InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Abril 2013

30.04.13

Un amigo de Lolo -Somos hijos de un Padre que es Dios

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa
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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

7 Ten presente a Dios en todo aquello que hagas porque, de otra forma, difícilmente podrás llamarte hijo suyo.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Somos hijos de un Padre que es Dios

“¡Qué grandes con Dios, qué Dios más grande! ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (5)

A lo largo de la historia de la humanidad, el ser que creó Dios y que puso en la tierra para que se enseñoreara de ella y transmitiese a sus descendientes el poder sobre la misma, se ha relacionado con el Creador de muchas formas.

Así, por ejemplo, ha habido épocas en las que el hombre creyó que había muchos dioses a los que prestar devoción. Entonces, su corazón se embotó y se llenó de imágenes que no se correspondían con la verdad.

Abrahám pudo, sin embargo, transmitir a su pueblo que había un Dios que era Dios a quien debían seguir. Por tanto, debían abandonar los cultos paganos y politeístas que habían dominado a la descendencia del Todopoderoso.

El pueblo judío, elegido por Dios para ser quien transmitiese la Ley (dada a Moisés y reflejada en las Tablas) fue el primero que se dio cuenta de que con Dios era, en realidad, el pueblo más poderoso porque a nadie ni a nada podía temer. Y tuvo, como prueba, la persecución del Faraón por el desierto y la muerte de sus soldados ahogados en el Mar Rojo.

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29.04.13

Serie Padre nuestroDanos hoy el pan de cada día

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Dios nos entrega, cada día, alimento espiritual para alcanzar su definitivo Reino. No lo deberíamos desperdiciar nunca.

Y, ahora, el artículo de hoy.
Serie “Padre Nuestro” - Presentación

Padre Nuestro

La predicación de Jesús iba destinada a revelar a la humanidad el verdadero rostro de Dios, el misericordioso corazón del Padre y el la luz que podían encontrar en mantener una relación personal con el Creador. Por eso el Maestro se retiraba, muchas veces, a orar en solitario.

Seguramente sus apóstoles, aquellos discípulos que había escogido para que fueran sus más especiales enviados, veían que la actitud de recogimiento de Jesús era grande cuando oraba y, podemos decirlo así, quisieron aprender a hacerlo de aquella forma tan profunda. Y le pidieron que les enseñara a orar, según recoge, por ejemplo, San Lucas cuando le dijeron a Jesús “Maestro, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos” (Lc 11, 1).

Jesús, como era humilde y sabía cuál era la voluntad de Dios, les dice (esto lo recoge todo el capítulo 6 del Evangelio de San Mateo, que recomiendo leer completo en cuanto se pueda) qué deben y qué no deben hacer. Dios ve en lo secreto del corazón y, por lo tanto, no le sirve aquellas actuaciones que, a lo mejor, tienen sentido desde un punto de vista humano pero que, con relación al Creador, sobran y están fuera de lugar: aparentar la fe que, en realidad no se tiene; andar demostrando que se hace limosna; orar queriendo hacer ver en tal actitud; hacer que se sepa que se ha ayunado… Todo esto con intención de enriquecer su espíritu y presentarlo ante Dios limpio y no cargado de lo que no debe ir cargado.

Pues bien, entre aquello que les dice se encuentra la justa manera de orar al dirigirse al Padre. No se trata de una oración rimbombante ni muy extensa sino que es una en la que se encierra lo esencial para la vida material, incluso, pero, sobre todo, espiritual, que cada hijo de Dios ha de tener.

El “Padre nuestro” es, según Tertuliano, “el resumen de todo el Evangelio” o, a tenor de lo dicho por Santo Tomás de Aquino, “es la más perfecta de todas las oraciones”.

