(376) Hablando del Sufragio universal, una autorizada reflexión (p. Cristian Ferraro)

En una de las más representativas y luminosas obras de Antonio Caponnetto, “La Perversión Democrática” -Ed. Santiago Apóstol, datos al pie-, el autor publica una carta que en su momento le hiciera llegar el p. Cristian Ferraro (*) acerca de la licitud del sufragio universal.
La reproducimos a continuación, por parecernos clara, concisa, y muy a propósito de ciertas discusiones que se reavivan cada vez que hay que acudir al circo democrático, presentando con un papelito, la ofrenda sagrada al credo en la omnipotente e inmaculada voluntad popular, cada día más evidentemente opuesta al Reinado de Cristo.
Hemos colocado algunos puntos a parte separando oraciones del mismo párrafo, a fin de poder leerlo más demoradamente.
Agradecemos a Antonio la inclusión de la carta en el libro, y al p. Cristian su claridad y orden lógico, esperando sinceramente que sea de utilidad a los lectores.
Sobre la licitud moral del sufragio universal (un análisis lógico) - Cristian Ferraro
La Castille, Francia - 27.10.19//25.11.19
Querido Antonio:
Le mando unas breves líneas (…) Argentina se debate entre la posibilidad de optar por el resentimiento envidioso de la izquierda revolucionaria y la de hacerlo por el egoísmo hipócrita de la derecha liberal (…) La decisión quedará confiada al ejercicio del sacrosanto deber democrático del sufragio universal. Y es sobre esto que le quería comentar algo.
Resulta que hace unos años seguí su disputa con Hernández y recientemente tuve ocasión de repasarla a raíz de varias consultas que me hicieron sobre el tema del sufragio. Al respecto, pienso que el problema, en concreto, es un problema perteneciente al ámbito de la moral y se refiere, para decirlo con sencillez, a si, en el contexto del sistema político argentino actual, es o no lícito ir a votar. (…) el solo hecho de saber que es pretensión inútil, utópica e ineficaz la de desmontar el perverso sistema democrático mediante los mecanismos que lo convalidan y construyen, hablará, sí, de la inoportunidad, pero no ya de la ilicitud moral de hacerlo; (…) lo primero que hay que resolver es el problema moral: en efecto, aun cuando se verificare la posibilidad de algún resultado positivo en un muy largo plazo, si no es lícito votar, no se podrá, y punto.
Porque la procura de un buen fin no autoriza, jamás, a usar medios que son moralmente desordenados.
1. Ahora bien, considero que, reducido a lo esencial, el planteo se puede formular en los siguientes términos:
[Premisa Mayor] No es cosa moralmente lícita transgredir el orden natural.
[Premisa menor] El ejercicio del sufragio universal y obligatorio constituye una transgresión del orden natural.
[Conclusión] Por lo tanto, el ejercicio del sufragio universal y obligatorio no es cosa moralmente lícita.
La premisa mayor es per se nota, porque es de la razón de lo moralmente malo la transgresión (voluntaria y libre) del orden natural. Cuestionar esto y no entender nada es lo mismo, por lo que sólo quien no entienda nada podrá cuestionarlo.
La conclusión, presupuesta la menor, se sigue de manera igualmente incuestionable.
El problema es la premisa menor: ¿por qué el predicado que lo determina como transgresión del orden natural se debe atribuir al sujeto «ejercicio del sufragio universal y obligatorio»?
Todo se concentra, pues, en la adecuada fundación de la pertenencia del predicado al sujeto, es decir, en justificar la premisa menor.
La premisa menor se justifica, en primer lugar, por las distintas notas que ya Sacheri y Meinvielle, entre otros, atribuyeran al sufragio universal obligatorio, al señalarlo como injusto, contradictorio, imprudente y corruptor.
Es injusto porque expresa el primado de la cantidad bajo dos respectos: por un lado, en cuanto simple expresión de la mayoría y, por otro, en cuanto negación del organismo social.
