InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Agosto 2011, 15

15.08.11

María subió a los cielos en cuerpo y alma

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Ascensión a los cielos de María

Hoy María Virgen subió
a los cielos: alegraos
porque con Cristo reina
para siempre

Era lógico que ella, que había mantenido íntegra su virginidad en el parto, debe tener su propio cuerpo libre de toda corrupción, incluso después de la muerte. Era lógico que ella, que había llevado al Creador como un niño en su seno, deberían vivir juntos en los tabernáculos divinos. Era conveniente que el cónyuge, a quien el Padre le había tomado para sí, debe vivir en las mansiones divinas. Era lógico que ella, que había visto a su Hijo en la cruz y que habían recibido por lo tanto en su corazón la espada de la tristeza que se había escapado en el acto de dar a luz, debe buscar en él como él se sienta con el Padre. Convenía que la Madre de Dios debe poseer lo que pertenece a su Hijo, y que debe ser respetado por todas las criaturas como la Madre y como sierva de Dios.”.

Estas palabras, de San Juan Damasceno, en concreto de su Encomino Dormitionem Dei Genetricis semperque Virginis Mariae (Hom. II. N. 14) vienen a manifestar que no otra cosa podía acaecer al respecto de la Virgen María que no fuera su Asunción, a los cielos, en cuerpo y alma.

Así, otro santo, Roberto Belarmino, en sus Canciones habitae Lovanii (n. 40, De la Asunción B. Mariae Virginis) dice que “¿Y quién, pregunto yo, podía creer que el arca de la santidad, la morada de la Palabra de Dios, el templo del Espíritu Santo, podría ser reducido a la ruina? Mi alma está llena de horror ante la idea de que esta carne virginal que había engendrado a Dios, le había traído al mundo, había alimentado y se lo llevó, podría haber sido convertidos en cenizas o entregado como alimento para los gusanos“.

María, por lo tanto, ascendió a los cielos en cuerpo y alma, realidad espiritual y material que tenemos como dogma desde que Pío XII así lo declarara en la Constitución Apostólica (de 1 de noviembre de 1950) “Munificentissimus Deus”.

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