¡Este cura no me gusta!

Sacerdote

Se dice muchas veces eso de que “para gustos, los colores” pues es bien cierto que cada cual tiene preferencia por uno u otro color aunque no sepa las razones de que eso sea así. Es algo, digamos, instintivo aunque en muchas ocasiones elegimos este o aquel conscientes del porqué. Y esto son decisiones muy personales que sólo a nosotros nos afectan.

Pues bien, al parecer en materia religiosa y, en concreto, en materia sacerdotal, hay creyentes que tienen, les da, la sensación de poder juzgar la actuación de un sacerdote y, tras largo o escaso tiempo de haberlo hecho, decir eso de “¡Este cura no me gusta!”. Y a otra cosa, a otra Parroquia o, a lo mejor, a ninguna… a casa a descansar de homilías y realidades similares que, total “para leer siempre lo mismo”…

En fin…

Esto lo digo porque he sido testigo, muchas veces, de expresiones como ésta. No es nada raro, extraño o está fuera de lugar que algunos creyentes católicos crean que el sacerdote ha de ser de su particular gusto para asistir con corrección espiritual a las celebraciones eclesiales o para no sentirse desplazado cuando asiste a las mismas.

Seguramente, los sacerdotes que escriben en InfoCatólica podrían poner muchos casos de lo que digo y, a lo mejor, hasta han sido víctimas personales de no ser del gusto de algunos fieles.

¿Qué decir ante esto?

Pues digo que no está ni medianamente bien que se tenga al sacerdote por esto o lo otro aunque pueda ser esto o lo otro. Y esto porque no es un fiel más (aunque, como hijo de Dios, pueda así ser considerado) sino que es un pastor, pastor nuestro y eso debería ser muy tenido en cuenta.

Es bien cierto que puede haber conductas que no concuerdan con lo que tiene que ser un sacerdote pero aquí no se trata de que diga que un sacerdote hace esto o lo otro que, objetivamente, está mal hecho (incluso, peor, si tiene carácter delictivo) sino de lo ordinario o, lo que es lo mismo, de la mera asistencia a la Santa Misa o a la celebración de otros Sacramentos.

Pero, para que nadie pueda decir que esto mío puede ser, como es, un pensamiento particular y que eso mismo permite que los demás hagan lo mismo (aún estando mal hecho) les dejo la palabra a un santo llamado de lo “ordinario”.

San Josemaría dice, en tres momentos determinados, esto de los sacerdotes:

En “Amar a la Iglesia” dice, en concreto en su punto 44, esto:

“Conviene recordar, con machacona insistencia, que todos los sacerdotes, seamos pecadores o sean santos, cuando celebramos la Santa Misa no somos nosotros. Somos Cristo, que renueva en el Altar su divino Sacrificio del Calvario. La obra de nuestra Redención se cumple de continuo en el misterio del Sacrificio Eucarístico, en el que los sacerdotes ejercen su principal ministerio, y por eso se recomienda encarecidamente su celebración diaria, que, aunque los fieles no puedan estar presentes, es un acto de Cristo y de la Iglesia (Cfr. Ibidem).”

En “Camino”, en concreto en su punto 73, dice esto:

“Te ha dolido —como una puñalada en el corazón— que dijeran de ti que hablaste mal de aquellos sacerdotes. —Y me alegro de tu dolor: ¡ahora sí que estoy seguro de tu buen espíritu!”

Y ya, por fin, en “Surco”, en concreto en su punto 904, dice que:

“¡De los sacerdotes de Cristo no se ha de hablar más que para alabarles!”

Y yo, ante esto, no tengo nada más que decir. Tan sólo que me da mucha pena que la labor, más o menos callada, del sacerdote y su entrega al prójimo como persona muy especial escogida por Dios para hacer tal labor y cumplir una misión tan importante (de raíz es importante), se tenga que someter, seguramente por falta de fe de quien así lo dice y actúa, a las críticas de quien se cree mejor o, por soberbia humana, se deja dominar por algún demonio interno que no sabe controlar o, simplemente, echar de sus vidas.

Por cierto, y para despistados, en la primera homilía que el Santo Padre Francisco pronunció después del periodo de vacaciones de este 2013 dijo, aprovechando la Primera Epístola de San Juan, que “aquellos que en una comunidad murmuran sobre sus hermanos, sobre los miembros de la comunidad, quieren matar”.

