InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Septiembre 2014

20.09.14

Serie “Al hilo de la Biblia” - San Mateo: principio de todo

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

San Mateo: principio de todo

Esto está escrito ( Mt 1, 1-17 )

Genealogía de Jesús

” Genealogía de Jesús

1 Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: 2 Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos.

3 Judá fue padre de Fares y de Zará,y la madre de estos fue Tamar.
Fares fue padre de Esrón; Esrón, padre de Arám; 4 Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón.

5 Salmón fue padre de Booz,y la madre de este fue Rahab.
Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut.
Obed fue padre de Jesé; 6 Jesé, padre del rey David.
David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías.

7 Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asaf; 8 Asaf, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám;
Jorám, padre de Ozías.

9 Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías; 10 Ezequías, padre de Manasés.
Manasés fue padre de Amós; Amós, padre de Josías; 11 Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos,durante el destierro en Babilonia.

12 Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel; 13 Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor.

14 Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud; 15 Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob.

16 Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.

17 El total de las generaciones es, por lo tanto: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta el destierro en Babilonia, catorce generaciones; desde el destierro en Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones. “

Con este texto del Evangelio de San Mateo empezamos, en esta serie sobre la Sagrada Escritura, la parte correspondiente al Nuevo Testamento.

Es de conocimiento general que aquel hombre (o quienes escribieron en el suyo pertenecientes a su discipulado) que tenemos por Mateo el recaudador de impuestos y que siguiera a Jesús dejándolo todo nomás fue llamado por el Mesías, tenía una sana intención a la hora de relatar lo que conocía de Jesús: destinaba su evangelio, sobre todo, al pueblo judío.

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19.09.14

Las llaves de Pedro – Consideraciones sobre Lumen fidei - La luz del bien común

Escudo papal Francisco

El Papa, obispo de Roma y sucesor de San Pedro, “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles” (Lumen Gentium, 23)

En los siguientes artículos vamos a tratar de comentar la primera Carta Encíclica del Papa Francisco. De título “Lumen fidei” y trata, efectivamente, de la luz de la fe.

La luz del bien común

Fe y bien común

“50. Al presentar la historia de los patriarcas y de los justos del Antiguo Testamento, la Carta a los Hebreos pone de relieve un aspecto esencial de su fe. La fe no sólo se presenta como un camino, sino también como una edificación, como la preparación de un lugar en el que el hombre pueda convivir con los demás. El primer constructor es Noé que, en el Arca, logra salvar a su familia (cf. Hb 11,7). Después Abrahán, del que se dice que, movido por la fe, habitaba en tiendas, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos (cf. Hb 11,9-10). Nace así, en relación con la fe, una nueva fiabilidad, una nueva solidez, que sólo puede venir de Dios. Si el hombre de fe se apoya en el Dios del Amén, en el Dios fiel (cf. Is 65,16), y así adquiere solidez, podemos añadir que la solidez de la fe se atribuye también a la ciudad que Dios está preparando para el hombre. La fe revela hasta qué punto pueden ser sólidos los vínculos humanos cuando Dios se hace presente en medio de ellos. No se trata sólo de una solidez interior, una convicción firme del creyente; la fe ilumina también las relaciones humanas, porque nace del amor y sigue la dinámica del amor de Dios. El Dios digno de fe construye para los hombres una ciudad fiable.

51. Precisamente por su conexión con el amor (cf. Ga 5,6), la luz de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, del derecho y de la paz. La fe nace del encuentro con el amor originario de Dios, en el que se manifiesta el sentido y la bondad de nuestra vida, que es iluminada en la medida en que entra en el dinamismo desplegado por este amor, en cuanto que se hace camino y ejercicio hacia la plenitud del amor. La luz de la fe permite valorar la riqueza de las relaciones humanas, su capacidad de mantenerse, de ser fiables, de enriquecer la vida común. La fe no aparta del mundo ni es ajena a los afanes concretos de los hombres de nuestro tiempo. Sin un amor fiable, nada podría mantener verdaderamente unidos a los hombres. La unidad entre ellos se podría concebir sólo como fundada en la utilidad, en la suma de intereses, en el miedo, pero no en la bondad de vivir juntos, ni en la alegría que la sola presencia del otro puede suscitar. La fe permite comprender la arquitectura de las relaciones humanas, porque capta su fundamento último y su destino definitivo en Dios, en su amor, y así ilumina el arte de la edificación, contribuyendo al bien común. Sí, la fe es un bien para todos, es un bien común; su luz no luce sólo dentro de la Iglesia ni sirve únicamente para construir una ciudad eterna en el más allá; nos ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza. La Carta a los Hebreos pone un ejemplo de esto cuando nombra, junto a otros hombres de fe, a Samuel y David, a los cuales su fe les permitió ‘administrar justicia’ (Hb 11,33). Esta expresión se refiere aquí a su justicia para gobernar, a esa sabiduría que lleva paz al pueblo (cf. 1 S 12,3-5; 2 S 8,15). Las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones, que tienen como fundamento el amor de Dios.

