(107) ¡Ay, si permitimos que se ponga el Sol...!
Hace un tiempo, con ocasión del atentado al semanario CH.Hebdo en Francia, cité unos párrafos que nuevamente quisiera recordar, de uno de los santos franceses a quienes tengo mayor devoción. San Pedro Julián Eymard fue el apóstol incansable de la Eucaristía -fundador de los sacerdotes del Smo. Sacramento-, cada día más pisoteada en este tiempo, no sólo por los confesos enemigos de la Iglesia, sino también por los que están agazapados tras sus muros. ¿O acaso no es pisoteo cuando se minimizan las condiciones para acercarse a la Comunión, valiéndose de argumentos sofísticos que halagan al mundo y a los pecadores, en vez de iluminarlos?…
Contemporáneo de Eymard, el Santo Cura de Ars había dicho de él: “Es un santo. El mundo se opone a su obra porque no la conoce, pero se trata de una empresa que logrará grandes cosas por la gloria de Dios. ¡Adoración Sacerdotal, que maravilla! … Decid al P. Eymard que pediré diariamente por su obra". Nacido en Grenoble, la misma diócesis en que luego se aparecería Ntra. Señora de la Salette, supo vislumbrar algunos síntomas que Ella también reprobaría severamente, y cuyas consecuencias hoy padecemos por doquier.

II. La pobreza en el orden sobrenatural
No se sorprenda el lector. Si ha habido tantos “honorables invitados” a este Sínodo que nos han dejado con la boca abierta, y tantos personajes que uno creería que no podrían haber estado jamás como consejeros papales, y sin embargo, siguen soltando ocurrencias a cuál más mundana sin que se los haya hecho callar, porque lo importante era el diálogo sincero... Si ni siquiera tuvieron empacho en recibir al Papa en la sala Pablo VI hace unos días, al son de “Heal the Word”, (himno de Michael Jackson cuya elocuente letra por un mundo unido pueden ver
Este 25 de octubre será para muchos católicos argentinos, un día sagrado. Pero no por ser domingo, ni por la clausura del Sínodo, sino porque nuevamente habrá aquí elecciones presidenciales…!
Ya en los últimos días del Sínodo de la Familia, vemos que ha proliferado una serie de artículos en diversos medios, profetizando, ponderando, lamentando y celebrando las diferentes posiciones que desde hace más de un año suscitan en el pueblo fiel desde la euforia más auspiciosa hasta la decepción más amarga. Si en algo deberíamos coincidir, es en el reconocimiento de que lo más ausente allí ha sido el espíritu de unidad.