Reseña: “Beato Manuel Lozano Garrido. Obra y gracia de la evangelización desde el sufrimiento”

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Obra y gracia de la evangelización desde el sufrimiento                 Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo Obra y gracia de la evangelización desde el sufrimiento

Título: Beato Manuel Lozano Garrido. Obra y gracia de la evangelización desde el sufrimiento.

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán

Editorial: Lulu

Páginas: 130

Precio aprox.: 5 € en papel – 1€ formato electrónico.

ISBN:  580012111105, papel; 978-1-326-95044-6, electrónico

Año edición: 2017

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Beato Manuel Lozano Garrido. Obra y gracia de la evangelización desde el sufrimiento” - de  Eleuterio Fernández Guzmán.

 

Permítasenos que, como recensión de este libro sobre el Beato Lolo, traigamos aquí la Presentación que, del mismo, se hace en sus páginas.

      

“El dolor es como una espuela, que levanta y, aquel que se pone de pie, vuelve a estar nuevamente cerca del Cielo, de cara a la realidad del Padre.”

 (“Reportajes desde la cumbre”)

 

Con temor y temblor comienzo a escribir lo que ha de ser un homenaje sentido a un hombre de fe, a un sufriente en vida y a un santo en existencia.

Seguramente, muchas personas que conocieron en vida a Manuel Lozano Garrido creerán que todo lo saben de su vecino, que cada día lo visitaban o que, al menos, conocían que vivía muy cerca de sus propias casas aunque también es posible que muchos dejaran pasar una tal oportunidad y ahora se estén lamentando de no haberlo hecho.

Sin embargo, Lolo es quien, a quien lo conoce, cambia el corazón. Es decir, siendo una persona que murió hace unas decenas de años diera la impresión de poder acudir a su casa y gozar de la compañía de quien tan bien debía saber acompañar. Es como si, por ejemplo, acudiéramos a la habitación donde la Venerable Marta Robin vivía a preguntar sobre nuestras cuitas espirituales. Allí estaría, postrada en su cama de eternidad y allí saldrían de su boca palabras consoladoras o, ¡quién sabe!, firmes según fuera nuestra vida del alma.

Don Vicente Alejandro Guillamón, periodista, dio a la luz un artículo de título “Qué fue de la Salve Regina” en el que reflexionaba sobre el destino que se le ha dado a la oración que titulaba el artículo y que no ha sido, precisamente, edificante. Pues bien, entre lo que escribía había algo que llamaba la atención por lo verdadero de la cosa y es que el tiempo que nos ha tocado vivir no es tiempo de “Lolos”. Se refería, él mismo lo dice, al Beato Manuel Lozano Garrido, que mostrando un ser que sobrenaturalizada el dolor que, sin duda, padecía, lo transformaba en gozo y en mirada a Dios. Y decía, el autor del artículo, que los tiempos de hoy, más bien hedonistas, no son, en efecto, tiempos de personas como Lolo.

El artículo dice, en concreto, esto:

“Rebuscaba en fechas recientes entre los numerosos carnetes de mis pertenencias múltiples –académicas, sindicales, asociativas, políticas, apostólicas, etc.- aquellos que me permitiesen acreditar mi condición de periodista –graduado en la antigua Escuela Oficial de Periodismo y con sesenta años largos de ejercicio profesional a cuestas-, y me tropecé con las tarjetas, foto incluida, de “aspirante” y luego miembro de la Juventud de Acción Católica. Al releerlas, algo se removió en mi interior, pero no tanto por la lejanía de una edad quieras que no añorada, sino por la pérdida de ciertas prácticas o devociones piadosas que los vientos desérticos postconciliares se llevaron por delante.

En los lejanísimos años de mi “militancia” –palabra horrorosa de resabios marxista- en la JAC, raro era el acto piadoso o litúrgico que no rematáramos con el canto de la “Salve Regina”, entonces en latín, como era casi toda la liturgia. “Salve, Regina, Mater misericoridiae; vita dulcendo et espes nostra, salve…” Tal vez no entendiéramos exactamente todo lo que decíamos, pero nuestro corazón lo comprendía perfectamente, en especial su sentido balsámico y suplicante.

