Ventana a la Tierra Media - Algo (apenas un apunte) sobre Tolkien

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Elen síla lúmenn’ omentielvo!

¡Una estrella brilla sobre la hora de nuestro encuentro!

(Salutación de los Elfos en la Tierra Media)

  

Por muy, digamos, “desconocido” que pueda resultar J.R.R. Tolkien para muchas personas, lo bien cierto es que nos encontramos ante un autor al que otros autores han dedicado mucha atención y sobre los que bien podríamos decir aquello que encabeza este artículo, la forma de saludo de los Primeros Nacidos. 

Se dirá, claro está, que se trata de aquellos que, a su vez, conocen la obra del profesor de Oxford. Y, como eso es una verdad tan grande como un troll de los bosques, no podemos objetar nada. Que, además, tienen el gozo de haber leído a tan importante escritor, tampoco es algo que suponga descubrir la Tierra Media ni nada por el estilo. 

Sin embargo, no es menos cierto (es más, si cabe) que de aquello que muchos han escrito sobre la obra y milagros de nuestro católico autor, podemos aprender mucho porque mucho es lo que debemos aprender acerca de tan insigne personaje. 

Como suele decirse, de todo hay en la viña del Señor y, aquí, hay de todo un poco, como botica. Y queremos decir que son muchos los temas que, los estudiosos de Tolkien, tocan, miman y nos acercan. 

De los Anillos al Señor en J.R.R. Tolkien - Una aproximación con afecto

Así, por ejemplo, en cuanto al catolicismo de nuestro autor,  el P. José Miguel Marqués Campo, en su trabajo “De los Anillos al Señor en J.R.R. Tolkien” (subtitulado, como podemos imaginar con razón, “Una aproximación con afecto”) nos desvela mucho de lo importante que es, precisamente, tal tema en cuestión. 

En un momento determinado, nos dice lo que sigue:

 

“Cuando John Ronald Reuel Tolkien tenía 77 años de edad, en 1969, mientras disfrutaba de su más que merecida jubilación en un tranquilo y apacible retiro en la localidad costera sureña de Bournemouth, Inglaterra, un buen día recibió una carta—de tantas que había recibido de todos los rincones del mundo desde escribir El Señor de los Anillos—de Camilla Unwin, la hija de su editor. Es que la joven Unwin, como parte de un trabajo escolar, le había escrito para hacerle una sencilla pregunta: “¿Cuál es el propósito de la vida?”

 

Y, acto seguido, nos pone “algo” de la carta respuesta de Tolkien:

  

20 de mayo de 1969

      

Estimada Srta. Unwin:

 ¿Qué significa realmente la pregunta? Tanto propósito como vida necesitan alguna definición. ¿Es una pregunta puramente humana y moral? ¿O se refiere al Universo? Podría significar: ¿Cómo debería utilizar el tiempo de vida que se me ha concedido? O: ¿A qué propósito/designio sirven las criaturas vivientes por el hecho de estar vivas? Pero la primera pregunta encontrará respuesta (si la encuentra) sólo después de considerada la segunda.

Si preguntamos por qué Dios nos incluyó en su designio, sólo podemos contestar: Porque lo Hizo. Si no creemos en un Dios personal, la pregunta: ¿Cuál es el propósito de la vida?, es informulable e incontestable. ¿A quién o a qué se dirigiría la pregunta? Pero como en un rincón extraño {…} del Universo se han desarrollado seres con mentes que formulan preguntas y tratan de responderlas, uno podría dirigirse a uno de estos seres tan peculiares. Como uno de ellos, me aventuraría a decir (hablando con absurda arrogancia en nombre del Universo): “Soy como soy. No hay nada que pueda hacerse al respecto. Es posible seguir tratando de averiguar lo que soy, pero nunca se logrará. Y por qué trata uno de saberlo, no lo sé. Quizás el deseo de saber sólo por el mero hecho de saber, se relacione con las oraciones que algunos dirigen a lo que se llama Dios. En su punto más elevado, éstos parecen alabarlo por ser como es, y por hacer lo que ha hecho tal como lo ha hecho.”

