen en compañía de Jesús, o llevados por Jesús.

Este propiciar el encuentro es otra instantánea de la vida del Mesías a destacar. En su misión provocó que, mediando Él mismo, la relación con lo sobrenatural estuviera al alcance de sus contemporáneos y, desde entonces, de todos nosotros. Lo que podemos entender o comprender de ese encuentro quizá, o sin quizá, es cosa nuestra, dejado a nuestra libre elección: mejor comprensión de lo divino y aplicación a lo humano, a nuestra existencia diaria, o, por otra parte, olvido por miedo a la responsabilidad que de su puesta en práctica derivaría para nosotros.

Pero como esto pudiera no parecer suficiente para los discípulos, y como ellos irían hablando, monte abajo, sin duda, de lo que había sucedido, Jesús se vio obligado a hacerles una advertencia: no hablar, a nadie, de este hecho, hasta que él, Hijo del hombre, resucitara de entre los muertos.

Bien podemos suponer que si la transfiguración había producido el lógico estupor en los que la vieron, el que Jesús hablara de la resurrección de entre los muertos ya sería el colmo de lo enigmático. Aún no podían entender esta expresión ni ser capaces, tampoco, de transmitir a nadie lo visto. De aquí aquello de prohibición de comunicar eso tan sobrenatural como era que dos profetas se aparecieran para hablar con Jesús y que, por si esto ya fuera poco, el mismo Dios les dirigiera la palabra, su Palabra.

Si no estaban preparados para comprender esto, mucho menos para dar testimonio fiel y adecuado del significado que tenía. Por eso yo creo que Jesús no les permitió, cosa que hicieron, hablar de ello hasta cuando, tras comprobar que, efectivamente, había vuelto del mundo de los difuntos, ese misterioso acto que habían contemplado, tuviera total sentido para ellos y para todos.


ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a comprender que Tu Hijo amado es, también, hermano nuestro.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto


Eleuterio Fernández Guzmán

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
 
Panecillo de hoy:

 

El caso es que ellos, aquellos tres escogidos, no comprendieron nada… todavía 

 

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

19.02.24

Un amigo de Lolo – Quizá así lo escribiría Lolo – Un Niño algo especial

Presentación

Es posible que pueda pensarse que lo que va a hacer este que escribe pueda ser una osadía. Y es que, de todas formas, es seguro que lo es pues uno quizá no debería ponerse en la mente y el corazón de otra persona para ver qué podría decir o hacer

 

Es cierto esto pero también lo que es que cuando un creyente católico ha alcanzado la altura espiritual que alcanzó Lolo y que tiene, seguro, en el Cielo, no podemos negar que se ha hecho mucho de todos sus hermanos en la fe.


La osadía de escribir algo según, a lo mejor, pudiera hacerlo el Beato de Linares (Jaén, España) es, seguramente, un grave atrevimiento por parte de quien eso haga y, aún más, por quien esto escribe que es, sencilla y llanamente, nadie en materia espiritual pero que siente el alma de Lolo inscrita en las palabras que dejó al mundo. Y por eso, es seguro que nuestro amigo Manuel Lozano Garrido, va a perdonar (desde ya, desde que se escribe esto mismo, estas palabras a modo de presentación) un tal atrevimiento por mi parte.


Esto es, a lo mejor, lo que Lolo podría decir.

 

Quizá así lo escribiría Lolo – Un Niño algo especial

 

Es posible que alguien pueda tener por bueno el orden que aquí vamos a seguir a la hora de hacer lo propio sobre la Sagrada Familia. Es decir, que primero escribamos sobre esta al completo (en sus tres miembros) y, luego, sobre cada uno de ellos. Sin embargo, también es posible que haya quien crea que lo mejor sería escribir en primer lugar sobre cada uno de quienes componen la Sagrada Familia y, luego, como colofón a eso, sobre la Sagrada Familia al completo.

 

Nosotros hemos escogido la primera opción que es, creemos, tan buena como la segunda…


Y esto que sigue es lo que Lolo podría haber dicho…

 

¡Qué decir de ti, hermano pequeño! Sí, porque cuando te contemplamos en aquel momento de tu primera venida al mundo acababas de nacer. Sí, pequeño como cualquier otro niño que nació entonces, nació después y nace ahora y también nacerá mañana porque así lo quiso Tu Padre del Cielo.

 

Eras pequeño y no sigues lo sigues siendo porque a tus hermanos no se nos ha olvidado. Y por eso te hacemos en esculturas, en pinturas o en cualquier otra forma de expresión de nuestra fe. Pequeño pero, a la vez, grande.

