InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: 2013

22.08.13

Libros de Lolo : “Bien venido, amor”

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Recibir al corazón al amor como eje de la conducta de un cristiano no debería tan extraño como, a veces, parece.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación de la serie:

Manuel Lozano Garrido, más conocido como “Lolo”, beato de la Iglesia católica, es más que conocido en este blog de InfoCatólica porque el que esto escribe lleva unos meses prestándole la atención, no toda, la que se merece.

Lolo escribió, a lo largo de su vida, una serie de libros que, en el número de 9, traen a la actualidad misma de ahora mismo, una realidad espiritual profunda, llena de luz y de gozo en Dios y, sobre todo, son expresión de un ser cristiano como tiene que serlo un hijo de Creador y que es siendo consciente que se es y gozando con ello.

Pues bien, esta serie va a estar dedicada, si Dios quiere y Dios mediante, a traer aquí cada uno de los libros escritos por aquel joven de Linares (Jaén, España) que supo, a lo largo de una trabajosa vida física cultivar un corazón sano y lleno de todo aquello que tantas veces nos falta a los que no nos podemos mirar en su espejo físico pero sí, y mucho, en el espiritual.

Por otra parte, voy a seguir, para la publicación de las recensiones, el mismo orden que siguió Lolo para publicarlos.

6. Bien venido, amor

Bien venido, amor

Bien venido, amor

Título: Bien venido, Amor
Autor: Manuel Lozano Garrido, “Lolo
Editorial: Edibesa
Páginas: 178
Precio aprox.: 1,85 €
ISBN: 84-89761-75-2
Año edición:
Lo puedes adquirir en Editorial Edibesa o dirigirte a la Asociación Amigos de Lolo.

6.- Bien venido, Amor (Manuel Lozano Garrido, “Lolo”)

De los libros escritos por Manuel Lozano Garrido este es, digamos, el que condensa su pensamiento en unas páginas llenas de luz y de esperanza para el ser humano, hijo de Dios que, aún siéndolo, puede poner a buen recaudo tal verdad. Lolo, por supuesto, no hace eso sino que, al contrario, consigue que nos adentremos en su pensamiento total en cada uno de estos aforismos.

Dice el P. Rafael Higueras Álamo, a la sazón postulador de la causa de beatificación (ya cumplida) y de canonización (aún en ella se encuentra) escribe en el Prólogo de este libro que “Las mil y más ‘frases’ (así las llamaba él cuando las iba rumiando), que componen este libro, están traspasadas de poesía. Poesía que es belleza. Belleza que es ternura. Ternura que es retrato ‘a plumilla’ del Ser supremo y Eterno que se llama y es AMOR (1 Jn 4, 16)”.

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21.08.13

Ad pedem litterae – P. Pablo Cabellos Llorente

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.
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Panecillos de meditación

lama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Amar a Dios sobre todas las cosas… y sobre todos los egoísmos, también.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.

En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” son reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.

Ad pedem litterae - P. Pablo Cabellos Llorente

Presentación del artículo del P. Pablo Cabellos .

Consideramos “normal” que haya separación entre las parejas que han contraído matrimonio. En realidad, pudiera parecer que es obligatorio, al cabo de un tiempo de haberse casado que haya “cansancio” en los contrayentes. Hay, también, como dice el autor del artículo, mucho egoísmo y, por eso mismo, debe vencerse, precisamente, con amor.

Es cierto que, como dice el P. Pablo Cabellos, que tiene que acercarse aquel contrayente que más ame porque sabrá perdonar más pronto lo sucedido.

En realidad, lo que sucede es que el individualismo más acérrimo se ha aferrado a los corazones de muchos fieles católicos y eso ha producido un efecto negativo en la comprensión hacia el prójimo más próximo a nosotros.

Y pedir perdón. Tal es la herramienta fundamental que tantas veces no se usa…

Y, ahora, el artículo del P. Pablo Cabellos Llorente.

Parejas rotas

Pablo Cabellos Llorente

“Días atrás, recibí el enlace de un buen vídeo sobre cuestiones matrimoniales. El conferenciante interrogaba al público acerca de quién debía dar el primer paso después de una disputa. Tras varias respuestas más o menos acertadas, afirmó: debe acercarse primero el que ama más. No parece difícil encontrar el problema aun sin indagar en las revistas del corazón ni atender a esos espectáculos televisivos que airean por dinero lo peor del ser humano. Podemos observarlo en la propia familia, en un vecino, amigo o conocido. Cada vez son más las parejas rotas, más frecuentes cuando sus lazos de unión fueron más débiles. Y como ha devenido ‘normal’, nos esforzamos poco para indagar las causas de tales situaciones que, se quiera o no, lesionan a la pareja dividida, a los hijos, a la sociedad. Nos conformamos con un triste ‘tiene derecho a rehacer su vida’, que puede transformarse en otro fracaso. Muchas de esas historias -no puedo generalizar- no son un canto a la generosidad, sino lo contrario de ese ponerse en la piel del otro, imprescindible para el verdadero amor. Sin ese costoso empeño, en lugar de la concordia aparece la discordia. El amor fenece cuando el egoísmo gana, cuando preferimos la propia felicidad en vez de buscar la de la persona amada, cuando deseamos que nos comprendan más que comprender, si queremos adaptación a nuestro modo de ser en lugar de entregarnos al del otro. Ya decía Tomás de Aquino que es propio de los amigos gozar y querer lo mismo. ¿Qué diríamos si se trata del amor conyugal? ¿Comprometemos nuestro futuro con la persona amada?

