La Palabra del domingo - 19 de mayo de 2019

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Jn 13, 31-33a. 34-35

 

 

“31 Cuando salió, dice Jesús: ‘Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre  y Dios ha sido glorificado en él. 32      Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto.’ 33 ‘Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. 34 Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros.        35 En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.’”

        

 

COMENTARIO

 

Un mandamiento muy difícil de cumplir

 

En la Última Cena Jesús dijo muchas cosas de importancia e hizo otras tantas de no poca relevancia. Así, por ejemplo, fue el momento en el que se celebró la primera Eucaristía y, también, cuando estableció el sacerdocio.

El momento que traemos aquí hoy corresponde al momento en el que Judas sale del Cenáculo para cumplir con la traición hacia el Maestro. Y habla, Cristo, de lo que ha de ser su glorificación… en la Cruz.

Todo lo dicho, sin embargo, tiene un punto álgido. Y es cuando el Hijo de Dios establece lo que él mismo llama mandamiento nuevo. Y es que, en verdad, no es sólo nuevo sino que sirve de cauce a muchos de los ya conocidos.

Jesús da un mandamiento nuevo. Si el resto de mandamientos habían sido establecidos por su Padre y entregados a Moisés en su camino por el desierto hacia la tierra prometida, era ahora el Hijo quien establecía un nuevo.

En realidad, lo mismo que el resto de Mandamientos (10) podía ser seguido y cumplido… o no seguido y no cumplido. Esto caía del lado de cada hijo de Dios.

El mandato es: amarse unos a otros. Y esto parece fácil de entender porque cualquiera sabe lo que eso significa.

Sin embargo, Jesús añade algo que es crucial en este caso y, como suele suceder, en todo lo que hace y dice: hay que amarse de una forma muy especial que consiste, en esencia y básicamente, en hacerlo como Él lo había hecho con ellos.

Antes que nada, decimos que el Amor de Dios no tiene condición a cambió. Es decir, el Creador ama a su descendencia aunque la misma tenga por costumbre y vicio olvidarlo y darle la espalda, esconderlo lo  más lejos posible de su vida y, por si eso no fuera ya suficiente, zaherirlo en cuanto algo le sale mal.

En cambio Cristo, diciendo eso que dice se pone de ejemplo.

Sabemos, ellos también lo sabían, cómo los había amado. Lo que aún no sabían es cómo los iba a acabar de amar al entregar su vida en una cruz.

Nosotros, sin embargo, tenemos ventaja al respecto de aquellos apóstoles que cenaban con Él aquel día de la Pascua judía. Y es que nosotros sí sabemos, a ciencia y corazón ciertos, cómo fue su muerte y cómo se comportó ante ella: perdonando, intercediendo por sus verdugos y, en suma, amando.

Aquella forma de amar era muy especial. Y es que lo era hasta el extremo de dar su vida a cambio del perdón de Dios hacia sus hermanos los hombres. Y aquella forma de amar, entregada, sin mirar  a sí mismo sino el interés de su prójimo…. era la forma de amar que quería se viese entre sus discípulos.

El caso es que Jesús quiere que se vea. Es decir, no quiere que el amor entre los suyos sea algo íntimo, de casa para dentro. No. Lo que quiere es que, viendo los demás no creyentes cómo se aman sus discípulos sabrán, por tal amor, que eran sus discípulos. Y así servir de ejemplo y que se pudiera decir de ellos, como se dijo, “mirad cómo se aman”.

Tal amor, el Amor, en definitiva de Dios, era el que quería Jesucristo para todos los que, de una manera o de otra, se decían ser seguidores suyos.

El caso es que tal amor no siempre es fácil de poner en práctica. Y es que son muchos los egoísmos en los que nos movemos, muchas las incomprensiones que atesoramos en nuestro corazón y, en fin, muchas las ocasiones en las que no somos capaces de amar cuando deberíamos amar o  perdonar cuando deberíamos perdonar. Y tal es la gran prueba que debemos superar para que, en efecto, puedan decir de nosotros el “mirad como se aman”.

 

PRECES 

 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no creen en el Amor de Dios por sus criaturas.

Roguemos al Señor.

Pidamos a Dios por todos aquellos que no son capaces de amar como Cristo amó.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a amar como tu Hijo nos amó a nosotros.

 

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

                                                                                                                       

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido,  Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

Panecillo de hoy:

Palabra de Dios; la Palabra.

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Para leer Fe y Obras.

 

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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