Beato Manuel Lozano Garrido – Amar el sufrimiento (VII) - Dejarse conducir por Dios

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

Amar el sufrimiento (VII) - Dejarse conducir por Dios

 

“En ese minuto me acerco a Ti, ya con un rebullir de corderillo huérfano, para que pongas en mi desarboladura la roca de tu sabiduría, la clave de tu palabra – la PALABRA -.

Y para las líneas pautadas de mi oración, para estos garrapatos de colegial, te alargo un lápiz rojo porque quiero que Tú vayas tachando y dando giro firme a mi titubeo irresponsable.” (El sillón de ruedas, p. 313)

 

Verdaderamente, para un hijo de Dios, estar a la Voluntad de su Padre del Cielo no es que sea lo más recomendable sino que es lo único que debería ocupar su corazón.

Muchas veces, sin embargo, bien sabemos que no estamos a eso sino a otras cosas que nada tienen que ver con una pretensión así.

El Beato Manuel Lozano Garrido, tiene un pensar muy distinto al de los que creen que pueden hacer, en su relación con Dios, de su capa un sayo o, vaya, lo que les viene en gana despreciando en sus vidas lo que quiere el Creador para las mismas.

Esto lo decimos porque resulta gozoso darse cuenta de que Lolo, en este texto de su Sillón de ruedas, dice lo que es, lo que cree que es al verse con relación a Dios y lo que quiere de su Padre del Cielo.

En primer lugar, es bien cierto que nosotros no somos nada, pero nada de nada, ante Quien nos ha creado. Que nos creemos otra cosa es muy cierto y verdad pero, a la hora de la verdad… nada de nada somos.

Pues bien, el Beato de Linares (Jaén, España) tiene más que claro que él es, en definitiva, “un corderillo”. Ni siquiera dice, por ejemplo, un “cordero”, así, adulto, sino al contrario, un infante de cordero, un ser pequeño y manejable…

Es decir, cuando se acerca a Dios se sabe poca cosa. Y, por eso mismo, necesita que Dios le eche una mano y, en fin, haga de su vida una vida mejor con el auxilio de la Palabra del Todopoderoso. Y quiere, por eso, que la cercanía del Creador llegue desde ahí y hasta ahí.

Pero, como podemos imaginar, no todo acaba ahí con ser muy importante, crucial podemos decir, darnos cuenta de lo que, en definitiva somos…

Lolo dice algo muy importante. Sabe nuestro hermano en la fe que hace, que en su vida no está, a pesar de sus circunstancias físicas, parada, así, en seco. No. Manuel actúa en el mundo con un gozo a prueba de bombas o de tropezones pero, a pesar de eso, de hacer lo que debe hacer, lo que le corresponde hacer, lo que Dios le pide que haga, quiere más de parte de su Padre del Cielo. Y le pide que sane aquello que le sobra y que, en definitiva, cual sarmiento unido a la Vid divina, eche al fuego lo que deba ser echado al fuego. Y lo hace porque sabe que Dios es Quien debe hacer eso. Y lo pide de corazón, de verdadero corazón.

Es verdad esto porque así nos lo dice Lolo pero nosotros, que nos vemos ahora, tantos años después de la partida a la Casa del Padre de nuestro hermano en la fe católica, nos tentamos la ropa y el corazón porque si Lolo habla de su “titubeo irresponsable”… ¿cómo es el nuestro? o, mejor, ¿nos dejamos conducir por Dios?

Ahí lo dejamos, para que cada cual lo piense.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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