Benedicto XVI y las sectas (y 3)

Hemos visto la forma en la que Benedicto XVI ha aludido a las sectas en relación con la Palabra de Dios (exhortación Verbum Domini) y en el concreto contexto africano (exhortación Africae munus). Si, como he señalado en los artículos anteriores, se trata de las referencias de valor magisterial más destacado, no son las que ganan en cantidad. Éstas, como puede adivinar el lector que tenga algún conocimiento de la realidad de la Iglesia católica en el mundo, son las referentes a Iberoamérica (concretamente al continente suramericano, descontando a España y Portugal).

A lo largo de su pontificado, y sobre todo en los encuentros que ha tenido el pontífice con los obispos de aquella región en sus visitas ad limina apostolorum, las palabras del Papa sobre el fenómeno de las sectas y su desafío a la comunidad eclesial se han repetido, y aunque no tienen el mismo valor doctrinal que las exhortaciones apostólicas postsinodales, nos muestran, sin embargo, la preocupación de Benedicto XVI por este tema. Y, como dice una conocida expresión entre los vaticanistas, “de Roma viene lo que a Roma va”, es decir, que en las palabras del obispo de Roma puede adivinarse el eco de lo que previamente le han comunicado sus hermanos de las otras Iglesias locales.

Como punto de partida tenemos que señalar la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM), que se celebró en mayo de 2007 en Aparecida (Brasil), y que inauguró el mismo Papa. En enero de ese mismo año, al dirigirse a la Pontificia Comisión para América Latina, Benedicto XVI afirma que “los hombres y mujeres de América Latina tienen una gran sed de Dios”. Es por ello, sigue diciendo, que “cuando la fe no se alimenta de la oración y meditación de la Palabra divina; cuando la vida sacramental languidece, entonces prosperan las sectas y los nuevos grupos pseudo-religiosos, provocando el alejamiento de la Iglesia por parte de muchos católicos. Al no recibir éstos respuestas a sus aspiraciones más hondas, que podrían encontrarse en la vida de fe compartida, se producen también situaciones de vacío espiritual”.

Un mes después, les dice a los nuncios del continente, reunidos en el Vaticano para preparar el gran evento eclesial, que la presencia consolidada de la Iglesia católica en la región debe hoy tener en cuenta, entre otras cosas, “el proselitismo de las sectas y la creciente influencia del secularismo hedonista posmoderno”. Para responder a lo que denomina una vez más “desafío de las sectas”, el pontífice alude al “cuidado de los valores y la conciencia para formar laicos maduros, la educación de los jóvenes con planes vocacionales apropiados, el compromiso por informar en modo adecuado la opinión pública sobre las grandes cuestiones éticas según los principios del Magisterio de la Iglesia y una presencia eficaz en el campo de los instrumentos de comunicación”.

Todo esto se refiere al período preparatorio de la Conferencia del CELAM. Cuando Benedicto XVI viajó en mayo a Brasil, ya en el avión un periodista le preguntó por el avance de las sectas en el continente, lo que supone una “hemorragia” de fieles católicos. De forma improvisada, como suele hacer en estas ocasiones, el Papa afirmó que el “éxito de las sectas demuestra, por un lado, que hay una difundida sed de Dios, una sed de religión, las personas quieren estar cerca de Dios y buscan un contacto con Él. Y naturalmente, por otro lado, aceptan también a quien se presenta y promete soluciones a sus problemas de la vida cotidiana”. ¿Pistas del obispo de Roma? Ser más misioneros y más dinámicos al ofrecer respuestas a esa sed de Dios que tiene el ser humano, y ayudar a las personas para encontrar condiciones justas de vida, tanto en las situaciones concretas de pobreza como en las grandes cuestiones de la justicia social.

No entraremos en el análisis de lo que se dijo en la reunión episcopal continental sobre el tema, ya que se sale del objeto de este artículo, porque no es magisterio papal, pero sí a las palabras de Benedicto XVI en su visita. Por ejemplo, en su discurso a los obispos brasileños reunidos en la Catedral de São Paulo leemos que “entre los problemas que abruman vuestra solicitud pastoral está, sin duda, la cuestión de los católicos que abandonan la vida eclesial. Parece claro que la causa principal, entre otras, de este problema, pueda ser atribuida a la falta de una evangelización en la que Cristo y su Iglesia estén en el centro de toda explicación”. Añade que “las personas más vulnerables al proselitismo agresivo de las sectas –que es motivo de justa preocupación– e incapaces de resistir a las embestidas del agnosticismo, del relativismo y del laicismo son generalmente los bautizados no suficientemente evangelizados, fácilmente influenciables porque poseen una fe fragilizada y, a veces, confusa, vacilante e ingenua, aunque conserven una religiosidad innata”.