 

Es verdad, Jesusillo, que eras pequeño pero tu misma naturaleza divina te hace grande: grande por venir de Dios, grande por ser Dios mismo hecho hombre, grande por la misión que te encomendó el Creador y que tan bien ibas a cumplir a lo largo de tu vida.

 

Es verdad, Ángel nuestro en aquel pesebre pobre pero divinizado por tu presencia, que sabemos por el tiempo pasado y por lo que otros han escrito, que tu presencia allí era tan necesaria que nada ni nadie pudo evitarlo y ni aquel hombrecillo creído llamado Herodes pudo quitarte de en medio como quería, aquel adorador falso y pretencioso…

 

Bueno, hermanillo nuestro. Tú, que bien sabrías qué hacer en cada momento, entonces eras pequeño pero en tu pequeñez llevabas una marca, en tu corazón un Amor, en tu piel un ser Quien eras. Y nosotros, que a tantos años vista de aquello sabemos que los que te adoraron lo hicieron bien hecho y ante Quien debían postrarse (incluso aquellos grandes hombres venidos de muy lejos y que te dejaron oro, incienso y mirra) no podemos sino creer que todo aquello estaba bien, muy bien.

 

Pequeño nuestro, zagalín recién nacido, que sabrías sobrenadar todo lo malo que te iba a pasar, que llevabas la Cruz inscrita en tu santísimo y pequeño corazón, en ti pusieron su esperanza muchos de tu pueblo, aquel que eligió tu Padre para que fuera el suyo. Y eso daría mucho miedo a los más poderosos pero eso a Ti te iba a dar lo mismo.

 

Niño venido al mundo para que el mundo se salvase, casi podemos imaginarte en aquellos primeros momentos de tu vida en el mundo (en el vientre de tu Madre ya habías hecho saltar a Juan, tu primo, en el seno de Isabel, la que llamaban estéril porque no sabían lo que era capaz de hacer tu Padre…) mirando con sorpresa, ojos abiertos a la luz, cómo había allí pastores, vecinos y otros que acudieron porque una estrella se había posado sobre un humilde lugar. Y supieron, seguro que en sus corazones lo sabían, que aquel Niño era un Niño muy especial, así con mayúscula como mayúscula era la obra de Dios.

 

Niño especial, niñito nuestro de cada día, sólo podemos darte las gracias por aquellos primeros vistazos de tu recién estrenada vida. Y esperar que, cuando vuelvas otra vez, encuentras a alguien con fe en el mundo; al menos, a alguien para que así, salves todas las almas que deban ser salvadas.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 

NOTA: Me gustaría hacer referencia a las imágenes que han enriquecido estos cuatro artículos. Y es fueron tomadas las mismas en la Iglesia que los Dominicos tienen en Torrent, Valencia (España) pues son las que dieron forman al Nacimiento de la pasada Navidad, la de 2023. Y es justo dar las gracias a quien eso hizo. 

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

 

Panecillo de hoy:

 

La Sagrada Familia en todo el esplendor de Dios.

 


Aforismos de fe católica: del libro de Lolo “Bien venido, amor” (338)

 

La familia es el núcleo piloto donde, por la Generosidad, Dios ensaya aquí ya la dicha que nos espera en el Cielo.

 

……………………………

Para leer Fe y Obras.

Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

 

17.02.24

La Palabra del Domingo - 18 de febrero de 2024

Resultado de imagen de SAnta Biblia

Como es obvio, hoy no es domingo 18 de febrero de 2024 sino sábado, 17. Esto lo decimos porque publicamos hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, de domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del día siguiente, domingo.


También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.  


 Mc 1, 12-15


 “12 A continuación, el Espíritu le empuja al desierto, 13  y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los  ángeles le servían. 14 Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: 15 ‘El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.’

  

COMENTARIO
 
El final de los tiempos

 
Sabemos que, cuando Jesús fue bautizado por su primo Juan algo le impulsó a ir al desierto. Bueno, en realidad, tenemos por cierto y verdad que fue el Espíritu Santo Dios quien dirigió sus pasos hacia donde la soledad es más acusada y donde, precisamente, empezó a gestarse la llamada “vida pública” de Cristo. Es más, de allí iba a salir vencedor de mucho y contra mucho. 

Este texto del evangelio de san Marcos abunda en realidades espirituales que, no por conocidas, debemos olvidar. Muchas de ellas, además, fundamentan nuestra propia vida de fe y nos recomiendan llevar a cabo un comportamiento filial hacia la voluntad de Dios. 

