Eppur si muove - Ley natural y Ley positiva: obediencia a Dios o a los hombres

El ser humano, desde que se reconoce como tal, se ha organizado de manera que la convivencia fuera, en efecto, convivencia y no simple enfrentamiento. Es bien cierto que siempre ha habido abusos de parte de quien manda y, al respecto, no podemos olvidar aquel “Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder” (Mt 20, 25) que Jesús tuvo que explicitar cuando la madre de los Zebedeos (Santiago y Juan) quiso que cada uno se sentara a la derecha y a la izquierda de Cristo.

A lo largo de tan largo espacio de tiempo la organización de la vida comunitaria se ha tenido que orquestar a través de unas leyes que han hecho, siempre que eso ha sido posible, la existencia más llevadera.

A tales normas humanas se les llama, por lo común, leyes positivas en el sentido de haber sido promulgadas y, entonces, tener que ser cumplidas.

Sin embargo no existen sólo tal tipo de normas. Es más, para un creyente existe la denominada Ley natural sin la cual no es entendible la existencia del ser humano creación de Dios.

¿Existe algún tipo de contrariedad entre unas normas y otras?

En principio no debería existir contraposición entre lo que es la ley positiva y lo que es la ley natural. El problema se produce cuando se pretende, desde el poder establecido, tergiversar, precisamente mediante leyes positivas, la que es ley natural.

Es más, la ley positiva, para ser correctamente desarrollada, ha de referirse a la ley natural.

Sin embargo, no siempre es así. Por eso Benedicto XVI, en el discurso que pronunció, el 12 de febrero de 2007 en un congreso sobre ley natural organizado por la Pontificia Universidad Lateranense de Roma tuvo que clarificar la situación por la que hoy se pasa. Así, al referirse, precisamente, a la lex naturalis, dijo que

Hoy esta palabra para muchos es casi incomprensible a causa de un concepto de naturaleza que ya no es metafísico, sino sólo empírico. El hecho de que la naturaleza, el ser mismo ya no sea transparente para un mensaje moral crea un sentido de desorientación que hace precarias e inciertas las opciones de la vida de cada día. El extravío, naturalmente, afecta de modo particular a las generaciones más jóvenes, que en este contexto deben encontrar las opciones fundamentales para su vida”.

¿Qué es, entonces, aquello a lo que debemos prestar atención y, sobre todo, obediencia?

A este respecto, dice León XIII en el nº 4 de su Carta Encíclica Providentissimus Deus que “Toda la Escritura, divinamente inspirada, es útil para enseñar, para argüir, para corregir, para instruir en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y pronto a toda buena obra”.

Porque, además, como dice el Libro de los Hebreos (4:12) “Ciertamente, es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos

Por lo tanto, las Sagradas Escrituras son elementos fundamentales a los que debemos, sobre todo obediencia y cumplimiento.

Así, si una ley positiva no se corresponde con la ley natural no debemos, en verdad, cumplirla, por muy duro que pueda parecer y ser tal forma de proceder porque antes debemos obediencia a Dios que a los hombres.

Sin embargo, resulta demasiado fácil argumentar que, en ocasiones (en más de una) el texto de los textos sagrados no se entiende. Para eso, por decirlo así, tenemos otro instrumento que viene en auxilio las muchas veces que nos produzca desazón no reconocer, para nuestras vidas, como válido, el contenido de las Sagradas Escrituras.

Así, la Tradición nos echa, por así decirlo, una mano en nuestras cuitas interpretativas o, simplemente, aplicativas a nuestro diario vivir, de la Ley de Dios.

Por tanto, la Tradición Apostólica (Catecismo de la Iglesia Católica 75-79) como transmisión del mensaje de Jesucristo a lo largo de los siglos dando comienzo, tal transmisión, con los primeros doce discípulos de Cristo, nos sirve de apoyo, ayuda y, las más de las veces, consuelo en los pasos que, trabajosamente, damos, hacia el definitivo Reino de Dios.

Y esto porque, en todo caso, los Apóstoles no se dedicaron a normativizar lo que les vino en gana sino que, en todo caso, aplicaron la Palabra de Dios a su vida ordinaria.

Tenemos, de todas formas, más “fuentes” de donde tomar en consideración la Ley natural.

Bien sabemos que el Magisterio viene a ser lo que, en materia de dogma y moral ejercen el Papa y los obispos en virtud de la especial autoridad que les corresponde.

A este respecto, el canon 331 del Código de Derecho Canónico dice que “El Obispo de la Iglesia Romana, en quien permanece la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los Apóstoles, y que había de transmitirse a sus sucesores, es cabeza del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la tierra; el cual, por tanto, tiene, en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente

Puede verse, con meridiana claridad, que la encomienda de Jesús a Pedro lo es en el sentido de hacer posible que la Ley natural se lleve a cabo en la ley positiva.

Por eso, en la Audiencia General del miércoles 16 de junio pasado, el Santo Padre tuvo que decir que “Todos los hombres están llamados a reconocer las exigencias de la naturaleza humana inscritas en la ley natural y a inspirarse en ella para formular leyes positivas que rijan la vida en la sociedad. Si se niega la ley natural se abre el camino al relativismo ético y al totalitarismo”.

Nada, pues, que objetar a tal realidad espiritual y humana.

A nivel local, diocesano, los Obispos la tienen, la autoridad, que les corresponde como sucesores de los Apóstoles. Autoridad, la cual, corresponde ser obedecida por los fieles que permanecemos en el redil que pastorea como a los sacerdotes que, en su Diócesis, sean.

Por tanto, y una vez reconocidas las fuentes primarias de nuestra obediencia como cristianos, no podemos hacer como si no existieran y hacer de nuestra fe algo simbólico y que nos congrega de tanto en tanto. Obedecer es ejercer la libertad, como hemos dicho.

Teniendo en cuenta a quién, en definitiva, obedecemos (que no es otro que Dios) y que nada quiere para mal nuestro, la libertad humana para nada se pierde con tener en cuenta la Ley natural. Es más, sólo puede salir ganando.

Eleuterio Fernández Guzmán

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Y, si puedes, da el siguiente paso. Recuerda que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7).

1 comentario

  
JSC
Y es que estamos viviendo las terribles consecuencias de la separación entre Iglesia y Estado, de la división entre lo moral y lo legal.
El Liberalismo racionalista y relativista de nuestros estados es el que decreta arbitrariamente lo que debe de ser "normal" y se aceptado como nueva Norma.
Y estos gobiernos "en funciones" redactan y redactan como posesos cualquier tipo de leyes que eleven la "voz de la calle" y sus nuevas normas y costumbres en Ley "suprema", desde criterios muy discutibles y mudables. Para ser político y triunfar sólo hay que tener un poco de "creatividad" y ningún miedo al "ridículo" ni temor de Dios.
¡Que Dios nos pille confesados para ser absueltos en el Tribunal del Cielo!
30/07/10 8:14 PM

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