El punto 581 del Compendio del Catecismo dice, respondiendo a la pregunta acerca de qué lugar ocupa el Padre nuestro en la oración de la Iglesia, responde que se trata de la

Oración por excelencia de la Iglesia, el Padre nuestro es ‘entregado’ en el Bautismo, para manifestar el nacimiento nuevo a la vida divina de los hijos de Dios. La Eucaristía revela el sentido pleno del Padre nuestro, puesto que sus peticiones, fundándose en el misterio de la salvación ya realizado, serán plenamente atendidas con la Segunda venida del Señor. El Padre nuestro es parte integrante de la Liturgia de las Horas.

Por lo tanto, aquella oración que Jesús enseñó a sus apóstoles y que tantas veces repetimos (con gozo) a lo largo de nuestra diaria existencia, “es la más perfecta de las oraciones […] En ella, no sólo pedimos todo lo que podemos desear con rectitud, sino además según el orden en que conviene desearlo. De modo que esta oración no sólo nos enseña a pedir, sino que también llena toda nuestra afectividad (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 83, a. 9)” pues, en realidad, nos une al Padre en lo que queremos y en lo que anhelamos para nosotros y, en general, para todos sus hijos, como San Juan Crisóstomo “In Matthaeum, homilía 19, 4” cuando nos dice que “El Señor nos enseña a orar en común por todos nuestros hermanos. Porque Él no dice “Padre mío” que estás en el cielo, sino “Padre nuestro”, a fin de que nuestra oración sea de una sola alma para todo el Cuerpo de la Iglesia”.

Y, ya, para terminar esta presentación, les pongo aquí una imagen con el Padre nuestro en arameo como, es posible, lo rezara Jesús.

Padre Nuestro arameo

Danos hoy el pan de cada día

Danos hoy el pan de cada día

De las peticiones que hacemos en la oración, digamos, principal, del cristiano, la que se refiere al pan de cada día destaca porque supone, a diferencia de las otras, una serie de expectativas en las que centramos la misma.

Al respecto del significado del pan que pedimos a Dios, el Catecismo de la Iglesia Católica abunda en el mismo porque es importante no olvidar lo que tanta importancia tiene para los discípulos de Cristo lo que demandamos a Dios tantas y tantas veces. Dice lo siguiente (aunque pueda parecer un tanto extenso, nada es demasiado para quien necesita conocer y, si conoce, necesita recordar):

2828 “Danos”: es hermosa la confianza de los hijos que esperan todo de su Padre. “Hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (Mt 5, 45) y da a todos los vivientes “a su tiempo su alimento” (Sal 104, 27). Jesús nos enseña esta petición; con ella se glorifica, en efecto, a nuestro Padre reconociendo hasta qué punto es Bueno más allá de toda bondad.

2829 Además, “danos” es la expresión de la Alianza: nosotros somos de Él y Él de nosotros, para nosotros. Pero este “nosotros” lo reconoce también como Padre de todos los hombres, y nosotros le pedimos por todos ellos, en solidaridad con sus necesidades y sus sufrimientos.

2830 “Nuestro pan”. El Padre que nos da la vida no puede dejar de darnos el alimento necesario para ella, todos los bienes convenientes, materiales y espirituales. En el Sermón de la Montaña, Jesús insiste en esta confianza filial que coopera con la Providencia de nuestro Padre (cf Mt 6, 25-34). No nos impone ninguna pasividad (cf 2 Ts 3, 6-13) sino que quiere librarnos de toda inquietud agobiante y de toda preocupación. Así es el abandono filial de los hijos de Dios:
«A los que buscan el Reino y la justicia de Dios, Él les promete darles todo por añadidura. Todo en efecto pertenece a Dios: al que posee a Dios, nada le falta, si él mismo no falta a Dios» (San Cipriano de Cartago, De dominica Oratione, 21).

2831 Pero la existencia de hombres que padecen hambre por falta de pan revela otra hondura de esta petición. El drama del hambre en el mundo llama a los cristianos que oran en verdad a una responsabilidad efectiva hacia sus hermanos, tanto en sus conductas personales como en su solidaridad con la familia humana. Esta petición de la Oración del Señor no puede ser aislada de las parábolas del pobre Lázaro (cf Lc 16, 19-31) y del juicio final (cf Mt 25, 31-46).

