(339) Una vez más: San Pío X (por A. Caponnetto)

SPioyMVal“Sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que pasa de esto,  procede del maligno” (Mt. 5, 37)

 
“Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” (Jn.8, 32)
 
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Días pasados hemos mantenido en este portal un debate en torno a dos publicaciones de Antonio Caponnetto a propósito de dos instrucciones pastorales de San Pío X con relación al voto de los católicos a los liberales.

Dicho debate ha sido en cierto modo sintetizado por el p. Javier Olivera en su blog, a través de la publicación de su intercambio epistolar con el hermano del primero.

Teniendo en cuenta, pues, que se lo había aludido directa e indirectamente, nos ha parecido justo, entonces, darle voz aquí, publicando la carta que ha dado a conocer ayer, al observar ciertas confusiones que han podido seguirse de aquellas réplicas.

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Comentarios a un intercambio epistolar entre mi hermano Mario Caponnetto y el padre Javier Olivera Ravassi

Querido padre Javier:

Como bien sabes, los hermanos Caponnetto somos conocidos en el ambiente facheril argento, con el mote de Colesterol. Hay uno bueno y otro malo. Y aunque los acuñadores de paremias no se ponen de acuerdo, prevalece la idea que a mí me correspondería el papel de LDG o lipoproteínas de baja densidad. ¡Malhaya el destino!

Agrego, pues, mis “malos” pareceres sobre los tuyos; me refiero a los que les has dado como respuesta a Mario, en tu carta del 30 octubre, según consta en tu blog. Doyte aviso además de que haré públicas estas líneas entre comunes parroquianos, pues en nada empece a la amistad que cultivamos, no violan ningún sigilo, a nadie ofenden y hasta podrían servir de aporte para una historia de lo sucedido en la cubierta del Titanic.

1) Los dos textos que has traído a colación, uno de San Pío X de 1909, y otro que lo replica del Cardenal Merry del Val, de 1911, me resultan gratamente conocidos. Están ingresados en mi correo electrónico el 20 de marzo de 2019, con ocasión de un fructuoso intercambio con un “camisa vieja” muy ilustrado. Lejos de pensar que no podían ser del papa Sarto, me alegró saber que de él procedían. Pues son un ejemplo de recta y genuina casuística, arte de tan mala fama –acaso porque se la asocia fatalmente al jesuitismo- y que sin embargo mucho nos socorre cuando procede de un sabio y de un santo como lo fue aquel pontífice. En no pocas ocasiones, pues, me valí de estas “Instrucciones” para mis clases. Es casuística de estirpe.

2) Dices sin ambages, y está bien, que diste a conocer esos documentos “a partir de la coyuntura política de nuestro país (las elecciones del 19 de Noviembre de 2023, en la que se enfrenta el kirchnerismo y el liberalismo/libertario)”. Con más razón que nunca entonces se imponía comentarlos, contextualizarlos, interpretarlos y ubicarlos en el conjunto del magisterio piodecimoniano. Porque así solitos y sueltos, como los publicaste, la conclusión era una sola: que San Pío X nos mandaba a votar por Milei. No hay hipérbole, te lo aseguro. Las distintas pruebas de simpatía, predilección y/o aquiescencia que desde tu blog fuiste dando hacia la figura del libertario (bien que con ciertas reservas, dichas de vez en vez, incluso la mejor de todas: sobre su delirio antirrosista), conducían fatalmente a suponer que sólo nos faltaba la bendición del buen Sarto para ungirlo a Bisoñé el 19 de noviembre.

Antonio3) Fue entonces que hice circular dos notas tituladas “San Pío X, los liberales y la opción política” (I aquí y II aquí). Te las remití y acusaste recibo con calidez. Me hubiera gustado que las publicaras; pero ni yo te lo pedí ni estabas obligado a hacerlo; de modo que nada reprocho. Ahora, en cambio, y a juzgar por los frutos que he podido recoger, advierto que aquellas notas mías prestaron un módico servicio: el que no se creyera que San Pío X estaba afiliado al partido La Libertad Avanza. Y el que se conociera un poco el ideario, el curso de acción y el notable quehacer táctico estratégico que nos legara el gran Sarto, en las antípodas de la democracia, del liberalismo, de la Revolución, de la Modernidad y de lo que hoy solemos llamar el Régimen, que todo lo políticamente malo abarca.

4) Es paradojal lo sucedido al respecto; las “Instrucciones” que publicaste hacían deducir al lego desprevenido que San Pío X era una especie de puntero de barrio, arriando bautizados a las urnas, y amigando a católicos con liberales, como si nada. La inmensa y riquísima doctrina de aquel Papa, en cambio, muestra -como en pocos casos en la historia de la Doctrina Social de la Iglesia- que la opción política de los católicos puede y debe tomar un rumbo muy distinto, muy concreto y muy operativo, en las antípodas de lo que el sistema de dominación nos impone hacer, y que mansamente acepta la mayoría, empezando precisamente por los católicos.

