Beato Manuel Lozano Garrido - "Lolo, libro a libro" . Amar el sufrimiento (II)

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”

 

Amar el sufrimiento, II

 

El capítulo XXVI de “El sillón de ruedas” lo dedica Lolo a un tema muy tratado por nuestro Beato: el sufrimiento. Y tal es así que lo titula “Amar el sufrimiento”.

Nosotros, por eso mismo, vamos a dedicar las semanas que Dios nos dé a entender al mismo por creer que tiene una importancia más que destacada.

Continuemos, por tanto.

 

“Como se dice “pan”, “adiós”, “agua” y “beso”, mi boca adelanta ya maquinalmente esto que no sabría concretarse, lo que se me ha metido de rondón en la entraña y la hace galopar como un caballo loco en busca de Tú sabes qué nostalgias y lo que los dientes ven salir, convencionalmente alineadas la A ante la M, la U tras de la S, de esta fórmula: “Señor: que yo llegue a amar el sufrimiento.”  (El silló de ruedas, pp. 310-311)

 

El Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, expresa, en este párrafo del capítulo que hemos traído aquí de su “Sillón de ruedas”, un ansia que no siempre es entendida y que, incluso, es más que mal entendida.

Lo último que nos dice es, al contrario de tal situación, es lo primero que ansía nuestro hermano en la fe. Y dice que quiere amar.

Eso, así dicho, no parece nada extraño en persona alguna porque, quien más y quien menos, quiere también amar. Lo que pasa es que en el caso del Beato de Linares (Jaén, España) lo que quiere amar no es lo bueno y mejor que a uno le puede pasar (según el entendimiento del siglo) sino, al contrario, lo que se suele entender (porque, además, lo es pero…) como malo y peor: el sufrimiento.

Cuando Lolo dice eso no lo hace, digamos, para presentarse como un mártir (siéndolo, como sabemos, testigo de Cristo en el mundo) al uso, de esos que buscan el martirio voluntariamente como para mostrar la vertiente más soberbia y egoísta de su vida. No. Lolo, como no es así, es, ciertamente, otra cosa la que busca con lo que nos dice.

Vemos que nuestro hermano en la fe quiere hacer de su voluntad expresa de amar el sufrimiento algo que sea considerado, digamos, ordinario. Es decir, no busca con ello, como decimos, nada grandilocuente sino que ansía amar aquello que, para el común de creyentes es aborrecible porque, en cierta medida lo es pero no como Lolo nos dice que es, debe ser o, al menos, quiere que sea para él.

Lo que, en suma, quiere aportar el linarense a su vida y a la nuestra también es la consideración del sufrimiento como una realidad que puede ser amada porque, de ella, se puede obtener fruto abundante. Ahora bien, eso no es algo que se deduzca directamente del hecho de sufrir sino que hay que dar un paso hacia adelante y no quedarnos haciendo el don Tancredo ante lo que pueda ocurrirnos o sucedernos.

Lolo sabe que, de ordinario, hablamos sin darnos, seguramente, cuenta de lo que hacemos. Es decir, al pronunciar determinadas palabras o frases queremos expresar algo que nos pasa y no nos ponemos a discernir el cómo de tales palabras o frases. No. Simplemente, nuestro cerebro prepara lo que decimos y sin solución de continuidad ahí están, para proclamar a quien corresponda el cómo de nuestra vida. Algo así casi como respirar.

Pues bien, el Beato Lolo quiere, para sí y, repetimos, también para el resto de creyentes católicos (y creemos creer, valga la redundancia, que para todo ser humano con sentido común) llegar a amar el sufrimiento. Y lo hace a la manera que sólo puede hacer, y decir, un santo: dando ejemplo de lo que hace y sabiendo sobrenadar (en venturosa expresión que mucho utiliza Lolo) el mismo para mirar a Dios desde su humilde naturaleza de hombre.

Por eso coloca así las letras de su voluntad:

 

A M a r  e l  S U fri mi en to, AMASU, como fórmula divina que nos acerca a Dios a través del sufrir, del padecer, del saber aceptar; de agradecer, incluso… sobre todo.

 

  

Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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