26.03.18

La Palabra del Domingo - 1 de abril de 2018

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Jn 20, 1-9

  

“1 El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. 2 Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: ‘Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.’ 3 Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. 4 Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. 5    Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. 6 Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, 7 y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, 9 pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.”

      

COMENTARIO

¡Resucitó!

 

Es de imaginar como se encontrarían los discípulos más allegados de Jesús tras la muerte en la cruz del Mesías. Por mucha confianza que hubieran tenido en Aquel que les enseñaba, su huida en el momento crucial de la cruz nos hace suponer que tenían mucho miedo y, por eso, estaban escondidos. Y no es extraño que lo tuvieran porque sabían a la perfección que los poderosos que habían conseguido, de aquella manera, la muerte del Maestro, no dudarían en matar a sus discípulos más allegados porque podían continuar con la labor iniciada unos años antes por el carpintero de Nazaret. 

Sin embargo, alguien que amaba mucho a Cristo salió a visitar a su Señor. María Magdalena fue muy pronto, de madrugada, quiso visitar a quien tanto bien le había hecho. Sin embargo, no encontró, siquiera, el sepulcro cerrado y eso le extrañó sobremanera. No era normal, ni esperado, que nadie hubiera movido la piedra que tapaba el sepulcro y que se hubieran llevado al Maestro. No era lo que la Magdalena podía querer ver ni ser testigo. 

Los demás debieron tomarla por desequilibrada porque no iban a creer que Jesús iba a haber desaparecido sin más ni más. Por eso corrieron al encuentro de los restos del Hijo de Dios. Pedro era mayor que Juan  y eso le hizo llegar después que el discípulo amado que vio lo que vio que fue, más o menos, que Jesús no estaba donde debía estar y que, a lo mejor, alguien se lo había llevado. Pero no quiso entrar tal era la situación en la que se encontraba Juan.

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25.03.18

Semana Santa – Lunes Santo: el primer día del principio

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La vida de Jesucristo, apenas unos días antes de que diera comienzo su Pasión, sigue por los caminos que había trazado Dios cuando lo envió al mundo a que el mundo se salvase.

El caso es que el Evangelio de San Juan (12, 1-11) nos pone sobre la pista de qué es lo que hacía Jesucristo entonces. Y es que seis días antes de la Pascua, ha de cumplir con la voluntad de Dios de ser misericordioso con quien necesita misericordia.

Como podemos imaginar, el Hijo de Dios, también tenía amigos íntimos. Es decir, aquí no nos referimos a los que le seguían, a sus discípulos (más o menos cercanos) sino a aquellos que habían convivido con Él durante la infancia. Y tales personas, seguramente, tenían una consideración más que especial para Jesucristo.

Con esto queremos decir que el hijo de María y de José era, en tal sentido, como una persona más y debía conocer más que bien a los que, en su propio pueblo o muy cerca del mismo, lo habían conocido desde bien pequeño.

Eso pensamos que eran Marta, María y Lázaro. Para Jesús, aquellos tres hermanos eran muy especiales. Y eso lo demuestra hoy mismo, cuando pasa lo que es más que conocido por todos.

Algunos dijeron eso de “Mirad cómo lo quería” cuando vieron como Jesús lloraba ante la tumba de Lázaro.

Y es que su amigo de toda la vida había muerto. Pero Jesús, en un principio, como sabemos, pareciera no hacer mucho caso cuando acuden a decirle que su amigo se encuentra muy enfermo. Incluso pudiera parecer que espera a que se muera para ir a Betania. Y es que, ciertamente, es así.

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La Palabra del Domingo - 25 de marzo de 2018

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Mc 15, 1-39

 

1 Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato. 2 Pilato le preguntaba: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» El le respondió: «Sí, tú lo dices.» 3 Los sumos sacerdotes le acusaban de muchas cosas. 4 Pilato volvió a preguntarle: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.» 5 Pero Jesús no respondió ya nada, de suerte que Pilato estaba sorprendido.

 

6 Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran. 7 Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato. 8 Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder. 9 Pilato les contestó: «¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?» 10 (Pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes le habían entregado por envidia.) 11 Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltase más bien a Barrabás. 12 Pero Pilato les decía otra vez: «Y ¿qué voy a hacer con el que llamáis el Rey de los judíos?» 13 La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!» 14 Pilato les decía: «Pero ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaron con más fuerza: «Crucifícale!»

 

15 Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado. 16 Los soldados le llevaron dentro del palacio, es decir, al pretorio y llaman a toda la cohorte. 17 Le visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñen. 18 Y se pusieron a saludarle: «¡Salve, Rey de los judíos!» 19 Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él. 20 Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle. 21 Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. 22 Le conducen al lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario. 23 Le daban vino con mirra, pero él no lo tomó. 24 Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno.

25 Era la hora tercia cuando le crucificaron. 26 Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El Rey de los judíos.»

