Un amigo de Lolo – La vocación de cada uno

Lolo

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Libro de oración

 

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

 

La vocación de cada uno

 

“Nunca muere el lucero de la madrugada, ni el sol lo ahoga. Sólo ocurre que cambia de cielo. De noche está alto, como un recuerdo; y de día se suspende de las sienes de los hombres, como una hoguera. La vocación, de hecho, es un ascua de Dios que mientras dormimos, descansa en el candelero del firmamento, iluminando los sueños y, cuando al fin despertamos, desciende hasta nosotros, para encajar como faros de gloria en el corazón y la frente. Como el sol tiene sus rayos infrarrojos, el hombre ahonda en el ámbito sobrenatural con el haz de la vocación. ¿Por qué ese hombre traza líneas que yo no puedo; y yo, en cambio, alcanzo misterios que él no intuye? Porque en el extraordinario reparto de dones, a cada uno se le ha abierto un ángulo de los secretos divinos. La vocación es un ir por la oscuridad de la tierra con una lámpara del incandescente fuego de lo alto. Del mundo tenemos nuestro cuerpo, las manos, la materia; del Paraíso, la ilusión, el ardor, la atracción, la perspectiva. Todos los hombres somos así paseados de algún modo por el cielo. Se puede ahogar una vocación, pero nunca desconocerla. En algunos parecerá exuberante y en otros humilde, pero en todos será propia, esencial y necesaria. Lo que, en definitiva, salva, no es el honor o la riqueza, sino el fin. “(Las estrellas se ven de noche, p. 27).

A cada uno lo que Dios le da y sea capaz de llevarlo a cabo. Algo así es lo que nos dice Manuel Lozano Garrido en este texto de su libro póstumo “Las estrellas se ven de noche”) Y acierta, como no puede ser de otra forma, este enfermo con fama, ya en vida, de santidad.

Se refiere a la vocación o, lo que es lo mismo, lo que cada cual quiere de hacer de su vida… si le dejan o, incluso, se deja él mismo.

Es bien cierto que lo que, en algunos momentos, puede parecer no ser vocación en nuestra vida es más que posible que lo acabe siendo de ser capaces de darnos cuenta de la misma. Pero la vocación, en cuanto tal, es posible reconocerla.

Mientras vamos dando forma a nuestra vocación las ilusiones van equilibrando nuestra vida. Ellas, por cierto, son las que adoquinan nuestro camino y le dan consistencia a una voluntad que consiste, en esencia, en ser lo que creemos que queremos ser de acuerdo a nuestros dones particulares.

Por eso dice Lolo que la vocación es como ascua. Y lo es porque nos quema por dentro pero con un fuego purificador porque elimina aquello que no nos conviene para dar forma a lo que ha de ser nuestra vida. La vocación, así, es lo que da alas a nuestra imaginación y forma nuestra voluntad.

El caso es que eso mismo, lo que nos llama a ser lo que queremos ser, es lo que nos hace poner en práctica los dones entregados por Dios. Por eso hay, en cuanto diversidad de dones, diversidad de vocaciones y, a veces, puede no comprenderse que lo que para una persona sea muy alcanzable llegar a tener para nosotros parezca absolutamente imposible. No se trata, sin embargo, de nada relacionado con nuestra capacidad de hacer o no hacer sino, sobre todo, con lo que se nos ha dado para que hagamos o no hagamos. Y eso, como sostiene el Beato Lolo es como ver el corazón de Dios en el nuestro, dándonos para que hagamos, entregando para que llevemos a cabo.

Con la vocación, sea la que sea (vida religiosa o seglar) caminamos hacia el definitivo Reino de Dios de una forma que es posible hacerla posible. Es decir, nos sirve para encauzar una vida y para determinar lo que el mundo quiere de nosotros siempre teniendo en cuenta cuál es la voluntad de Dios que es la que ha de prevalecer, estar sobre la nuestra o, mejor, hacer coincidir la nuestra con ella.

Todo esto, pues, tiene mucho que ver (más bien todo que ver) con lo que es lo previsto para nosotros por el Todopoderoso. Es bien cierto que podemos escoger otro camino (se nos ha dado libertad para eso) pero también lo es que no será lo que deberíamos hacer. Y es que por mucho que queramos esconder lo que deberíamos ser o hacer no por eso podemos preterirla del todo, olvidarla, esconderla debajo de un celemín.

De todas formas, la vocación que cada cual debemos seguir será lo que sea pero de ser la que nos corresponde siempre será la mejor para nosotros. Y es que la Santa Providencia de Dios siempre ha de prevalecer. Pero siempre, siempre.

Eleuterio Fernández Guzmán

Nazareno

 

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Por la libertad de Asia Bibi. 
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Por el respeto a la libertad religiosa 
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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Cada cual tenemos una vocación que debemos hacer rendir porque es donación de Dios Padre.

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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