InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Septiembre 2013

26.09.13

¡Miserables, que sois unos miserables!

“Perverso, abyecto, canalla”.

Hace más de dos años publiqué, en este mismo, blog, allá por el 18 de julio de 2011 este artículo:

“Hace 75 años que empezó la Guerra Civil española. Seguramente muchos de los que lean este artículo pueden pensar que poco les puede interesar. Sin embargo, no deberían perder de vista lo que pasó porque, es muy probable que también les pueda pasar a ellos o que, al menos, se intente que pase algo similar aunque, claro, con los métodos modernos de hoy día, siempre más sofisticados y disimulados.

Es más que conocido que desde que se proclamó, de forma francamente mejorable, la II República española la persecución contra la Iglesia católica estuvo al orden del día. No bastaba con recoger en las normas, digamos, legales, la prohibición de ayudar a la Iglesia católica y a las demás religiones sino que era necesaria una “depuración” social que se puso, enseguida, en marcha. Por eso desde aquel mes de abril de 1931 la barbarie laicista no cejó en el intento de que la Esposa de Cristo desapareciera de España al igual que, años antes, habían intentado, los mismos de la misma ideología, que pasara en México y que dio lugar al movimiento Cristero. Esto se concretó en la quema de templos católicos y en la persecución física, a muerte, de personas pertenecientes a la religión, entonces ya, ampliamente mayoritaria en España.

Pero como el resultado de un principio tan negro como aquel sólo puede ser peor aún pasó lo que tenía que pasar y en el ámbito de la Guerra Civil española fueron muchas las personas que fueron asesinadas, no por acciones de guerra sino en vulgares delitos comunes. Muchas de las mismas tuvieron mucha relación con la Iglesia católica. Valgan, por ejemplo, los siguientes datos:

Obispos: 13 asesinados.
Sacerdotes: 4.184 asesinados.
Religiosos: 2.365 asesinados.
Monjas: 263 asesinadas (cuando no violadas)
Laicos por el hecho de pertenecer a asociaciones confesionales o simplemente católicas: miles de ellos asesinados.
Iglesias destruidas: 20.000 (entre ellas varias catedrales)
Estas son las cifras: nuestras cifras de nuestros miles de mártires de cuya sangre nacieron nuevas semillas de nuevos cristianos (Tertuliano dixit)

Una persona que tenga fe y que sepa lo que eso supone sabe, a la perfección, qué debe hacer ante una situación tan terrible como la que, en los años 30 del siglo pasado, se produjo en España y que nada tiene que envidiar a la persecución, contra los cristianos, de Diocleciano quien no llegó, al respecto de España, a la altura de la suela de los zapatos de aquellos matarifes izquierdosos de los años citados. Esperar que no hubiera reacción alguna era como esperar que siempre se pusiese la otra mejilla pues ya estaban, ambas, bastante rojas de recibir bofetadas y cosas similares. La paciencia siempre, se quiera o no, tiene un límite y entonces estaba más que agotada y muchos aprovecharon el sometimiento a la autoridad establecida por parte de los creyentes católicos (principio perfectamente evangélico) para tomarla por el pito de un sereno y no querer entender lo que eso suponía de respeto de parte de quien cree en Dios y tomar la caridad por tontería y por algo despreciable.

Y por eso pasó lo que pasó, de lo cual son prueba las cifras a las que se ha hecho mención arriba.

Y a quien no le guste lo sucedido a partir de aquel mes séptimo del año 36 del siglo XX, incluidos todos aquellos que se digan católicos pero no lo sean deberían saber que si ellos y ellas hoy mismo pueden decir que son católicos sin ser perseguidos (por ahora) es, precisamente, por aquel otro 18 de julio de 1936 y, claro, por el resultado de lo que fue inevitable.

Y, por cierto, me importa bien poco lo que se pueda pensar y decir de mí. Lo políticamente correcto que lo cultive quien le convenga. Por eso digo que hoy es 18 de julio y que la historia ha dado la razón a quien la tenía. Y por decirlo claramente para que nadie se lleve a engaño: ¡Viva Cristo Rey!

Con todo lo escrito entonces estoy perfectamente de acuerdo ahora mismo.

En realidad este antecedente del artículo de hoy es para que se pueda comprender que lo que ahora viene debería ser objeto de mucha crítica.

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25.09.13

Yo acuso

Yo acuso
Aviso para españoles y creyentes de allende los mares

A lo largo de los meses (ya muchos) que llevamos de esta legislatura han pasado cosas. Otras, sin embargo, no han pasado y, al parecer, pudiera dar la impresión de que algunos no quieren que pasen.