Debemos recordar, para quien no lo sepa, que el editor de quien habla el P. Marqués era, cuando mucho más joven era, el niño al que le preguntaron qué le parecía una obra titulada “El Hobbit” y que, a lo mejor iba a ser publicada. Él respondió, después de leerla, que era una obra propia y muy adecuada para niños de su edad (creemos recordar que 10 años). Y es que los caminos Señor son, en efecto, inescrutables. Y ahora era su hija quien le hacía una pregunta para la, cualquiera, a lo mejor, necesitaría mucho tiempo para responder. (1)

 

El caso es que “El señor de los anillos”, libro crucial en la vida de Tolkien, pudo no haber, siquiera, haber visto la luz del día editorial. Y eso nos los explica muy bien Daniel Grott, que su libro “Tolkien” y en el capítulo de título “El autor 1553-1965”, nos pone esto:

 

“Después de leer por primera vez El Señor de los Anillos entero, a Raynor Unwin no le quedó ya duda alguna de que era una obra absolutamente genial. No ponía tampoco en duda que Allen & Unwin debía publicar el libro, y estaba casi seguro de que la editorial iba a perder probablemente mil libras (2.800 dólares) en él. William Cater escribió en la revista Sunday Times de Londres: ‘Lo curioso es que El Señor de los Anillos, sobre el que descansa la fama de Tolkien, reunía todas las condiciones para ser un desastre editorial. Un libro para el público adulto, a un precio de mayores, que era la continuación de la historia de El Hobbit, un libro para niños; se componía de tres volúmenes, era más largo que Guerra y paz; incluía varios fragmentos en verso, cinco apéndices eruditos (no todos en la edición original), y muestras de lenguajes imaginarios escritos en alfabetos imaginarios, y sólo un levísimo ‘interés romántico’. Trataba del bien y del mal, de sufrimiento y heroísmo en una época imaginaria de nuestro mundo, y su autor había dicho de él que era “principalmente un ensayo de estética lingüística”.’

 

Raynor Unwin no tenía autoridad para comprometer a la editorial en algo que parecía un inevitable fracaso financiero; la única persona que podía tomar esa decisión era su padre, sir Stanley Unwin, que estaba en viaje de negocios por el Japón y Extremo Oriente. Raynor Unwin envió un cable a su padre pidiéndole autorización para publicar el libro, y diciendo que en su opinión era una obra genial, que probablemente produciría una pérdida de mil libras. Sir Stanley contestó: ‘Si crees que es una obra genial puedes perder mil libras.’”

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Sabemos, de todas formas, que la obra de JRR Tolkien da para mucho. Así, aspectos como la música, la arquitectura e, incluso, la comida (qué se come y, en el caso de los Hobbits, cuánto y cuántas veces se come…) han dado lugar a estudios o libros que se han explayado sobre tales y más temas. 

Pues bien, hay hasta quien se ha atrevido (para bien de muchos) en estudiar la obra de nuestro profesor desde el punto de vista jurídico. Y ha sido José María Miranda Boto, que en su libro “El Derecho en Tolkien” (Ediciones Cinca) nos habla, por ejemplo, de “La ley y la justicia en los Ainur”, “El derecho entre los Elfos”, “El derecho de la tierra de la estrella”, “Los enanos”, “Del derecho de los hobbits” o, incluso si eso es posible, “¿El derecho de Mordor?” sin poder olvidar, porque tiene su cosa lo que llama “la teoría conspiranoica de El Señor de los Anillos” donde dice esto que, a más de uno, le pude poner los pelos de punta:

 

“La terrible Verdad (la de las mayúsculas referidas supra) es que, muy probablemente Sam, Merry y Pippin mataron a Frodo y a Bilbo y se deshicieron de los cadáveres en algún punto al Oeste de la Comarca (no va a saber un jardinero dónde esconder un cuerpo…) Después, escribieron, atribuyendo a Froto la obra, El Señor de los Anillos, donde contaron su versión, señalando todos los errores del buen Bolsón y todos los aciertos propios”.

