La revista Misión y la Nueva Era (I)

Hace poco informábamos en este mismo blog de la publicación de una información a favor del reiki en un periódico español. Pero no todo van a ser malas noticias y críticas. Esta vez nos alegramos de poder dar la enhorabuena a la revista Misión y a sus valientes redactoras por dedicar el apartado central de su última revista, la que acaban de enviar ahora en diciembre a sus miles de suscriptores, al fenómeno de la Nueva Era. Han querido salirse de lo políticamente correcto, y lo han conseguido.

La directora de la publicación, Isabel Molina, y las periodistas Isis Barajas y Ángeles Conde, han hecho un buen trabajo de investigación, consultando a la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) para contar con expertos cercanos en el tema, pero no han dudado en acudir a las fuentes extranjeras para ofrecer una completa información y elementos para el discernimiento desde el punto de vista de la fe católica.

La revista Misión sigue así apostando por favorecer una cultura humanista desde la fe y la tradición de la Iglesia. Hay que agradecerles su buen trabajo, que hace que sea, como ellos mismos señalan, “la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España". Recordamos que la suscripción es gratuita, y puede hacerse aquí. Y ofrecemos a continuación la primera parte de los extractos que han publicado en su web. Quien quiera leer los artículos completos, puede hacerlo en la edición en papel, o en un número monográfico que publicará mañana Info-RIES.


¿En busca de qué Dios?

A través de prácticas orientales, mezcladas con la parapsicología y el ocultismo –entre otras creencias y técnicas– la Nueva Era nos promete lograr un mundo sin distinción entre las religiones, donde se vive en armonía con la Madre Tierra y cada ser humano disfruta de una salud holística. ¿Esta cosmovisión podría llegarse a materializar? ¿Qué hay más allá de todas estas promesas?

Por Isabel Molina E. y Ángeles Conde

¿Te suena familiar alguna de estas frases?: “Haz lo que te dicte tu corazón”, “voy a enviarte energía positiva”, “crea tu propia realidad con el pensamiento”, “reinvéntate cuantas veces quieras”, “alcanza la sabiduría interior”, “desarrolla tu potencial”, “aprovecha la energía sanadora del universo”, “visualiza cualquier cosa que desees conseguir”… ¿Sabes qué tienen en común? Estas expresiones, cada vez más frecuentes en el lenguaje cotidiano, se presentan como la pa­nacea para lograr paz, amor, salud, prosperidad y felicidad. En estos tiempos de crisis económica, ¿quién no se aprovecharía de semejante oferta para mejorar su situación? Pero, ¿realmente nos llevan a ese camino de bienestar que prometen?

Visualizar una meta al trazarse un proyecto es algo normal en el proceso de planeación. Querer cambiar algún aspecto de nuestra vida que no marcha bien es lógico y razonable. Hacer lo que está en nuestras manos para solucionar un problema o curar una enfermedad es propio del ser humano… Sin embargo, detrás del modo en que están formuladas estas frases hay toda una filosofía que promete un “magnetismo” o capacidad para atraer a nuestra vida todo aquello que visualizamos, y presenta el universo como si fuera un dios con el que tenemos que trabajar al unísono para que se hagan realidad nuestros anhelos.

Es la cosmovisión de la Nueva Era, un movimiento ecléctico que toma creencias y prácticas prestadas de gran cantidad de fuentes: ideas y tradiciones de Asia, las religiones paganas y el antiguo gnosticismo; creencias del budismo, el hinduismo, el zen, y las religiones indígenas de América; técnicas de la parapsicología, la salud holística y el ocultismo; investigaciones científicas como las teorías de Darwin y la física cuántica, entre otras.

Este movimiento se ha ido extendien­do entre nosotros a la velocidad del fuego. Basta mirar alrededor para encontrarnos con la proliferación de clases de yoga, prácticas adivinatorias, terapias alternativas, sanación por medio de la ener­gía universal, meditación trascendental y oración centrante, cursos de desarrollo del potencial humano y centenares de libros de autoayuda. Todo ello con un envoltorio sofisticado y un lenguaje seductor que conquista al hombre de hoy.

Lo curioso es que, tal como indica Stratford Caldecott, director del Centro de Fe y Cultura de la Escuela de Artes Liberales Tomás Moro en Oxford, “los únicos elementos nuevos de la Nueva Era proceden del toque moderno que se le da a estas ideas”. Sus orígenes son tan remotos como los movimientos teosóficos y espiritualistas del siglo XIX y comienzos del XX, pero también hay que irse a las antiguas herejías gnósticas que se extendieron en los primeros días del cristianismo e, incluso, varios siglos antes de Cristo.

Son creencias y filosofías antiguas, adaptadas al hombre actual, y cada uno tiene la posibilidad de construirse una espiritualidad a su medida según el momento que atraviesa en su vida. De ahí que la expansión del relativismo haya sido clave para su propagación. El documento vaticano Jesucristo portador del agua de la vida (2003), editado para dar una respuesta cristina a la Nueva Era, explica que el grado de acogida que ha alcanzado este movimiento se debe a que “la cosmovisión en que se basa ya estaba ampliamente aceptada. El terreno estaba bien preparado por el crecimiento y la difusión del relativismo, junto con una antipatía o indiferencia hacia la fe cristiana”.

Es más, uno de los objetivos principales de la Nueva Era es desprestigiar a la Iglesia católica, encargada de salvaguardar las verdades de la fe. Libros como El código Da Vinci y películas como La brújula dorada (2009) –basados en parte en la filosofía de la Nueva Era–, dan testimonio de ello. Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), comenta que “las distintas corrientes de la Nueva Era propugnan, anuncian y defienden la Era de Acuario, una época nueva en la que se dará el paso de la religión (mala) a la espiritualidad (buena), dejando de lado todo lo institucional”.

Pero además, este movimiento se propone instaurar esa nueva espiritualidad. La propuesta se basa en una religión sin exigencias dogmáticas, morales o institucionales, que aboga por la fusión entre las religiones. De ahí que sus seguidores prefieran distanciarse de la palabra “religión” y hablan de una “espiritualidad”, “un término más difuso en el que están más cómodos”, puntualiza Santamaría.

(Continuará)

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