Lumen fidei

Al contrario de lo que suelen pensar aquellos que no tienen fe y les parece que la misma no es más que un entretenimiento para los débiles de espíritu, la creencia en Dios Todopoderoso tiene, ha de tener, consecuencias. Queremos decir que la fe no es vana sino que siembra, en el corazón de quien cree, una semilla que ilumina su vida y, es recomendable esto sea así, la de su prójimo.

Decimos, por tanto, que la luz de la fe, ilumina el devenir de quien confía en el Padre.

Pues bien, el Papa Francisco, en estos puntos de su Lumen fidei, habla de “edificación”. Y es que es más que cierto que la fe, como luz, nos sirve, la podemos utilizar y nos conviene que así sea, para construir nuestra existencia de una forma eminentemente práctica. Es decir, que la fe es instrumento espiritual para fomentar una convivencia con el prójimo. Y es, por tanto, un bien social de impagable realidad.

Lo que se nos quiere decir cuando se habla tanto de Noé como de Abrahám es que Dios, cuando les encargó cumplir determinada misión estableció, en sus corazones, una premisa clara: el otro, el prójimo.

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18.09.14

“Escritos espirituales”: libro católico

Escritos espirituales

Título: ”Escritos espirituales”
Autor: Ismael González Santa
Editorial: Lulu
Páginas: 93
Precio aprox.: 4 € papel – 1 € Libro electrónico
ISBN : 5800105526550
Año edición: 2014
Lo puedes adquirir en Lulu

Escritos espirituales , de Ismael González Santa

A Ti, madre nuestra, reina de pureza,
figura excelsa, llena de gracia.
A ti acudimos con el corazón contrito.
Tú Virgen piadosa,
Tú, Virgen de luz viva que se renueva de continuo.
Apiádate de nosotros e intercede benevolente
ante Dios Nuestro Señor,
para que veamos claro el camino de salvación,
lo emprendamos y lo sigamos
todos los días de nuestra vida.
En nuestro lecho de dolor, alívianos.
En nuestra soledad, acompáñanos.
Ahuyenta nuestra angustia, consuela nuestro pesar
y haz que contigo y Nuestro Señor,
sintamos paz.
Amén.

Esta oración expresa de forma acertada el pensamiento de quien ha escrito este libro. Ismael González Santa es un creyente de Cádiz (España) y ha querido compartir con sus hermanos en la fe (y con todo aquel que sea de buena voluntad) lo que del corazón de quien cree en Dios Todopoderoso puede salir al mundo.

El autor de este libro, en las palabras que nos ofrece, nos nuestra que es posible, hoy día, tener fe y hacer de ella un escabel desde donde mirar a la realidad que le rodea. Y lo hace de dos formas: a través de la meditación de temas de la vida ordinaria desde el punto de vista espiritual y, también, a través de la oración, con la que se dirige a Quien sabe que va a escucharlo.

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17.09.14

Serie Principios básicos del Amor de Dios El perdón de Dios

Amor de  Dios

“Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él”.

(1 Jn 4, 16)

Este texto, de la Primera Epístola de San Juan es muy corto pero, a la vez, muestra la esencia de la realidad de Dios al respecto del ser humano que creó y mantiene en su Creación.

Es más, un poco después, tres versículos en concreto, abunda en una verdad crucial que dice que: “Nosotros amamos, porque él nos amó primero”.

Dios, pues, es amor y, además, es ejemplo de Amor y luz que ilumina nuestro hacer y nuestra relación con el prójimo. Pero eso, en realidad, ¿qué consecuencias tiene para nuestra existencia y para nuestra realidad de seres humanos?

Que Dios sea Amor, como es, se ha de manifestar en una serie de, llamemos, cualidades que el Creador tiene al respecto de nosotros, hijos suyos. Y las mismas se han de ver, forzosamente, en nuestra vida como quicios sobre los que apoyarnos para no sucumbir a las asechanzas del Maligno. Y sobre ellas podemos llevar una vida de la que pueda decirse que es, verdaderamente, la propia de los hijos de un tan gran Señor, como diría Santa Teresa de Jesús.

Decimos que son cualidades de Dios. Y lo decimos porque las mismas cualifican, califican, dicen algo característico del Creador. Es decir, lo muestran como es de cara a nosotros, su descendencia.