Y yo digo que, gracias a Dios, menos mal que algunas palabras no matan porque si matasen…

En realidad, no importa quién sea sino que sea…


Eleuterio Fernández Guzmán

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Ser cristiano quiere decir, entre otras muchas cosas, saber que vale la pena tener muy en cuenta a nuestros pastores.

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5 comentarios

  
Marco Antonio
Me edificaste con este artículo. Muchas veces somos juzgados severamente. Muchas veces juzgamos cruelmente. Si tan sólo viéramos al sacerdote, no como aquel que tiene que cubrir nuestras expectativas, sino como nuestro hermano en la fe, que por encargo de la Iglesia e nuestro pastor, las cosas serían diferentes.
05/09/13 3:06 AM
  
José Luis
En el sacerdote deseamos ver a Cristo Jesús, entonces, nos agrada, porque sabemos que Jesús nuestro amado Redentor, vino a salvar las almas, "que todos seamos uno". (cfr Jn 17). Uno con el Espíritu de Dios, San Pablo nos enseña, y no solamente para los sacerdotes y religiosos, también para todos los hijos e hijas de la Iglesia Católica.

«Y el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo». (Romanos 15, 5-6). Notemos que nuestros sentimientos deben ser como los del mismo Jesús. «Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús». (Flp 4, 7).

Los mismos sentimientos, los mismos pensamientos, esa caridad, esa ternura, la bondad sincera del corazón, que es opuesto a nuestras aficiones hacia los eventos de la idolatría de este mundo. Los actos que no son propios de la vida del cristiano conforme al Corazón de Jesús, debemos desterrarlo de nuestro corazón, y no volver a buscarlo.

Imaginemos que yo, que no soy sacerdote, me hubiese consagrado a esta vocación celestial, me dedicase en mi tiempo de "ocio", sentarme ante la televisión para ver ya sea algún deporte... ya para otro evento pagano como lo es la tauromaquia, ya para ver debates en la televisión laicista, ya por que encuentra más fácil recoger firmas contra un religioso, contra un sacerdote u obispo, en vez de hacer sacrificios por ellos, penitencia y la oración, valoran más las firmas contra un consagrado que la caridad. «Este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo y por la ciudad santa» (2 Macabeos 15,14).

A mi entender, que la Ciudad Santa es la Iglesia Católica Apostólica y Romana, donde está el Sucesor de Pedro.

«…Revestios de la humildad, en el trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, más da su gracia a los humildes». (1P. 5, 5). Con esto intento decir, que el recoger firmas contra alguna que otra alma consagrada, que sabemos claramente, que son personas herejes, la decisión no es nuestra, es cosa de la Iglesia Católica, que para eso, recibe la Autoridad del Espíritu Santo nuestro Dios. Lo nuestro es orar por nosotros mismos y por aquellos que caen, que no somos acusadores de nadie. Aunque con bastante frecuencia, al no comprenderse, piensen que estamos acusando. Pero oración, sacrificio, humildad… teniendo los mismos pensamientos de Cristo Jesús, que no castigó a la adúltera sino que la perdonó, (Cfr. Jn 8, 3-11).Ahora bien, la situación es bien distinta, porque en una mujer no conocía todo lo que Jesús enseñaba, y otras personas que si conocen las enseñanzas de Cristo y de la Iglesia Católica, éstos últimos, por la soberbia de su corazón, no parecen estar dispuestos a arrepentirse de sus herejías, aún así, que Dios nos libre, y nosotros pongamos en práctica no firmar contra ningún consagrado. El Espíritu Santo es sabio y prudente, y sabe mejor que nosotros como hacer las cosas.


. Son momentos en que podría aprovechar para la oración, y con eso no lo hago. Pues no tendría esos pensamientos de Cristo y todo lo demás que nos enseña San Pablo y los demás apóstoles santos.

Y todavía hay más, que cuando me sujeto a los placeres del mundo, como sacerdote, dice el Señor: «Perece mi pueblo por falta de conocimiento. Ya que rechazaste el conocimiento, yo te rechazo de mi sacerdocio: ya que olvidaste la enseñanza de tu Dios. También me olvido de tus hijos» (Oseas 4, 6.) . Estas palabras van incluso a los que no somos sacerdotes.

