Un amigo de Lolo - Saber caminar y hacia dónde caminamos

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Puedes pensar: ¡Es difícil recrear, en uno mismo, la voluntad de Dios! Y yo te digo: ¿No será imposible vivir al margen de ella?

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Saber caminar y hacia dónde caminamos

“Caminar, verdaderamente, es ahondar en la claridad, iluminarse”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (441)

Desde que somos concebidos, los seres humanos tenemos escrito un destino tal que así: esperar habitar las praderas del definitivo Reino de Dios que es, en suma, el sueño que la criatura del Creador tiene en su corazón desde que tuvo conciencia de la existencia de Quien hizo posible que habitara en este valle de lágrimas que es, sin embargo, senda que nos lleva a la salvación.

Caminar, pues, es algo más que un acto que hacemos de forma natural. Es más, es la forma más natural de proceder en nuestra existencia. Si no caminamos nos quedamos anquilosados aunque es cierto que hay casos particulares en los que el ser humano está impedido de caminar. Pero lo está, en tal caso, físicamente, pero no si nos referimos al espíritu y a su camino espiritual. En tal caso no hay limitaciones que impidan seguir hacia delante con un corazón alegre y limpio y, así, cumplir la voluntad de Dios de tener ante sí y en sí, a los que creó y mantiene.

De todas formas, es cierto que podemos caminar, al menos, de dos formas. Una de ellas nos impele a desviarnos del camino recto que nos lleva a la salvación. Según la misma, vale todo lo humano y el hombre es, en exclusiva, adámico, carnal; en exclusiva mundano.

Es probable que quien no sabe ser de otra forma que no espiritual no sea capaz de darse cuenta de una realidad que es, por mucho que quiera otra cosa, insoslayable: Dios le ha creado exactamente igual que otros seres humanos y quiere lo mismo para tal persona y, por lo tanto, también quiere donarle la vida eterna aunque necesita, como diría San Agustín, de su personal manifestación de voluntad personal. Es decir, el ser humano que no quiere salvarse, simplemente, no se salva.

Sin embargo, quien sabe que la salvación eterna es posible o, mejor, está asegurada por Dios, sólo puede tener en su mente y en su corazón tal meta porque es lo que su Creador quiere y siempre se digna complacer a Quien lo ha creado y se manifiesta, así, como un hijo agradecido. Ama pues sabe que es Amado y que sólo así actuando su bien será mejor y su vida será, siempre, eterna.

Camina, quien así actúa, iluminando su propia existencia. Y tal es así porque la iluminación le llega del corazón de Dios y, con ella, no camina a ciegas sino que sabe, primero, qué paso ha de dar y, segundo, hacia dónde camina. Dios, sabe, que le espera y por eso mismo no puede actuar de otra forma que no sea ver su destino ya establecido pero haciendo, con el mismo, literalmente, lo que a él le venga en gana. Es decir, el Creador ha establecido, para cada uno de nosotros, lo que ha de ser nuestra existencia pero no puede, dada la libertad que nos dona, obligarnos en tal o cual sentido. Por eso somos libres y lo somos para escoger el camino recto, sin desviaciones que nos impida llegar a la meta de la eternidad, y alcanzar, cuando Dios eso lo quiera, habitar una de las estancias que, en el definitivo Reino de Dios, nos está preparando Jesucristo.

No nos cabe, pues, caminar con falta de claridad en lo que hacemos sino, al contrario, con todo el conocimiento que nos permite el Padre y que es, sencillamente, el que queramos ofrecerle haciéndolo nuestro. Dios, seguro, nos espera para acogernos y nosotros, en nuestra vida, debemos hacer lo posible e imposible (luchando contra las tentaciones del Maligno) para su voluntad, aquí también, sobre todo aquí, se cumpla.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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