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20.08.13

Un amigo de Lolo - Soportar lo que, a veces, es insoportable

Por la libertad de Asia Bibi.
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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Colaborar con los planes que Dios tiene para nuestras vidas es una buena forma de saber que, en verdad, sí los tiene para nosotros y no nos ha olvidado

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Soportar lo que, a veces, es insoportable

“Cuando la Cruz se quita de delante con la aceptación y se echa atrás, nada hay que nos impida ver el sol”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (709)

El ser humano pasa, a lo largo de su corta existencia terrena (comparada con la eternidad es nada si hablamos de tiempo a tener en cuenta) por muchas situaciones. Unas son gozosas y le llevan a creer que todo va a ser siempre alegría y esperanza; otras, sin embargo, le hacen estar en la seguridad de que la vida en esta vida está plagada de muchas espinas que se nos clavan en lo más profundo del corazón.

Tenemos, por lo tanto, que soportar una cruz. Al igual que la soportó Jesucristo camino del monte de la Calavera pero nosotros a lo largo de nuestra vida, muchas situaciones por las que pasamos nos harán creer que, en efecto, la llevamos a cuestas y que nadie se hace pasar, siquiera, por aquel Simón de Cirene que echó una mano a Jesús aunque fuera por obligación y por imposición.
La cruz, pues, la llevamos y, por lo tanto, la soportamos.

Sin embargo hay formas y formas de soportar y de llevar la cruz y todas, siempre que se soporte como debe soportarse y con el sentido que debe soportarse, hay que tenerlas en cuenta para que no olvidemos que somos lo que somos y que Dios sabe que lo somos.

Cabe, antes que nada y porque nos conviene, aceptar la cruz con la que cargamos. Y aceptar supone, exactamente, tener por bueno aquello que, de tribulación, nos suceda y aquello que, de mal, nos acaece por las más diversas causas y razones. En muchos casos ni siquiera somos capaces de entender las causas y las razones de lo que nos pasa; otras, seguramente, sabemos que somos los causantes de lo que nos pasa y, entonces, nada mejor que aceptarlo, cargar con ello y seguir caminando tratando de no volver a caer en tal o cual tentación.

Es como cuando, yendo por una zona boscosa, hay tanto ramaje que nos impide ver la parte del camino que tenemos delante. Debemos desbrozar, caminando como podemos, la zona que tenemos inmediatamente ante nosotros. Sólo así podremos seguir adelante y sin eso… no. Así, aceptando la cruz, habremos hecho lo posible por sobrenaturalizar aquello que nos parecía imposible entender. Es más, es hasta seguro que seguiremos sin entenderlo pero, habiéndolo dejado en manos de Dios, nuestra preocupación por la cruz, seguros como estamos de la bondad del Todopoderoso, irá a menos. Habremos, entonces, vencido a lo que tanto daño nos causaba.

La luz de Dios siempre está tras la tiniebla por la que podemos pasar. La cruz dejada de lado en nuestro corazón, aún cargando con ella porque sabemos que así somos, en tal sentido, como Cristo y porque tenemos por cierto que Dios nos mira, nos ama y nos protege, es garantía más que suficiente de haber comprendido que Jesús, cuando caminó con aquel madero sobre sus espaldas, lo tenía como gozo y como alegría y, aún en el sufrimiento, lo tenía todo por bien hecho y por bien cumplido. Y eso no le impidió ver la inmensa luminosidad del Padre. Es más, gracias a eso, la vio para siempre, siempre, siempre.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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19.08.13

Serie oraciones - invocaciones– La atracción del Señor

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Dirigirse a Dios es un privilegio que sólo tienen aquellos que creen en el Todopoderoso. Debemos hacer, por tanto, uso de tal instrumento espiritual siempre que seamos capaces de darnos cuenta de lo que supone.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Orar

No sé cómo me llamo…
Tú lo sabes, Señor.
Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
De júbilo o dolor…
¡Llámame por el nombre
que me diste, Señor!

Este poema de Ernestina de Champurcin habla de aquella llamada que hace quien así lo entiende importante para su vida. Se dirige a Dios para que, si es su voluntad, la voz del corazón del Padre se dirija a su corazón. Y lo espera con ansia porque conoce que es el Creador quien llama y, como mucho, quien responde es su criatura.

No obstante, con el Salmo 138 también pide algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:

“Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno”

Porque el camino que le lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios.

