La Nueva Era, el alma del ecologismo más radical

La semana pasada, la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA) acogió el Simposio Interdisciplinar “Ecología y ecoética”, organizado por el Instituto de Estudios Europeos y Derechos Humanos de este centro académico de la Conferencia Episcopal Española. Dirigido por el catedrático de Teología Moral de la UPSA, José Román Flecha, el Instituto acogió a destacados ponentes que abordaron la crisis ecológica actual desde las ciencias naturales, la filosofía, el derecho y la Doctrina Social de la Iglesia.

Entre las comunicaciones presentadas a este Simposio, Luis Santamaría del Río, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) y licenciado en Teología por la UPSA, expuso una titulada “El hombre ante Gaia. La re-sacralización de la naturaleza en la Nueva Era”. En ella abordó el componente ecológico de las nuevas espiritualidades.

Santamaría comenzó su intervención comentando que “un reciente ejemplo vulgarizado y popularizado de esta corriente que impregna muchos productos culturales podemos encontrarlo en la célebre película Avatar, de James Cameron (2010)”. Desarrollada como un relato de ficción, presenta un planeta llamado Pandora, que sufre el acoso de los humanos para hacerse con un mineral muy costoso.

Los “na’vi”, habitantes del planeta, tienen una creencia específica: hay un árbol sagrado que emite “espíritus muy puros”, y la divinidad es llamada Eywa, “su deidad, su diosa, formada por todos los seres vivos, por todos los conocimientos”. Cuenta con una intérprete, una especie de chamán o líder espiritual. Se habla de un flujo de energía que lo penetra todo, y esto determina la cosmovisión de los nativos de Pandora, que cuando se conectan a los árboles de las almas llegan a oír las voces de sus ancestros, que “están vivos dentro de Eywa”.

Corrientes sustentadoras

Después de esta introducción de carácter cultural, el ponente afirmó que “lo ecológico ocupa un lugar fundamental en la Nueva Era. De hecho, el movimiento ecologista actual le debe mucho a esta corriente espiritual, que ha actuado y sigue ejerciendo en muchas ocasiones como ‘alma’ del ecologismo, sobre todo del más radical”. Y se refirió a las tres corrientes fundamentales que sostienen la consideración ecológica de la Nueva Era: la ecología profunda, la ecología transpersonal y el neopaganismo.

En cuanto a la ecología profunda (“deep ecology”), citó al experto Manuel Guerra, también miembro de la RIES, que afirma en su Diccionario enciclopédico de las sectas que para esta corriente “la naturaleza es la manifestación de la Energía cósmica en permanente fluir o devenir, vivificadora de todo, también del hombre”.

Analizando al pensador noruego Arne Naess, principal teórico de la ecología profunda, Santamaría señaló que “defendía un biocentrismo radical, en el que el ser humano comparte el mismo valor con los demás seres vivos, y por tanto no tiene derecho a erigirse en un ser superior que somete los otros seres y los ecosistemas para sus necesidades vitales. Formamos parte de un todo orgánico, de una totalidad de vida, y la autorrealización del hombre no incluye al yo solitario, sino que abarca, en sucesivos círculos, a toda la realidad cósmica”.

La segunda corriente sustentadora, la ecología traspersonal, tiene como principal portavoz a Warwick Fox, quien “llama a superar el antropocentrismo que ha determinado la historia del pensamiento occidental para pasar al ecocentrismo, y defiende una identificación del hombre con su entorno natural”.

En cuanto al neopaganismo, Luis Santamaría constató “un aumento de los practicantes de estos cultos sobre todo en Occidente, causados por un lado por el fenómeno ambiguo y entreverado de la secularización y el retorno de lo sagrado, y por otro, por el interés en las cuestiones medioambientales”. De hecho, “los movimientos constituidos en torno a estas recuperaciones o reinvenciones espirituales realizan ritos de adoración de los astros o de unión con la naturaleza. En Iberoamérica, algunos grupos neoindigenistas cuentan con apoyos institucionales que tienden a una marginación del cristianismo, recuperando las raíces culturales previas a la colonización europea con la veneración de la Pacha Mama”.

