La luz de Hispanoamérica

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Dios quiere que su Palabra llegue a todo el mundo y a todo corazón. Hagamos, pues, cada cual lo que podamos para ello.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Día de Hispanoamérica

El próximo domingo, 3 de marzo, se celebra el denominado “Día de Hispanoamérica”.

Eclesialmente hablando el continente americano es, ciertamente, una esperanza que la vieja Europa no puede descuidar ni desdeñar. Tiene, por eso mismo y en sí mismo, una luz que irradia y que le viene dada por el Espíritu Santo; luz, al fin y al cabo, de Dios. De aquí que se celebre el denominado Día de Hispanoamérica.

Se dice, y así es, que América, ahora en concreto la parte Hispana de la misma, es un continente joven porque apenas hace unos siglos que fue descubierto. Por eso, entre los aspectos importantes que tiene la celebración de este especial Dia no podemos olvidar, por ejemplo, que la labor evangelizadora de la juventud ha de constar entre las primeras que lleva a cabo iglesia católica porque los jóvenes, como suele decirse porque es cierto, son el futuro exacto de la humanidad. Por eso la Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (en su número 104) dice que “los jóvenes son ya desde ahora miembros activos de la Iglesia y representan el futuro”.

Además, abundando en el tema tan importante de la intervención de la juventud en la evangelización, continúa refiriendo que “En ellos encontramos a menudo una apertura espontánea a la escucha de la Palabra de Dios y un deseo sincero de conocer a Jesús. En efecto, en la edad de la juventud, surgen de modo incontenible y sincero preguntas sobre el sentido de la propia vida y sobre qué dirección dar a la propia existencia. A estos interrogantes, sólo Dios sabe dar una respuesta verdadera. Esta atención al mundo juvenil implica la valentía de un anuncio claro; hemos de ayudar a los jóvenes a que adquieran confianza y familiaridad con la Sagrada Escritura, para que sea como una brújula que indica la vía a seguir. Para ello, necesitan testigos y maestros, que caminen con ellos y los lleven a amar y a comunicar a su vez el Evangelio, especialmente a sus coetáneos, convirtiéndose ellos mismos en auténticos y creíbles anunciadores”. Jóvenes que son ejemplo para otros jóvenes.

Por otra parte, el Día de Hispanoamérica es un momento oportuno para que católicos de estas tierras españolas reconozcan, reconozcamos, que es importante renovarse y abrirse para que la evangelización llegue allende los mares y se haga fecunda en las tierras otrora españolas y siempre creación de Dios porque, de todas formas, no hacemos más que lo que dice san Pedro sobre que “El don que cada uno haya recibido, póngalo al servicio de los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pe 4, 10).

Por eso la labor de los sacerdotes que, desde estas tierras españolas han acudido a Hispanoamérica a evangelizar, fue reconocida por el Beato Juan Pablo II en la celebración de las bodas de oro de la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCSHA) cuando dijo que “En esta significativa conmemoración, deseo unirme a la acción de gracias al Señor por los más de dos mil sacerdotes de las diócesis españolas que han dedicado buena parte de su vida a colaborar con otras Iglesias hermanas, movidos ante todo por la fuerza de su fe en Cristo, cuya novedad y riqueza no pueden esconder ni conservar para sí (cf. RM, 11), así como por el aliento y la solicitud pastoral de sus obispos, conscientes de su responsabilidad común respecto a la Iglesia universal (cf. LG, 23; OT, 10)”.

Pues bien, el lema escogido para este año 2013 es “América, puerta abierta a la misión”.

El Cardenal Marc Ouellet, a la sazón Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina firma el Mensaje de la misma en el que se nos dice, por ejemplo, que

“Actualmente, los misioneros españoles siguen encontrando las puertas abiertas para la misión en América Latina. De las Iglesias locales América, puerta abierta a la misión de España cada año salen nuevas vocaciones misioneras para colaborar con aquellas que aún están en proceso de formación. Hecho que nos ha de mover a una continua acción de gracias a Dios y a las comunidades cristianas que los envían. Cada año parten para aquellas Iglesias nuevos misioneros religiosos y religiosas, sacerdotes y laicos para anunciar el Evangelio. Entre ellos también sacerdotes diocesanos que, sin perder su incardinación en la Iglesia de origen, hacen visible la universalidad de las Iglesias locales al vivir el ministerio sacerdotal en otras zonas pastorales más necesitadas y aún en procesos de iniciación cristiana. No dudamos, pues, que no faltarán hoy ni mañana muchos otros misioneros disponibles para dar testimonio de su condición de discípulos en los pueblos americanos, para alimentar la fe de los hermanos al otro lado del océano, mientras que, a la vez, se produce un enriquecimiento de las comunidades que los envían”.

