Se cumplen 37 años de la masacre de la secta “Templo del Pueblo”: 914 muertos

El nombre de Jim Warren Jones ha quedado registrado para siempre en la Historia con letras manchadas de sangre y locura. Nacido el 13 de mayo de 1931 en Lynn, Indiana (EE.UU.), este carismático e histriónico hombre fue el fundador del denominado Templo del Pueblo, la secta que adoraba “la belleza de la muerte”. Un día como hoy, el 18 de noviembre de 1978, consumó la denominada masacre de Jonestown, que causó la muerte de 914 seguidores. Lo cuenta Diego Caldentey en La Información.

Durante esa jornada ocurrió una de las imágenes más atroces que se recuerden. Al atardecer de Jonestown, en Guyana, Jim Jones imaginó que la que había soñado como su comunidad utópica, exenta de racismos e injusticias, saltaría a las páginas de todos los periódicos del mundo en un desenlace apocalíptico. Ese punto geográfico del mundo se convertiría en el escenario del peor suicidio masivo de la historia contemporánea.

Jones bramó desde un altar una sentencia espeluznante: “Debemos suicidarnos. Nos volveremos a encontrar en otro lado”. Mientras hablaba, profético e insaciable, una olla a presión de líquido rojo iba a ser bebida por su marea enajenada de seguidores. Mientras sus fieles bebían una poción mortal (algunos por su propia voluntad y otros amenazados a punta de pistola) el predicador falleció de un disparo al corazón. No se sabe a ciencia cierta si él mismo se disparó o le mataron.

A medida que fue creciendo. Jones se interesó especialmente en personajes como Joseph Stalin y Adolf Hitler. Respetaba el nuevo orden que el primero quería implementar en la URSS y las habilidades maquiavélicas y orales del segundo, cuyos objetivos no compartía.

El Templo del Pueblo

Después de predicar en las calles de su Lynn natal, se mudó a Richmond. En 1952 se casó y llegó a ser reverendo. Posteriormente creó su propia congregación. En 1955 nació el Templo del Pueblo. Diez años más tarde se mudó a California, y allí, en San Francisco, comenzó a congregar a miles de personas. Tenía la capacidad de persuadir como pocos. Convenció a sus seguidores de que era el salvador, venido a la Tierra para luchar contra el racismo.

En un clima en ebullición, mientras que el movimiento de los derechos civiles seguía vivo en EE.UU, y la emergente política progresista exaltaba la búsqueda de la justicia y la igualdad, el reverendo decidió emigrar a Guyana con más de mil fieles. En 1977 llegó a la “Tierra prometida”. Fundó Jonestown, una comunidad agrícola donde sus seguidores creían vivir en un lugar multirracial y libre.

Pero nadie sabía que él, deteriorado ya en sus facultades mentales, iba a crear un final apocalíptico: empezó a alucinar con que enemigos lejanos querían destruir su sueño. Y comenzó a arengar a sus fanáticos para que una o dos veces al mes ensayaran simulacros de suicidios masivos, como pruebas de lealtad. Hasta que el día más terrible llegó. Ya sin ensayos… Sus fieles hicieron fila y bebieron un cóctel de cianuro y zumo de fruta. Era el 18 de noviembre de 1978, que la Humanidad no olvidará jamás como uno de los peores días de la Historia.

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