 

Sobre esto, el que esto escribe no tiene más que decir que si lo dice de broma (que supongo que sí, con un humor bastante negro) baste para no tenerla en cuenta, pero… 

De todas formas, aunque sabemos que este artículo podría ser muy, demasiado, extenso, con tal sólo hacer una mínima referencia a lo que se ha escrito sobre Tolkien, sí podemos traer, ya para terminar, lo que podríamos denominar “el camino”. 

El caso es que a la Tierra Media, J.R.R había llegado de alguna forma, por muchas razones. Y un autor como Tom Shippey, en su libro “Tolkien, El camino a la Tierra Media” expone que sí, que aquello fue un camino. Por eso traemos algo (casi nada, claro está) de lo que allí se puede leer para provecho de tolkienianos y demás admiradores de la obra de su obra (Capítulo 5 “Entrelazamientos y el Anillo”):

 

 

“Un  buen modo de entender El Señor de los Anillos en toda su complejidad es verlo como un intento de reconciliar dos puntos de vista sobre el mal, ambos antiguos, ambos llenos de autoridad, ambos vivos, cada uno de ellos en apariencia contradicho por el otro. Uno de ellos es el ortodoxo cristiano, expuesto por san Agustín y adoptado después por la doctrina católica y la protestante, pero que encuentra su más clara expresión en un libro que no menciona a Cristo en absoluto: el De Consolatione Philosophiae de Boecio, un corto tratado escrito hacia el 522-525 por un senador romano poco antes de ser ejecutado por orden de Thiudoreiks (o Teodorico), rey de los godos. Éste dice que no existe el mal: ‘El mal no es nada’, es la ausencia de bien. Posiblemente incluso sea un bien inapreciado —Omnem bonam prorsus esse fortunam, escribió Boecio: ‘todo lo que llamamos acaso, es a ciencia cierta un bien’—. Los corolarios de esta creencia son que el mal no puede crear por sí mismo, que no fue creado en sí mismo (sino que se derivó del voluntario ejercicio del libre albedrío de Satán, Adán y Eva para separarse de Dios), que al final será anulado o eliminado, como la Caída del Hombre fue reparada por la Encamación y Muerte de Cristo. Puntos de vista semejantes están muy presentes en El Señor de los Anillos. Incluso en Mordor Frodo asegura que la Sombra (…) sólo puede remedar, no crear: no seres verdaderos, con vida propia’ (III, 249); y Bárbol ya lo ha corroborado al decir que ‘los trolls son sólo una impostura, fabricados por el Enemigo en la Gran Oscuridad, una falsa imitación de los Ents, así como los orcos son imitación de los Elfos’ (II, 114). La diferencia que existe entre una cosa real y una ‘impostura’ no se puede decidir, pero en cualquier caso sugiere la idea de la perversión como opuesta a la creación. Está implícita en la afirmación de Elrond mucho antes de que ‘nada es malo en un principio, Ni siquiera Sauron lo era’ (I, 372). Sobre estos últimos puntos Tolkien no estaba dispuesto a transigir.”

Vemos, pues, que a través de aquellos autores que han dedicado su esfuerzo intelectual en comprender y explicarnos muchos de los sentidos que tiene la obra de JRR Tolkien, nosotros, los que admiramos tanto a uno como a otros podemos dar las gracias por tan notable esfuerzo y, si eso es posible, poner de nuestra parte lo que buenamente podamos.

Amén, así sea. 

 


(1)  Rogamos se nos corrija si la cosa no es así pero, lecturas de diversos sitios, nos han hecho llegar a tal conclusión. 

Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Hay mundos que, sin duda alguna, nos llevan más lejos del que vivimos, nos movemos y existimos.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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