Por fin, en su discurso de inauguración de la V Conferencia del CELAM, en el santuario mariano de Aparecida, después de señalar los principales logros positivos de las Iglesias locales iberoamericanas, el pontífice afirma que se percibe “un cierto debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de la sociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia católica debido al secularismo, al hedonismo, al indiferentismo y al proselitismo de numerosas sectas, de religiones animistas y de nuevas expresiones seudorreligiosas”.

Y al igual que este evento tuvo un prólogo, también contó con un epílogo. Un mes después de su vuelta a Roma, Benedicto XVI recibió a los representantes de la Fundación “Populorum Progressio” para América Latina y el Caribe. En su discurso leemos que “frente a la secularización, la proliferación de las sectas y la indigencia de tantos hermanos, es apremiante formar comunidades unidas en la fe, como la Sagrada Familia de Nazaret, en las que el testimonio alegre de quien se ha encontrado con el Señor sea la luz que ilumine a quienes están buscando una vida más digna”. Y, como curiosidad, en un encuentro con sacerdotes italianos en el verano de ese mismo año, les dijo en el diálogo que encontró en Brasil una Iglesia con notable vitalidad, donde “no sólo crecen las sectas”.

Después de todo esto, y como ya he dicho al comienzo, las referencias repetidas del Papa a este tema como preocupación pastoral las encontramos en el contexto de los discursos a los obispos iberoamericanos en sus visitas ad limina apostolorum, es decir, sus viajes periódicos a la Santa Sede –normalmente cada cinco años– para encontrarse con el sucesor de Pedro. A los prelados de Puerto Rico (julio de 2007) les habla del cambio religioso de los últimos tiempos, refiriéndose al “avance de las sectas o de otros grupos religiosos de amplia difusión actual” entre la población juvenil, que necesita por eso “una sólida formación religiosa”.

Cuando es el turno de los obispos costarricenses (febrero de 2008), les dice: “conocéis bien los riesgos de una vida de fe lánguida y superficial cuando se enfrenta a señuelos como el proselitismo de las sectas y grupos pseudorreligiosos, la multitud de promesas de un bienestar fácil e inmediato, pero que terminan en el desengaño y la desilusión, o la difusión de ideologías que, proclamando ensalzar al ser humano, en realidad lo banalizan”.

A los pastores de las diócesis de Guatemala (marzo de 2008) les indica que “la firmeza de la fe y la participación en los sacramentos hacen fuertes a vuestros fieles ante el riesgo de las sectas o de grupos pretendidamente carismáticos, que crean desorientación y llegan a poner en peligro la comunión eclesial”. Ante los obispos hondureños (junio de 2008) constata una vez más que “la difusión del secularismo, así como el proselitismo de las sectas, es fuente de confusión para muchos fieles, y provoca además una pérdida del sentido de pertenencia a la Iglesia”, lo que debe traer consigo una reacción eclesial de “impulsar una extensa y audaz labor de evangelización, que se apoye, más que en la eficacia de los medios materiales o de los proyectos humanos, en el poder de la Palabra de Dios, acogida con fe, vivida con humildad y anunciada con fidelidad”.

Continuamos con los obispos de Panamá (septiembre de 2008), a los que el Papa señala, entre los desafíos principales de la Iglesia en su país, “el acoso de innumerables sectas”, y traza una vez más el camino a seguir: sembrar la Palabra de Dios en los corazones para una mejor maduración en la fe. Y saliéndonos del género pero no del contexto geográfico, hay que destacar el discurso de Benedicto XVI al embajador de El Salvador ante la Santa Sede, cuando presenta sus credenciales en octubre de 2010, y el pontífice afirma que “sería extraño que los discípulos de Cristo fueran neutrales ante la presencia agresiva de las sectas, que aparecen como una fácil y cómoda respuesta religiosa, pero que, en realidad, socavan la cultura y hábitos que, desde hace siglos, han conformado la identidad salvadoreña, oscureciendo también la belleza del mensaje evangélico y resquebrajando la unidad de los fieles en torno a sus Pastores”.

Tras analizar de forma sintética las palabras de Benedicto XVI sobre las sectas y la nueva religiosidad a lo largo de su pontificado de casi ocho años constatamos, pues, una línea continua de pensamiento y una llamada clara a la nueva evangelización, con sus diversos acentos según los lugares y situaciones, como respuesta a lo que es un claro desafío a la acción misionera de la Iglesia. Como en el resto de temas, su magisterio ha sido brillante y apropiado para la situación del mundo actual y el papel de la comunidad cristiana en él. En el centro, siempre, Dios.

Luis Santamaría del Río

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