Cabe, pues, dar gracias a Dios porque haya católicos que quieran continuar con la labor evangelizadora que iniciaron aquellos primeros enviados desde España tras el descubrimiento de América. Aquellos que fueron los apóstoles y que en aquellas tierras americanas hicieron una labor tan importante que bien refleja el P. Iraburu en su impresionante obra “Hechos de los Apóstoles en América” (publicada por Gratis Date) en la que, en un momento determinado, y refiriéndose al hecho de que la evangelización fue “portentosamente rápida” dice que

Hechos de los apóstoles de América

“Las esperanzas de aquellos evangelizadores se cumplieron en las Indias. Adelantaremos aquí sólamente unos cuantos datos significativos:

-Imperio azteca.

1487. Solemne inauguración del teocali de Tenochtitlán, en lo que había de ser la ciudad de México, con decenas de miles de sacrificios humanos, seguidos de banquetes rituales antropofágicos.

1520. En Tlaxcala, en una hermosa pila bautismal, fueron bautizados los cuatro señores tlaxcaltecas, que habían de facilitar a Hernán Cortés la entrada de los españoles en México.

1521. Caída de Tenochtitlán.

1527. Martirio de los tres niños tlaxcaltecas, descrito en 1539 por Motolinía, y que fueron beatificados por Juan Pablo II en 1990.

1531. El indio Cuauhtlatóhuac, nacido en 1474, es bautizado en 1524 con el nombre de Juan Diego. A los cincuenta años de edad, en 1531, tiene las visiones de la Virgen de Guadalupe, que hacia 1540-1545 son narradas, en lengua náhuatl, en el Nican Mopohua. Fue beatificado en 1990.

1536. «Yo creo -dice Motolinía- que después que la tierra [de México] se ganó, que fue el año 1521, hasta el tiempo que esto escribo, que es en el año 1536, más de cuatro millones de ánimas [se han bautizado]» (Historia II,2, 208).

-Imperio inca.

1535. En el antiguo imperio de los incas, Pizarro funda la ciudad de Lima, capital del virreinato del Perú, una ciudad, a pesar de sus revueltas, netamente cristiana.

1600. Cuando Diego de Ocaña la visita en 1600, afirma impresionado: ‘Es mucho de ver donde ahora sesenta años no se conocía el verdadero Dios y que estén las cosas de la fe católica tan adelante’ (A través cp.18).
Son años en que en la ciudad de Lima conviven cinco grandes santos: el arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo (+1606), el franciscano San Francisco Solano (+1610), la terciaria dominica Santa Rosa de Lima (+1617), el hermano dominico San Martín de Porres (+1639) -estos dos nativos-, y el hermano dominico San Juan Macías (+1645).

Todo, pues, parece indicar, como dice el franciscano Mendieta, que ‘los indios estaban dispuestos a recibir la fe católica», sobre todo porque «no tenían fundamento para defender sus idolatrías, y fácilmente las fueron poco a poco dejando’ (Hª ecl. indiana cp.45).
Así las cosas, cuando Cristo llegó a las Indias en 1492, hace ahora cinco siglos, fue bien recibido.”

Y, sin embargo o, seguramente, por eso mismo, la relación entre España e Hispanoamérica es, en este aspecto, recíproca. La evangelización no es de única vía (España a Hispanoamérica) sino que, dada la escasez de vocaciones que padecemos en nuestra patria han de venir, precisamente, de aquellas tierras a la llamada “madre patria” a llevar a cabo una labor que, al parecer, desde aquí no se puede cumplir.

Y el que esto escribe puede dar testimonio directo
de que las manos y los corazones que desde Hispanoamérica vienen a ofrecerse a evangelizar, son manos y corazones llenos de la esperanza que, a lo mejor, hemos perdido entre nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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