2832 Como la levadura en la masa, la novedad del Reino debe fermentar la tierra con el Espíritu de Cristo (cf AA 5). Debe manifestarse por la instauración de la justicia en las relaciones personales y sociales, económicas e internacionales, sin olvidar jamás que no hay estructura justa sin seres humanos que quieran ser justos.

2833 Se trata de “nuestro” pan, “uno” para “muchos”: La pobreza de las Bienaventuranzas entraña compartir los bienes: invita a comunicar y compartir bienes materiales y espirituales, no por la fuerza sino por amor, para que la abundancia de unos remedie las necesidades de otros (cf 2 Co 8, 1-15).
2834 “Ora et labora” (Lema de tradición benedictina. Cf. San Benito, Regla, 20). “Orad como si todo dependiese de Dios y trabajad como si todo dependiese de vosotros”. Después de realizado nuestro trabajo, el alimento continúa siendo don de nuestro Padre; es bueno pedírselo, dándole gracias por él. Este es el sentido de la bendición de la mesa en una familia cristiana.

2835 Esta petición y la responsabilidad que implica sirven además para otra clase de hambre de la que desfallecen los hombres: “No sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4, cf Dt 8, 3), es decir, de su Palabra y de su Espíritu. Los cristianos deben movilizar todos sus esfuerzos para “anunciar el Evangelio a los pobres”. Hay hambre sobre la tierra, “mas no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la Palabra de Dios” (Am 8, 11). Por eso, el sentido específicamente cristiano de esta cuarta petición se refiere al Pan de Vida: la Palabra de Dios que se tiene que acoger en la fe, el Cuerpo de Cristo recibido en la Eucaristía (cf Jn 6, 26-58).

2836 “Hoy” es también una expresión de confianza. El Señor nos lo enseña (cf Mt 6, 34; Ex 16, 19); no hubiéramos podido inventarlo. Como se trata sobre todo de su Palabra y del Cuerpo de su Hijo, este “hoy” no es solamente el de nuestro tiempo mortal: es el Hoy de Dios:
«Si recibes el pan cada día, cada día para ti es hoy. Si Jesucristo es para ti hoy, todos los días resucita para ti. ¿Cómo es eso? “Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy” (Sal 2, 7). Hoy, es decir, cuando Cristo resucita» (San Ambrosio, De sacramentis,5, 26).

2837 “De cada día”. La palabra griega, epiousion, no tiene otro sentido en el Nuevo Testamento. Tomada en un sentido temporal, es una repetición pedagógica de “hoy” (cf Ex 16, 19-21) para confirmarnos en una confianza “sin reserva”. Tomada en un sentido cualitativo, significa lo necesario a la vida, y más ampliamente cualquier bien suficiente para la subsistencia (cf 1 Tm 6, 8). Tomada al pie de la letra (epiousion: “lo más esencial”), designa directamente el Pan de Vida, el Cuerpo de Cristo, “remedio de inmortalidad” (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Ephesios, 20, 2) sin el cual no tenemos la Vida en nosotros (cf Jn 6, 53-56) Finalmente, ligado a lo que precede, el sentido celestial es claro: este “día” es el del Señor, el del Festín del Reino, anticipado en la Eucaristía, en que pregustamos el Reino venidero. Por eso conviene que la liturgia eucarística se celebre “cada día”.

«La Eucaristía es nuestro pan cotidiano […] La virtud propia de este divino alimento es una fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador y hace de nosotros sus miembros para que vengamos a ser lo que recibimos […] Este pan cotidiano se encuentra, además, en las lecturas que oís cada día en la Iglesia, en los himnos que se cantan y que vosotros cantáis. Todo eso es necesario en nuestra peregrinación» (San Agustín, Sermo 57, 7, 7).

