Matar sin derecho posible: los Mengele de hoy mismo

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El pasado 6 de septiembre falleció Ramona Estévez, tras pasar dos semanas sin ni siquiera estar a pan y agua. Es decir la dejaron morir de hambre y de sed en la cama de un hospital de cuyo nombre no quiero acordarme.

Valga este artículo como homenaje a ella y a las personas que, en un futuro, se van a ir al definitivo Reino de Dios sin, siquiera, asentir sobre su propio caso.

Vamos, pues, a ello.

Si hay un siglo en el que el reino de los malvados y malévolos se ha enseñoreado del planeta que Dios entregó a su descendencia para que fuera suyo tal fue la pasada centuria, el siglo XX.

El régimen que adopto será para el bien de mis pacientes, y no para su perjuicio. No administraré drogas a ningún paciente ni entraré a casa alguna, sino para beneficio de los enfermos“.

Estas escasas líneas y pocas palabras encierran algo que es, creo yo, muy conocido por muchas personas. Al menos se sabe que los médicos juran, por así decirlo, según una fórmula muy antigua a la que se dio en llamar, tal es su origen, Juramento Hipocrático. Dice mucho sobre lo que debe ser la simple administración personal de la medicina y, también, dice mucho de lo que se hace, a veces, con la misma.

En tres ocasiones se sostiene lo que ha de ser bueno y benéfico para el paciente: “será para el bien de mis pacientes”; a contrario el bien cuando dice “no para su perjuicio” y, por fin, “para beneficio de los enfermos”.

Sin embargo, cuando el hombre; cuando el ser humano; cuando, en fin, quien tiene poder para hacer y deshacer, se ha desmandado y ha dejado a Dios de lado, se cree en la posibilidad de ser dueño de la vida y de la muerte (una especie de ius de vitae et necis que tenía el paterfamilias romano pero exagerado y ampliado) y abusa, así, de su simple realidad personal, nada de nada ante el Creador.

Quien así procede no tiene en cuenta más que una ideología y una forma de ser que, muy alejada de lo que debería ser la verdadera protección de la vida, estima bueno “quitar el dolor” y evitar el sufrimiento de quien sufre. Y personas como Ramona Estévez han sufrido un daño que sólo puede reparar Dios con el sentido de la justicia que tiene y que aplica.

Decía arriba que el siglo pasado, el XX, se puede poner como ejemplo de actuación de los que se han creído Dios y, lo que es peor, lo han demostrado. Uno de ellos es Josef Mengele, conocido como el “Ángel de la muerte” sin comprender, el que esto escribe, qué culpa tendrán los ángeles para que se les asocie una persona como el médico nazi aquí traído. Mejor hubiera sido llamarlo el “Satanás de la muerte”.

En fin… así se escribe la historia. Y se escribe diciendo que aquel individuo violó el Juramento Hipocrático que hizo cuando le correspondiera hacerlo. Y lo violó investigando sobre seres humanos que manipulaba para hacer posible sus experimentos maléficos de eugenesia. Él, iluso, quería mejorar la raza aria y hacer el papel de un diosecillo endiosado con el que ha pasado a la historia de los villanos más villanos que en el mundo han sido.

Tampoco es cuestión de traer, aquí, más sobre tan impresentable persona porque, al día de la fecha, todo está dicho sobre Josef Mengele.

Sin embargo, sí que es importante saber que hoy día, hoy mismo, ahora mismo, hay personas entre nosotros que creen exactamente lo mismo que aquel asesino en serie que naciendo en una familia católica tergiversó su fe para transformarla en un trasunto del mismísimo averno. Y lo demuestran con lo que hacen.

Ramona Estévez ha sido víctima de este tipo de personas que, por cierto, no son pocas. Por ejemplo, lo son los legisladores que han procurado que tal normativa esté en vigor, ahora, en Andalucía pero, según ha dicho el propio candidato socialista a la Presidencia del Gobierno, P. Rubalcaba, tiene intención de ser la primera norma que proponga para todo la nación española en caso (Dios no lo quiera) de que se lleve el gato al agua el próximo 20 de noviembre.

También son Mengele de hoy mismo aquellos médicos que, amparándose en una legislación intrínsecamente perversa, dejan de lado lo que tienen que defender, la vida humana, y aplican una no disimulada eutanasia acabando con la existencia de todo el que permita la ley y haciendo posible lo que es una monstruosidad y una actuación alevosa.

Pero tampoco podemos olvidar a los que, al fin y al cabo, dan su visto bueno y que no son otras personas que los familiares que, llevados por un falso sentimiento de amor hacia los que sufren enfermedades graves, se abren, con excesiva facilidad, a la aplicación de las normas citadas y a la colaboración de los profesionales de la medicina que se prestan a tan nigérrima práctica.

Todos esos son Mengele de hoy mismo. Y, tristemente, pertenecen a la misma especie que creó Dios y de la que dijo que había sido “muy bueno” el resultado de su acción.

Él no se equivocó; otros, sí.

Eleuterio Fernández Guzmán

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1 comentario

  
rastri
También son Mengele de hoy mismo aquellos médicos que, amparándose en una legislación intrínsecamente perversa, dejan de lado lo que tienen que defender...
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-Hombre si es así pues bueno estoy de acuerdo.

-¿Más si como santa Teresa en esos magníficos versos del, "Vivo sin vivir en mi que tan alta vida espero que muero porque no muero", se la privare del morir?

-Yo creo que hay algunos, no muchos desgraciadamente, para quienes en esta vida el morir, es para la otra el vivir.

-¿Y porqué no respetar la voluntad de aquel que permite lo que es el vivir o el morir?

¿Acaso Él no da a cada a cual, en modo y manera de tiempo y lugar, los medios necesarios para vivir? Y si estos faltan: ¿no será porque ha llegado la hora de mori?

-Demasiada idolatría para los día y sus negocios de esta vida, mengua el aprecio para la otra. Y esto sí que es empezar a morir.

14/09/11 1:25 AM

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