La Palabra del Domingo.- 4 de diciembre de 2011 .- Convertirse

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Mt 3, 1-12. Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.

Biblia

1 Por aquellos días aparece Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: 2«Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos.» 3 Este es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: = Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. = 4 Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón d e cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre. 5 Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, 6 y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. 7 Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? 8 Dad, pues, fruto digno de conversión, 9 y no creáis que basta con decir en vuestro interior: “Tenemos por padre a Abraham"; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham. 10 Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. 11 Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego.12 En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga.»

COMENTARIO

Convertirse

La predicación de Juan, hijo de Isabel y Zacarías y primo de Jesús, era fuerte. Sabía que tenía que anunciar a Quien era mucho más importante que él y que tenía que ir preparando el terreno espiritual para la llegada del Mesías, del Cordero de Dios.

Juan decía mucho a los que querían escucharle. Hubieran acudido a él para recibir un bautismo de agua o sólo para ver si incurría en alguna ilegalidad reconocida así por las autoridades de aquel tiempo, lo bien cierto es que cada una de aquellas personas se debía sentir interpelada por lo que Juan les transmitía.

Pedía conversión. No podía recibirse al Enviado de Dios con el corazón de piedra y lleno de mundanidades. Por eso les dice que deben enderezar las sendas, cambiar sus vidas, para que quien tenía que venir apreciara que habían cambiado y que se habían convertido.

Para eso tenían que confesar sus pecados y, tras el bautismo en el río Jordán, quedaban limpios para llevar una nueva vida espiritual. Pero tenía que ser una conversión de verdad y no fingida.

Cuando Juan el Bautista ve venir a los que querían perseguirle (fariseos y saduceos) sabe que tiene ante sí a personas que no tenían intención alguna de convertirse porque se creían en la verdad y se tenían por los más sabios entre los suyos. Por eso les llama “raza de víboras” y les dice que, por mucho que digan que son buenos no lo son si no se convierten y que de hasta las piedras puede sacar Dios hijos de Abraham que era lo mismo que decirles que tenían el corazón, incluso, más duro que aquellas mismas piedras.

Juan sabía que no basta con decir, de boca para afuera o en el corazón, que se ama a Dios sino que, en verdad, hay que dar fruto de tal amor y que el mismo se vea reflejado en nuestra vida y en nuestra relación tanto con Dios como con el prójimo. Quien no dé fruto será arrojado al fuego eterno de la condenación. Y eso ni les gustaba a los que le perseguían ni nos gusta, tampoco, a nosotros mismos porque supone un verdadero cambio de modo de ser.

Por otra parte, Juan se sabía muy inferior al Mesías. Por eso no se veía con fuerza espiritual ni para llevarle las sandalias. No era bueno, creía él, ni para eso si se comparaba con Quien aún no había llegado a pedir aquel bautismo de agua con el que perdonaba los pecados. Además, él bautizaba con agua, con la del Jordán, y el Mesías lo haría con fuego purificador y con el Espíritu de Dios. Y eso, para Juan el Bautista, era prueba más que suficiente de la diferencia entre uno y otro y que le haría decir, en otra ocasión, “es conveniente que yo mengüe y él crezca”.

PRECES

Por todos aquellos que no quieren convertirse.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que se sienten seguros en una vida mundana.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a convertir nuestro corazón en verdadero Templo para la Santísima Trinidad.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

Eleuterio Fernández Guzmán

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