El Padre del cielo nos exhorta a pedir como hijos del cielo el Pan del cielo (cf Jn 6, 51). Cristo “mismo es el pan que, sembrado en la Virgen, florecido en la Carne, amasado en la Pasión, cocido en el Horno del sepulcro, reservado en la iglesia, llevado a los altares, suministra cada día a los fieles un alimento celestial” (San Pedro Crisólogo, Sermo 67, 7)

Vemos, por lo tanto, que el pan que pedimos a Dios no es, digamos, sólo el pan material sino uno que lo es crucial para nuestra existencia y que no es otro que el pan de la Palabra del Creador que alimenta nuestra alma y que ha de facilitar, en nosotros, los aspectos de la caridad relacionados, mucho, con esta petición: que el pan no sea, sólo, para nosotros, sino también para quienes lo necesitan y no lo tienen.

De aquí que el Compendio del Catecismo recoja, como hace tal texto católico, en unas pocas líneas lo mucho que aquí se ha traído. Dice, en el número 592 y respondiendo a la pregunta “¿Cuál es el sentido de la petición ‘Danos hoy nuestro pan de cada día’?”, que

Al pedir a Dios, con el confiado abandono de los hijos, el alimento cotidiano necesario a cada cual para su subsistencia, reconocemos hasta qué punto Dios Padre es bueno, más allá de toda bondad. Le pedimos también la gracia de saber obrar, de modo que la justicia y la solidaridad permitan que la abundancia de los unos cubra las necesidades de los otros.

Pedimos el pan de cada día, en primer lugar, porque sabemos que seremos escuchados por Dios y, en segundo lugar, porque confiamos en la bondad del Padre para que remedie nuestras precariedades sino temporales (que también cuando las hay) sí espirituales, de las cuales siempre deberíamos poder sanar. Por eso hacemos efectivo aquello que Jesús dijo y que recoge el evangelio de San Mateo (7, 7-11) cuando deja escrito que Cristo puso en el corazón de aquellos que le escuchaban esto:

“Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!”

Debemos, sin embargo, tener en cuenta que cuando pedimos el pan a Dios nos referimos, más que nada, a Quien es al pan vivo bajado del cielo. Jesús, entonces, es a Quien pedimos al Creador. Por esto estamos de acuerdo con San Cipriano cuando sostiene que el pan que pedimos no es, repito, no es el pan común sino el nuestro, el de los que invocamos a Dios como Padre nuestro y Cristo es, por eso mismo, tal pan. Y cuando tomamos el pan eucarístico lo hacemos a sabiendas de que es el cuerpo de Cristo, Salvador nuestro. Y sabemos, también, que es un pan que da la vida eterna y que con él alcanzaremos, con gozo, las praderas del definitivo Reino de Dios.

Además, debemos tener en cuenta que pedimos el pan nuestro de cada día. Es decir, lo debemos pedir cada día pues, de lo contrario, nos arriesgamos a morir de hambre no sólo material sino, sobre todo, espiritual.

Eleuterio Fernández Guzmán

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28.04.13

La Palabra del Domingo - 28 de abril de 2013

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Amor, amor, amor. Tal es el mandamiento nuevo que Dios quiere que no olvidemos. Y perdón, perdón, perdón, su consecuencia.

Jn 13, 31-33a. 34-35

Biblia

31 Cuando salió, dice Jesús: ‘Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. 32 Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto.’ 33 ‘Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros. 34 Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. 35 En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.’”

COMENTARIO

Sobre todo… amor

Recoge el evangelio de San Juan lo que se ha llamado el discurso escatológico de Jesús. En él escancia, en el corazón de aquellos que entonces le escuchaban y ahora mismo le escuchamos, la verdad suprema que no puede ser olvidada: Jesús es Dios y a través de Él llega la salvación al mundo y a nosotros mismos.

Jesús sabía, a la perfección, lo que le iba a pasar. Acepta tal como está escrito que sea, Él, el cordero de Dios que va al matadero. Y, en cierta forma, eso dice en el texto que trae hoy la liturgia del día.