Cierto que la Salve es una oración algo tremendista, apropiada para tiempos tremendos, angustiosos (”a ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas”…). De incierto origen medieval, venía a ser refugio o remanso de almas dolientes, agobiadas por acontecimientos más externos que íntimos, más sociales que personales. Quiero recordar de haber leído alguna vez en alguna parte, que la plegaria original la creó un monje de un monasterio gallego en plena y furiosa invasión musulmana. Tiempos rudos y violentos aquellos, pero históricos, es decir, para nosotros, no actuales, mas para otros cristianos de áreas más orientales, por desgracia, plenamente vigentes. De todos modos, para los católicos del mundo cultural en el que vivimos, la Salve nos parece un tanto irreal, extemporánea, casi fastidiosa. Hoy las gentes no están por el sufrimiento, por la resignación ante las adversidades, por la fatalidad que el rodar de la vida nos asigna a cada uno. Ciertamente no es época de “Lolos”, de santos sufrientes aunque siempre alegres, al modo del beato jienense Manuel Lozano Garrido. Ahora lo que prevalece es el hedonismo, el pasarlo pipa, la buena vida, el goce sin límite del cuerpo más que del alma.”

Y, en efecto, la vida, el tiempo, que nos ha tocado vivir, no es tiempo de gozo en el dolor sino, muy al contrario, de huida del mismo y, también, de intento vano de esconder que existe el dolor y que, como seres humanos, caminamos por un valle de lágrimas.

 

Pero Manuel Lozano Garrido era un tipo de persona muy especial que tenía la impresión de que su sufrimiento tenía un sentido que debía difundir a través de su vida y de sus escritos. Y evangelizar, así, desde el mismo.

Sabemos que, al contrario de lo que se dice, nadie tiene la vida que se merece así dicho, sin otros añadidos, sino la que las circunstancias le han llevado a gozar y sufrir. Por eso Manuel Lozano Garrido, creyente entregado al servicio del prójimo y de la Iglesia católica, no cejó en defender que cuando sufría (todo el tiempo desde que la enfermedad lo cogió a los 22 años y, sin soltarle, lo llevó a la Casa del Padre) tenía sentido que así fuera. Seguramente no entendía cuál era pero su confianza en Dios y en su Providencia le bastaba para seguir adelante por el empinado camino que la vida le había deparado.

Por eso, si bien este no es tiempo de “Lolos” sino, al contrario, de hedonistas y de personas ajenas a la verdad de las cosas, bien está que recordemos que hubo y hay personas que, como Manuel Lozano Garrido, dando su vida de la forma que la dieron y dan, fueron y son un  ejemplo de por dónde ha de caminar un hijo de Dios hacia el definitivo Reino del Padre.

Dice el autor del artículo citado arriba que Lolo era “sufriente pero siempre alegre”. Y eso nos muestra hasta qué punto se puede entender el sentido que, de la fe, tenía el Beato de Linares.

Dejó Lolo escrito en “Bien venido, amor” (962) esto que sigue:

 

“¿Quién no tiembla ante el dolor si Cristo mismo tiritó en la noche bajo los olivos? Pero el dolor, desde Él y por Él, nos da fortaleza de piedra de esquina en casa nueva”.

Pues bien, saber que Cristo sufrió a lo largo de su Pasión nos puede venir muy bien. Es más, puede ser la piedra sobre la que construyamos una vida espiritual bien formada y consolidada al igual que la construyó Manuel Lozano Garrido.

Cuando sufrimos físicamente o pasamos por un momento espiritual difícil es más que probable que no tengamos claro qué debemos hacer. Y es que cuando sufrimos de tal manera hay poco que ocupe nuestro corazón que no sea, precisamente, el sufrimiento. 