Antes que nada, antes de salir hacia Galilea a cumplir con la misión que tenía encomendada, Jesús tuvo que enfrentarse al Mal. En el desierto, come es más que conocido, tuvo que vencer a las tres tentaciones que le proponía Satanás. Y de todas ellas, echando mano de la Palabra de Dios, salió victorioso. Satanás pretendía hacerlo suyo como había conseguido hacerlo con nuestros primeros padres con aquello de la tentación a incumplir lo dicho por Dios. Pero no pudo con Jesús que, siendo Dios mismo, no iba a caer en tan arteras trampas. 

Decimos, por tanto, que Jesús, marchó a Galilea donde debía empezar aquello para lo que había sido enviado (o, como diría Él en alguna ocasión, “salido”, suponemos que del Padre) 

EL ESPÍRITU LLEVA AL DESIERTO A JESÚS

¿Y qué era lo que debía hacer Jesús en aquella su tierra y, luego, en otras que no lo eran? 

En resumen: predicar. 

La predicación de Jesús estaba totalmente relacionada con la Palabra de Dios, con la Ley del Todopoderoso (¡Alabado sea por siempre!) y con la santa voluntad del Creador. 

Así dicho, pudiera parecer poco porque es de suponer que todo eso ya lo sabía el pueblo elegido por Dios. Sin embargo, es más que cierto que, aún conociéndolo, habían llegado a tergiversarlo de tal forma que no tuvo más remedio el Creador de enviar a su Hijo para que se enderezar el camino torcido. Y enviarlo y terminar como terminaría en la Cruz. 

Había llegado, en efecto, el final de los tiempos. Y era, por tanto, el momento en el que Dios enviaba al Mesías para que se cumpliera todo lo que había sido escrito por inspiración del Espíritu Santo Dios a través de santos profetas y escritores de tal jaez espiritual. 

El caso es que Jesús podía haber predicado de la forma que mejor le hubiera venido. De hecho así lo hace a través de las parábolas y otros ejemplos adaptados a la capacidad espiritual de sus contemporáneos. Sin embargo, utiliza, como expresión, un orden muy especial. 

Queremos decir que Jesús dice esto: “Convertíos y cree en el Evangelio”. Por Evangelio tenemos, es, Buena Noticia, aquella que venía a decir, como expresa Él mismo, que el Reino de Dios estaba cerca.

Pues bien, lo primero que pide Jesús es conversión. Y por tal entiende el Hijo de Dios, venir a tener un corazón de carne, misericordioso, fiel a la voluntad de Dios y, en fin, propio de quien se sabe, y es, hijo del Creador. 

Primero, pues, conversión, venir a ser otros; luego, tener fe en el Evangelio. 

¿Es que no es más importante creer en el Evangelio que convertirse? 

A primera vista, ciega vista por cierto, podría parecer que en primer lugar se tiene en cuenta la ley y, luego, se da la conversión. Sin embargo, si la tierra no es buena, si no hay conversión primero, es difícil que la semilla, precisamente, del Evangelio, pueda fructificar. Por eso era, es, tan importante convertirse. 

Y esto, por cierto, san Agustín lo expresó de forma maravillosa: “Ama y haz lo que quieras”. Y eso es, exactamente, la conversión demandada por Jesucristo en aquel primer mensaje.

  
PRECES 
 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren enfrentar las tentaciones del Mal. 

Roguemos al Señor.
 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren convertirse.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a convertir nuestro corazón según tu voluntad.

 
Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

  
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.



Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
 
Panecillo de hoy:

 

Jesucristo resistió las tentaciones en el desierto para mostrarnos que es posible hacerlo. 

 

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

12.02.24

Un amigo de Lolo – Quizá así lo escribiría Lolo – José, fiel esposo

Presentación

 

Es posible que pueda pensarse que lo que va a hacer este que escribe pueda ser una osadía. Y es que, de todas formas, es seguro que lo es pues uno quizá no debería ponerse en la mente y el corazón de otra persona para ver qué podría decir o hacer.

 

Es cierto esto pero también lo que es que cuando un creyente católico ha alcanzado la altura espiritual que alcanzó Lolo y que tiene, seguro, en el Cielo, no podemos negar que se ha hecho mucho de todos sus hermanos en la fe.