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27.04.13

Serie P. José Rivera - Textos proféticos

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

El amor a los semejantes es propio de personas que saben que son descendencia divina.

Y, ahora, el artículo de hoy.
Serie P. José Rivera
Presentación

P. Ribera

“Sacerdote diocesano, formador de sacerdotes, como director espiritual en los Seminarios de El Salvador e Hispanoamericano (OCSHA) de Salamanca (1957-1963), de Toledo (1965-1970), de Palencia (1970-1975) y de nuevo en Toledo (1975-1991, muerte). Profesor de Gracia-Virtudes y Teología Espiritual en Palencia y en Toledo.”

Lo aquí traído es, digamos, el inicio de la biografía del P. José Rivera, Siervo de Dios, en cuanto formador, a cuya memoria y recuerdo se empieza a escribir esta serie sobre sus escritos.

Nace don José Rivera en Toledo un 17 de diciembre de 1925. Fue el menor de cuatro hermanos uno de los cuales, Antonio, fue conocido como el “Ángel del Alcázar” al morir con fama de santidad el 20 de noviembre de 1936 en plena Guerra Civil española en aquel enclave acosado por el ejército rojo.

El P. José Rivera Ramírez subió a la Casa del Padre un 25 de marzo de 1991 y sus restos permanecen en la Iglesia de San Bartolomé de Toledo donde recibe a muchos devotos que lo visitan para pedir gracias y favores a través de su intercesión.

El arzobispo de Toledo, Francisco Álvarez Martínez, inició el proceso de canonización el 21 de noviembre de 1998. Terminó la fase diocesana el 21 de octubre de 2000, habiéndose entregado en la Congregación para la Causas de los Santos la Positio sobre su vida, virtudes y fama de santidad.

Pero, mucho antes, a José Rivera le tenía reservada Dios una labor muy importante a realizar en su viña. Tras su ingreso en el Seminario de Comillas (Santander), fue ordenado sacerdote en su ciudad natal un 4 de abril de 1953 y, desde ese momento bien podemos decir que no cejó en cumplir la misión citada arriba y que consistió, por ejemplo, en ser sacerdote formador de sacerdotes (como arriba se ha traído de su Biografía), como maestro de vida espiritual dedicándose a la dirección espiritual de muchas personas sin poner traba por causa de clase, condición o estado. Así, dirigió muchas tandas de ejercicios espirituales y, por ejemplo, junto al P. Iraburu escribió el libro, publicado por la Fundación Gratis Date, titulado “Síntesis de espiritualidad católica”, verdadera obra en la que podemos adentrarnos en todo aquello que un católico ha de conocer y tener en cuenta para su vida de hijo de Dios.

Pero, seguramente, lo que más acredita la fama de santidad del P. José Rivera es ser considerado como “Padre de los pobres” por su especial dedicación a los más desfavorecidos de la sociedad. Así, por ejemplo, el 18 de junio de 1987 escribía acerca de la necesidad de “acelerar el proceso de amor a los pobres” que entendía se derivaba de la lectura de la Encíclica Redemptoris Mater, del beato Juan Pablo II (25.03.1987).

En el camino de su vida por este mundo han quedado, para siempre, escritos referidos, por ejemplo, al “Espíritu Santo”, a la “Caridad”, a la “Semana Santa”, a la “Vida Seglar”, a “Jesucristo”, meditaciones acerca de profetas del Antiguo Testamento como Ezequiel o Jeremías o sobre el Evangelio de San Marcos o los Hechos de los Apóstoles o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías, de las cuales o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías.

A ellos dedicamos las páginas que Dios nos dé a bien escribir haciendo uso de las publicaciones que la Fundación “José Rivera” ha hecho de las obras del que fuera sacerdote toledano.

Serie P. José Rivera
Textos proféticos

Textos proféticos

Este libro del P. José Rivera son dos libros. Lo decimos porque existen dos volúmenes (Textos proféticos y Textos proféticos II) que recogen aquellos que pueden así considerarse.