En lo tocante a esto último, cabe recordar que ya Aristóteles había explicado, con su habitual agudeza, que el mínimo constitutivo de la πόλις es la familia (según los tres vínculos originarios: de la conyugalidad, de la filiación y de la servidumbre) y no el individuo. Sostener lo contrario, como, de hecho, tantas personas, ilustradas o no, sostienen hoy, equivale a afirmar que la proposición «la barca zarpa mañana a la mañana» está formada por «l», «a», «b», «r», «c», «z», «p», «m», «ñ» y «n». Un absurdo descomunal, por cierto.
Pero… en fin, así se razona hoy –y, ¡ay de nosotros!, así se vive y se decide–.
Pero no sólo injusto, el sufragio universal se muestra también contradictorio cuando se impone como obligatorio: en nombre de la libertad el individuo es obligado a expresar su libertad; el punto no merece mayores desarrollos.
La nota de imprudencia le corresponde porque, sobre todo en el particular contexto argentino, no se terminan de conocer los detalles, «la letra chica» como gusta decir hoy en día, de las propuestas, y se desconocen los turbulentos negociados, las oscuras componendas y pactos de quienes aspiran al poder: el pronunciarse sobre materia tan delicada sin conocer suficientemente los términos del asunto, no puede más que ser calificado como un serio, y eventualmente grave, acto de imprudencia.
Mas si no fueran suficientes estas notas, la última resulta ciertamente decisiva: se termina promoviendo la corrupción, porque se legitima y promueve la partidocracia con todo lo que ella implica en cuanto al abanico de promesas irrealizables, falacias de campaña, clientelismo dadivista y un generoso etcétera.
Pero la premisa menor no se refiere directamente al sufragio universal obligatorio sino que lo menciona en cuanto término de un ejercicio: es este ejercicio lo directamente focalizado en la menor. Y es aquí donde pueden surgir problemas.
En efecto, el ejercicio del voto, desde el punto de vista moral, constituye la cooperación a un acto, precisamente porque el cooperante, es decir, quien vota, contribuye en la constitución del efecto, no sólo materialmente, esto es, en el sentido de que gane el candidato por él apoyado, sino formalmente, o sea, en cuanto que a través de su participación efectiva se convierte en instrumento activo del funcionamiento en acto segundo y consolidación a la postre del sistema democrático liberal republicano representativo.
Ahora bien, el sistema es intrínsecamente perverso por sus principios liberales; perverso no sólo por el mito de la presunta soberanía popular, sino, más particularmente, por su otra cara, a saber, la exclusión positiva de la soberanía de Dios.
De aquí se sigue, con claridad meridiana, que ningún católico, bajo ningún respecto, puede apoyar tamaña monstruosidad: una cooperación, entonces, que asuma como propio, por parte del instrumento, el fin propuesto por el agente principal –aquí consolidado en la forma del sistema político–, no es moralmente lícita.
Sin embargo, no faltan quienes piensan que se podría ejercer el voto sin compartir la finalidad del agente principal: al resultar el finis operantis del agente instrumental distinto del finis operantis del agente principal, en tal caso dicho ejercicio sería lícito.
Mas esta razón se muestra a todas luces vana porque deja de lado la consideración, determinante, del finis operis.
Por razón del objeto, el sufragio universal obligatorio constituye la expresión y la convalidación en acto segundo del perverso sistema democrático.
Por consiguiente, aún cuando no hubiere cooperación formal subjetiva, el problema es la cooperación formal objetiva, que no falta en este caso y que jamás es lícito prestar.
Esto quiere decir que no estamos ante una mera prestación material: la colaboración en la marcha del sistema tiene, en el caso que nos ocupa, un carácter, aunque instrumental, eficiente; por lo tanto, tiene razón de acto y cobra su valor y significado a partir del fin y de la forma. Quien pone el acto contribuye con la estructuración objetiva desordenada que ese acto de suyo implica, independientemente de la intención del agente instrumental.
2. Naturalmente, quien quisiere rechazar la conclusión debería negar la justificación de la menor que se acaba de proponer; mas no resulta tan fácil discutir directamente la argumentación como proponer soluciones alternativas y objeciones varias que, muchas veces, son más el reflejo del perfil temperamental de quien las formula que la consecuencia rigurosa de premisas y principios.
Menciono solamente tres entre otras posibles.
OBJECIÓN N° 1
La primera objeción sostiene que negar que se deba votar es un error, porque iría en contra del deber moral de la participación política.