 

La osadía de escribir algo según, a lo mejor, pudiera hacerlo el Beato de Linares (Jaén, España) es, seguramente, un grave atrevimiento por parte de quien eso haga y, aún más, por quien esto escribe que es, sencilla y llanamente, nadie en materia espiritual pero que siente el alma de Lolo inscrita en las palabras que dejó al mundo. Y por eso, es seguro que nuestro amigo Manuel Lozano Garrido, va a perdonar (desde ya, desde que se escribe esto mismo, estas palabras a modo de presentación) un tal atrevimiento por mi parte.

 

Esto es, a lo mejor, lo que Lolo podría decir.

 

Quizá así lo escribiría Lolo – José, Fiel esposo

 

Es posible que alguien pueda tener por bueno el orden que aquí vamos a seguir a la hora de hacer lo propio sobre la Sagrada Familia. Es decir, que primero escribamos sobre esta al completo (en sus tres miembros) y, luego, sobre cada uno de ellos. Sin embargo, también es posible que haya quien crea que lo mejor sería escribir en primer lugar sobre cada uno de quienes componen la Sagrada Familia y, luego, como colofón a eso, sobre la Sagrada Familia al completo.

 

Nosotros hemos escogido la primera opción que es, creemos, tan buena como la segunda…

 

Y esto que sigue es lo que Lolo podría haber dicho…

  

Seguramente José, tú que eras un judío justo, y tu antigua familia emparentaba con el rey David, no tenías dudas sobre tu fe sobre lo que creías. Humilde como eras siendo un trabajador manual de tu tiempo, José, esperabas una vida seguramente tranquila aunque dura. 

Cuando conociste a la joven María se abrió ante ti un mundo nuevo. Ya te imaginabas en vuestra casa, José, y sacando a tu familia adelante. ¿Familia? Aún no sabía si eso sería posible aunque era seguro que tenías interés en tener descendencia. 

¿Qué pasó por tu corazón cuando supiste que María, aún sin haberse casado contigo (desposada sí, eso sí) estaba embarazada? Seguro que tuviste dudas por el corazón de un hombre es el corazón de un hombre, José. 

Tú, sin embargo, eras un fiel creyente y escuchaste aquel mensaje del Ángel que te dijo que aquello, aquello que era tan extraño conociendo como conocías a María, venía de Dios. 

No se hable más, debiste pensar. Como viene de Dios nada puedo o poner pero es que nada quiero oponer o algo así debía ser tu pensamiento. Ahora estabas seguro de la fidelidad de María porque ella, a la que tanto querías, según te dijo, había sido bendecida muy especialmente por Adonai y al Ángel le había dicho que era esclava del Señor y eso eran palabras mayores. 

Fiel José, fiel desde siempre y por siempre, cumpliste con la misión que te fue encomendada. Y nada de lo que hiciste desde entonces se apartó ni un palmo de tierra de lo que quería Dios que hiciste. Y fuiste a Egipto porque escuchaste las palabras que te dijeron que el Niño (que era muy especial como bien sabías tú y María) corría peligro de muerte y eso no lo podías permitir. 

Y luego volviste. José, al escuchar el mensaje que te dijo que podías volver a tu tierra de aquella egipcia que os acogió, tampoco dudaste lo más mínimo. Os esperaba vuestra casa, seguramente atendida por vuestra familia, y allí volvisteis y allí vivisteis hasta que te llamó el Creador a su Reino donde, estoy seguro, tu alma goza de la visión del Todopoderoso. 

José, Padre de entre los padres, ejemplo a seguir por los que quieren ser buenos y quieren ser fieles, te damos gracias. Seguramente nunca lo haremos lo bastante porque si de tus manos salieron obras humanas, de tu corazón salió lo mejor y que no fue otra cosa que enseñar y educar al Niño. Y, claro, Él te respondió de la misma forma: siendo bueno y fiel. 

José, carpintero de Nazaret, allí donde estás pide por nosotros que, tantas veces, necesitamos de ayudas como la tuya. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

  

Panecillos de meditación

  

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

Panecillo de hoy:

  

La Sagrada Familia en todo el esplendor de Dios.

 

Aforismos de fe católica: del libro de Lolo “Bien venido, amor” (338)

 

La familia es el núcleo piloto donde, por la Generosidad, Dios ensaya aquí ya la dicha que nos espera en el Cielo.

 ……………………………

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

11.02.24

La Palabra del Domingo - 11 de febrero de 2024

Resultado de imagen de SAnta Biblia

Mc 1, 40-45
 
“Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: ‘Si quieres, puedes limpiarme.’ Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: ‘Quiero; queda limpio.’ Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio.  Le despidió al instante prohibiéndole severamente: ‘Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.’   Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús  presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían  a él de todas partes.”

