InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Enero 2016

7.01.16

El rincón del hermano Rafael – Sólo Dios

 “Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.   

Nosotros vamos a dedicar nuestra atención a un libro en particular. Recoge los diarios de San Rafael Arnaiz entre el 16 de diciembre de 1937 y el 17 de abril de 1938y está editado por la Asociación Bendita María.

Vayamos, de todas formas, ahora mismo, a escribir sobre el protagonista de esta nueva serie.

Cuando Dios tiene a bien escoger a uno de sus hijos para que siga una vida de fe acentuada hace que se note desde la corta edad. Y eso era que le pasaba a Rafael: daba muestras de que las cosas de Dios le interesaban más que al resto de sus compañeros de la infancia.

Sin embargo, desde temprana edad enfermó y empezó a llevar su particular cruz.

Aunque Rafael, dotado de una precoz inteligencia, parecía tener una vida en el mundo, en el siglo, de especial importancia (se matriculó en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid) no podía evitar, ni quería, su voluntad de profundizar en su vida espiritual.

Tal es así que ingresó en el monasterio cisterciense de San Isidro de Dueñas el 15 de enero de 1934.

La enfermedad que arriba hemos citado, la diabetes sacarina, le obligó a abandonar el monasterio en tres ocasiones pero volvió en otras tres ocasiones porque bien sabía que no otro era el camino espiritual que debía seguir.

Cuando recién había estrenado los 27 años Dios lo llamó cabe sí un 26 de abril de 1938 siendo sepultado en el monasterio donde había ingresado para seguir una vida espiritual acorde con su voluntad de hijo del Creador.

El caso es que la fama de santidad de un católico tan joven y tan entregado a su fe no tardó en salir de los muros del monasterio. Y es que aquello que había escrito estaba dotado de una especial atracción. Tal es así que el 20 de agosto de 1989, san Juan Pablo II lo propuso como modelo para los jóvenes que iban a acudir a la Jornada Mundial de la Juventud a celebrar en Santiago de Compostela. Y unos pocos años después, en 1992 fue beatificado (el 27 de septiembre).

Pero, seguramente, no bastaba con el reconocimiento que se hacía entonces. El Beato Rafael iba a subir un escalón más en el Cielo y el 11 de octubre de 2009 el ahora emérito Benedicto XVI canonizaba a quien había sabido comunicar al mundo que sólo Dios era suficiente para llevar una existencia propia de un buen y fiel hijo.

Que Dios nos ayude a acercarnos lo mejor posible al pensamiento espiritual de San Rafael Arnáiz, el hermano Rafael. Y, de paso, le pedimos que  interceda por nosotros. 

 VIII-Dios-y-mi-alma

Sólo Dios 

“Una paz muy grande llenó mi alma… Pensé que sólo Dios es bueno; que todo por Él está ordenado… Que qué me importa lo que hagan y digan los hombres… Para mí no debe haber en el mundo más que una cosa… Dios…, Dios que lo va ordenando todo para mi bien…”

 

El ser humano, como sabe cualquiera por experiencia personal, se apega a lo que no debe apegarse. En demasiadas ocasiones son las cosas mundanas las que nos atraen y nos atrapan. Y eso, por decirlo pronto, no es lo más recomendable para un creyente en Dios Padre Todopoderoso.

Sin embargo, hay hermanos nuestros que comprenden, que descubren a lo largo de su vida espiritual, que lo único que importa es Dios. Seguramente, a tal respecto, muchos podrán decir que si sólo importa Dios no importa el hombre.

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6.01.16

Cuando Dios se manifestó al mundo

“Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra”.

Este texto del Evangelio de San Mateo (2,11) muestra un momento importante en la historia de la Salvación: ante un niño recién nacido tres poderosos hombres llegados de lejos se postran.

¿Es posible eso? Es decir ¿Cómo es posible que aquellos hombres, conocedores de muchos saberes, se entregaran en adoración a un niño que hacía bien poco había venido al mundo?

Aunque no sabemos cómo fue aquello, lo bien cierto es que los Magos conocieron del nacimiento de quien consideraron el Rey del mundo. Podemos imaginar que fue el Espíritu Santo quien guió los corazones de aquellos tres hombres que, queriendo cumplir con una misión que no sabían bien de dónde les había venido, lo dejaron todo y, siguiendo un camino que no creemos fuera fácil, llegaron a un lugar muy alejado de sus tierras de origen.

Entonces, en aquel mismo momento, podemos decir que el niño, a quien pondrían por nombre Jesús, se manifestó al mundo.

Manifestarse es, digamos, decir algo de sí mismo que todos puedan entender. Así, cuando alguien manifiesta sus ideas políticas, religiosas o económicas, lo que hace es dar a entender qué es lo importante para sí mismo. Y eso es lo que hace Jesús: se manifiesta para explicar, con menos palabras y más hechos, que es el Hijo de Dios.

Cuando el Hijo de Dios se manifiesta lo hace mostrando que viene el mundo como pobre, como un pobre puede ver la luz del siglo. Por eso a lo largo de vida va a tener muy en cuenta a las personas que, como él, no van a tener muchas posibilidades económica. Él, como otros anawin, sabrán que lo mejor es estar a la voluntad de Dios.

Pero Jesús manifiesta más cosas con su nacimiento en Belén, en condiciones tan precarias.

Por ejemplo, manifiesta que se puede ser grande viniendo de lo poco.

También, por ejemplo, que se puede amar a todo ser humano aunque se haya nacido en la más absoluta pobreza.