–En este caso, claro está, el error se encuentra por el lado del anónimo objetor, que confunde la parte con el todo, por así decirlo, identificando la participación política con el ejercicio del sufragio.
Estamos, aquí, ante un sofisma de magnitud inexagerable, rayano en el ridículo, y pesa y duele que tantos conocidos y amigos se dejen llevar por semejantes falacias.
La participación política se puede estructurar en términos de enseñanza, conducción-militancia, decisión e información; ammesso e non concesso el sufragio universal, éste forma parte tan sólo del tercer miembro de la división, sin agotarlo, o sea, sin identificarse plenamente con él.
OBJECIÓN N° 2
Otra objeción sostendría que hay que ir viendo las cosas buenas y las oportunidades que el sistema ofrece, para aprovecharlas y terminar por desmontarlo.
–Se trata de un sofisma tan vano como el anterior, que surge muchas veces del defecto, ya denunciado por Aristóteles, de la complacencia; el complaciente es el tibio del orden prudencial, el incapaz de un sí decidido o de un no tajante, el que tiene miedo de chocar y prefiere siempre «arreglar», un irenista radical, apóstol infatigable del monstruoso gandho-«catolicismo».
Peca, pues, la objeción de complacencia. Pero peca, además, de pragmatismo: busca la solución práctica poniendo entre paréntesis lo que está bien y lo que está mal, porque, en realidad, sobreentiende que lo que está bien es, de todos modos, «arreglar».
Es la actitud de Pilato, como consta en el célebre texto –por cierto, habitualmente tan mal traducido y peor interpretado– de san Juan: Τί ἐστιν ἀλήθεια; («¿Qué es [una] verdad?», Jn 18,38).
Pilato no estaba abriendo una disputa filosófica acerca de la adecuación de la cosa y del intelecto, ni interrogaba al buen Jesús acerca de su filiación divina. Simplemente, Pilato le dijo: «¿Qué cuenta una verdad?». Es decir: «¿Qué diantres importa la verdad? ¿Qué importa cómo son las cosas? ¡Acá hay que solucionar el problema! Además, ¿cuál es la verdad? ¿tu postura… la de ellos? Cada cual tiene su verdad, arreglemos; ponerse a determinar cuál es la verdad no cuenta: acá hay que arreglar. ¿No te das cuenta de que yo te puedo sacar de ésta?».
Es tristemente gracioso: pero intelectuales católicos que refutan el pragmatismo en el aula se convierten en pragmatistas en la vida, con lo cual demuestran que su catolicismo es una abstracción.
Por supuesto, sin mala intención y, en muchos casos, con ignorancia invencible quasi patológica, a causa del influjo del contexto cultural, de la ciega guía de los pastores igualmente ignorantes, de un insuperable bloqueo temperamental.
Peca, por último, la objeción de ingenuidad: mientras que el Señor nos manda ser prudentes como serpientes, hay cristianos que imitan la prudencia de las palomas. Y así hemos podido constatar recientemente que el trágico domingo democrático había consagrados y consagradas que parecían –es lo que mostraban exteriormente– estar más contentos de ir a votar que de ir a comulgar.
OBJECIÓN N° 3
Una tercera objeción propone la disociación entre el ámbito de los principios y el ámbito de la vida concreta: si me preguntan acerca de los artículos del credo, tengo que dar la vida por ellos; pero en el ámbito de la participación política no se trata de confesar la fe sino de implementar estrategias prudenciales para alcanzar el bien común. Así, en un ámbito regiría la fe, la prudencia en el otro.
Olvidan los fautores de tamaña disociación que una cosa es la prudencia de la carne, acomodaticia en el complaciente, astuta en el malévolo, y otra cosa muy distinta es la prudencia sobrenatural, que obra dentro de la dinámica originada por la gracia.
En consecuencia, el ejercicio de la prudencia política de un católico tiene que estar guiado por la fe; de lo contrario, se incurriría en el desvarío de la esquizofrenia práctica maritainiana.
Por lo tanto, el justo y santo ejercicio de la prudencia no legitima la participación democrática en términos de adhesión efectiva al sufragio universal.
OBJECIÓN N° 4
Otra salida, más que objeción, es la de preguntarse y decirse a sí mismos: «pero, bueno, algo hay que hacer».
