Noviembre de Santos y Difuntos - ¿Cuántas almas son?

Los Santos nos enseñan a orar por las Almas del Purgatorio – Misioneras de  la Divina Revelación

En su libro “¿Se salvan todos”? (de recomendable lectura), el dominico Antonio Royo Marín O.P. plantea, eso, si toda alma se salva o se salvará. Y es que ya se sabe que, en cuanto a eso, con ser tan misterioso, hay opiniones de todos los gustos, colores y demás posibilidades.

No tratamos hoy, precisamente, el tema de si todos vamos a ser salvados o todos nos vamos a salvar porque, la salvación supone la Bienaventuranza y la Visión Beatífica o, por decirlo pronto, estar en el Cielo, definitivo Reino de Dios. No. Hoy no tratamos de eso aunque no podemos dejar de reconocer que salvar, lo que se dice salvarnos, a todos nos gustaría, pero…

El caso es que queremos referirnos a cuántas almas hay en el Purgatorio-Purificatorio pues es a lo que nos debemos en esta pequeña serie de artículos dedicados a ese estado intermedio entre la existencia en el mundo y el Cielo, anhelo de todo aquel que sepa lo que le conviene.

Sin embargo, la cosa no tiene que ver el número de almas que pueda haber en aquel lugar donde limpiamos lo que no hayamos podido limpiar en nuestra vida terrena. Es decir, no queremos decir que haya tantos y tantos millones de almas allí. No. Más bien queremos referirnos a cuáles son las circunstancias por las cuales pueda haber allí almas con necesidad de blanquear más que la nieve para poder presentarse ante Dios como un alma debe presentarse ante Quien lo ha creado.

A tal respecto, nosotros somos como somos. Es decir, primero y antes que nada pecadores (nacemos empecatados y ya lo dice el Salmo 51,7:”Pecador me concibió mi madre”) Luego, al ser bautizados, se nos perdona tal pecado (y más si es que no se nos bautiza en la mucha infancia sino más tarde y hemos tenido tiempo de caer en tentaciones…) pero, como decimos que somos como somos, tenemos un tendencia (que casi podría calificarse de enfermiza) a pecar de nuevo otra y otra y otra vez.

Es bien cierto que si acudimos al Sacramento de la Penitencia, se nos vuelven a perdonar los pecados. Y, entonces, en tal justo momento, es como si volviéramos a empezar.

Ya van, pues, dos veces (una de origen de nuestra cristiandad y otra luego, ya probada la vida y sus circunstancias muchas) en las que el alma queda limpia o, al menos, todo lo limpia que pueda quedar cuando no caemos en el respeto humano y nos callamos los pecados ante el sacerdote.

Pero, como decimos arriba, como somos como somos, es más que probable que volvamos a caer en las tentaciones y asechanzas del Maligno o que, simplemente, nosotros mismos nos las fabriquemos. Y, entonces, acudimos de nuevo al reclinatorio (resulta curioso, por otra parte, que los reclinatorios hayan casi desaparecido en el momento de recibir a Cristo en la Santa Misa que es cuando recibimos su santísimo Cuerpo y no lo hayan hecho en el momento de la Confesión aunque es posible, claro, hacerlo simplemente sentado en una silla al lado del sacerdote creemos que la general costumbre es la de reclinarse para pedir perdón pero no, al parecer, para recibir a Quien, en el fondo, da el perdón… ahí lo dejamos dicho)

Pues bien, como las circunstancias de la vida son las que son (y son más que muchas) y concurre siempre en nuestra existencia esa tendencia al pecado, es más que posible que, en el momento de nuestra muerte no estemos del todo a bien con Dios. Y no nos referimos a que hayamos confesado los pecados ante el sacerdote y no hayamos limpiado del todo el alma sino al hecho de no haber, siquiera, confesado tales pecados…

Seguramente en el momento de la muerte haya mucha carga espiritual negra que ensucie nuestra alma. Y, según dice Cristo, siempre que no se trate de un pecado contra el Espíritu Santo (que no se perdona) es posible que sí se nos perdonen (Mt 12, 32):

 

“Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro.”

 

Decimos, pues (lo dice el mismo Hijo de Dios) que hay “otro mundo” donde es posible que se perdonen los pecados aunque nunca el que sea contra el Espíritu Santo. Pero haber, hay otro mundo donde sí se perdonan. Y, sabiendo que en ni en el Cielo ni el Infierno ha lugar a eso (en el primero sólo está quien está limpio de todo pecado y en el segundo quien no haya podido evitar pecados más que importantes no se perdonan sino que, al contrario, se pena para siempre por ellos…) sólo nos queda creer que es en el Purgatorio-Purificatorio donde eso pasaY tal es nuestra fe católica que, en artículos posteriores, haremos explícita para que se vea la certeza y seguridad de esto que decimos.

Pues bien, dado lo dicho hasta ahora que, en general, apunta hacia una perseverancia en el pecado (no todas las almas caen, es cierto, pero sí muchas) que sólo tenemos que comprobar en nosotros mismos sin necesidad de mirar a nadie, es más que probable que el Purgatorio-Purificatorio está más que lleno de Almas, Benditas, que se estén purificando con el fuego sagrado del perdón de Dios. Y que esperan, por cierto, las oraciones de la Iglesia militante o, vamos, de nosotros mismos.

Por otra parte, que nuestra alma more allí el tiempo (no habiendo allí, por cierto, un concepto tal pero ya nos entendemos al decir eso…) es cosa nuestra. Eso sí que lo es.    

Eleuterio Fernández Guzmán

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Un mes para orar porque nos conviene.

Para leer Fe y Obras. 

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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