(319) Las familias católicas: catacumba y trinchera

Los herejes no descansan, no. No se deprimen, no bajan los brazos: su motor es la mismísima destrucción de la fe, y hasta los hay que tal vez creen que aportan algo bueno, pero tienen totalmente distorsionada la idea del bien. Centrados en su ombligo, lo identifican con su parecer, no con algo objetivo, y como buenos hijos de la modernidad, el “todo cambia” es su estribillo y anestesia.
Por nuestra parte, si perdemos de vista la verdad irrebatible de que estamos en guerra, ya hemos sido vencidos, porque colgamos las armas, dejamos que éstas se enmohezcan, y le cedemos la plaza en bandeja al Enemigo.
Y no es un chiste, ni mera metáfora. Porque “la plaza” en cuestión es nada menos que la Sangre de Cristo, y las almas que nos han sido encomendadas.



“En el contexto actual cobra importancia, tratar acerca del asentimiento que todo fiel debe al Magisterio que algunos llaman “ordinario". Esto es debido a la gran multiplicación de expresiones magisteriales por parte de los Papas en los últimos tiempos, así como a la inseguridad de muchos fieles, cada vez más creciente, ante la confusión doctrinal en la que vivimos..” (D.Rodrigo M. Piñar, El Obsequio Religioso)
“Después de todo, ustedes se creen muy sabios, ¡pero con gusto soportan a los necios! Aguantan cuando alguien los esclaviza, les quita todo lo que tienen, se aprovecha de ustedes, toma control de todo y les da una bofetada.” (2 Cor.19-21)