Reducción antropológica

Tras el análisis de estas corrientes eco-espirituales, el ponente planteó la cuestión central de su comunicación: “la defensa del medio ambiente que hace la Nueva Era, ¿entra en conflicto con el ser humano? ¿Qué antropología subyace a esta corriente espiritual?”. Y enseguida respondió: “comprobamos que se da una seria reducción antropológica, ya que se ensalza la naturaleza y se sacraliza, en una cosmovisión holística en la que el hombre se disuelve al ser una chispa de la gran energía universal, de la conciencia cósmica, del Todo, en una suerte de nuevo gnosticismo”.

Es más, Santamaría afirmó que “asumiendo totalmente los postulados de la ecología profunda, de la ecología transpersonal y del neopaganismo, en la Nueva Era se pone a la persona al mismo nivel que los demás seres, sin reconocer en ella diferencia cualitativa alguna”. Y citó el documento del Vaticano sobre esta nueva espiritualidad, que ya indica que “ha tenido un enorme éxito la generalización de la ecología como fascinación por la naturaleza y resacralización de la tierra, la Madre Tierra o Gaia, gracias al celo misionero característico de los ‘verdes’”.

También se refirió al contraste entre la Nueva Era y la cosmovisión judeocristiana: la re-sacralización de la naturaleza “constituye un retroceso a posturas anteriores a la revelación bíblica, y que ésta superó en lo que supuso una revolución humanista y antropocéntrica en la historia del pensamiento humano desde el punto de vista de la religión, introduciendo la categoría de creación, y estableciendo la alteridad, por un lado, de la divinidad (Creador) y el cosmos (lo creado), y por otro lado, del ser humano con un statu quo específico ante el resto de la naturaleza”.

Consecuencias éticas y políticas

Según Luis Santamaría, “las propuestas éticas de la Nueva Era deben mucho a la concepción re-sacralizada de la naturaleza, al acabar con todo resto de antropocentrismo y humanismo. Una pretendida mayor tolerancia y apertura a lo sagrado y un mayor respeto al medio ambiente –frente al presunto carácter antiecológico de lo judeocristiano– llevará consigo una reducción peligrosa del valor del ser humano , que pasa a ser una parte más de la realidad unitaria, sin superioridad ontológica alguna”.

Por eso, “los efectos morales e incluso políticos de esta cosmovisión no son muy difíciles de deducir”. Y fue aquí cuando el miembro de la RIES citó un artículo reciente del cardenal George Pell, que afirmaba lo siguiente: “en 1996 el líder verde Bob Brown escribió un librito, Los Verdes, en colaboración con el conocido filósofo Peter Singer, que rechaza el status único de los seres humanos y apoya el infanticidio, así como el aborto y la eutanasia. Sostienen que los humanos son simplemente otros animales inferiores, por lo que hombres y animales están en los mismos niveles o similares, dependiendo de su nivel de conciencia. Esta ética verde está diseñada para reemplazar al judeocristianismo”.

Según el ponente, “para los defensores de la Nueva Era, el hombre tiene igual valor que la naturaleza, y sólo podríamos hablar de diferencias cuantitativas (de conciencia) y no cualitativas. Todo irá mejor si los seres humanos nos adaptamos a la maternidad de la tierra, obedeciendo las leyes naturales”. Aquí, claro, se plantea una serie de problemas: “si la solución para los problemas del mundo es volver a un estado de vida más natural, hay que replantearse el progreso científico y tecnológico, su validez y legitimidad. Por otra parte, queda la cuestión irresoluble de las catástrofes naturales. Los defensores de la ecología profunda y de la Nueva Era argüirán que son consecuencia de la nefasta acción del hombre sobre el medio ambiente, pero esto no se sostiene racionalmente en muchos casos. Queda el temor a una naturaleza divinizada que reacciona cruelmente a la vida del hombre sobre la tierra”.