Así, por ejemplo, decimos del Todopoderoso que muestra misericordia, capacidad de perdón, olvido de lo que hacemos mal, bondad, paciencia para con nuestros pecados, magnanimidad, dadivosidad, providencialidad, benignidad, fidelidad, sentido de la justicia o compasión porque sabemos, en nuestro diario vivir que es así. No se trata de características que se nos muestren desde tratados teológicos (que también) sino que, en efecto, apreciamos porque nos sabemos objeto de su Amor. Por eso el Padre no puede dejar de ser misericordioso o de perdonarnos o, en fin, de proveer, para nosotros, lo que mejor nos conviene.

En realidad, como escribe San Josemaría en “Amar a la Iglesia “ (7)

“No tiene límites el Amor de Dios: el mismo San Pablo anuncia que el Salvador Nuestro quiere que todos los hombres se salven y vengan en conocimiento de la verdad (1 Tim II, 4).”

Por eso ha de verse reflejado en nuestra vida y es que (San Josemaría, “Forja”, 500)

“Es tan atrayente y tan sugestivo el Amor de Dios, que su crecimiento en la vida de un cristiano no tiene límites”.

Nos atrae, pues, Dios con su Amor porque lo podemos ver reflejado en nuestra vida, porque nos damos cuenta de que es cierto y porque no se trata de ningún efecto de nuestra imaginación. Dios es Amor y lo es (parafraseando a San Juan cuando escribió – 1Jn 3,1- que somos hijos de Dios, “¡pues lo somos!”) Y eso nos hace agradecer que su bondad, su fidelidad o su magnanimidad estén siempre en acto y nunca en potencia, siempre siendo útiles a nuestros intereses y siempre efectivas en nuestra vida.

Dios, que quiso crear lo que creó y mantenerlo luego, ofrece su mejor realidad, la misma Verdad, a través de su Amor. Y no es algo grandilocuente propio de espíritus inalcanzables sino, al contrario, algo muy sencillo porque es lo esencial en el corazón del Padre. Y lo pone todo a nuestra disposición para que, como hijos, gocemos de los bienes de Quien quiso que fuéramos… y fuimos.

En esta serie vamos, pues a referirnos a las cualidades intrínsecas derivadas del Amor de Dios que son, siempre y además, puestas a disposición de las criaturas que creó a imagen y semejanza suya.

El perdón de Dios

Dios nos perdona

Dios, en su Amor, tiene una manifestación de poder. Así, por ejemplo, cuando ama a su descendencia lo hacer porque quiere hacerlo y lleva tal Amor hasta donde quiere que es, siempre, lo máximo de lo mejor y bueno para su descendencia.

El Padre, a lo largo de la historia de la humanidad, creada a su imagen y semejanza (y esto nunca nos cansaremos de repetirlo) ha visto todo lo hecho por el hombre. Y en muchas ocasiones ha debido fruncir el ceño como diciendo “este ser humano es que es de lo que no hay”.

En realidad, ha habido muchas infidelidades.

Cuando Dios escogió a un pueblo, el judío, para que transmitiera su Palabra y su Ley sabía, mejor que nadie, que podía pasar lo que acabó pasando: muchas traiciones de parte de muchos de sus miembros que no aceptaban, del todo, lo que el Creador les proponía, por ejemplo, a través de Moisés.

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16.09.14

Un amigo de Lolo – “Decálogo del enfermo: '¡Dolor, que haces decir ‘Padre mío y Dios mío’!”

Presentación

Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Por otra parte, vamos a traer aquí, durante 10 semanas, con la ayuda de Dios, el llamado “Decálogo del enfermo” que Lolo escribió para conformación y consuelo de quien sufra.

Primer precepto del Decálogo del enfermo
“¡Dolor, que haces decir ‘Padre mío y Dios mío’!”

Lolo

El ser humano, creación de Dios, no tiene, muchas veces, al Padre como Creador suyo pues eso supone una serie de procederes que no está dispuesto a seguir a lo largo de su vida. Dios, así, se vuelve incómodo y acaba molestando. Tan es así que no es infrecuente el caso de creyentes que se apartan del Todopoderoso y creen, así, vivir más felices, existencialmente encontrados por una forma de proceder que, sin embargo, no les conviene para nada.

Dios nos crea y, por lo tanto, no va dejar de ser nuestro Señor por mucho que miremos para otro lado.

Hay, sin embargo, un momento o, mejor, una circunstancia que hace que muchos creyentes vuelvan al seno de donde salieron y que quisieron abandonar por creer que les pesaba mucho la carga de tener a Dios como Padre (que todo lo ve y todo lo sabe)

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