(349) Mons. Víctor M. Fernández: ¿más degenerado que Freud? -crítica bibliográfica- por Jordán Abud

Hace poco más de un año, el p. Jorge Guadalix definía -muy eufemísticamente, por cierto- como “sorprendente” el nombramiento del nuevo Prefecto para Doctrina de la Fe, y al final del post, profetizaba sin querer: “Confío que esto no sea premonición de otras cosas que veredes, Sancho que no crederes.”
Por nuestra parte, nos ocupábamos de algunos rasgos especiales de su “carisma” en un post de este mismo año, constatando no sin bastante angustia, que toda esa porquería va calando en ciertos institutos católicos, seminarios, y “forma mentis” de algunos consagrados, cueste creerlo o no.
Cada día más, es urgente insistir en la gravísima importancia de que por ejemplo, los educadores más directos en la fe -padres y catequistas- sean conscientes del “virus” que anda dando vueltas, para que protejan y “vacunen” espiritualmente a sus hijos con el celo de un cancerbero, para evitar males mayores. No se puede dejar a los más inocentes a merced de esta gente, sino instar a que se pida por su conversión, pero sabiendo que son enemigos de las almas.

¡Señor, ya hiede…! (Jn. 11, 39)
“Después de todo, ustedes se creen muy sabios, ¡pero con gusto soportan a los necios! Aguantan cuando alguien los esclaviza, les quita todo lo que tienen, se aprovecha de ustedes, toma control de todo y les da una bofetada.” (2 Cor.19-21)
Los católicos profesamos la Fe verdadera. Profesar la fe es dar testimonio de lo revelado por Alguien de Quien no dudamos, pues es la Verdad misma Quien se ha hecho Hombre por nuestra salvación. Salvación que no se da sino por la Verdad, como señala Nuestro Señor: “Conoceréis la Verdad y ella os hará libres” (Jn 8, 32).