27 Con él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda. 29 Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días, 30 ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!» 31 Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. 32 ¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.» También le  injuriaban los que con él estaban crucificados. 33 Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. 34 A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: = «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», - que quiere decir - = «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» = 35 Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías.» 36 Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarle.» 37 Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró.

38 Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo.  39 Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.»

 

COMENTARIO

Morir para salvarnos

 

Hoy es un día más que especial en la historia de la salvación. Y es que hoy, Domingo de Ramos, el Hijo de Dios entra en Jerusalén de forma triunfal. Sin embargo, no recordamos aquel momento glorioso sino, precisamente, el final de aquella corta semana que llamamos Santa porque lo fue y lo sigue siendo. 

En el itinerario que sigue Jesús desde que lo prenden hasta que exhala su último aliento en la cruz manifiesta, en más de una ocasión, lo que quería el Padre Dios para Su Hijo y, así, para toda la humanidad. 

Jesús nada tenía que responder a quien se mostraba tan esquivo con la verdadera Ley de Dios (el Amor) y, por eso mismo, permanece callado ante Pilato que debería estar en la seguridad de que aquel hombre al que traían para que juzgara era inocente. Sin embargo, se sentía muy presionado por el populacho que pedía la vida de Jesús a cambio de la del preso que él mismo les había mostrado y que respondía al nombre de Barrabás. 

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24.03.18

Meditaciones de Cuaresma – A partir de mañana

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Recomienda un santo como San Josemaría que es muy conveniente ponernos en situación tal que podamos imaginar que estamos, por decirlo así, “dentro” de un episodio que recogen las Sagradas Escrituras. Y eso, con no ser fácil, no podemos negar que estimula mucho la fe quien eso sea capaz de hacerlo.

Esto lo decimos porque hoy, un sábado más del año no es, sin embargo, un sábado más. Lo decimos en presente porque nosotros queremos estar en aquel otro presente que fue el día anterior a la entrada triunfal (montado en un asno, eso sí, como era de esperar según lo escrito) de Jesucristo en Jerusalén y que conocemos como Domingo de Ramos. Y es que ya lo había dicho el profeta Zacarías cuando escribió (9,9) esto:

“¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna.”

Resulta curioso que el título, por así decirlo, de mañana (el que se le ha puesto a lo largo de los siglos) contenga el gozo y la muerte a la vez. Y es que se habla del “Domingo de Ramos de la Pasión del Señor”. Y no podemos negar que es gozo, por lo de Ramos, pero que también es muerte, por lo de Pasión.

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23.03.18

Meditaciones de Cuaresma- Teatro: la Última Cena - Epílogo

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Estamos reproduciendo, como última fase de estas Meditaciones de Cuaresma, la obra de teatro escrita por el que suscribe de título “La Última Cena”, cuyo título nos excusa dar explicación de su tema.

 

Epílogo

 

Jesús se dirige a sus Apóstoles después de haber orado a Dios Padre.

 

Jesucristo: Amigos míos, ahora tenemos que hacer algo muy importante. Necesito salir.

Pedro: ¿Te vas, Maestro?

Juan: ¿Podemos acompañarte?

 

Jesucristo mira con cariño a su alrededor y luego les habla.

 

Jesucristo: Pedro, Juan, Santiago, venid conmigo a orar.

Felipe: ¿Y los demás, Maestro, qué hacemos?

Jesucristo: Velad para no caer en tentación porque el hijo de la perdición va a cumplir con su promesa.

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22.03.18

Meditaciones de Cuaresma- Teatro: la Última Cena- Acto III- Cuadro 3º: La oración de Jesucristo

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Acto III -  Cuadro 3º -  La oración de Jesús (Monólogo)

 

Se apagan todas las luces y sólo una ilumina al Maestro.

 

Jesucristo (Alza los ojos al cielo para hablar):

 

Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu hijo para que tu hijo te glorifique a ti. Y hazlo con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese lo que es porque yo te he glorificado en la Tierra llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.

Amado Padre, he cumplido con la misión por la que vine el mundo. He manifestado tu Nombre a los hombres que me has dado. Ellos han guardado tu Palabra y saben que todo lo que me has dado viene de ti. Todo se lo he dicho porque son mis amigos.

Es cierto Padre que algunos me han rechazado pero otros, ¡otros, sí, Padre!, han reconocido que vengo de ti y han aceptado que tú me has enviado. Es por ellos por los que te ruego. No ruego por el mundo sino por los que tú me has dado para que fueran míos siendo tuyos.

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21.03.18

Meditaciones de Cuaresma- Teatro: la Última Cena- Acto III- Cuadro 2º: Cristo ha de volver

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Acto III - Cuadro 2º -  Cristo ha de volver

 

Los Apóstoles se dan cuenta de que su vida no va a ser fácil en lo sucesivo, pero confían en su Maestro y lo miran con esperanza.

 

Jesucristo: No debe turbarse vuestro corazón por lo que os he dicho.

Pedro: Pero, Maestro, has dicho que nos pueden pasar cosas terribles.