Así, por ejemplo, el aborto sigue donde estaba y, en todo caso, los que gobiernan quieren que se siga matando pero de una forma más, digamos, light. Pero matar, lo que se dice matar al nasciturus se podrá seguir haciendo con protección de la ley que, en verdad, ¡hay que echarle!…

Si hablamos del imposible “matrimonio” entre personas del mismo sexo, la cosa está aún peor (que ya es decir) pues no se oyen ni campanas ni campanillas al respecto de que pudiera anularse una legislación aberrante que proclama como bueno y benéfico lo que no es más que un mero capricho de un grupo de presión homosexual que parece tener más poder que el que merece por número de sus miembros.

Y así, en temas que son muy importantes para los católicos las cosas siguen igual o pintan mal o muy mal.

Por eso, es indispensable acusar a quienes hacen lo que no deben hacer y se ciscan en su presunta fe católica con gozo de muchos y aplausos, siempre, de los discípulos de Satanás.

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24.09.13

Un amigo de Lolo - Entre lo que debemos ser y lo que somos

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Entre lo que debemos ser y lo que somos

“¿Qué es la humillación? Una reducción de límites. Somos de tierra y gloria confundidas. La soberbia es creerse sólo gloria; la
humillación, únicamente barro.”

Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (447)

San Pablo escribió, en un momento de franqueza casi sin igual, que cuando quería hacer algo bueno, sabiendo que eso era lo que quería hacer, acababa haciendo lo que no quería. Y eso, lógicamente, le preocupaba al de Tarso porque le ponía ante la realidad de lo que era su existencia como hombre que, hijo de Dios, mira al Padre avergonzado por no ser como quiere el Creador que sea.

En realidad, tal forma de actuar y de ser no es nada extraña en nosotros, hermanos de san Pablo e hijos, también, de Dios.

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23.09.13

Serie oraciones - invocaciones - Salmo 1

Orar

No sé cómo me llamo…
Tú lo sabes, Señor.
Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
De júbilo o dolor…
¡Llámame por el nombre
que me diste, Señor!

Este poema de Ernestina de Champurcin habla de aquella llamada que hace quien así lo entiende importante para su vida. Se dirige a Dios para que, si es su voluntad, la voz del corazón del Padre se dirija a su corazón. Y lo espera con ansia porque conoce que es el Creador quien llama y, como mucho, quien responde es su criatura.

No obstante, con el Salmo 138 también pide algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:

“Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno”

Porque el camino que le lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios.

Sin embargo, además de ser las personas que quieren seguir una vocación cierta y segura, la de Dios, la del Hijo y la del Espíritu Santo y quieren manifestar tal voluntad perteneciendo al elegido pueblo de Dios que así lo manifiesta, también, el resto de creyentes en Dios estamos en disposición de hacer algo que puede resultar decisivo para que el Padre envíe viñadores: orar.

Orar es, por eso mismo, quizá decir esto:

-Estoy, Señor, aquí, porque no te olvido.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero tenerte presente.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero vivir el Evangelio en su plenitud.

-Estoy, Señor, aquí, porque necesito tu impulso para compartir.

-Estoy, Señor, aquí, porque no puedo dejar de tener un corazón generoso.

-Estoy, Señor, aquí, porque no quiero olvidar Quién es mi Creador.

-Estoy, Señor, aquí, porque tu tienda espera para hospedarme en ella.

Pero orar es querer manifestar a Dios que creemos en nuestra filiación divina y que la tenemos como muy importante para nosotros.

Dice, a tal respecto, san Josemaría (Forja, 439) que “La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria, para cumplir los mandatos de Dios. —¡Sí!, toda tu vida puede y debe ser oración”.

Por tanto, el santo de lo ordinario nos dice que es muy conveniente para nosotros, hijos de Dios que sabemos que lo somos, orar: nos hace eficaces en el mundo en el que nos movemos y existimos pero, sobre todo, nos hace felices. Y nos hace felices porque nos hace conscientes de quiénes somos y qué somos de cara al Padre. Es más, por eso nos dice san Josemaría que nuestra vida, nuestra existencia, nuestro devenir no sólo “puede” sino que “debe” ser oración.

Por otra parte, decía santa Teresita del Niño Jesús (ms autob. C 25r) que, para ella la oración “es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.