Pero hay quien entiende las cosas de otra forma y nos las presenta de una que es más que aceptable. Y quien así las entiende es nuestro Beato Lolo. Pero para esto partimos de un momento muy claro y bien determinado: Cristo sufre en Gethsemaní, en aquel Huerto de los Olivos donde en la lucha entre el hombre y Dios salió justo vencedor el Padre Misericordioso y su santa voluntad abrazada por el Hijo como justa correspondencia a la Bondad de su Padre.

Jesús, como hombre que era, no podía dejar de padecer aquello que ya le estaba pasando. Por eso le pide a su Padre, Dios, que le alivie aquella situación. Quiere, ¡cualquiera lo haría como hombre!, librarse de aquello que sabe que va a venir.

Sin embargo, como sabemos, optó por lo mejor: que fuera la voluntad de Dios.

No se trata, sin embargo, ahora de esto sino de lo que suponía aquel dolor, aquel sufrimiento y de lo que suponía para Manuel Lozano Garrido el suyo y, por gracia de Dios, para nosotros mismos.

Cristo lo soportó pero, no por eso, dejó de sufrir lo indecible. Y en su ejemplo debemos mirarnos. Por eso, si lo estamos pasando mal (a veces muy mal) debemos mirar a Cristo que, aunque aún no esté ahora mismo  (nos referimos al momento histórico) colgado en la Cruz, nos anima a seguir adelante sometiéndonos a la voluntad de Dios. Y eso es lo que hizo, a lo largo de toda su vida (la sufriente, si cabe, más aún) Lolo.

Podemos, pues, tener miedo ante lo que nos pase (pensemos, por ejemplo, en una muy grave enfermedad como la que tuvo que soportar nuestro Beato) pero no por eso vamos a dejar de saber que Dios es nuestro consuelo como lo fue para Manuel Lozano Garrido. 

Pero hay algo más. Con Lolo siempre hay algo más porque siempre nos muestra que es posible dar un paso hacia adelante.

Nos dice Lolo que teniendo a Cristo como ejemplo y no dejándose dominar por la desesperanza, es posible, desde el mismo dolor y teniéndolo en cuenta en nuestra vida como algo no exclusivamente negativo, salir adelante. Y es que no otra cosa es aquello a lo que se refiere acerca de que podemos salir reforzados como la piedra angular refuerza la nueva construcción.

Cristo, pues, sufrió; nosotros, por tanto, podemos llegar a sufrir (seguramente no tanto como Él) Y así como el Hijo de Dios supo serlo en tan graves momentos lo mismo debemos hacer nosotros.

Seguramente será difícil pero no se ha podido sostener, demostrándolo, que ser discípulo de Cristo, sea lo más fácil del mundo. Y es lo que demostró Manuel Lozano Garrido a lo largo de toda su vida, de la cual, a lo mejor podría predicarse cierta soledad dada su situación física y los muchos dolores en la materia que tuvo que padecer y sufrir. Sin embargo, en “Surtidor del alma” y, en concreto, en su “No estoy solo” escribe Manuel lo siguiente que tiene mucho que ver con algo que ningún católico debe olvidar y viene referido a la comunión de los santos (nunca, en su caso, mejor dicho):

“No estoy solo cuando alguien se muerde una lágrima para tomar la de otro; cuando el peso del mundo entero parece que doblega unos hombros y, sin embargo, no cae.

No estoy solo cuando hay quien sigue un llamamiento, se apropia una ración del dolor del mundo, traspasa una consolación que necesitaba, perdona un gran agravio, ahoga el resentimiento, espiga las rosas de su corazón.”

Y es que dice Santo Tomás de Aquino que como “todos los creyentes forman un solo cuerpo, el bien de los unos se comunica a los otros”. A esto se le suele llamar “comunión de los santos”. Por eso entendemos que, con ella, todos aquellos que somos hijos de Dios y formamos parte de la Esposa de Cristo tenemos, entre nosotros, una relación algo más que especial porque es muy profunda y esencial para nuestra fe.

