InfoCatólica / Caritas in Veritate / Categoría: León Bloy

15.08.16

(124) Hiroshima y Nagasaki: un espisodio de la Guerra que continúa...

cruzhiroshimaCuando uno se va acostumbrando a recibir noticias sobre individuos que celebran decapitaciones e incineraciones humanas como quien hace un brindis,  nos preguntamos si hay algo peor; si habrá algo que pueda superar el nivel de horror del que son capaces esos personajes.

Pero aquí hay una gran amnesia e hipocresía… Ante cada nuevo atentado que se adjudican los grupos musulmanes, nos rasgamos las vestiduras como si la amenaza que se cierne sobre Occidente viniera a entorpecer la “pacífica convivencia” del mundo presuntamente civilizado. Se anatematiza el terrorismo, focalizando la cuestión en oriente, como si hubiera que encapsular un virus, para que no cunda la epidemia… Y se olvida que occidente -precisamente por haber dejado de ser cristiano- hace rato que está engangrenado, y lógicamente, cuanto más enfermo y corrupto está un cuerpo, más susceptible es de ser comido por las moscas y gusanos. ¿El problema son las moscas? No; la gangrena. Problema mayúsculo, cuando hace décadas que da muestras de su avance, y se prefiere mirar para otro lado, festejando como enajenados los progresos (sic)… de la infección. ¿Quiero minimizar con esto el avance islámico? En absoluto; pero pienso que esto es sólo una consecuencia de nuestra desidia.  O dicho en otras palabras, este es sólo un nuevo episodio de una guerra-amenaza mayor, que podemos decir que es siempre la misma…Pero ya no se la reconoce como tal.

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29.09.13

(10) La Santa Inquisición

Así la llamo yo, sí; sin comillas ni ironías, en conciencia, mirando las leyes liberales -con la libertad de ir todos cantando al infierno, acostumbrados a vivir en un buen simulacro del mismo-. Evoco, pues, a la Santa Inquisición, viendo las leyes humanistas de que gozamos, tan respetuosas de todo tipo de “género” humano, homínido, humanoide, homúnculo, homifémino, trans-humano, trashumante (ya que estamos…), y un largo etcétera- y por supuesto, democráticas numerolátricas y esquizofrénicas (¿suena bien el binomio, eh?).

Como bien señala la historiadora francesa Regine Pernóud, “..Se comprende que en muchos aspectos, la Inquisición fuera sobre todo la reacción de una sociedad que consideraba la defensa de la fe tan imporante como a nosotros nos parece la protección de la salud fisica” (Qué es la Edad Media, Ed. Magisterio Español, Madrid, 1979, p. 162).

Hoy, quien optara por permanecer al margen del sistema de “salud” (sic) en Estados Unidos, por ejemplo, sería sancionado con una multa. El culto al cuerpo va desde las modas para anoréxicas; el ocultamiento y asesinato de los enfermos con la eugenesia y eutanasia; el estiramiento de la cara de las “estrellas” hasta tironearles el dedo gordo del pie, y cuanta ridiculez se nos ocurra para lucir lo más “plásticamente” posible.

Por el contrario, la defensa de las almas hay que suplicarla a veces mediante “recolección de firmas” para presentar hasta al propio Obispo, porque es como si estuviésemos hablando de fantasmas, y el Número de las firmas hace visible lo que ya ni se recuerda que existe. En cuanto a Defensa de la Fe…gracias a Dios, aún hay algunos sacerdotes y obispos que se avienen a celebrar Misas en Desagravio, como el que se realizará este jueves en la parroquia porteña de San Ignacio, tras su reciente profanación.

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9.09.13

(3) La apoteosis de la Tibieza

«El fanatismo consiste en decir o no, trátese de lo que se trate. No hay otra definición. “Sea vuestro lenguaje sí,sí, no, no; que lo que pasa de esto, de mal principio proviene”. Tal es la fórmula del fanatismo en el Sermón de la Montaña. (…) Cuando se os pregunta: “¿Sois cristiano?” Si respondéis “sí”, sin perífrasis, sois un fanático. Si respondéis “no”, también lo sois (…) En general, el laconismo, la concisión, y toda especie de precisión, lo hacen a uno sospechoso de fanatismo. Un sectario capaz de vociferar con abundancia, un abogado charlatán, un diputado locuaz, y hasta ventrílocuo, jamás serán sospechosos de fanatismo.» (León Bloy)

Hace un tiempo tuve un “cambio de opiniones” más o menos álgido con una profesora, porque le objeté su enseñanza del burdo cantito de moda “Cambia, todo cambia” en el marco de un colegio católico, y la conversación derivó, por supuesto, a todos los lugares comunes que estamos cansados de escuchar, terminando con la trillada alusión a la Inquisición, la cerrazón, y todos los Cucos asociados. El cambio como presupuesto de todo lo que nos rodea, es una de las excusas perfectas para la anomia moral que padecemos, y el caldo de cultivo para la apoteosis de la tibieza.

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