InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: 2016

28.10.16

Halloween y las obras de Satanás

 

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El Padre de la mentira, el Príncipe de este mundo o, simplemente, Satanás, el Diablo, sabe cómo embaucar a los hombres. Siempre hace uso de las técnicas, más o menos refinadas pero tendentes a hacer caer en su trampa a los que, a lo mejor, están ya casi preparados (por las cosas del mundo o/y  la simple ignorancia) para caer en ella. 

Esta cosa que se celebra allende de nuestras fronteras llamada Halloween es una de las obras de las que Satanás se vale para engañar dulcemente a los hijos de Dios. De todas formas, no importa que sea una fiesta extranjera sino lo que la misma significa. Eso sí; lo otro importa bien poco. 

Sin embargo, hay muchos que, al parecer, no acaban de comprender que se trate de eso sino que se sostiene que no es más que una fiesta en la que los niños se disfrazan y piden o dan caramelos… 

Sin duda que se trata de caramelos pero los mismos están envenenados porque se fundamentan en una celebración exacta y puramente satánica. 

¿Puede ser cierto eso que, al parecer, es inocente?

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27.10.16

El rincón del hermano Rafael – “Saber esperar”- Si amásemos a Dios…

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

 

“Saber Esperar”.-Si amásemos a Dios

“Si de veras amásemos a Dios, ¡cuán diferentes seríamos, con cuánta generosidad aprenderíamos a renunciar, con cuánta paz viviríamos nuestra vida en el mundo! ¡Qué poco nos importaría ni sufrir ni penar, ni las lágrimas nos amargaría”.

 

Como suele pasar en muchas de las cosas que nos pasan en la vida, hay quienes dicen que son pero, en realidad, lo son poco. Queremos decir que cuando hablamos de temas relacionados con nuestra fe católica, debemos tentarnos la ropa antes de decir según qué cosas en beneficio de nuestra actitud al respecto de la misma. 

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26.10.16

Serie "Su Cruz y nuestras cruces" - 7- La cruz de la soberbia (Habla Jesucristo)

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.”

 (Mt 16,24).

  

Siempre que un discípulo de Cristo se pone ante un papel y quiere referirse a su vida como tal no puede evitar, ni quiere, saber que en determinado momento tiene que enfrentarse a su relación directa con el Maestro.

Así, muchos han sido los que han escrito vidas de Jesucristo: Giovanni Papini (“Historia de Cristo”), el P. Romano Guardini (“El Señor), el P. José Luis Martín Descalzo (“Vida y misterio de Jesús de Nazaret“), el P. José Antonio Sayés (“Señor y Cristo”) e incluso Joseph Ratzinger (“Jesús de Nazaret“). Todos ellos han sabido dejar bien sentado que un Dios hecho hombre como fue Aquel que naciera de una virgen de Nazaret, la Virgen por excelencia, había causado una honda huella en sus corazones de discípulos.

Arriba decimos que el discípulo deberá, alguna vez, ponerse frente a Cristo. Y es que no tenemos por verdad que el Maestro suponga un problema para quien se considera discípulo. Por eso entendemos que tal enfrentamiento lo tenemos por expresión de expresar lo que le une y, al fin y al cabo, lo que determina que sea, en profundidad, su discípulo. Sería como la reedición de lo que dice San Juan justo en el comienzo de su Evangelio (1,1): 

“En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios”.

El caso es que podemos entender que la Palabra estaba con Dios en el sentido de estar en diálogo con el Creador. Por eso decimos que la relación que mantiene quien quiere referirse a Cristo como su referencia, un discípulo atento a lo que eso supone, ha de querer manifestar que se sea, precisamente, discípulo. Entonces surge la intrínseca (nace de bien dentro del corazón) necesidad de querer expresar en qué se sustenta tal relación y, sobre todo, cómo puede apreciarse la misma. O, por decirlo de otra forma, hasta dónde puede verse influenciado el corazón de quien aprende de parte de Quien enseña. 

Y si hablamos de Cristo no podemos dejar de mencionar aquello que hace esencial nuestra creencia católica y que tiene que ver con un momento muy concreto de su vida como hombre. Y nos referimos a cuando, tras una Pasión terrible (por sangrante y decepcionante según el hombre que veía a Jesucristo) fue llevado al monte llamado Calvario para ser colgado en dos maderos que se entrecruzaban. 

Nos referimos, sin duda alguna, a la Cruz. 

