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5.07.20

La Palabra del Domingo - 5 de julio de 2020

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Mt 11, 25-30

 

“25 En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque  has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. 26 Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. 27 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie  sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. 28 ‘Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso.  29 Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; = y hallaréis descanso para vuestras almas. = 30 Porque mi yugo es suave y mi carga ligera’”.

 

 

COMENTARIO 

Humildad y mansedumbre según Cristo 

 

En el evangelio de San Lucas recoge parte del evangelio de San Mateo. Y dice esto que sigue (Lc 10, 21-22) que es más que importante:

 

“En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. ’Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.’”

 

Así, mientras que San Lucas recoge estas palabras de Cristo cuando han regresado los 72 discípulos que envió a predicar (Lc 10, 1) el evangelio de San Mateo que corresponde para el día de hoy no establece tal relación, digamos, temporal, sino que trátase de un texto a modo de “en otra ocasión dijo”. 

Bueno. El caso es que las palabras de Jesús tienen importancia en un doble sentido: la revelación de Dios al hombre y, por otro lado, el comportamiento que pide el Hijo del Creador a todo discípulo suyo. Y todo, además, tiene una relación directa. 

Tenemos por bueno y verdad que Jesús había venido al mundo a tener muy en cuenta, de parte de Dios, a los que peor andaban por el mundo. Nos referimos a los pobres, a los desfavorecidos, a los enfermos o, en fin, a todo aquel que sintiese una gran carga sobre su vida y existencia diarias. 

También tenemos por bueno y verdad que Jesús había “desenmascarado” a los que se consideraban sabios y entendidos en la Ley de Dios pero que, ciertamente, habían tergiversado el sentido preciso de la norma divina. A ellos el Creador no podía referirles nada al respecto de su voluntad en tal expresión de la misma pues creían saberlo todo. 

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