Mas de aquí no se sigue, por supuesto, que ese algo sea, justamente, el ejercicio del sufragio. En realidad ese planteo abre otro abanico de problemas, y requiere, justamente por eso, otro tipo de soluciones.
* * *
De todas maneras, pienso que en la evaluación del problema principal del que hablamos, y análogos, además de la formación en cuanto a los principios y contenidos asimilados mediante sacrificado y sincero estudio, confluyen otros factores igualmente determinantes: la agudeza misma intelectual y, por cierto, el temperamento, como así también, el tenor de vida espiritual.
Antiguamente los cristianos eran dados en pasto a los leones porque no quemaban incienso a los dioses; cambiemos «incienso a los dioses» por cualquier arbitrario y antinatural imperativo político y cultural de nuestro tiempo, y veremos cuán pocos cristianos quedan. Por supuesto: en muchos, muchos casos, sin culpa.
Es que hoy, entre otras cosas, muchos cristianos han olvidado que no hay que hacer el mal para que sobrevenga el bien; que arreglarían con Antíoco Epifanes… –total, Dios no va a estar haciendo lío por un pedacito de jamón: eddài! un pezzettino di prosciutto non fa male a nessuno–; que, deslumbrados por los poderes del mundo, confían «en sus carros, otros en su caballería» –nosotros, Deo gratias, confiamos en el Señor del Cielo y de la Tierra.
Bueno, hasta aquí, escrito de dos tirones, lo que pienso sobre el particular; salva, desde ya, mejor y más fundada sentencia. Se lo quería comentar simplemente por si le sirve saber que comparto su posición al respecto.
Un cordial saludo en Cristo Rey, con mis oraciones y afecto y estima de siempre,
Padre Christian
——————————————————-
(*) Christian Ferraro, nacido en Buenos Aires, obtuvo el Doctorado en Filosofía con una tesis sobre La libertad en el tomismo de Cornelio Fabro en la Universidad Pontificia de Letrán (2009). Desde 2011 hasta 2018 se ha desempeñado como profesor de Metafísica en la misma Universidad. Desde el año 2005 hasta el 2013 fue el encargado de la edición de las obras completas de Cornelio Fabro. Actualmente se desempeña como Prefecto de Estudios del ciclo filosófico en el Seminario Diocesano de Toulon (Francia).
Además de numerosos artículos en revistas especializadas, ha publicado los siguientes libros:
– El naufragio del progresismo. Reflexiones sobre el pensamiento de Karl Rahner
– Para un retorno a la metafísica. Sobre la actualidad del tomismo esencial
– [Introducción a] Cornelio Fabro
– Appunti di Metafisica. Un percorso speculativo, pedagogico e tomistico
– La svolta metafisica di san Tommaso. Riflessioni sull’emergenza dell’«esse» e la fondazione della libertà radicale
– El acto de ser en el «tomismo intensivo» de Cornelio Fabro
– Le cinque vie tommasiane. Presentazione pedagogica, analisi teoretica e discussione.
———————————————————————–
XXV EFC de BsAires: “La paz de Cristo en el reino de Cristo”
Temario y expositores aquí.
Consutar promociones para familias y estudiantes.
————————————————————————————
Librería y Editorial Santiago Apóstol:
La Plata 1721, Bella Vista.
Pcia de Buenos Aires -
wsp +54 9 11 3782-8582
6 comentarios
Dejo el enlace a un escrito sobre el asunto que, apoyado en el Magisterio eclesiástico, dice lo contrario: www.academia.edu/110316382/Consideraciones_sobre_el_sufragio_universal.
No conviene cargar las conciencias con pecado en donde la Iglesia expresa que no lo hay.
Un cordial saludo.
In Domino.
---------------------------
V.G: Hola Federico; no hablamos de pecado, sino de falta de coherencia lógica, y creo que el razonamiento que hace el p. Ferraro es clarísimo.
"De aquí se sigue, con claridad meridiana, que ningún católico, bajo ningún respecto, puede apoyar tamaña monstruosidad: una cooperación, entonces, que asuma como propio, por parte del instrumento, el fin propuesto por el agente principal –aquí consolidado en la forma del sistema político–, no es moralmente lícita (...) aún cuando no hubiere cooperación formal subjetiva, el problema es la cooperación formal objetiva, que no falta en este caso y que jamás es lícito prestar."