5 comentarios

  
Ano-nimo
No quiero parecer monotemática con el asunto del nazismo, pero por lo visto, al igual que los teóricos del anterior se inspiraron en la teosofía de madame Blavatsky, por lo que he leído también los del New Age beben en la misma fuente. Por otra parte, considero que éste fenómeno mayoritariamente se está dando en los llamados países desarrollados y pareciera como que el ser humano está cansado de sí mismo y buscara una especie de "desintegración o disolución" en un todo con lo que ello conlleva de dejación de la responsabilidad personal. Un panorama desolador.

Un cordial saludo.
14/10/10 12:36 PM

SOBRE EL ECOLOGISMO MÁS RADICAL.

El derecho a la vida es innegociable.

Creemos necesario constatar que el ecologismo político que hoy en día se defiende en el Parlamento Europeo, y especialmente en España, por el grupo parlamentario IU - ICV (Izquierda Unida - Iniciativa por Cataluña - Los Verdes), así como en otros países europeos, que tiende desde hace 25 años hacia posturas ideológicas y radicales propias del antiguo régimen comunista, especialmente por sostener posturas irreconciliables como el aborto y eutanasia, con el fin de ganar votos en las elecciones y escaños parlamentarios, no son propias del ideario ecologista, que ante todo siempre ha defendido la vida humana.

El interés en asociar los movimientos ecologistas con la subcultura de los grupos anti-globalización, el movimiento "okupa" o anti-sistema, el ecoterrorismo y la nueva era, la subversión e increencia, etc ... no se corresponde con la realidad, solamente responde a intereses que nada tienen que ver con su militancia de base.

Existe una extrema confusión sobre el concepto del militante ecologista, porque su principio más radical siempre ha sido proteger que el derecho a la vida es innegociable, manifestanto una incondicional condena de cualquier programa político encaminado a atentar contra el ser humano, y declarando el respeto inalienable de todas aquellas creencias religiosas que tengan por principio la salvaguarda de la naturaleza humana y el medio ambiente.

Por esta razón, los ecologistas van más allá que el propio movimiento provida, ya que este último no se atreve en muchas ocasiones, y concretamente el español, a cruzar la frontera o rebasar las lineas directrices que marquen las autoridades eclesiásticas.

En cambio, un ecologista por principios es activista político y no traiciona sus ideas por oportunismos electorales, se atreve a criticar a los mismos obispos españoles cuando no han tenido la valentía de aplicar la ley canónica de excomunión a parlamentarios y gobernantes que se dicen católicos y abortistas, y son capaces de mantenerse inflexibles ante quienes atentan contra la ley natural.

El ecologismo más radical es el único movimiento social que ha sido capaz de defender la vida de los seres humanos hasta sus últimas consecuencias.

Referencias bibliográficas.

El derecho a la vida es innegociable (3 marzo 2010). Diario de Madrid (España).

Nota de autor.

José María Amenós Vidal (docencia e investigación desde 1984)*. Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación. Psicólogo Clínico y Social. Postgraduado en Intervención Ambiental. Máster en Gestión del Medio Ambiente. Técnico en proyectos e instalaciones de energía solar térmica y fotovoltaica.

* Miembro núm. 23 de la candidatura por el Movimiento Ecologista de Cataluña para las elecciones generales de 1986.
15/10/10 2:05 AM
  
maxkanata
Me gustaría que nos orienten con esto que esta pasando en Bolivia
"La nueva Constitución parecía implementar un modelo laicista, con separación de la Iglesia y el Estado, decisión que fue acogida con respeto por la jerarquía eclesiástica. Sin embargo, a poco de andar se ha visto que lo que está en marcha es una nueva religión de Estado, un culto neopagano diseñado por antropólogos y yatiris de la Cancillería, que ritualiza los principales actos oficiales del gobierno y que ha llegado a proclamar a Evo como “líder espiritual”.

http://eju.tv/2010/10/las-7-paradojas-del-mas/
15/10/10 6:31 PM
La negligencia y no el radicalismo político es la causa de los desastres ecológicos.