Me preocupa, y mucho, que las “Instrucciones” hayan padecido un reduccionismo, ya no de ese extraordinario plan táctico estratégico del Pontífice para ejecutar un quehacer político genuinamente católico, sino de la totalidad de las susodichas “Instrucciones”, sumadas a las orientaciones de Merry del Val.

5) Vuelvo entonces a las “Instrucciones” de mentas que publicaste –más las glosas de Merry del Val sobre las mismas-, pues lejos de considerarlas un bulto al que hay que escabullir, las tengo como un valioso testimonio de prudencia política. Pero vuelvo a estos textos, sin ser de la Escuela de la Gestalt (¡Jordán Abud me libre!), para sugerirte que enfatices por igual la forma y el fondo. Como en el proverbial jarrón formado por dos perfiles humanos que se miran, no nos es saludable ver sólo los perfiles o sólo el jarrón. Conviven ambas configuraciones.

Y al observar así aquellos argumentos pontificios o parapontificios, me sorprendo felizmente de hallar estas afirmaciones, que copio textualmente:

- “[Hay que] sostener la tesis católica en España y con ella el restablecimiento de la Unidad Católica, y luchar contra todos los errores condenados por la Santa Sede, especialmente los comprendidos en el Syllabus, y las libertades de perdición, hijas del llamado derecho nuevo o liberalismo, cuya aplicación al gobierno de nuestra patria es ocasión de tantos males”.

-“El nombre de liberales repugna justamente a muchos, y mejor sería no emplearlo”.

-“Combátanse los actos y las doctrinas reprobables, cuando se producen, sea cual fuere el partido a que estén afiliados los que ponen tales actos o sostienen tales doctrinas”.

- “No pretender que nadie renuncie a sus aficiones políticas honestas como deber ineludible”.

-“Calificativos como <los peores enemigos de la Religión y de la Patria> o <imitadores de Lucifer> convienen al «liberalismo doctrinario» y a sus hombres en cuanto sean sostenedores contumaces y habituales de errores y doctrinas contrarios a los derechos de Dios y de la Iglesia”.

-“Nuestros ardientes votos son que en el gobierno del Estado renazcan las grandes instituciones de la tradicional Monarquía española, que tanta gloria dio a la Religión y a la Patria, y trabajaremos para la ascensión progresiva de nuestras leyes y modos de gobierno hacia aquel grandioso ideario”.

-“Que los católicos que se llaman liberales, en primer lugar acepten sinceramente todos los capítulos doctrinales enseñados por la Iglesia y estén prontos a recibir los que en adelante ella misma enseñare; además, ninguna cosa se propongan que explícita o implícitamente haya sido condenada por la Iglesia; finalmente, siempre que las circunstancias lo exigieren, no rehúsen, como es razón, expresar abiertamente su modo de sentir conforme en todo con las doctrinas de la Iglesia”.

Pues sí, caro amigo. San Pío X reivindica los derechos de la “tesis” sobre los meros “hipotesistas”; recuerda, exalta y propone los antiguos ideales de la gloriosa monarquía tradicional; subraya la vigencia de las condenas al liberalismo y al mundo moderno; sostiene que el nombre de liberales es repugnante; nos enseña el noble arte de vituperar –herencia de Aristóteles y de Ramón Doll- sabiendo bien a quiénes aplicar las sutiles calificaciones de “imitadores de Lucifer” o “los peores enemigos de la Religión y de la Patria”, y alienta a seguir flameando las viejas y antiguas banderas de las “aficciones políticas honestas”.

¿De veras puede creer alguien con la debida capacidad lectora comprensiva, que estos textos nos conducen a votar a algunos de nuestros candidatos de M… Milei, Masa, Macri y otros coprónimos intercambiables? ¿De veras vamos a ceñir las “Instrucciones” y el texto de Merry del Val consiguiente a la parte en la que alecciona con cautela sobre cómo dirimir los conflictos en una disputa electoral comarcal?

¿Y de veras vamos a aplicar, sin más, al presente argentino, el fragmento reducido del texto, sin evaluar si aplica o no aplica a nuestro angustiante presente? Por eso, repito, las “Instrucciones” necesitaban del debido contexto histórico-social-doctrinal.  Porque de lo contrario, muchos podían confundirse y se confundieron.

6) Nos dices “que la prédica contra la democracia moderna de cierta parte del nacionalismo católico argentino (y subrayo cierta parte) ha logrado no sólo un abstencionismo partidocrático (totalmente lícito, por cierto) sino también, y sin buscarlo, un cierto celo amargo entre algunos jóvenes que creen que sólo resta esperar el martirio o la parusía, sin intentar hacer algo en pos de la cosa pública Y esto, aún cuando algunos tuvieran vocación y talento para ello”.