Jesucristo: Sí, Pedro. Y os pasarán porque muchos no han conocido ni a mi Padre ni a mí, como os he dicho.

Juan: ¿Qué debemos esperar, Maestro?

Jesucristo: Ya os dicho que os voy a enviar al Espíritu Santo. Y si no me voy, no podré enviarlo. Él convencerá al mundo sobre el pecado, la justicia y el juicio.

Tomás: ¿Qué quieres decir, Maestro?

Jesucristo: Quiero decir, Tomás, que el Espíritu Santo convencerá sobre el pecado a los que no han querido creer en mí; sobre la justicia porque voy al Padre y ya no me veréis y sobre el juicio porque ya está juzgado el Príncipe de este mundo.

Bartolomé: ¿Nos vas a enseñar más, Maestro?

Jesucristo: La verdad es que tengo mucho que deciros pero no podéis con ello. Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa. Además, no hablará por su cuenta sino que hablará lo que oiga y os anunciará lo que ha de venir.

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20.03.18

Meditaciones de Cuaresma- Teatro: la Última Cena- Acto III- Cuadro 1º: Lo que hará el mundo

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Acto III - Cuadro 1º -  Lo que hará el mundo

 

Los Apóstoles se encuentran pensativos sobre las últimas palabras de Cristo acerca de que cuando hieran al pastor se van a dispersar las ovejas. Y es que recuerdan que eso es algo que se dijo en los Libros Sagrados, en un libro del profeta Zacarías.

 

Pedro (dirigiéndose a Mateo): Muchas veces hemos escuchado lo que escribió Zacarías sobre el pastor y las ovejas.

Mateo: Si, Pedro, pero creo que el Maestro se refiere a Él y a nosotros.

 

Jesucristo mira con pesar a sus Apóstoles.

 

Jesucristo: Tengo que deciros algo. No lo olvidéis porque muchas veces podrá ayudaros.

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19.03.18

Meditaciones de Cuaresma- Teatro: la Última Cena- Acto II- Cuadro 2º: Institución de la Eucaristía

 

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Acto II - Cuadro 2º -  Institución de la Eucaristía

 

Jesucristo y los Apóstoles están comiendo la Pascua. Pero, en un momento determinado, el Maestro quiere decirles algo que sabe que es muy importante.

 

Jesucristo: Amigos míos. Sabéis que en este momento de especial recuerdo para el pueblo elegido por Dios tenemos muy en cuenta aquello con lo que salimos de Egipto y aquello que encontramos en la tierra prometida.

Pedro: Sí, Maestro, te refieres al pan y al vino.

Jesucristo: Ciertamente, Pedro. Veo que sabes a qué me refiero.

Juan: Claro, Maestro, hemos celebrado muchas veces la Pascua y eso no es nuevo para ninguno de nosotros.

Jesucristo: Juan… y vosotros, también, escuchad esto que os voy a decir porque luego tendréis que recordarlo.

Tomás: ¿Recordarlo, Maestro? ¿Qué quieres decir con esto?

Jesucristo: Quiero decir que, desde ahora, desde este momento, cada uno de vosotros sois sacerdotes de mi Iglesia.

Pedro: ¿Tu Iglesia? ¿Qué Iglesia, Maestro?

Jesucristo: La que voy a construir sobre ti, Pedro, porque la edificaré sobre mi piedra que eres tú.

Juan: En eso todos estamos de acuerdo. Y, entonces… ¿Qué quieres decirnos de nuevo?

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18.03.18

La Palabra del Domingo - 18 de marzo de 2018

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Jn 12, 20-33

 

“20 Había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. 21 Estos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: ‘Señor, queremos ver a Jesús.’  22 Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. 23 Jesús les respondió: ‘Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre. 24 En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere,          queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. 25 El que ama su vida, la pierde;  y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. 26       Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. 27 Ahora mi alma está turbada. Y ¿que voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora!      Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! 28 Padre, glorifica tu Nombre.’ Vino entonces una voz del cielo: ‘Le he glorificado y de nuevo le glorificaré.’  29 La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: ‘Le ha hablado un ángel.’ 30 Jesús respondió: ‘No ha venido esta voz por mí, sino por vosotros.  31 Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera.  32 y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.’ 33 Decía esto para significar de qué muerte iba a morir.”

COMENTARIO

Lo que promete Cristo

Como en tantas otras ocasiones, Jesús y sus discípulos van a Jerusalén para celebrar una de las fiestas judías. Aquí, Juan no dice cual es, pero quizá esto sea lo de menos. Si vemos, con esto, que el Mesías no evitaba ni huía de todo lo que fuera la religión a la que pertenecía y a la que había venido a dar verdadero cumplimiento. El caso es que entre los que acuden allí también hay, como es lógico, personas de nación griega.

Piden, demandan, ver a Jesús. Seguramente, llevados por el conocimiento que de los prodigios del Mesías podían tener, querían tener, un contacto con aquella persona de la que tantas cosas se dirían.

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