Nuestro Beato Manuel Lozano Garrido comprende a la perfección lo que supone la citada comunión de los santos. Y en este texto lo da a entender con una claridad meridiana. Y, por decirlo de alguna manera que se entienda: lo que afecta a unos, afecta a todos en lo bueno pero, también, en lo malo (digamos, por ejemplo, al caer en tentación y pecar cada uno de nosotros).

La soledad en el caso de los creyentes que pasan por situaciones físicas, digamos, mejorables, no es nada de extrañar. Queremos decir que sentirse solo cuando se pasa mal no es raro ni podemos decir que sea algo increíble. 

El caso es que la soledad, de la que hablamos aquí, no ha lugar en alguien que se diga católico. Y no lo es porque se produce, digamos, una transmisión de sentires de cara a comprender los sufrimientos de los otros. Así, por ejemplo, no podemos sentir soledad si sabemos que otros sufren y pedimos por el bien de una mejoría para tales sufrimientos. También, como nos dice Lolo, cuando podemos ser capaces de soportar sobre nosotros el mal que a otros acaece.

Pero tampoco estamos solos cuando hay quienes saben cumplir con la misión que Dios les ha dado a cumplir. Esta puede consistir en aceptar lo que es don del Creador y hacerlo en bien del prójimo que es lo que hace Lolo a lo largo de su vida.

También dejamos de estar solos cuando, en virtud de la comunión de los santos, hay quien es capaz de mostrarse misericordioso a pesar de las circunstancias por las que pueda estar pasando; quien es capaz de olvidar aquello que le afecta en cuanto a ofensa; quien, en fin, perdona lo que podía parecer imperdonable.

Todos los bienes espirituales, pues, que se hacen como hijos de Dios que somos repercuten en el resto de hermanos pues nos une una muy especial comunión que tiene todo que ver con lo que el Creador quiere de nosotros.

Estar solos teniendo al resto de hermanos en la fe no es comprensible. El caso es que, como Lolo, debemos comprender lo que significa la comunión de los santos y como él hizo durante los años que Dios lo quiso en el mundo, ponerla en práctica siendo, precisamente, santos.

De todas formas, aunque hasta aquí hayamos escrito sobre lo que en Lolo es el sufrimiento, es bien cierto que sólo quien tiene un conocimiento de lo que supone el mismo, y Lolo lo tiene, puede darnos a entender un secreto tan grande como ése. Por eso, Manuel Lozano Garrido escribiría en “El sillón de ruedas” (p. 49) esto:

“Alguien ha hablado de que una sencilla y humana convocatoria de la voluntad podría asegurar la victoria sobre el dolor. Lo exacto es que nuestros tendones, comprimidos al máximo, estarán siempre subordinados al supremo recurso de la musculatura de Dios, que se arquea junto a nuestro latido y nuestro forcejeo. Lo que está bien claro es que nuestras espaldas no se rendirían tanto a la pesadumbre si nos adelantáramos a la visita del infortunio tendiendo ya la mano a la colaboración generosa con los planes divinos.”

Y vemos que este texto de nuestro rezuma, por cada una de sus palabras, el tema de la gracia antecedente en cuanto a necesaria para que el ser humano pueda salvarse.

Nos dice que es posible que haya quien crea que se basta a sí mismo para salir, no ya de una situación, digamos, ordinaria, sino de una que esté relacionada con el dolor y el sufrimiento. Bastaría, pues, la sola voluntad de quien esté sufriendo para salir airoso de tal trance.

Tal es una forma de pensar que, a lo largo de la historia del cristianismo, ha tenido muchos adeptos y que supone, en primer lugar, una forma de ver las cosas muy alejada de la verdadera realidad espiritual del ser humano hijo de Dios; en segundo lugar, supone dar de lado a Quien nos ha creado.

