Nueva Era: el embrujo de lo exótico (y 2)
(Continuación del artículo de Anabel Llamas publicado por el semanario Alfa y Omega en su nº 671, 7/01/10).
Hoy, en la Nueva Era, ya no tienen la importancia de antes las drogas psicodélicas, ni es tan evidente la vinculación política de sus adeptos. «Las tendencias espirituales y místicas -explica el documento- que antes se limitaban a la contracultura, hoy día forman parte arraigada de la cultura dominante, y afectan a facetas distintas de la vida como la Medicina, la ciencia, el arte y la religión». En concreto, la Nueva Era siente fascinación por los sucesos paranormales, las manifestaciones extraordinarias, los ángeles…, aunque no reconoce ninguna autoridad espiritual, más allá de la experiencia personal interior.
Y es que en la New Age no se hace distinción entre el bien y el mal. «Las acciones humanas -describe la Santa Sede- serían entonces fruto de la iluminación o la ignorancia. De aquí que no se pueda condenar a nadie, y que nadie tenga necesidad de perdón. Creer en la existencia del mal sólo podría crear negatividad y temor. La respuesta a la negatividad es el amor. Pero no del tipo que tiene que traducirse en acciones; es más una cuestión de actitudes de la mente. El amor sería una energía, una vibración de alta frecuencia; y el secreto de la felicidad y de la salud consistiría en sintonizar con la gran cadena del ser».