InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Mayo 2018

2.05.18

Serie “Los barros y los lodos”- Los barros – 8 -Significado y sentido del pecado original

 

“De aquellos barros vienen estos lodos”. 

Esta expresión de la sabiduría popular nos viene más que bien para el tema que traemos a este libro de temática bíblica. 

Aunque el subtítulo del mismo, “Sobre el pecado original”, debería hacer posible que esto, esta Presentación, terminara aquí mismo (podemos imaginar qué son los barros y qué los lodos) no lo vamos a hacer tan sencillo sino que vamos a presentar lo que fue aquello y lo que es hoy el resultado de tal aquello. 

¿Quién no se ha preguntado alguna vez que sería, ahora, de nosotros, sin “aquello”?

“Aquello” fue, para quienes sus protagonistas fueron, un acontecimiento terrible que les cambió tanto la vida que, bien podemos decir, que hay un antes y un después del pecado original. 

La vida, antes de eso, era bien sencilla. Y es que vivían en el Paraíso terrenal donde Dios los había puesto. Nada debían sufrir porque tenían los dones que Dios les había dado: la inmortalidad, la integridad y la impasibilidad o, lo que es lo mismo, no morían (como entendemos hoy el morir), dominaban completamente sus pasiones y no sufrían nada de nada, ni física ni moralmente. 

A más de una persona que esté leyendo ahora esto se le deben estar poniendo los dientes largos. Y es que ¿todo eso se perdió por el pecado original? 

En efecto. Cuando Dios crea al hombre a su imagen y semejanza, lo dota de una serie de bienes que lo hacen, por decirlo pronto y claro, un ser muy especial. Es más, es el único que tiene dones como los citados arriba. Y de eso gozaron el tiempo que duró la alegría de no querer ser como Dios… 

Lo que no valía era la traición a lo dicho por el Creador. Y es que lo dijo con toda claridad: podéis comer de todo menos de esto. Y tal “esto” ni era una manzana ni sabemos qué era. Lo de la manzana es una atribución natural hecha mucho tiempo después. Sin embargo, no importa lo más mínimo que fuera una fruta, un tubérculo o, simplemente, que Dios hubiera dicho, por ejemplo, “no paséis de este punto del Paraíso” porque, de pasar, será la muerte y el pecado: primero, lo segundo; lo primero, segundo. 

¡La muerte y el pecado! 

Estas dos realidades eran la “promesa negra” que Dios les había hecho si incumplían aquello que no parecía tan difícil de entender. Es decir, no era un castigo que el Creador destinaba a su especial creación pero lo era si no hacían lo que les decía que debían hacer. Si no lo incumplían, el Paraíso terrenal no se cerraría y ellos no serían expulsados del mismo. 

Y se cerró. El Paraíso terrenal se cerró. 

Los barros – 8  -Significado y sentido del pecado original

 

 

“Como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron…” (Rm 5,12). 

“Por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores” (Rm 5,19) 

 

Estos dos textos del apóstol de los gentiles nos informan acerca de lo que supuso el pecado original. Por eso el mismo se transmite, según la doctrina católica, por generación. Con eso no se quiere decir que sea negativo lo sexual sino que los padres “transmiten a sus hijos una naturaleza humana enferma, inclinada hacia el pecado” (Como dice el [1] P. José María Iraburu, conferencia “El pecado”, I). Por eso se dice en el Salmo 50:

 

“Pecador me concibió mi madre”.

 

No nos extraña, por tanto, que San Pablo, en su Epístola a los Romanos (7, 15-20) diga esto:

 

“Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco. Y, si hago lo que no quiere, estoy de acuerdo con la Ley en que es buena; en realidad, ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí. Pues bien sé yo que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, más no el realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero. Y, si hago lo que no quiero, no soy yo quien lo obra, sin el pecado que habita en mí”.

 

Y termina el Apóstol de los gentiles de una forma tan terrible que nos debe hacer caer en la cuenta de lo que fue aquel primer pecado (Rm 7, 24):

 

“¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?”.

 

Y es que, por aquel primer pecado, llamado por eso original, pecar no es extraño a la naturaleza humana sino que, al contrario, es lo propio de la misma y que sólo se evita con gran esfuerzo espiritual.

 

Veamos, pues, esto del significado y sentido del pecado original. 

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1.05.18

El Beato Manuel Lozano Garrido y el trabajo (et alii)

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Sí, ciertamente, es difícil entender que el trabajo puede ser santo o, mejor, medio de santificación. Sin embargo, Dios así lo quiere… ¡qué le vamos a hacer! 

Hay, sin embargo, quien, como San José, del que hoy celebramos un especial día en su, por decirlo así, vertiente laboral, entiende el trabajo de una forma tan especial que hace santa cada cosa que hace y hace santo a su propio corazón. 

Hoy recuperamos, para ser francos, lo que escribimos hace unos años porque nos viene la mar de bien para entender y comprender que al trabajo también se le puede dedicar una oración. Y se le puede dedicar cuando se es capaz de no mundanizar lo que es importante sino, al contrario, serlo de sobrenaturalizarlo como muy bien hizo el Beato Manuel Lozano Garrido.

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