Perece tantos cristianos, no sacerdotes, por causa de su afición a las obras de las tinieblas, ya que habiéndose perdido el sentido grave del pecado, “todo es bueno”. Tantos padres y madres de familia cristiana, que no se animan a llevar a Cristo a sus hogares, quedando indiferentes ante los extravíos de sus hijos e hijas.

De hecho hay un olvido de la Palabra de Dios, cuántos se hablan de las cosas del cielo, como también ponen en el mismo nivel, la idolatría de los eventos deportivos, etc, es por la falta de interés en el corazón a las enseñanzas de Dios y de la Iglesia Católica. Cuántas veces va insistiendo el Papa Francisco que debemos ser más espirituales, y entre aplausos, está también la sordera profunda, oyen pero no se esfuerzan por entender.
No está de sobra que cualquier cristiano que ama a los sacerdotes, se anime a comprar libros como este para regalarlo a algún sacerdote. Ya que nos alegra enormemente ver a Cristo en los sacerdotes. Pero si el Señor retira su Espíritu a los que vuelven al vómito del mundo, estos han endurecido su corazón, sean sacerdotes, religiosos o seglares. Que en realidad, las cosas mundana endurece nuestro espíritu, nos destruye la caridad, el amor, la fe, la ternura, la bondad, nos hace cobardes y amigos del respeto humano, y por culpa nuestra terminamos lejos de Dios para toda la eternidad. No podemos seguir así.

Yo recomiendo que se lea lo que dice San Alfonso María de Ligorio sobre la santidad y dignidad sacerdotal, (La Selva), se puede ver en la web del Apostolado Mariano. Sevilla. Entre otras cosas nos enseña que nadie en este mundo debe hacer juicio a los sacerdotes. Que para esto, tenemos la Santa Madre Iglesia Católica, que es prudente y paciente. Pues espera que el sacerdote extraviado y mundano, recapacite y vuelva en sí, que sea obediente del mismo modo que Jesús con el Padre celestial una obediencia profunda, pero esta obediencia, la debemos tener los que no estamos en este sagrado ministerio sacerdotal.

¿Estaría equivocado San Jerónimo cuando hablaba de los sacerdotes? ¿Qué puedo entender que Santa Teresa de Jesús, también no tenía mucho trato con sacerdotes que no daban muestra de sacerdocio? ¿Cómo es, que escribió San Antonio María Claret, que huyamos de algunos sacerdotes? Pues esto no significa, que debemos hablar mal de ellos, ni siquiera juzgarles. Es cierto que me he encontrado con alguno que me han aconsejado cosas muy distintas contradiciendo al Espíritu Santo. Pero no les juzguemos, pues es más ganancia para todos la oración que incluso acumular firmas contra almas consagradas según queda dicho.

Todo cristianos, más aún, debemos estar revestido de Cristo Jesús, desde lo profundo de nuestro corazón, como el de Cristo Jesús.
05/09/13 9:53 AM
  
Juan
Hay que realizar un gran esfuerzo racional desde la caridad para compatibilizar esta nota con otras del mismo sitio relativas a otros sacerdotes, por ejem. Pagola o últimamente al jesuita Velasco, de quienes claramente se expresa "no me gusta este cura"... sin que esto se entienda como una defensa de los nombrados, claro està.
05/09/13 4:48 PM
  
Alf_3
Había un sacerdote que atendía nuestra capellanía, en ausencia del titular. Tenía ochentaitantos años y de vez en cuando nos oficiaba Misa. Era muy estricto con los acólitos, algunos muy pequeños que no alcanzaban a presentarle el libro a la altura que él requería, pues ya le fallaba la vista. Poco a poco, todos nos fuimos adaptando a su manera particular, incluso, los acólitos. Y le agradecíamos su ayuda por compromisos del capellán. Sí teníamos la Santa Misa, o la Hora Santa semanal.
Muy diferente esta situación, de la de algunos sacerdotes en plena rebeldía con el Magisterio, quienes propalan herejías o se adhieren a posturas contrarias a la Moral y buenas costumbres. Y esto aunque sean muy 'simpáticos'.
05/09/13 7:57 PM
  
Ignacio Jonatan Hernández López
Un Cura, debe ser, antetodo, Sacerdote Sacramental, y en su oficio, Alter Christus...
Ahora bien, cuando vemos a un Sacerdote haciendo lo que no le es propio, es normal que nos sintamos agredidos, y por lo tanto, nos desagrade.
05/09/13 9:01 PM

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