Libros de Lolo: "Dios habla todos los días”
Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.
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Enlace a Libros y otros textos.
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Presentación de la serie:
Manuel Lozano Garrido, más conocido como “Lolo”, beato de la Iglesia católica, es más que conocido en este blog de InfoCatólica porque el que esto escribe lleva unos meses prestándole la atención, no toda, la que se merece.
Lolo escribió, a lo largo de su vida, una serie de libros que, en el número de 9, traen a la actualidad misma de ahora mismo, una realidad espiritual profunda, llena de luz y de gozo en Dios y, sobre todo, son expresión de un ser cristiano como tiene que serlo un hijo de Creador y que es siendo consciente que se es y gozando con ello.
Pues bien, esta serie va a estar dedicada, si Dios quiere y Dios mediante, a traer aquí cada uno de los libros escritos por aquel joven de Linares (Jaén, España) que supo, a lo largo de una trabajosa vida física cultivar un corazón sano y lleno de todo aquello que tantas veces nos falta a los que no nos podemos mirar en su espejo físico pero sí, y mucho, en el espiritual.
Por otra parte, voy a seguir, para la publicación de las recensiones, el mismo orden que siguió Lolo para publicarlos.
2.- Dios habla todos los días (Manuel Lozano Garrido, “Lolo”)
Título: Dios habla todos los días
Autor: Manuel Lozano Garrido, “Lolo”
Editorial: Edibesa
Páginas: 251
Precio aprox.: 5,75 €
ISBN: 84-8407-139-1
Año edición: Lo puedes adquirir en Editorial Edibesa o dirigirte a la Asociación Amigos de Lolo
En 1962, aún no estaba ciego, Manuel Lozano Garrido publica su segundo libro al que pone por título “Dios habla todos los días” en el que demuestra, a la perfección, que, en efecto, el Creador se dirige a su criatura, en especial en este caso a Lolo en cada instante de su vida y, por lo tanto, todos los días de la misma.
“Sobre tu piedra es posible que nazca una semilla; la que tiene el nombre de ‘humildad’. Abónala hoy con este dolor de tus horas de llanto”.
Así se expresa Lolo cuando, en la página 249 de su libro, quiere hacernos ver que aquello que le sucede a él pero que, en la medida que sea, nos puede suceder a nosotros mismos, puede ser tenido no por mala cosa sino por algo sobre lo que se puede obtener fruto. Es más, abonar la humildad, para que crezca sana en el corazón del hombre, con el dolor de cada día, ha de ser, por fuerza, una forma muy cristiana de comportarse.
Manuel Lozano Garrido, en el hablarle Dios todos días, nota la presencia del Creador, Así nos lo dice cuando (p. 74), dirigiéndose a Dios al pedirle algo que puede ser considerado muy difícil, escribe “¿Te puedes asustar de alguien que quiere que la sangre dé flores cuando Tú estás todavía arrojando rosas desde unos hematíes que se derramaron hace veinte siglos?” Porque, además, Dios no se limitó a crear y luego se fue a descansar como olvidándose de lo que había hecho. Muy al contrario sucedió porque “por encima, Dios, lloviendo día y noche el germen de la vida, la fecundidad y los colores” (p. 140)
No es de extrañar, por otra parte, que Lolo manifieste preocupación por el prójimo al que siempre tiene presente en sus escritos. Por eso dice (p. 77), refiriéndose a ciertas personas que no tienen “una luz ni una enseñanza”, “Señor, ¿qué va a pasar-digo- con estos seres humildes que no ven y que Tú has puesto machaconamente en la vida para que algún día vuelvan a tu seno con un timbre de gloria?” Aquí también hablaba Dios todos los días, llevando al corazón de nuestro Beato, pensamientos de bondad y de misericordia.
Pero en el libro que traemos aquí hoy Dios se manifiesta mucho. Y lo hace, por ejemplo, a través de la oración pues (p. 87) “La oración es como un talonario de cheques que Dios consigna a nuestro nombre mientras dice: ‘Hala, a repartir dinero por el mundo’”. Y en eso el Creador tiene que verlo todo y todo ha de ser puesto a disposición del necesitado espiritualmente.
También está Dios hablándole, en la misma cruz porque (p. 117) “es, ante todo, un distintivo de amor. Toda la salpicadura de sangre de la imaginería queda un palmo más baja que el destino de generosidad que Cristo cumplió cuando cruzaba dos leños sobre un montículo de Judea”. Dios presente allí también y hablando todos los días, también aquel terrible pero gozoso día.
Como parte de la cruz, de su particular cruz, su enfermedad que le tiene postrado en un sillón de ruedas. Pues ante tal situación, considera que Dios tiene reservada la eternidad para el ser humano. Y así lo manifiesta cuando escribe (p. 219-220)
“La inutilidad será siempre una incidencia transitoria. Sobre las manos inútiles o la muerte a fecha vista, nuestro cuerpo guarda una raíz de eternidad que no podráin derruir todas las peripecias del mundo. Si mis pies de plomo tienen en los sueños un galope de cervatillo, es porque en el nervio de todos los acontecimientos aún florece la semilla de supervivencia planta por la propia mano del Dios infinito".
Esperanza, esperanza fundada siempre en la voluntad de Dios…
Y, ante tanta presencia de Dios, hablándole cada día, la fe, su fe (p. 229): “Y como lo importante es que siga tirante esta cuerda que nos levanta, aquí está mi leve banderola de fe, crecida sobre todas las tentaciones de llanto y de desesperación”.
Yo recomiendo, humildemente, por el hecho mismo de haberse dado cuenta Manuel Lozano Garrido que Dios habla todos los días, la lectura de este muy beneficioso libro.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Para leer Fe y Obras.
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