  

Lo que puede la fe
 
1.-Es conocida la existencia, para aquellos que tienen un conocimiento del contenido del cristianismo, de las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. Mientras que, mediante la primera de ellas sabemos que la existencia, por ejemplo, de Dios, es real aunque no podamos probarla con medios humanos (recordemos lo que le dijo Cristo a Tomás cuando se apareció a los discípulos y sabía lo que el incrédulo había dicho; y le dijo: Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído, Jn 20, 29); en virtud de la esperanza esperamos nuestro bien y, extendiendo ese pensamiento, el bien de todos aquellos que nos rodean; incluso, llevando al primer extremo (y no al último ya que esto ha de ser lo primero) lo que ha de ser la creencia cristiana; también deseamos el bien de todos, en general; y, por último, sabido es que la caridad es la Ley del Reino de Dios, y que, sin ella, nada de lo otro se entiende. 

Particularmente creo que en este texto de Marcos las tres virtudes citadas se dan la mano ayudándose unas a otras.


2.-La fe y la esperanza

Seguramente el leproso tenía conocimiento, o sabía quién era, la persona que se acercaba, o se alejaba, de él. Jesús, cuya fama ya había comenzado a extenderse, como ya vimos en Mc 1, 21-28, era a quien tenía que dirigirse si quería que ese terrible mal que le aquejaba desapareciera. Vemos, aquí, una esperanza que podríamos denominar antecedente de la fe, mediante la cual poner el sentido de una vida en manos de otro se asiente en la voluntad de cambio. 

El leproso, al decir si quieres…expresa, por una parte, el hecho de que el Mesías tenía el poder de curarlo. Era, así, expresión, de conocimiento natural del Hijo de Dios. Confiado, con la esperanza netamente intacta, pues de tal gravedad era su enfermedad que no otra cosa podía hacer, se acerca, es decir, va hacia Jesús en busca de algo más que consuelo. Puedo decir que tiene puesta su esperanza en una fama que precede al Enviado y, por eso, una fe primera que acentúa su existir. Busca porque cree que ha encontrado solución a su situación. Ve en aquella persona, rodeada de otras, una luz que, posiblemente, podía iluminar su ser. 

Como reconocimiento a esa divinidad que ve en Jesús, se pone de rodillas, signo de sometimiento al Señor; pero de un someterse suplicante, demandante de ayuda, esperanzado, implorante. Y de rodillas espera la acción del que cura, salva, sana…perdona. 

SI QUIERES SEÑOR, PUEDES LIMPIARME

Y la curación que espera no es sólo física. Conocida es la relación que, para el pueblo judío, existía entre enfermedad y pecado, la una era según pensaban, resultado del segundo –bien fuera de derivación familiar o propiamente personal del enfermo-. Pues bien, la esperanza de este leproso, aquejado por ese mal que lo apartaba de forma radical de la sociedad, era, aunque de forma indirecta, seguramente pensaba, que el pecado que la había ocasionado tal mal (aunque realmente no fuera así) podía ser borrado por aquel que era capaz de echar demonios del cuerpo de otros. Por eso, la confianza en Jesús debía de correr pareja a todo aquello que lo aquejaba: muy grande, pues grande era esa necesidad. 

Y como el magisterio de Jesús limpia el corazón de las acechanzas del maligno, lo libera de las inmundicias del mundo en que vivimos, se compadeció de él, hizo uso de esa virtud fundamental: la caridad. 

 
3.- La caridad y el poder de Dios

Quizá lo más importante para Dios y necesario para el hombre sea el ejercicio de la misericordia. Creemos que es lo más importante para Dios porque en ella se apoya todo su comportamiento para con sus hijos, desde que creó el universo y la vida en la tierra y la puso a su disposición (sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra, dijo, como sabemos, Gn 1,28) hasta que acompañó a su pueblo elegido Israel a lo largo de los siglos perdonando sus continuas ofensas y sabiendo que, como hombres que eran, el pecado no era fácil de apartar de sus vidas. Y lo más necesario para el hombre creo que es porque necesaria es la correspondencia ante lo que recibe de parte del Padre y lo que se da a los hermanos. Y la compasión y el amor son la caridad. 