Como es lógico, siendo este el tema de esta serie, de la Cruz de Cristo vamos a hablar enseguida o, mejor, hablará el protagonista principal de la misma dentro de muy poco. Es esencial para nosotros, sus discípulos. Sin ella no se entiende nada ni de lo que somos ni de lo que podemos llegar a ser de perseverar en su realidad. Sin ella, además, nuestra fe no sería lo que es y devendría simplemente buenista y una más entre las que hay en el mundo. Pero con la Cruz las cosas de nuestra espiritualidad saben a mucho más porque nos facilitan gozar de lo que supone sufrir hasta el máximo extremo pero saber sobreponerse al sufrimiento de una manera natural. Y es natural porque deviene del origen mismo de nuestra existencia como seres humanos: Dios nos crea y sabe que pasaremos por malos momentos. Pero pone en nuestro camino un remedio que tiene nombre de hombre y apellido de sangre y luz. 

Pero la Cruz tiene otras cruces. Son las que cada cual cargamos y que nos asimilan, al menos en su esencia y sustancia espiritual, al hermano que supo dar su vida para que quien creyese en Él se salvase. Nuestras cruces, eso sí, vienen puestas sobre nuestras espaldas con la letra minúscula de no ser nada ni ante Dios mismo ni ante su Hijo Jesucristo. Minúscula, más pequeña que la original y buena Cruz donde Jesús perdonó a quienes lo estaban matando y pidió, además pidió, a Dios para que no tuviera en cuenta el mal que le estaban infiriendo aquellos que ignoraban a Quien se lo estaban haciendo.

Hablamos, por tanto, de Cruz y de cruces o, lo que es lo mismo, de aquella sobre la que Cristo murió y que es símbolo supremo de nuestra fe y sobre el que nos apoyamos para ser lo que somos y, también, de las que son, propiamente, nuestras, la de sus discípulos. Y, como veremos, las hay de toda clase y condición. Casi, podríamos decir, y sin casi, adaptadas a nuestro propio ser de criaturas de Dios. Y es que, al fin y al cabo, cada cual carga con la suya o, a veces, con las suyas.

 

7- La cruz de la soberbia (Habla Jesucristo)

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Estimados hermanos: 

Hay algo que debéis saber. Ciertamente muchos sí tenéis conocimiento de esto. Y es que es tan importante que, si lo olvidáis, cargaréis con una cruz que, en apariencia no pesa pero que os puede causar muchos problemas de cara a vuestra salvación eterna. 

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25.10.16

Un amigo de Lolo – Cómo nos salvamos

Presentación

Lolo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Libro de oración

 

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

 

Cómo nos salvamos

 

“¡Oh! Dejad de ensuciar nuestra gloria inmortal. De la criatura que ahora pisa la tierra nacen las alas que han de hacerle saltar al reino feliz. La tierra y nuestra circunstancia, el duro o alegre paso por el tiempo, es el instrumento de nuestro destino. Nos salvamos rozando -acariciando- a los hombres: aupándonos sobre el peso de las cosas; coloreando continuamente el corazón, porque la fe y el amor están pegados a nuestro cuerpo, como dos alas, con las que navegar siempre en esperanza. Cada uno de nosotros tiene una herida, incluso una cita en su cuerpo, pero el escalofrío de la muerte no cuenta en la señal positiva que Cristo hizo con dos travesaños. A ese que va a morir -aquel: un hombre-, el destino nunca le será una sorpresa, desde que vivió cada día sus limitaciones con esperanza. ‘Pilato -decía Guardini- se extrañó de lo pronto que había muerto Jesús. Al que parecía más fuerte y más vivo, la muerte le atacó con más violencia’.

¿Somos, así, de pasajeros, los hombres, como los gusanos?

Venga a nosotros la gloria que hay más allá de las palabras humillantes.” (Las estrellas se ven de noche, p. 63)

 

Nosotros, los hijos de Dios, estamos formados de cuerpo y alma. Esto, así dicho, pudiera parecer cosa de poca importancia aunque, en primer lugar, es algo que no sostienen los ateos ni aquellos que tienen de Dios y de su semejanza una imagen tibia o nebulosa.

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23.10.16

La Palabra del Domingo - 23 de octubre de 2016

 

 

 Lc 18, 9-14

9 Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: 10 ‘Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. 11 El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: ‘¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. 12 Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.’

 

13 En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!’ 14 Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.’”

 

COMENTARIO 

Publicanos o fariseos como ellos

 

El mensaje que Cristo nos deja en esta conversación con aquellos que le escuchan es verdaderamente terrible. Queremos decir que desnuda, pone a la luz del día, las carencias espirituales de muchas personas. Pero, sobre todo, pone los puntos sobres muchas vocales que falsean o pretenden falsear la realidad espiritual de muchos hijos de Dios. 

Al Templo acudían muchas personas. Es de suponer, imaginamos que debía ser así, para tener una conversación con Dios en la que se exponían sus cuitas y, al parecer, sus demostraciones de falta de modestia y de humidad. 

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