J.R.R. Tolkien – Ventana a la Tierra Media - Crónica de un final anunciado

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Continuamos, con este tercer artículo, esta serie dentro de la serie dedicada a hacer propios los “casi” títulos de obras del escritor Gabriel García Márquez. Así, si en un primer artículo fue “El Amor en los tiempos de Aragorn” el protagonista y en un segundo el de título “Saruman no tiene quien le escriba fue quien se llevó el gato al agua, en este tercer (y, último) artículo sobre la cosa lo hemos dado en llamar, según diría el escritor colombiano en su “Crónica de una muerte anunciada”,

 

Crónica de un final anunciado

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Como es bueno que suceda tanto en la ficción como en la vida, digamos, ordinaria, de cada uno de nosotros y, ampliando la cosa, en lo general de la humanidad, es más que conveniente que sea el Bien el que salga triunfante al enfrentarse al Mal. Y es que es, además, un sano ejercicio de voluntad mejorada que la cosa sea así.

Es bien cierto y verdad que, casi siempre, hay tiempos en los que el Mal se apodera de los asuntos propios y ajenos y parece que sea quien vaya a vencer en las asechanzas que tiende siempre a lo bueno y mejor que tiene la humanidad. Y eso es una verdad tan grande como la misma Tierra Media.

Eso mismo pasa, que el Mal se adueñe de todo lo que pueda y, si puede ser, de todo, en muchos momentos tanto de obras como El Hobbit y El Señor de los Anillos. Y tal es así la cosa que la lucha final, el fin buscado por los que ansían vivir en paz es, precisamente y no por casualidad, que el Mal sea vencido y lo sea, si eso es posible, para siempre. Y estos tiempos se mezclan, como se suele decir en estas obras, como largos períodos de paz donde no parece que haya actuación directa de lo peor que pueda salir del corrupto y negro corazón de Morgoth y sus secuaces aunque ya sabemos que, como se dice, la procesión del Mal va por dentro de sus entrañas y ahí crea, prepara, discurre y, en fin, ansía que vuelvan los tiempos en los que poner su bota y mano de hierro, mediando sus muchos esclavos y voluntarios que se le han sometido, en las cabezas de los que quiere vencidos.

Todo, como suele decir, y sin embargo, debía tener un final. Que fuera más o menos épico iba a depender de las muchas circunstancias por dónde se fuera desarrollando la historia de los héroes que quieren que el Bien prevalezca. Pero final, lo que es decir un final, debía tener todo aquello.

Nosotros creemos, por causas y motivos más que particulares, que si fuéramos alguno de los que luchaban contra Melko haríamos todo lo posible para que ni la bota ni las manos duras de tan maligno ser se volvieran a posarse (las suyas o por mediación de otros, las de otros de tal malignidad) sobre nadie que no lo quisiera no ya como amo sino, siquiera, como vecino de la casa de al lado…

J.R.R. Tolkien, que sabía muy bien que el Bien ha de triunfar sobre el Mal si las cosas se dan para que eso suceda y los buenos se empeñan en que sucedan porque no dejan de manifestar que están en contra del segundo de tales nombrados arriba, no iba a permitir que sucediera otra cosa que la sucedió.

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El Mal debía ser vencido y, en tal sentido, todo aquello que sucede, todos los pasos que se van dando desde que Bilbo Bolsón, es, digamos, reclutado como saqueador por aquel abigarrado grupo de enanos junto con Gandalf, todo lo que acaece en aquellos caminos que llevan al Monte del Destino y, en fin, el final mismo de toda la narración épica debía suceder, exactamente, como sucedió y no de otra forma. Y, no dejando de reconocer que los personajes podían haber ido por otro lado (cualquiera que escriba sabe que eso puede y es posible que suceda) no consiguieron que el brazo escritor de aquel profesor de Oxford se torciera sino que, al contrario, su pulso lo llevara firmemente hacia un final tan elevado de temperatura como era la de aquella masa informe de lava y corrupción montañosa.

A nosotros, no podemos decir otra cosa, que aquella fuera la idea primera de nuestro autor nos parece lo más lógico y, además, esperado. Sin embargo, otro podía haber sido el destino final tanto de unos personajes, la Compañía del Anillo, por ejemplo y de otros, que eran los que con tanta fuerza y oposición fiera no querían, de ninguna de las maneras, que lo bueno fuera mejor que lo malo (que, para ellos, claro está, era lo bueno…)

Aquí, los que querían lo mejor prefirieron que lo mejor fuera lo que resultase vencedor,

Aquí, los que ansiaban vivir en paz sabían que, para eso, debían destruir aquel infecto Anillo,

Aquí, los que anhelaban volver a sus casas, a su Comarca amada, tenían en el corazón y en la mente una sola idea: subir, subir, subir aquella maldita colina y dejar caer el producto corruptor nacido de una mente perversa como era la de Sauron,

Aquí, aquellos que tenían nombre y apellidos y que se podían identificar personalmente como agentes del Bien cumplieron con la misión que ellos mismos se habían atrevido (sin saber cómo la llevarían a cabo) a realizar,

Aquí, en fin, todos los que miraban al Monte del Destino sin saber si la cosa llegaría donde debía llegar, seguros estamos que pidieron firmemente que sus amigos fueran consecuentes hasta el último momento. Y lo fueron…

Entonces, ¿Podía tener, aquello, otro final?

Nosotros creemos que no. Y Eru, seguro, tampoco lo quería pues todo, en su corazón, estaba inscrito.

  

Eleuterio Fernández Guzmán Erkenbrand de Edhellond

 

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Hay mundos que, sin duda alguna, nos llevan más lejos del que vivimos, nos movemos y existimos.

…………………………….
Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

1 comentario

  
María de los Ángeles
¿Por qué leer todo lo referente al Señor de los Anillos conmueve tanto?
Muchas gracias, Eleuterio.
08/02/20 9:11 AM

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