Queda por ver cómo es eso conciliable con lo que dice el Magisterio de la Iglesia sobre este tema.
Saludos cordiales.
------------------------------
V.G.: A ver; el razonamiento es recto, y a mi modesto juicio, irrebatible, lo cual no significa que yo piense (ni creo que lo piense el autor), que cada sujeto particular que emite un voto sea por ello reo de condenación eterna; aquí no hay juicio de conciencias, sino de ACTOS.
El Magisterio permite un juicio prudencial sobre los sistemas de gobierno, ergo, se puede pensar sobre ellos, y es de lo que se trata esta carta privada, a vuelapluma, que hemos publicado, por considerar que puede ayudar a otros a pensar rectamente.
Ahora, si vamos a hacer decir al Magisterio que el sufragio universal es lícito y recomendable, empecemos por conciliar ese Magisterio con otros documentos más inequívocos, que señalan que NO lo es. Viendo las gruesas contradicciones en que se ha incurrido en los últimos tiempos, urge comenzar por recuperar al menos el sentido común, y un poco de imaginación. Al paso que vamos, ya se acogerán al Magisterio los defensores de una cantidad de barbaridades a tono con el mundo, desde el momento que ha habido hasta celebraciones intra-eclesiales de los principios de la Revolución Francesa....Dejémoslo ahí.
Sin embargo en las últimas legislativas sólo votó el 67% del censo electoral, lo que quiere decir que en la práctica no votar carece de consecuencia negativa alguna.
Además si no estas de acuerdo con el sufragio universal, puedes votar en blanco o nulo.
Por lo demás, la experiencia electoral demuestra que el sufragio obligatorio favorece a las opciones conservadoras, pues las bases izquierdistas se movilizan más fácilmente.
Chile es un ejemplo, en las constituyentes el voto fue no obligatorio, sin embargo en el refrendo constitucional el voto fue obligatorio y el proyecto de constitución abortista fue rechazado abrumadoramente.
Sin embargo, a mi modesto juicio, falta un elemento importante en este análisis para una mejor comprensión del asunto. Me refiero a la imputabilidad moral. No basta, en efecto, con establecer la especificación moral de un acto; es necesario, además, establecer su grado de imputabilidad respecto del sujeto que lo realiza.
Ahora bien, la imputabilidad de un acto depende de su voluntariedad. En este punto es pertinente recordar los impedimentos del acto voluntario que disminuyen la voluntariedad o, incluso, la anulan. Los impedimentos del acto voluntario pueden proceder de la inteligencia: error, ignorancia invencible; y de la voluntad: las pasiones y la violencia.
Tomando en cuenta estos datos, ¿cuán imputable es el ejercicio del sufragio universal y obligatorio respecto del sujeto que lo realiza? Resulta evidente que el voluntario de los votantes, en general, se ve casi siempre impedido por el error y la ignorancia invencible. Además, están las pasiones (el sistema partidocrático y sufragista es, en sí mismo, una constante apelación a los elementos más irracionales, pasionales y emocionales del electorado). Por último, la violencia.
Cuando el sufragio es obligatorio se vuelve violento porque coacciona con el peso de la ley a los ciudadanos; un acto obligatorio deja de ser moralmente imputable; sin contar la coacción psicológica, cultural, etc.
Por todo esto, el ejercicio del sufragio universal obligatorio es moralmente ilícito; pero no imputable sin más a todos y cada uno de los desgraciados votantes en particular.
------------------
V.G.: Muchísimas gracias por tu aporte, Mario -como siempre clarísimo-, y que da respuesta suficiente a Federico y a Néstor.
Sin embargo creo seriamente que las ideas defendidas en este artículo, mas hablando de un pais como Argentina, que si esta fundida no es por la democracia sino por las deudas contraídas por unos señores a los que nadie eligió... ////////////.
---------------
V.G.: Ya sabemos que los calurosos defensores de la libre expresión, la defienden sólo para las expresiones que no les hacen mella.
Esta publicación tiene 2 comentarios esperando moderación...
Dejar un comentario