Pero, como ejemplos de cómo ha de ser la oración, con qué perseverancia debemos llevarla a cabo, el evangelista san Lucas nos transmite tres parábolas que bien podemos considerarlas relacionadas directamente con la oración. Son a saber:

La del “amigo importuno” (cf Lc 11, 5-13) y la de la “mujer importuna” (cf. Lc 18, 1-8), donde se nos invita a una oración insistente en la confianza de a Quién se pide.

La del “fariseo y el publicano” (cf Lc 18, 9-14), que nos muestra que en la oración debemos ser humildes porque, en realidad, lo somos, recordando aquello sobre la compasión que pide el publicano a Dios cuando, encontrándose al final del templo se sabe pecador frente al fariseo que, en los primeros lugares del mismo, se alaba a sí mismo frente a Dios y no recuerda, eso parece, que es pecador.

Así, orar es, para nosotros, una manera de sentirnos cercanos a Dios porque, si bien es cierto que no siempre nos dirigimos a Dios sino a su propio Hijo, a su Madre o a los muchos santos y beatos que en el Cielo son y están, no es menos cierto que orando somos, sin duda alguna, mejores hijos pues manifestamos, de tal forma, una confianza sin límite en la bondad y misericordia del Todopoderoso.

Esta serie se dedica, por lo tanto, al orar o, mejor, a algunas de las oraciones de las que nos podemos valer en nuestra especial situación personal y pecadora.

Serie Oraciones – Invocaciones – Salmo 1

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22.09.13

La Palabra del Domingo - 22 de septiembre de 2013

Biblia

Lc 16, 1-13

“1 Decía también a sus discípulos: ‘Era un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda; 2 le llamó y le dijo: “¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando.’ 3 Se dijo a sí mismo el administrador: ‘¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. 4 Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administración me reciban en sus casas.’ 5 ‘Y convocando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: ‘¿Cuánto debes a mi señor?’ 6 Respondió: ‘Cien medidas de aceite.’ El le dijo: ‘Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta.’ 7 Después dijo a otro: ‘Tú, ¿cuánto debes?’ Contestó: ‘Cien cargas de trigo.’ Dícele: ‘Toma tu recibo y escribe ochenta.’8 ‘El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz. 9 ‘Yo os digo: Haceos amigos con el Dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas. 10 El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho. 11 Si, pues, no fuisteis fieles en el Dinero injusto, ¿quién os confiará lo verdadero? 12 Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro? 13 ‘Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.’”

COMENTARIO

Hay que escoger entre Dios y el dinero, entre el Creador y el mundo

Jesús nos habla, aunque hay que reconocer que de forma algo enigmática, acerca de lo que más conviene a un discípulo suyo y a lo que tantas veces hace referencia cuando pone en conocimiento de los que quieran escuchar, la Verdad.

Es bien cierto que el mundo, con su mundanidad, nos atrae hacia sí porque quiere, llevado por su Príncipe Satanás, que nos alejemos de Dios y de lo que supone saberse y reconocer sus hijos. Nada mejor para el Mal que sembrar en el corazón del hombre astucias mundanas y vanas formas de comportarse.

Después de contar a los que le escuchan aquello del hombre rico y del siervo listillo (que consigue, en beneficio suyo pero, también, de su antiguo amo, que los deudores del mismo paguen algo de lo que le deben) a más de uno se le debió quedar la cara y el corazón sorprendido. ¿Qué habrá querido decir el Maestro con eso?

Dice que las personas de este mundo o, lo que es lo mismo, aquellas que viven en el mundo sin preocuparse por Dios y por el cumplimiento de su voluntad, son más “astutos” que las personas que son consideradas hijas de la luz o, lo que es lo mismo, hijas de Dios que sabe que lo son. Y al astucia va, muchas veces (tal es su intención y la razón por la que está puesta por el Maligno) en perjuicio de las personas justas que saben que no pueden transigir con los supuestos beneficios del mundo en el que viven.

Sabe Jesús que quien es seguidor fiel del Hijo de Dios y, así, de Dios mismo, puede lo menos pero, también, puede lo más. Con lo menos se hace grande y con lo más, acapara para sí el Amor del Padre que se da cuenta de que aquel hijo suyo, semejanza suya, ha comprendido cuál es su santa voluntad.

Seguramente lo más importante que dice Jesús y que resume a la perfección lo que quiso decir entonces a los que le escuchaban pero nos dice, ahora mismo, a los que leemos o, también, escuchamos esta parte del evangelio de san Lucas, es lo que dice, precisamente, al final del mismo. Deja para tal momento lo más importante para que se nos quede mejor guardado en nuestro corazón.

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