InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Abril 2018, 11

11.04.18

Serie “Los barros y los lodos”- Los barros – 5 - El justo castigo

 

“De aquellos barros vienen estos lodos”. 

Esta expresión de la sabiduría popular nos viene más que bien para el tema que traemos a este libro de temática bíblica. 

Aunque el subtítulo del mismo, “Sobre el pecado original”, debería hacer posible que esto, esta Presentación, terminara aquí mismo (podemos imaginar qué son los barros y qué los lodos) no lo vamos a hacer tan sencillo sino que vamos a presentar lo que fue aquello y lo que es hoy el resultado de tal aquello. 

¿Quién no se ha preguntado alguna vez que sería, ahora, de nosotros, sin “aquello”?

“Aquello” fue, para quienes sus protagonistas fueron, un acontecimiento terrible que les cambió tanto la vida que, bien podemos decir, que hay un antes y un después del pecado original. 

La vida, antes de eso, era bien sencilla. Y es que vivían en el Paraíso terrenal donde Dios los había puesto. Nada debían sufrir porque tenían los dones que Dios les había dado: la inmortalidad, la integridad y la impasibilidad o, lo que es lo mismo, no morían (como entendemos hoy el morir), dominaban completamente sus pasiones y no sufrían nada de nada, ni física ni moralmente. 

A más de una persona que esté leyendo ahora esto se le deben estar poniendo los dientes largos. Y es que ¿todo eso se perdió por el pecado original? 

En efecto. Cuando Dios crea al hombre a su imagen y semejanza, lo dota de una serie de bienes que lo hacen, por decirlo pronto y claro, un ser muy especial. Es más, es el único que tiene dones como los citados arriba. Y de eso gozaron el tiempo que duró la alegría de no querer ser como Dios… 

Lo que no valía era la traición a lo dicho por el Creador. Y es que lo dijo con toda claridad: podéis comer de todo menos de esto. Y tal “esto” ni era una manzana ni sabemos qué era. Lo de la manzana es una atribución natural hecha mucho tiempo después. Sin embargo, no importa lo más mínimo que fuera una fruta, un tubérculo o, simplemente, que Dios hubiera dicho, por ejemplo, “no paséis de este punto del Paraíso” porque, de pasar, será la muerte y el pecado: primero, lo segundo; lo primero, segundo. 

¡La muerte y el pecado! 

Estas dos realidades eran la “promesa negra” que Dios les había hecho si incumplían aquello que no parecía tan difícil de entender. Es decir, no era un castigo que el Creador destinaba a su especial creación pero lo era si no hacían lo que les decía que debían hacer. Si no lo incumplían, el Paraíso terrenal no se cerraría y ellos no serían expulsados del mismo. 

Y se cerró. El Paraíso terrenal se cerró. 

Los barros – 5 -  El justo castigo

  

Podemos imaginar que cuando Dios supo que Adán y Eva habían incumplido lo único que les había prohibido hacer, no dudó lo más mínimo acerca de lo que tenía que hacer. 

Sobre el resultado de aquella nigérrima acción de parte de Adán y Eva, pasó lo que tenía que pasar y es que se vieron en la obligación de escuchar la Sentencia del Tribunal de Dios en su contra. Y sería, más o menos, como esto que sigue: 

 

Antecedentes 

Yo, Creador, el Bueno y el Justo, Todopoderoso y dador de vida.

Primero.- 

Como voluntad mía, tomé la decisión de crear al hombre y, luego, a la mujer. Nada ni nadie instó su creación lo mismo que nada ni nadie había instado la creación de lo que hice los días anteriores. Quise crear al hombre y a la mujer a mi imagen y semejanza, podía hacerlo y lo hice.

 

Segundo.- 

Tal era mi amor por aquel ser creado que le entregué todo lo que había creado para su goce, provecho y uso. Nada dejé de entregarle y puse en su corazón la necesidad de que, unidos, fueran una sola carne y tuviera descendencia porque la Tierra debía llenarse de esos seres humanos. Tal era mi voluntad y así debía cumplirse.

Leer más... »