Jesús, además, aquel a quien tenemos por Emmanuel, dio a entender que el poderoso difícilmente podrá con lo que, interiormente, pueda tener un desfavorecido.

Hay algo, sin embargo, que no debemos olvidar: mientras Melchor le entrega oro, Él se manifiesta al mundo como el oro más puro, como el que ha sido purificado con el fuego del Espíritu Santo; mientras que Gaspar le entrega incienso, Él se manifiesta al mundo como sacerdote según el rito de Melquisedec; y, por fin, mientras que Baltasar le entrega mirra, Él se manifiesta como quien se entregará al Mal para que triunfe el Bien para siempre, siempre, siempre y lo hará sufriendo con un sufrimiento aceptado, doloroso pero gozoso.

Jesús se manifestó, por tanto, ante aquellos que habían acudido a postrarse ante un niño recién nacido. Ellos, seguramente, esperaban una estancia propia de un rey poderoso pero encontraron la de un Rey pobre que había venido a redimir al mundo. Y eso les animó a ser mejores, les conquistó el corazón y les hizo creer en Dios Todopoderoso que puede lo que, para el hombre, es imposible y, a veces, hasta impensable. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

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Por la libertad de Asia Bibi. 

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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy

 

Dios se manifestó al mundo y el mundo no lo recibió.

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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5.01.16

Un amigo de Lolo – Lo que puede ser el sufrimiento

Presentación

Lolo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Libro de oración

 

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

 

Lo que puede ser el sufrimiento

 

“De cara al Cielo, el hombre que sufre se convierte en hoguera, en que se decante el oro del corazón.” (Reportajes desde la cumbre, p. 119)

 

Sufrir por sufrir o, lo que es lo mismo, encontrar gozo en el sufrimiento como algo enfermizo no puede ser del gusto de Dios Padre. Es decir, quien busca infringirse algún tipo de dolor no es que esté de acuerdo, precisamente, con la voluntad de Quien le ha creado. Otra cosa, muy distinta, es el hecho mismo de padecer enfermedad y sufrimiento sin haberlo buscado. Y es que quien lo busca está abusando de un derecho que, además, no le corresponde.

Pues bien, el Beato Manuel Lozano Garrido tiene bien claro, conoce y acepta lo que conoce: que cuando se sufre hay formas bien distintas de contemplar tal dolor y que todos los seres humanos somos capaces de entender las cosas como son.

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3.01.16

La Palabra del Domingo - 3 de enero de 2016

 

 

Jn 1, 1-18

1 En el principio existía la Palabra  y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. 2 Ella estaba en el principio con Dios. 3 Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. 4 En ella estaba la vida  y la vida era la luz de los hombres, 5 y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.      6 Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. 7     Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. 8         No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. 9 La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.11         Vino a su casa,          y los suyos no la recibieron. 12 Pero a todos los que la recibieron          les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre;

13 la cual no nació de sangre,  ni de deseo de hombre,  sino que nació de Dios. 14 Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria,  gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. 15 Juan da testimonio de él y clama: «Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí  se ha puesto delante de mí,  porque existía antes que yo.» 16       Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. 17       Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. 18 A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único,  que está en el seno del Padre, él lo ha contado.

        

COMENTARIO                                         

En el Principio: en aquel Principio

El contenido de los Santos Evangelios es, por ser inspiración divina, verdaderamente maravilloso. Que proceden de inspiración de parte de Dios lo dice el hecho de poder aplicarse ahora mismo, siglos después de haber sido escritos.

Pues bien, hay textos, de todas formas, que expresan más que otros porque contienen una santa doctrina que va mucho más allá de lo que los mismos expresan. Y el de hoy es uno de ellos. Se mire por donde se mire y se haga como se haga la mirada sobre el mismo no se encuentra sino gozo, sino mucha información acerca de la historia de la salvación y, en fin, muchas formas de saber cuál es la voluntad de Dios.

Ciertamente no vamos a ser capaces de meditar sobre el total contenido de este esencial texto del Evangelio de San Juan. Es un verdadero privilegio hacerlo, al menos, sobre alguna parte del mismo.

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2.01.16

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – La fe que puede mover montañas

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

La fe que puede mover montañas

Y Jesús dijo… (Mc 11, 22-23)

“Jesús les respondió: ‘Tened fe en Dios. Yo os aseguro que quien diga a este monte: ‘Quítate y arrójate al mar’ y no vacile en su corazón sino que crea  que va a suceder lo que dice, lo obtendrá”

De atender con prontitud y atención a lo que dice Jesús en estas escasas palabras nos daremos cuenta de la situación espiritual por la que pasamos sus discípulos.

A lo largo de su vida, llamada, pública, Jesús hizo cosas que no eran propias de un ser humano común.  Así, por ejemplo, curó a muchos endemoniados, curó enfermedades contagiosas y, en el colmo del poder, resucitó a muertos como su amigo Lázaro, al hijo de la viuda y a la hija de Jairo. Seguramente a más aunque nosotros no lo sepamos.

Queremos decir con esto que Jesús tenía un poder que excedía, en mucho, a lo que cualquier hijo de Dios tuviese o pudiese demostrar tener.

El caso es que el Hijo de Dios se dirigía al Creador antes de los momentos más importantes de su vida pública: antes de multiplicar los panes y los peces, antes de resucitar a Lázaro, etc. Oraba pidiendo la gracia a Dios de poder hacer esto o lo otro porque sabía que era importante para sus hermanos los hombres, en general, o para uno de ellos en particular.

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