Y Jesús, haciendo uso de esa misericordia de la que tanto habló, no debió de dudar ni un instante y, de inmediato, curó al leproso. Su sentido de la correspondencia con el amor de Dios fue instantáneo. Vio una necesidad tan grave ante sus ojos que no dudó: extendió sus manos, le tocó. Y manifestando el poder de Dios, pues sólo Él es capaz de hacer eso, limpió de la lepra al demandante de ayuda. Y este hombre, separado socialmente como un apestado, siente como su persona se incorpora a ese pueblo, a esos vecinos, a esas personas que le rechazan. 

Pero Jesús, como sabía que hechos como este sólo podrían acarrearle problemas por la falta de comprensión de muchos de sus contemporáneos, intenta que el curado acuda al Templo y, allí, ofrezca por su curación lo que estableció por ella Moisés. Y esto, ¿porqué?; si había salido de las manos del Mesías ese prodigio tenía que existir una razón muy poderosa para que el  sanador no quisiese que eso se supiese. 

Ya dije antes la relación que había, para el judío, entre enfermedad y pecado. Pues bien, para este pueblo sólo Dios podría perdonar pecados y, por lo tanto, solo de él podía venir la curación de esas dolencias que atribuía a este tipo de relación (pecado-enfermedad) que se alimentaba mutuamente. 

Lo mejor era, para Cristo, que los sacerdotes, conocedores de la Ley, fuera testigos de aquel hecho y que, por así decirlo, certificaran esa curación con la entrega de la citada ofrenda. Otra vez más cumple, o hace cumplir, la Ley. Así no quedaría a la vista lo que, para ellos, era una ofensa a Dios y una blasfemia: dar a entender, Jesús, con ese acto, que era el Padre mismo. Si aceptaban que el hijo del carpintero, sin la gloria esperada y ansiada por ellos, podía perdonar pecados, pues curaba, no habrían tenido más remedio que aceptar la consiguiente divinidad, Dios mismo, de su persona. 

Sin embargo, como es humano entender, no consigue su propósito. El leproso, ante su nueva situación, no puede ser comedido en sus actos, ni puede dejar de proclamar, contento, no sólo su curación, la cual era evidente, sino las manos que han llevado a cabo ese milagro, ese acto extraordinario. Pregonó, la noticia, es decir, repitió por donde pudo lo sucedido, extendiendo no sólo eso mismo sino lo que eso suponía en relación con Dios. 

Es así como se confirma la esperanza antecedente del leproso y esa fe que lo lleva a buscar su sanación. En este sentido bien puedo decir que es este un buen ejemplo, didáctico, para aquellos que, conociendo algo a Jesús, ahora mismo, en el siglo, desean profundizar en el saber de su persona. Sólo así podrán confirmar lo que se dice de él y podrán dar noticia de sus hechos y de sus palabras. Supone, esto, creo, una llamada de parte del Mesías hacia los alejados, hacia los que lo desconocen. 

Y esto apunta a otro aspecto importante, vital: la sanación espiritual buscada por el leproso (pues él estaría de acuerdo, aunque no lo entendiese, que existía una relación antedicha entre enfermedad y pecado) ha de ser un anhelo para cada uno de nosotros (1). Por eso acudían a él de todas partes y, por eso, también nosotros, cual si fuéramos leprosos, o con una enfermedad del alma pegada a nuestro cuerpo, hemos de ver en la persona de Jesús a un hermano que, con su ejemplo y con su Palabra, puede producir en nosotros efectos tan beneficiosos como los que produjo en este enfermo incurable. Muchos de nuestros pecados también pueden parecer incurables pero, con la demanda de perdón a quien puede perdonar, no debemos de tener duda alguna (no debemos de perder esa esperanza antecedente del leproso, ni esa fe cierta y franca) de que la sanación procede de Cristo pues Él es verdadero Dios.  

 PRECES

 Pidamos a Dios por todos aquellos que no confían en la misericordia de Dios.
 
Roguemos al Señor.

 Pidamos a Dios por todos aquellos que no buscan al Señor para ser curados de sus dolencias del alma.

 Roguemos al Señor.

 
ORACIÓN 

Padre Dios; ayúdanos a confiar siempre en tu total poder.


Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

 

(1) El Santo Padre Benedicto XVI (Que Dios tenga en su Gloria), en su  Carta Encíclica Deus Caritas Est, en el apartado 28, dice que el amor suscitado por el Espíritu de Cristo, no brinda a los hombres sólo ayuda material, sino también sosiego y cuidado del alma.
  

Eleuterio Fernández Guzmán

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
 
Panecillo de hoy:

 

Sabemos muy bien que Dios todo lo puede.

 

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.