Si dedicamos nuestra atención a los desastres ecológicos que azotan a nuestro mundo, porque nuestro interés siempre se ha centrado principalmente en cuestiones que afectan directamente a los principios éticos y morales más relacionados con la conducta humana y su repercusión en el entorno, creemos necesario romper nuestro silencio, precisamente en este momento con respecto a lo que está ocurriendo estos últimos años y que demuestra el aumento exponencial de las agresiones que poblaciones enteras están sufriendo a causa de la irresponsabilidad política en materia de asuntos que afectan a la conservación de la naturaleza y protección del medio ambiente.

Si miramos en retrospectiva y con independencia de sucesos como el cambio climático, el agujero en la capa de ozono, la destrucción de las selvas ecuatoriales y amazónicas, la desertización y deshielo de los polos, que pertenecen a los temas más investigados estos últimos 25 años en las ciencias ambientales, y nos centramos en casos específicos como los accidentes químicos de Bhopal en la India (1984), nucleares de Chernobyl en Ucrania (1986), petroleros del Exxon Valdez en Alaska (1989), por citar algunas noticias que han tenido una mayor repercusión y cobertura mediática con efectos mortales y perniciosos que todavía perduran a día de hoy en la vida de las comunidades humanas, la flora y fauna, los niveles freáticos del agua, por contaminación atmósferica, radioactividad y lluvia ácida, vemos que la frecuencia y volumen de estos sucesos que podemos decir era aritmética, ha pasado a una progresión geométrica al finalizar el siglo XX.

Estos meses hemos oído hablar del accidente en la planta petrolífera de la BP - British Petroleum en el Golfo de México (2010), cuya fuga de combustible fósil ha superado con creces todos los registros históricos hasta el momento, con un vertido incontrolado durante semanas de millones de toneladas de productos tóxicos que han destruído por completo la vida de los estuarios, el fondo litoral y el ecosistema marino.

Si esto ha ocurrido con un progreso tecnológico propio del siglo XXI y con estas dimensiones, nos preguntamos que ocurrirá en el futuro con un mayor desarrollo. La ciencia y la técnica deberían invertir la tendencia, pero nos encontramos por el contrario, que aumenta la perspectiva de un mundo más contaminado e inhumano.

Como claro ejemplo de nuestras afirmaciones, en el corazón de Europa, concretamente en Hungría, la empresa de aluminios MAL - Magyar Alumínium en Kolontar (2010) ha provocado el mayor vertido de lodo tóxico de depósitos de bauxita que se conoce en la historia y que hacen irrecuperables millones de hectáreas de terreno forestal, cursos fluviales y poblaciones autóctonas.

El problema no es solamente la falta de voluntad política para prevenir y resolver estos crimenes medioambientales, las equivocadas concepciones o erróneas visiones sobre el ecologismo más radical, sino que el origen y causa de este conflicto de intereses es la negligencia de los altos mandatarios de las naciones que hacen imposible un futuro del planeta más humano y habitable.

Nota de autor.

José María Amenós Vidal (docencia e investigación desde 1984)* es licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación, Psicólogo Clínico y Social, Postgraduado en Intervención Ambiental por la Universidad Central de Barcelona, Máster en Gestión del Medio Ambiente por el INIEC - Instituto de Investigaciones Ecológicas de Málaga y Técnico en proyectos e instalaciones de energía solar térmica y fotovoltaica por CENSOLAR - Centro de Estudios de la Energía Solar de Sevilla (España).

* Miembro núm. 23 de la candidatura por el MEC - Movimiento Ecologista de Cataluña para las elecciones generales de 1986.
17/10/10 1:00 AM
  
Gabriel Costas
¿Podriamos decir que la iglesia católica ya está en decadencia, por lo tanto la gente acude a otras religiones o enfoques espiritualistas?
Es una pregunta que surge.

Lamentablemente, la jerarquía de la iglesia católica ha establecido la no transformación como paradigma principal del catolicismo, y esto conduce al aquilosamiento de la propia iglesia. Por esto, muchos sacerdotes y monjas "progresistas" han sido relegados, o se les ha presionado tanto, que han tenido que retirarse.
Entonces, la iglesia muy poco o nada tiene que decir respecto al ecologismo puesto que la misma está a contra ruta.
Saludos
Gabriel
19/10/10 5:28 PM

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