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26.04.18

El rincón del hermano Rafael - "Saber esperar" - Ansia de la muerte

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

 

“Saber Esperar”  -  Ansia de la muerte

 

“Es inútil volar con cadenas, y cadena fría es la vida para el alma. Ansia de morir, deseos de libertad y de amor a Dios.” (“Saber esperar”, punto 163).

 

Es bien cierto que no es el primero el hermano Rafael en expresar el deseo de morir por parte de un discípulo de Cristo. Esto, claro, entendido como debe ser entendido para que nadie se lleve a engaño.

No. Nadie, que sea católico, entiende que el ansia de morir supone una especie de enfermedad espiritual sino, justamente, lo contrario. El caso es que gozar de la vida eterna y estar con Dios en el Cielo sólo se puede hacer tras la muerte y, sobre todo, tras haber merecido tan gran regalo. Por eso, el ansia de morir no es propia de alguien que opte al suicidio sino de quien sabe lo que le conviene.

El hermano Rafael sabía perfectamente lo que suponía esto que decimos. Por eso establece, por así decirlo, los límites a partir de los cuales nosotros, hijos de Dios conscientes de serlo en el seno de la Esposa de Cristo, podremos alcanzar la vida eterna.

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