Me siento y no me siento aludido, mas por las dudas, quede dicho:

a) mi prédica no es contra la democracia moderna, sino contra la democracia toda, arrancando desde la crítica presocrática a ella hasta la de calificados autores contemporáneos. De todos los cuales me he ocupado en luengas y densas páginas. Sin que falten los que se enojan cuando les pido que no opinen sobre ellas si no las han leído. Pero el nuestro debe ser el único país en el que se puede estar en contra de un autor y de una obra sin haberlos estudiado.

b) no soy Abstencionista ni pertenezco al Partido Ausentista, Votoblanquista o Anulador. Milito activamente en el Nacionalismo Católico desde mi lejana adolescencia. He dedicado todo el estudio y todo el esfuerzo docente y bibliográfico que pude a demostrar y a predicar que, para el católico, hay otro quehacer político práctico, posible y legítimo. Para lo cual, justamente, necesitamos “la vocación y el talento” de jóvenes y adultos; y no que unos y otros malgasten sus dones rindiéndole pleitesía a la perversión democrática.

Entiendo y comparto el dolor que te embarga al contemplar aquellos jóvenes abatidos o rendidos. Pero muchísimo más me duele y me interpela la cantidad de jóvenes “con vocación y con talento para hacer algo en pos de la cosa pública”, y a la que ciertos adultos les hacen creer que tal cosa únicamente puede llevarse a cabo si se instalan en el sistema y juegan sus desdichadas reglas.

Es penoso verlos caer uno a uno en la pendiente electoralera y partidocrática.

Es penoso constatar la incoherencia absoluta a la que son arrojados con tal de figurar en el sistema. Y más penoso aún verlos convertidos en narcisistas del cyber espacio, convencidos de que vivir consiste en ser filmado, youtubeado, tuiteado, instagraneado, emoticonado, pulgareado o lo que fuere.

c) No puedo asociar, al modo de causa y efecto- la “prédica contra la democracia” y el “celo amargo” de los que creen que “solo resta esperar el martirio o la parusía”. Al margen de que es loable el hecho de que todo católico tenga un espíritu parusíaco y una actitud de testigo (martirial), la verdad es que, si me uso a mí mismo de <leading case> (por comodidad, digamos, porque me tengo a mano), es algo muy distinto lo que constato cada vez que predico contra la democracia. Los que me escuchan o leen no salen buscando Patmos sino más bien Covadonga; ni me preguntan dónde está sonando la séptima tuba sino dónde están los fierros. Y en cuanto al martirio, muchos de ellos me hacen acordar al padre Luis Toracca, quien cada vez que me veía me susurraba con irónica picardía: “Hay que prepararse para el martirio…”; y tras una pausa estudiada, agregaba estotro: “de los enemigos”.

A muchos antidemocráticos, y a mí mismo, nos pasa que podríamos parafrasear al padre Castañeda y decir a viva voz “la Parusía me da fuerzas”. En fin, lo que trato de decirte es que los antidemocráticos pertenecemos al género de los arrebatados o manijeros, según la taxonomía del Aquinate. Mientras que el celo amargo suele gravitar como nota dominante entre los apisonadores de sufragios. Fuerabromas, caro pater: la postura inmovilista o quietista en nombre de la Segunda Venida, no es la mía. También sobre esto tengo mis libros, de los cuales mis enemigos dirán, inspirados en Quevedo: “ si acaso no aprendidos/ nunca abiertos”.

7) Dices luego que te asiste la creencia de “la relatividad de esas formas de gobierno”, entre las cuales estaría la democracia. No predico yo que no sean relativas, si de contraponerlas a absolutizaciones se tratara. Sólo repito con los clásicos –paganos y católicos- que hay formas puras e impuras, virtuosas o viciosas, legítimas o ilegítimas; y que la democracia corresponde al género de las formas impuras, viciosas, degradadas, corruptas e ilegítimas de gobierno. Pero me sorprende que los padres tutelares invocados para esta postura que asumes sean Maurras, Meinvielle, Irazusta, Enrique Díaz Araujo y el inolvidable Dr. Pateiros. Todos los cuales compitieron entre sí en el noble arte de vituperar, execrar, denostar, peer y fustigar a la democracia. Desde Maurras que la llamó “enfermedad”, hasta Meinvielle que la denominó “Satanocracia”, pasando por Don Julio Irazusta que la consideró “un pecado contra el espíritu” (sic).

