La Tierra… ¿la madre que nos parió? ¿Una diosa?
El 22 de abril se celebraba el Día de la Tierra. Entre otras muchísimas jornadas mundiales de celebración de lo más diverso, parece que este día tenía toda su importancia, desde que fuera iniciado en 1970 en los Estados Unidos de América y asumido enseguida por otros países occidentales, como un momento especial de llamada de atención sobre el cuidado al planeta en el que habitamos, aquejado ya entonces de una intensa contaminación y deterioro provocados por el hombre. Y digo que “se celebraba” porque acabo de enterarme de que ya no se llama así. Ha habido un cambio de nombre supuestamente sutil que ha derivado en lo que ahora es el “Día Internacional de la Madre Tierra”. ¿Qué ha pasado? Que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) decretó –o proclamó, como dicen ellos– que el 22 de abril sería llamado así.
No es ninguna tontería, sino algo totalmente pensado y planificado. Nada menos que fruto de una resolución –la 63/278– aprobada por la Asamblea General de la ONU en su sesión plenaria del 22 de abril de 2009. Los representantes de los países recuerdan los documentos aprobados en las cumbres que han abordado la necesidad de cuidar el planeta, “reconociendo que la Tierra y sus ecosistemas son nuestro hogar” y que “es necesario promover la armonía con la naturaleza y la Tierra”. El paso siguiente es afirmar también que “Madre Tierra es una expresión común utilizada para referirse al planeta Tierra en diversos países y regiones, lo que demuestra la interdependencia existente entre los seres humanos, las demás especies vivas y el planeta que todos habitamos”. Y por eso la ONU se apropia de una fecha ya celebrada como “Día de la Tierra” en muchos lugares para “invitar” a celebrar la nueva efeméride y “crear conciencia al respecto”.
Me parece totalmente correcto que se emplee el nombre Tierra así, con mayúsculas, como nombre propio al igual que los nombres dados por la ciencia al resto de los planetas. De manera que podamos distinguir esta palabra de cuando hablamos de la tierra como elemento, la que nos puede entrar en la mano, por ejemplo. Algo bien distinto es que aprovechemos una simple mayúscula en el uso lingüístico para “personificar” algo, dándole un carácter que no tiene a una realidad compleja que podemos decir que tiene vida, pero no de la que estudia la biología, sino la geología. La Tierra, ¿un planeta vivo? Sí. ¿Un ser vivo? No.

¿Qué es la Nueva Era? Un gran reto actual para la Iglesia: una nueva forma de espiritualidad, de mística, de relación con lo divino. Responde a esta importante cuestión monseñor Raúl Berzosa, obispo de Ciudad Rodrigo, en el portal católico
El obispo de San Sebastián, D. José Ignacio Munilla, reflexiona en su último artículo, del pasado Domingo de Resurrección, 31 de marzo, sobre las teorías de la Nueva Era que ponen en entredicho el valor de las religiones, y más concretamente de la religión católica, para explicar el Misterio de Dios. El prelado donostiarra sale al paso de lo que dicen estas teorías para las que lo importante es la “espiritualidad” y no la religión. Lo reproducimos de la web del Obispado de San Sebastián.
Ahora le toca a la Sagrada Escritura. La que compartimos judíos y cristianos, el llamado Antiguo Testamento o Primera Alianza. Y es que nada queda indemne cuando pasan los tanques de la nueva religiosidad, el sincretismo y la reinterpretación esotérica de todo texto escrito. O a veces simplemente basta con la falta de cultura religiosa y con el ánimo de buscarle tres pies al gato.
Fragmentos de apocalipsis (21)




