Evangelium vitae: hoy hace 20 años

  lazo

Es más que conocido que para la Iglesia católica la defensa de la vida (desde la misma concepción hasta la muerte natural del ser humano) es principio fundamental que defiende desde el mismo principio de su fundación. Por eso que san Juan Pablo II dedicara una encíclica a tal tema no extrañó a nadie.

 

Lo hizo con “Evangelium vitae” y la dio a la luz pública el 25 de marzo de 1995 (hoy se cumplen, pues, 20 años), no siendo por casualidad un día como el mismo en el que se celebra, precisamente, la Encarnación del hijo de Dios. Tampoco extrañó que el subtítulo sea “Valor e inviolabilidad de la vida humana” porque, en efecto, la misma es un valor supremo y, por lo tanto, no puede ser violado.

 

Por eso, ya desde el número 1 de la encíclica deja dicho que “El Evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús. Acogido con amor cada día por la Iglesia, es anunciado con intrépida fidelidad como buena noticia a los hombres de todas las épocas y culturas”,pues es evidente que la fidelidad de la Iglesia católica en la defensa y promoción del derecho a la vida es algo que la señala perfectamente.

 

Por eso, poco después (en concreto en el número 2) dice, al respecto de lo que la Iglesia católica tiene como verdad, que

“La Iglesia sabe que este Evangelio de la vida, recibido de su Señor, tiene un eco profundo y persuasivo en el corazón de cada persona, creyente e incluso no creyente, porque, superando infinitamente sus expectativas, se ajusta a ella de modo sorprendente. Todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien, aun entre dificultades e incertidumbres, con la luz de la razón y no sin el influjo secreto de la gracia, puede llegar a descubrir en la ley natural escrita en su corazón (cf. Rm 2, 14-15) el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta su término, y afirmar el derecho de cada ser humano a ver respetado totalmente este bien primario suyo. En el reconocimiento de este derecho se fundamenta la convivencia humana y la misma comunidad política.”

 

La Esposa de Cristo sabe que la Ley natural debe imperar en el mundo y que someterse a ella es esencial para que la misma pervivencia de la especie humana pueda llevarse a cabo. Por eso es tan importante e Evangelio de la vida y por eso mismo quien tiene obligación de cumplir su misión de defenderlo ha de hacerlo a pesar de quien pueda pesar.

 

Pero la vida humana, bien lo sabemos quienes no estamos ciegos o sordos a lo que pasa, está muy amenazada. Por eso dice san Juan Pablo II, en el número 10 que

“Hay amenazas que proceden de la naturaleza misma, y que se agravan por la desidia culpable y la negligencia de los hombres que, no pocas veces, podrían remediarlas. Otras, sin embargo, son fruto de situaciones de violencia, odio, intereses contrapuestos, que inducen a los hombres a agredirse entre sí con homicidios, guerras, matanzas y genocidios.

 ¿Cómo no pensar también en la violencia contra la vida de millones de seres humanos, especialmente niños, forzados a la miseria, a la desnutrición, y al hambre, a causa de una inicua distribución de las riquezas entre los pueblos y las clases sociales? ¿o en la violencia derivada, incluso antes que de las guerras, de un comercio escandaloso de armas, que favorece la espiral de tantos conflictos armados que ensangrientan el mundo? ¿o en la siembra de muerte que se realiza con el temerario desajuste de los equilibrios ecológicos, con la criminal difusión de la droga, o con el fomento de modelos de práctica de la sexualidad que, además de ser moralmente inaceptables, son también portadores de graves riesgos para la vida? Es imposible enumerar completamente la vasta gama de amenazas contra la vida humana, ¡son tantas sus formas, manifiestas o encubiertas, en nuestro tiempo!”

 

Tanto y tanto se hace en contra de la vida humana que sólo con una reacción gigantesca de parte de las conciencias de los mandatarios que en el mundo son y, no lo olvidemos esto, de parte de los propios seres humanos que damos pie a que los mandatarios hagan lo que hacen con ciertas y determinadas legislaciones, se podrá invertir el camino de perdición que nos hará caer en la fosa de la que tanto escribió el salmista. Sabemos, sin embargo, que tal no es el camino que se está siguiendo sino, justamente, el contrario…

 

¿Podemos, sin embargo, quedarnos parados o mirando para otro lado? No. Y esto lo reconoce muy bien la encíclica cuando dice (29) que

“Este es el momento en que el Pueblo de Dios, y en él cada creyente, está llamado a profesar, con humildad y valentía, la propia fe en Jesucristo, ‘Palabra de vida’ (1 Jn 1, 1). En realidad, el Evangelio de la vida no es una mera reflexión, aunque original y profunda, sobre la vida humana; ni sólo un mandamiento destinado a sensibilizar la conciencia y a causar cambios significativos en la sociedad; menos aún una promesa ilusoria de un futuro mejor. El Evangelio de la vida es una realidad concreta y personal, porque consiste en el anuncio de la persona misma de Jesús, el cual se presenta al apóstol Tomás, y en él a todo hombre, con estas palabras: ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida’ (Jn 14, 6). Es la misma identidad manifestada a Marta, la hermana de Lázaro: ‘Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás’ (Jn 11, 25-26). Jesús es el Hijo que desde la eternidad recibe la vida del Padre (cf. Jn 5, 26) y que ha venido a los hombres para hacerles partícipes de este don: ‘Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia’ (Jn 10, 10).”

 

Cabe, pues, hacer algo y no hacer como si la cosa no fuera con nosotros. Podemos empezar, por ejemplo, orando y pidiendo a Dios a partir de esta oración con la que el Papa polaco termina su/nuestra “Evangelium vitae” que es, además, una excelente y gozosa forma de terminar:

 

“Oh María,

aurora del mundo nuevo,

Madre de los vivientes,

a Ti confiamos la causa de la vida:

mira, Madre, el número inmenso

de niños a quienes se impide nacer,

de pobres a quienes se hace difícil vivir,

de hombres y mujeres víctimas

de violencia inhumana,

de ancianos y enfermos muertos

a causa de la indiferencia

o de una presunta piedad.

Haz que quienes creen en tu Hijo

sepan anunciar con firmeza y amor

a los hombres de nuestro tiempo

el Evangelio de la vida.

Alcánzales la gracia de acogerlo

como don siempre nuevo,

la alegría de celebrarlo con gratitud

durante toda su existencia

y la valentía de testimoniarlo

con solícita constancia, para construir,

junto con todos los hombres de buena voluntad,

la civilización de la verdad y del amor,

para alabanza y gloria de Dios Creador

y amante de la vida.”

 

¡Alabado sea Dios que pone, ante nuestros ojos, unas verdades tan grandes!

 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

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Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

 

No hay nada más importante que la defensa de la vida porque todo lo demás depende de eso.

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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