Si emperadores politeístas hubo que aceptaron tener consejeros cristianos, el fenómeno no es mérito de la democracia ni del sufragio ni de los partidos ni de la soberanía popular; sino, por el contrario y en todo caso, de la forma política del Imperio. Aplicando lo que dice San Eusebio podría entenderse analógicamente: ”didicerunt omnes homines, sun uno terrarum imperio viventes, unios Dei omnipotentis imperium fideli eloquito confiteri” (Enarraciones…XLV,21).

Y si “ciertos pueblos bárbaros fueron conquistados para Cristo, aún en situaciones doctrinalmente desfavorables”, tampoco prueba los buenos servicios que nos prestan los demócratas sino los conquistadores y evangelizadores, los apóstoles y los decididos al martirio.

¡Bien por San Remigio que casó a Clodoveo con Santa Clotilde! Pero como atinadamente apuntas, hizo falta un santo, un monarca y una santa para formar un reino cristiano. La democracia, algo más módicamente, acaso si permite el apareamiento tántrico de Milei con Fátima Florez, como permite y festeja la mancebía de Menem con la Bolocco –vástago incluido- aunque no sabemos si sucedió respetando el principio bioceánico o el uti possidetis iuris.

8) Ríos de tinta han corrido debatiendo la clásica fórmula maurrasiana de la politique d’abord, que oportunamente recuerdas. No seré yo quien dirima la cuestión, abordada inter nos por maestros brillantes. Sólo sumaré al respecto un intento de respuesta a una pregunta retórica que a partir de esta premisa te haces: “¿de qué nos serviría una restauración católica en lo individual, una restauración de los primeros principios en nuestros estudiantes si el país continuara siendo vasallo de los imperios y sometido a las agendas globalistas? Pues precisamente nos serviría, como dice Castellani, de grano de mostaza y de levadura para conservar y acrecentar la esperanza de superar alguna vez nuestra condición de nación vasalla. Cuando ya no nos quede la probabilidad siquiera de liberarnos de las ataduras del globalismo, nos quedarán los testigos insumisos (así llamaba Pierre Pascal a Maurras), que sepan y puedan aún pensar la patria; y morir pensándola como Dios la trajo al mundo. Pero con estudiantes o jóvenes funcionales al sistema, dóciles a la democracia y a sus patochadas siniestras, son esos poderes mundiales los que salen ampliamente gananciosos. Habrán logrado domeñarlos y volverlos parte del rebaño. No sé si, como escribes, la primera de las libertades del hombre es la independencia de su patria, porque como tantas veces lo hemos conversado, independentistas tuvimos para todos los gustos. Pero creo que sí podría considerarse libertad humana prioritaria la que está definida por Jesucristo (Jn 8,31-42) y no por Benegas Lynch.

Si así nos paramos frente a la realidad no hay ninguna oposición dialéctica entre “decir la Verdad” y “obrar el Bien”. Porque la Verdad es un Bien de Derecho Público, enseña Santo Tomás. Descubrirla, proclamarla, amarla y servirla con todas nuestras fuerzas, contra tirios y troyanos, es tarea equivalente a obrar el Bien.

Entiendo al fin que, por razones pastorales o de celo apostólico, “no quieras disparar nunca contra la derecha”. Pero en mi opinión es un error que cabría rectificar. Ante todo porque conserva la criteriología iluminista y revolucionaria de dividir los bandos en diestra y siniestra. Es la misma forma mentis de la Revolución; precisamente aquello que De Maistre aconseja no hacer. En segundo lugar porque lo que aquí y ahora se llama “derecha” es un rejunte informe de liberales, masonetes, oligarcas, mayo-caseristas, políticamente correctísimos, neo cipayos de overol o de levita, nacionalistas vergonzantes y felones, batalladores culturales made in USA, señores gordos y señoras liposuccionadas. Una especie de ‘mesaza’ de Mirta Legrand.

No, padre Javier; nuestra derecha no es la que pudo hacerle escribir a un Silvio Villegas que allí no estaban los enemigos. Es la que llevó a José Antonio a acuñar su famosa consigna, según la cual es preferible la bala del marxista a la palmadita del derechista. Porque siempre será mejor morir fusilado que de náuseas.

 

No te quito más tiempo.

Va mi abrazo,

En Cristo y en la Patria

Antonio

 

PD: Me alivió mucho verte defender a Rosas de los anacronismos indoctos (minuto 4′15 aquí) y revulsivos lanzados por Milei. Me pregunto qué malabares harán ahora sus espadachines, a quienes conocimos cantando “Revuelo de ponchos rojos”. Pero ya los he descubierto; son capaces de toda incoherencia. De votarlo el 19 y de festejar el 20 La Vuelta de Obligado. De cumplir con el deber cívico de mentir universalmente, y después de asistir a tus solemnes misas tridentinas, para no ser pasteleros.

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