Estos dos libros nos muestran una faceta, otra más, muy particular del P. José Rivera. Si ya dimimos que también era poeta, no esta de más que digamos, ahora, que era profeta.

En la Introducción del primero de los 2 libros se dice, con relación al título de este (luego, otro más) libro (Textos proféticos) “porque nos descubren una dimensión fundamental de la vida y del testimonio de D. José Rivera. El fue, en medio de la Iglesia, voz profética que supo avistar el paso de la gracia por nuestras vidas personales y por tantos derroteros de la vida eclesial”.

Pues bien, estos dos libros están repletos de textos que muy bien nos pueden servir para darnos cuenta del carácter especial de este sacerdote toledano.

Así, desde lo que significa ser hijos hasta la fe o desde la figura de Jesucristo al valor del silencio, se va escanciando en nuestros corazones multitud de reflexiones que nos permiten tener una visión muy amplia del pensamiento del P. José Rivera Ramírez.

Pues bien, nos dice el autor de los textos aquí traídos, que “Dios, fuente de todo-necesaria (es decir, enguanto algo existe, tiene por fuente necesaria a Dios) es Padre, Hijo, Espíritu Santo. Se hace fuente del hombre, a quien crea como hijo” (1).

Somos, por lo tanto, hijos de Dios y en tal filiación reconocemos Quién es nuestro Creador. Por tanto, “el hombre recibe libertad, pero como imagen deficiente del Padre, en la tierra tiene una libertad imperfecta; capaz del mal. Sobre esa deficiencia quedan el hombre Cristo y la Virgen, que tienen antológicamente, otra relación con Dios (Hijo unigénito-Madre del Unigénito)” (2)

¿Y qué recibimos por el hecho de ser hijos de Dios?

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26.04.13

Eppur si muove - ¿Por qué no se van los que deben irse?

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Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Alejarse de la Iglesia católica y mantener que se está en ella es lo mismo que tratar de engañar a Dios cuando, además, es más que sabido que eso es imposible

Y, ahora, el artículo de hoy.

En materia de defensa de la fe católica, no es poco cierto que, en muchas ocasiones no se trata la misma de hacer frente a acometidas del Mal desde fuera de la Esposa de Cristo. Tristemente tenemos que decir o, mejor, tenemos que decir con tristeza, que en otras muchas ocasiones, se trata de acciones que, en el seno mismo de la Esposa de Cristo, se producen las que originan que haya que sostener que no está bien lo que no está bien y mal, lo que está mal. Y esto por aquello de cumplir lo que dijo Jesús acerca de cuando es sí, ha de ser sí y, cuando es no, ha de ser no.

Dentro de la Iglesia católica sabemos que hay muchas personas que no están, para nada, contentas con lo que hay. Es decir, no les gusta nada de nada ni lo que se dice o escribe desde la jerarquía, ni les gusta el papado ni, en fin, nada que pueda sonar a oficial.

En algunas ocasiones se trata de teólogos que manifiestan no su disconformidad con algo diciendo que están en contra sino, más bien, planteando teorías “imaginativas” acerca de las más diversas realidades, dogmas incluidos.

En otras ocasiones se trata de religiosos (incluyo aquí a hombres y a mujeres) que creen que tienen una extraña misión que cumplir y que consiste, sobre todo, en decir blanco donde es negro o negro donde es blanco pues creen que si algo está mal según se haga ha de estar bien o bien si algo está bien, que lo contrario, que está más que mal y que hay que cambiar el rumbo.

Pero, incluso, hay personan que rizan el rizo (que debe ser algo difícil de conseguir) y creen que, lo mejor, es que se le dé la vuelta, como a un calcetín, a la Iglesia católica, y que venga a ser otra cosa. Lo que pasa es que cuando se hace eso con un calcetín lo que se ve es la parte de dentro que suele tener peor vista que la que se ve por fuera. Y creo que me explico…

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