El caso es que quien quiere cree valerse por sí mismo sin concurso divino no necesita a Dios para valerse. Tal es la teoría. Sin embargo, bien sabe Lolo (al igual que deberíamos saber cada uno de nosotros) que las cosas no son así. Es más, que nada de lo que eso sostiene es cierto: el ser humano puede querer valerse por sí mismo pero sin el concurso de la gracia de Dios nada puede hacer.

Hemos dicho arriba que la gracia, aquí, es crucial. Y no es para menos porque Manuel Lozano Garrido, siendo católico fiel y creyente de profunda creencia, no puede dudar lo más mínimo acerca del concurso de tal don de Dios.

Lo que nos quiere decir Lolo es que al pasar por malos momentos físicos o espirituales en los que creemos no encontrar salida y los que nos introducen en una grave tiniebla, el recurso a Dios mismo, a su gracia en nosotros (que está ahí) es el remedio ideal para dar por finalizados tales momentos. Sencilla no es la cosa pero, según vemos en su propia vida, no es imposible.

Dios está ahí. Lo está a través de su gracia en nosotros sin cuyo concurso no podemos hacer, sencillamente, nada de nada. Ya lo dijo Cristo y es más que cierto. Es más, no sólo Dios está ahí sino que está, ciertamente, para echarnos una mano cuando necesitamos que se nos eche. Y eso lo hace a través de su gracia que, siendo cierto que puede aumentar en nosotros (María es la llena de gracia, por ejemplo) no lo es menos que con ella todo lo bueno y mejor es posible en nuestro atribulado camino hacia el definitivo Reino de Dios.

Este texto de Manuel Lozano Garrido es, además, muy optimista. Lo es porque nos brinda la posibilidad de algo grande: Dios, que quiere colaborar con nosotros, nos tiende la mano. Y Su mano no podemos rechazarla como si fuera poco importante. No podemos ni deberíamos, siquiera, intentar mirar para otro lado cuando la gracia de Dios nos impele a pedir, a solicitar, a suplicar auxilio divino del Padre Todopoderoso.

Si somos capaces de entender el sufrimiento seremos capaces, también, de remediarlo. Tan sólo necesitamos bajarnos del pedestal en el que creemos estar, dejar de ser soberbios y someternos, gozosa y voluntariamente, a la gracia del Creador. Tan sólo eso.

Y eso es lo que el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, hizo a lo largo de su vida y que aquí traemos, para bien nuestro, de nuestro corazón y de nuestra alma.

Por otra parte, les ponemos aquí el Índice de este libro: 

Presentación                                            

1. Dios y Jesucristo para Lolo.                         

2. La oración para Lolo.                        

Manual de oración de Lolo.

3. El sufrimiento y el dolor                              

como instrumento de evangelización.

4. El ser humano como hijo de Dios                 

para Lolo.

5. Lolo en imágenes            

Epílogo                                                                 

Como pueden ver ustedes, acompañamos las páginas del libro con una serie de imágenes propias de nuestro Beato que muestran el devenir de una vida física y espiritual que, en verdad, vale la pena conocer y gozar. Es, digamos, un recorrido vivencial y espiritual por la vida de un santo que agradecemos, desde ya, a la “Fundación ‘Lolo“.

                      

 Eleuterio Fernández Guzmán

 

Nazareno

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Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

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1 comentario

  
Pedro Valcarcel Pino
Enhorabuena a Eleuterio Fernández Guzmán, magnifico escritor, y un gran estudioso de toda la obra del Beato Manuel Lozano Garrido. Interpreta magnificamente todas las lectura que nos dejó nuestro gran amigo, que hizo de su dolorosa vida "La Alegría Vivida en el Dolor", fiel ejemplo para los enfermos, que va descubriendo este gran escritor Eleuterio Fernández. Agradecido por mostrarnos como era "LOLO".


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EFG

Gracias pero, de todas formas, el origen de todo es Lolo. Lo demás, por mi parte, es poco y lo que sea siempre se lo debo a nuestro Beato.
21/02/17 11:48 AM

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