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14.02.20

J.R.R. Tolkien – Un amor propio de este día: Carta de Beren a Lúthien

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Antes de la carta, supuesta, que J.R.R. Tolkien (aquí Beren) escribe a su amada Edith, conocida como Lúthien, esto sobre el santo de hoy, el verdadero San Valentín, el de verdad y no el manipulado que tantos negocios, al parecer, ampara y cobija.

Valentín, sacerdote que vivía en Roma, tuvo que sufrir, también, aquella persecución.

Claudio II, emperador que, por entonces, gobernaba el Imperio, no gustaba de los matrimonios porque entendía que un hombre soltero era mejor soldado. Eso le llevó a prohibirlos con el consiguiente malestar, es de suponer, entre aquellos que ponían por encima de tan noble labor de soldado una vida familiar que, además, podían compatibilizar con tal trabajo.

Valentín no estaba de acuerdo con tal medida y seguía celebrando matrimonios aunque es de entender que en secreto. Eso era un desafío en toda regla a las órdenes del emperador y tal forma de actuar no iba a tardar en acarrearle malas consecuencias porque, además, el sacerdote díscolo a las normas imperiales gozaba de una muy reconocida fama en toda Roma.

Claudio II llamó a Valentín a que se presentase ante él y Dios, como suele suceder en muchos casos, le tenía reservada una sorpresa bastante grande.

Como es de creer que Valentín no diera a entender al emperador que haría lo que quería, el poderoso romano hizo que encarcelasen al sacerdote.

Interrogado por Asterio, teniente del prefecto de Roma (Calfurnio), Valentín afirmo que Jesucristo era “la única luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” lo que supuso, además, un gran desafío a los dioses paganos.

Y, entonces, aquel oficial quiso poner en ridículo a Valentín (a lo mejor como siglos antes hicieran aquellos romanos que pusieron un manto harapiento a Jesús y lo saludaran como rey de los gusanos) y le pidió que si tan grande era su poder (por haber estado predicando el cristianismo) que le ofrecía una gran posibilidad de demostrar lo que decía acerca de aquel Jesucristo.

¿Qué era lo que le proponía?

Algo tan difícil, según entendía Asterio, que devolver la vista a una hija suya. Así, le espetó “devuelve en su nombre la luz a los ojos de mi hija, que desde hace dos años están sumidos en las tinieblas, y entonces yo seré también cristiano”.

Y Valentín, como era de esperar, hizo lo que tenía que hacer un discípulo de Cristo e invocando a Dios dijo “Tú que eres, Señor, la luz verdadera, no se la niegues a ésta tu sierva”. La hija de Asterio recobró, de inmediato, la vista y tanto el propio oficial como su esposa, conmovidos por lo que habían visto, le pidieron el Bautismo a Valentín y, con su familia, se convirtieron a la fe católica.

¿Qué haría el Claudio II ante esto?

Aquel hombre pagano y dado en sacrificar a sus dioses no podía negar lo que acababa de ver y, al igual que hiciera Pilato con Jesús quiso salvar a Valentín. Y, sin embargo, el mismo miedo que cayó sobre el Gobernador romano que hiciera azotar a Cristo hizo lo propio con el emperador y, no queriendo aparecer como sospechoso de ser amigo de cristianos se vio en la obligación maléfica de enviar a la muerte a Valentín.

Ordenó que fuera encarcelado y, cargado de cadenas, fue apaleado hasta que sus huesos se quebraron. Y, como solía suceder por aquel entonces y ya hemos visto en muchos mártires cristianos, fue la degollación lo que le llevó, de forma definitiva, a la Casa del Padre donde, con justicia, es tenido como patrón de los enamorados.

En fin… ya sabemos algo de la vida de aquel sacerdote santo tan nombrado en un día como hoy.

 

Y, ahora, como hemos dicho arriba, la carta, sin presuponer nada… sólo gozo y ansia de que así sea.

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