InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: San Juan Pablo II

15.11.08

Juan Pablo II Magno - Libertad

Serie “Juan Pablo II Magno

JPIIM

Seguramente la libertad es el don que, entregado por Dios a los hombres, más identifica la posibilidad de comportamiento del ser humano. Libres somos y, por tanto, también libres para elegir amar a Dios y al prójimo o no hacerlo.

Por eso, dice Juan Pablo II Magno, que “La libertad es un don grande sólo cuando sabemos usarla responsablemente para todo lo que es verdadero bien. Cristo nos enseña que el mejor uso de la libertad es la caridad, que se realiza en la donación y el servicio” (Encíclica Redemptoris hominis, 1979, 21)

Así, y de forma muy distinta a como se suele presentar, nuestro proceder no está limitado ni capitidisminuido por el Creador sino, al contrario, fomentado por su Amor y Misericordia.

Para clarificar esto, en la Encíclica Veritatis Splendor (VS) (35) dejó dicho el Papa polaco que “La ley de Dios, pues, no atenúa ni elimina la libertad del hombre, al contrario, la garantiza y promueve. Pero, en contraste con lo anterior, algunas tendencias culturales contemporáneas abogan por determinadas orientaciones éticas, que tienen como centro de su pensamiento un pretendido conflicto entre la libertad y la ley. Son las doctrinas que atribuyen a cada individuo o a los grupos sociales la facultad de decidir sobre el bien y el mal: la libertad humana podría ‘crear los valores’ y gozaría de una primacía sobre la verdad, hasta el punto de que la verdad misma sería considerada una creación de la libertad; la cual reivindicaría tal grado de autonomía moral que prácticamente significaría su soberanía absoluta”.

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25.10.08

Juan Pablo II Magno: textos para un mejor vivir. "Verdad"

Serie “Juan Pablo II Magno

JPIIM

El tema de la verdad es, seguramente, uno de los que más ocupó, en su vida, a Juan Pablo II Magno pues supone, como es de creer, el acento sobre el que se pone la salvación del ser humano.

Reconocer lo siguiente es fundamental para nuestra vida porque es, sobre todo, el punto de partida de un comportamiento. Lo dejó escrito en la Encíclica Veritatis splendor (VS) (1993), en su Preámbulo y es que “El esplendor de la verdad brilla en todas las obras del Creador y, de modo particular, en el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gén 1, 26), pues la verdad ilumina la inteligencia y modela la libertad del hombre, que, de esta manera, es ayudado a conocer y amar al Señor. Por esto el salmista exclama: ‘!Alza sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor¡’ (Sal 4: 7)

Tal así que el hombre, creación del Padre Dios, por ser, por eso, su semejanza, encuentra en la verdad el camino para llegar a Quién, de su bondad y misericordia, lo hizo.

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18.10.08

Juan Pablo II Magno: textos para un mejor vivir. 'Misericordia'

Serie “Juan Pablo II Magno

JPIIM

La parábola del hijo pródigo, que recoge el evangelista Lucas entre los versículos 11 al 32 de su capítulo 15 (de la que abajo se hace referencia) es el ejemplo más significativo, reconocido como tal, de expresión de una actitud que todo cristiano debe manifestar en su vida: la misericordia.

Y así, como virtud fundamental, es contemplada por Juan Pablo II Magno conocido, además, como el apóstol de la Misericordia por haber establecido, durante el jubileo del año 2000, que en toda la Iglesia católica el primer domingo después de Pascua, fuera denominado de la Divina Misericordia.

Pero la misericordia, como virtud necesaria en la vida del cristiano, hay, digamos, que buscarla con una transformación del interior del mismo. Así, “El hombre alcanza el amor misericordioso de Dios, su misericordia, en cuanto él mismo interiormente se transforma en el espíritu de tal amor hacia el prójimo” (Encíclica Dives in misericordia, DM, 1980) (14)

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10.10.08

Juan Pablo II Magno: textos para un mejor vivir - "Felicidad"

Serie “Juan Pablo II Magno

JPIIM

En el mes de julio de 2002, Juan Pablo II Magno se dirigía a los jóvenes reunidos en Toronto para celebrar la XVIII Jornada Mundial de la Juventud, diciendo lo siguiente:

Queridos jóvenes, sólo Jesús conoce vuestro corazón, vuestros deseos más profundos. Sólo Él, que os ha amado hasta la muerte, (cfr Jn 13,1), es capaz de colmar vuestras aspiraciones. Sus palabras son palabras de vida eterna, palabras que dan sentido a la vida. Nadie fuera de Cristo podrá daros la verdadera felicidad“.

Pues no son, tales palabras, sólo, digamos, para tal franja de edad sino que, en general, nos las podemos aplicar todo cristiano y, en particular, todo católico.

Así, tenemos en Jesucristo, Hijo de Dios y hermano nuestro, a alguien que, además de traernos aquellas palabras que nos dan la vida eterna nos sirven, también, para nuestra vida cotidiana; para alcanzar, así, la felicidad.

Mucha relación tiene la felicidad con lo que llama Jesús “Bienaventurados”. Las Bienaventuranzas son, por tanto, un claro camino hacia la felicidad y, por eso mismo, una demostración de cómo es posible alcanzar la misma.

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4.10.08

Juan Pablo II Magno - Caridad

Serie “Juan Pablo II Magno”

Magp

Se ha escrito muchas veces (yo, por lo menos lo hago siempre que puedo) que la caridad, el amor, es la principal ley del Reino de Dios; seguramente, la única pues todas las demás bien pueden derivarse de ella.

Pues bien, Juan Pablo II Magno tiene, sobre esto, una creencia absolutamente fundada en la importancia que tiene el amor, la caridad, para la vida del ser humano y, sobre todo, para la vida del cristiano.

Ya dice, para comenzar a fundamentar lo dicho, en la Exhortación Apostólica Christifideles laici (CL desde ahora) que “Toda la Iglesia como tal está directamente llamada al servicio de la caridad” (CL 41)

Y tal realidad es la que, precisamente, sucede con la Esposa de Cristo aunque, en muchas ocasiones, no se comprenda esto y no se entienda la especial labor que ha de cumplir por mandato directo de Cristo.

Por eso “La Iglesia, dejándose guiar por el ejemplo de Jesús Buen Samaritano (cf. Lc 10:29-37), y sostenida por su fuerza, siempre ha estado en la primera línea de la caridad” (Número 27 de la Encíclica Evangelium vitae, EV, de 1995)

Por si cupiese alguna duda, “La caridad, en su doble faceta de amor a Dios y a los hermanos, es la síntesis de la vida moral del creyente. Ella tiene en Dios su fuente y su meta” (Número 50 de la Carta apostólica Tertio millennio adveniente, de 1994)

Por tanto, no resulta ser importante, sólo, para la Iglesia, como institución fundada por Jesucristo, la caridad, el amor, sino que, para todo creyente en Cristo y fiel a aquella, ha de ser, también, el timbre de comportamiento que determina si, en verdad, hacemos lo que decimos que somos o no lo hacemos.

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