InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: 2016

3.11.16

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo: Dies natalis

Resultado de imagen de Dies Natalis Beato Manuel Lozano Garrido

Conocemos, por nuestra fe, que cuando uno de nuestros hermanos muere y tiene ganada una buena fama de santidad, es más que probable que acabe subiendo a los altares. Es decir, que según lo visto a lo largo de una vida tal hermano nuestro ha merecido y, así ganado, le sean abiertas las puertas del Cielo.

Podemos, según lo hasta aquí dicho, entender que el Beato Manuel Lozano Garrido, conocido como “Lolo”, tenía bien ganada su entrada en la Vida Eterna. Y, así, el día que murió, un 3 de noviembre de 1971, fue su verdadero Dies natalis, nació en tal día para la Bienaventuranza.

Leer más... »

2.11.16

Nuestras Benditas Almas del Purgatorio-Purificatorio (+ Novena)

Resultado de imagen de El Purgatorio

Decir que las Benditas Almas que están en el Purgatorio-Purificatorio son nuestras no es hacer alarde acaparador ni nada por el estilo. En realidad, son nuestras porque, además, podemos pedir por ellas y ella, también, por nosotros pues debemos mantener una sana y gozosa relación con aquellas almas que, por una falta de mérito (aunque sea pequeño) no han podido ir al Cielo, digamos, de forma directa tras su muerte y Juicio particular. 

Y están allí. Lo bien cierto es que el Purgatorio-Purificatorio no está cerrado a la oración el resto de mese del año.

Seguramente muchos hermanos nuestros católicos tienen muy en cuenta todo el año a las almas que están limpiando sus manchas y quedando limpias para subir al Cielo donde les espera la Bienaventuranza y la Visión Beatífica. Pero también es posible, y más que posible, que salvo este mes de noviembre, especialmente dedicado a ellas y a los Santos, el resto del año (¡y son 11 meses!) muy poco se las tiene en cuenta. Y que Dios me perdone si me equivoco o exagero…

Leer más... »

1.11.16

Los santos del Cielo; el Cielo de los santos (+ Reproducción libro)

 Resultado de imagen de Todos los santos

Cuando llega el 1 de noviembre, a los católicos se nos pone el corazón en un puño. Y es que nos acordamos, de una forma muy especial, de aquellos hermanos nuestros que han sido de tal forma fieles a Dios que no ha habido más remedio que considerarlos santos. Es decir, a pesar de que es posible que también pecaran en alguna ocasión de su vida (de hecho nacieron, como todos a excepción de Cristo y María, la Madre) con el pecado original y, al menos, en eso, eran como todos los demás. Aunque con toda seguridad no son sólo santos tales sino que otros muchos, como veremos abajo, también lo son aunque no tengan una consideración propia como tales o, por decirlo pronto, no estén en el santoral y en los calendarios.

Lo bien cierto es que aquellos que están incluidos en el Libro de los Santos tuvieron, a lo largo de su vida, una merecida fama de santidad. Por eso cuando la correspondiente comisión vaticana determina, tras el necesario proceso, que una persona merece, ha merecido, alcanzar el Cielo, seguramente mucho tiempo antes ya era así considerado por muchos y bien se podría aplicar eso de “eso ya lo sabía yo”.

Pues bien, esos muchos “ya lo sabía yo” es lo que se denomina, más seriamente, “fama de santidad”. Y es que a veces popularmente decimos las cosas de una forma si bien sencilla, bien cierta y no equivocada. Por eso cuando los Santos Padres, véase Papas, han determinado los dogmas de los que gozamos ahora mismo como, por ejemplo, el de la Inmaculada Concepción de María, mucho tiempo hacia ya que el pueblo católico consideraba que la Madre de Dios sólo podía haber sido concebida sin pecado.  Y no sólo el pueblo común sino pensadores menos comunes y con más conocimientos espirituales. Pero, como las cosas de palacio van despacio… 

Leer más... »

30.10.16

La Palabra del Domingo - 30 de octubre de 2016

 

Lc 19, 1-10

“1 Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. 2 Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. 3 Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. 4 Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. 5 Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: ‘Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.’ 6 Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. 7 Al verlo, todos murmuraban diciendo: ‘Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.’ 8 Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: ‘Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo. 9 Jesús le dijo: ‘Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, 10 pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.’”

 

COMENTARIO

Querer buscar a Cristo

Es bien conocido que los publicanos no eran muy bien vistos por el resto de sus compatriotas. Ellos trabajaban cobrando impuestos. Eso no sería nada malo si fuera en beneficio del pueblo judío pero era el invasor romano el que se llevaba el fruto del trabajo de los elegidos por Dios. 

Pero aquel hombre no estaba perdido del todo. 

Cuando le dicen que Jesús va a pasar cerca de su casa piensa que siempre ha querido ver al Maestro. En el fondo de su corazón no había obstáculo absoluto contra aquel hombre que, según decían, hacía grandes obras por aquellos que lo necesitaban. 

Tenía un problema que era doble: era bajo de estatura física pero también moral. Al respecto de la primera ya nos lo dice el texto de San Lucas. Por eso se ve obligado a subirse a un sicómoro. De otra forma, con el gentío que allí había, ni siquiera hubiera visto las sandalias de Jesucristo. 

Leer más... »

29.10.16

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – Prepararse; estar preparados.

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia? “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

Prepararse; estar preparados

 juicio-final-fray-angelico

Y Jesús dijo… (Lc 21, 34-36)

“Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra.  Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.”

“Estar en pie delante del Hijo del hombre”.

Esto, dicho así, supone tanto que es el mensaje más importante que nuestro hermano Cristo nos dice a lo largo de su predicación. Es más, la misma está destinada a que sepamos lo que nos conviene.

Leer más... »