Sin embargo, además de ser las personas que quieren seguir una vocación cierta y segura, la de Dios, la del Hijo y la del Espíritu Santo y quieren manifestar tal voluntad perteneciendo al elegido pueblo de Dios que así lo manifiesta, también, el resto de creyentes en Dios estamos en disposición de hacer algo que puede resultar decisivo para que el Padre envíe viñadores: orar.

Orar es, por eso mismo, quizá decir esto:

-Estoy, Señor, aquí, porque no te olvido.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero tenerte presente.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero vivir el Evangelio en su plenitud.

-Estoy, Señor, aquí, porque necesito tu impulso para compartir.

-Estoy, Señor, aquí, porque no puedo dejar de tener un corazón generoso.

-Estoy, Señor, aquí, porque no quiero olvidar Quién es mi Creador.

-Estoy, Señor, aquí, porque tu tienda espera para hospedarme en ella.

Pero orar es querer manifestar a Dios que creemos en nuestra filiación divina y que la tenemos como muy importante para nosotros.

Dice, a tal respecto, san Josemaría (Forja, 439) que “La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria, para cumplir los mandatos de Dios. —¡Sí!, toda tu vida puede y debe ser oración”.

Por tanto, el santo de lo ordinario nos dice que es muy conveniente para nosotros, hijos de Dios que sabemos que lo somos, orar: nos hace eficaces en el mundo en el que nos movemos y existimos pero, sobre todo, nos hace felices. Y nos hace felices porque nos hace conscientes de quiénes somos y qué somos de cara al Padre. Es más, por eso nos dice san Josemaría que nuestra vida, nuestra existencia, nuestro devenir no sólo “puede” sino que “debe” ser oración.

Por otra parte, decía santa Teresita del Niño Jesús (ms autob. C 25r) que, para ella la oración “es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.

Pero, como ejemplos de cómo ha de ser la oración, con qué perseverancia debemos llevarla a cabo, el evangelista san Lucas nos transmite tres parábolas que bien podemos considerarlas relacionadas directamente con la oración. Son a saber:

La del “amigo importuno” (cf Lc 11, 5-13) y la de la “mujer importuna” (cf. Lc 18, 1-8), donde se nos invita a una oración insistente en la confianza de a Quién se pide.

La del “fariseo y el publicano” (cf Lc 18, 9-14), que nos muestra que en la oración debemos ser humildes porque, en realidad, lo somos, recordando aquello sobre la compasión que pide el publicano a Dios cuando, encontrándose al final del templo se sabe pecador frente al fariseo que, en los primeros lugares del mismo, se alaba a sí mismo frente a Dios y no recuerda, eso parece, que es pecador.

Así, orar es, para nosotros, una manera de sentirnos cercanos a Dios porque, si bien es cierto que no siempre nos dirigimos a Dios sino a su propio Hijo, a su Madre o a los muchos santos y beatos que en el Cielo son y están, no es menos cierto que orando somos, sin duda alguna, mejores hijos pues manifestamos, de tal forma, una confianza sin límite en la bondad y misericordia del Todopoderoso.

Esta serie se dedica, por lo tanto, al orar o, mejor, a algunas de las oraciones de las que nos podemos valer en nuestra especial situación personal y pecadora.

Serie Oraciones – La atracción del Señor

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18.08.13

La Palabra del Domingo - 18 de agosto de 2013

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Esperar de Dios lo mejor para nosotros es, sólo, reconocer que es Todopoderoso y que sólo quiere lo mejor para su descendencia.

Lc 12, 49-53

Biblia

49 «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! 50 Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! 51 «¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. 52 Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; 53 estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

COMENTARIO

La guerra de Dios que salva al hombre

El pueblo elegido por Dios, de donde el Creador escogió a una muchacha para que su Hijo viniera al mundo, llevaba muchos siglos esperando al Mesías, al Enviado del Todopoderoso. Estaban seguros que traería la salvación a un pueblo tan sufriente como lo había sido desde que el padre Abraham salió de la tierra que habitaba para dejarse llevar por Dios. Lo habían pasado muy mal y, ahora mismo, estaban bajo la dominación del Imperio Romano y, en verdad, ansiaban que Dios cumpliese, otra vez más, con lo prometido.

Y vino el Hijo.

Cuando nació aquel hombre, al que luego llamarían Jesús, en aquellas circunstancias nada buenas para ser un Rey de hombres y pueblos, es bien cierto que alguno tuvo miedo por el poder que auguraban aquellos Magos que le dijeron que iban en busca de un niño que era Rey. Otros, sin embargo, esperaban que, en verdad, fuera el Mesías esperado.

Pero Jesús, ya predicador del Reino de Dios, había venido para otra cosa muy distinta a la que muchos esperaban de Él porque había venido para que las cosas cambiaran aunque no en el sentido buscador por otros.

Jesús había venido, lo dice Él, para que el fuego quemara la tierra y la convirtiera, de verdad, a Dios Padre y Creador. El fuego del Espíritu Santo que todo lo debía purificar y hacer, del mundo, un lugar habitable para los hijos de Dios igual a como lo había querido el Padre y puso, por eso, en el Paraíso a Adán y a Eva.

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