(271) Por nuestros Sacerdotes, súplica y ofrenda

Cena

“Un sacerdote,para ser realmente mediador entre Dios y el hombre, tiene que ser hombre. Esto es fundamental, y el Hijo de Dios se hizo hombre precisamente para ser sacerdote, para poder realizar la misión del sacerdote…”

(Benedicto XVI, 18-2-2010)

Entrando en el Triduo Pascual más extraño de la historia, en que no podemos dejar de añorar el culto espléndido que a través de la Sagrada Liturgia nos permite aproximarnos al Misterio por el que cobra sentido el Universo, la vista de muchos de nosotros se vuelve una y otra vez hacia los sacerdotes, especialmente en este Jueves Santo.

No son estos días fáciles para ellos, no…

 No sólo los que están en primera línea de atención a los enfermos –cuando se lo permiten- o incluso los que mueren, sino todo sacerdote, aunque para gran parte del mundo pasen inadvertidos, hoy están en “el ojo del huracán” que azota diabólicamente a toda la Iglesia.

Así es, desde el ataque sin cuartel por parte de la izquierda primero, y de todo el mundo luego, pasando por el ataque que “desde dentro” les dirige el Mundo habiendo incitándolos a pensar según sus máximas, hasta las sacudidas que en el seno de la propia Iglesia sufren tantos…en la persecución más cruda, la de “los propios”, que encaramados a la última ola teológica relativizan todo lo que naturalmente ama un sacerdote qeu quiere permanecer fiel….

Pero no son sólo los “buenos” los perseguidos, no: quienes ya han bajado los brazos y navegan a sus anchas sobre los dictados seculares; quienes han acomodado la doctrina a sus propias vidas desordenadas, y siguen llevando su sacerdocio como pesada carga: éstos son también pereseguidos por su conciencia, que puede ser aún más cruel que el enemigo cuando todavía se la escucha. Unos y otros sólo tienen en Cristo paciente y doliente su Refugio, criterio, consuelo y fortaleza.

Ay, Señor, ¡tus predilectos! Los que elegiste desde siempre para conducirnos a Vos, y sin quienes no podemos gozar de Tu presencia eucarística, que es el corazón mismo de la Iglesia.  Mira que ellos también están sufriendo confusión, y están siendo zarandeados como el trigo…¡No dejes que se pierdan, porque vamos tantos detrás de cada uno de ellos, confiando que realmente nos lleven hacia Vos!…

ConfesionarioBien decía Chesterton que el sitio más luminoso del mundo entero es el rincón donde hay un confesionario, y hoy sin embargo muchos somos privados de este consuelo y esta Luz. Es admirable la misericordia de Dios, con el alma que en estos casos le ofrece entonces una contrición perfecta, pero…¿y si no saben, o no hay quién los ayude a recordar que deben “poner en orden las cuentas” con Dios, porque la eternidad está a la vuelta de la esquina para todos? …Y cuando en estos días hay tantas almas que piden o necesitan desesperadamente un sacerdote en su cabecera para prepararlos al Paso más importante de sus vidas, y no se lo permiten…?! ¡Qué responsabilidad es para todos el valorar la gracia de poder confesarnos sacramentalmente cuando aún podemos hacerlo!…

Cada Jueves Santo deberíamos meditar aquellas líneas tan lúcidas de Hugo Wast:

“Cuando se piensa que ni la Santísima Virgen puede hacer lo que un sacerdote.

Cuando se piensa que ni los ángeles ni los arcángeles, ni Miguel ni Gabriel ni Rafael, ni príncipe alguno de aquellos que vencieron a Lucifer pueden hacer lo que un sacerdote.

Cuando se piensa que Nuestro Señor Jesucristo en la última Cena realizó un milagro más grande que la creación del Universo con todos sus esplendores y fue el convertir el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre para alimentar al mundo, y que este portento, ante el cual se arrodillan los ángeles y los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote.

Cuando se piensa en el otro milagro que solamente un sacerdote puede realizar: perdonar los pecados y que lo que él ata en el fondo de su humilde confesionario, Dios obligado por su propia palabra, lo ata en el cielo, y lo que él desata, en el mismo instante lo desata Dios.

Cuando se piensa que la humanidad se ha redimido y que el mundo subsiste porque hay hombres y mujeres que se alimentan cada día de ese Cuerpo y de esa Sangre redentora que sólo un sacerdote puede realizar.

Cuando se piensa que el mundo moriría de la peor hambre si llegara a faltarle ese poquito de pan y ese poquito de vino.

Cuando se piensa que eso puede ocurrir, porque están faltando las vocaciones sacerdotales; 

Cuando se piensa que un sacerdote hace más falta que un rey, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él. que cuando eso ocurra se conmoverán los cielos y estallará la Tierra, como si la mano de Dios hubiera dejado de sostenerla; y las gentes gritarán de hambre y de angustia, y pedirán ese pan, y no habrá quien se los dé; y pedirán la absolución de sus culpas, y no habrá quien las absuelva, y morirán con los ojos abiertos por el mayor de los espantos.

Cuando se piensa que un sacerdote cuando celebra en el altar tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey; y que no es ni un símbolo, ni siquiera un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo que está allí repitiendo el mayor milagro de Dios.

Cuando se piensa todo esto, uno comprende la inmensa necesidad de fomentar las vocaciones sacerdotales.

Uno comprende el afán con que en tiempos antiguos, cada familia ansiaba que de su seno brotase, como una vara de nardo, una vocación sacerdotal.

Uno comprende el inmenso respeto que los pueblos tenían por los sacerdotes, lo que se refleja en las leyes.

Uno comprende que el peor crimen que puede cometer alguien es impedir o desalentar una vocación.

Uno comprende que provocar una apostasía es ser como Judas y vender a Cristo de nuevo.

Uno comprende que si un padre o una madre obstruyen la vocación sacerdotal de un hijo, es como si renunciaran a un título de nobleza incomparable.

Uno comprende que más que una Iglesia, y más que una escuela, y más que un hospital, es un seminario o un noviciado.

Uno comprende que dar para construir o mantener un seminario o un noviciado es multiplicar los nacimientos del Redentor.

Uno comprende que dar para costear los estudios de un joven seminarista o de un novicio, es allanar el camino por donde ha de llegar al altar un hombre que durante media hora, cada día, será mucho más que todas las dignidades de la tierra y que todos los santos del cielo, pues será Cristo mismo, sacrificando su Cuerpo y su Sangre, para alimentar al mundo.”

Hace un tiempo llegó a nosotros una oración atribuida a Santa Teresita que invito a los lectores a rezar cada día, pensando en cada uno de ellos: en los sacerdotes amigos, confesores, fidelísimos, pero también en los lejanos, que están en tierras de misión, o de guerra, o los que sufren profunda tentación. Y en los infieles…para que regresen al amor de la Primera Hora cuando aún es tiempo..:Consagr

Guarda, Señor, a vuestros sacerdotes, que todos los días os inmolan en el Altar. Protégelos, porque sin ser del mundo, han de vivir en él. Cuando los placeres los seduzcan, sácialos con las delicias de Vuestro Corazón. Defiéndelos y consuélalos en las horas de amargura. Cuando crean estéril su vida de sacrificios, atráelos, porque no tienen a nadie sino a Vos. Presérvalos inmaculados, como la Hostia que diariamente toman en sus manos. Bendice sus pensamientos, palabras y obras. Te rogamos que fortalezcas en la perseverancia a los que has llamado y aumentes cada día los aspirantes al sacerdocio, formándolos según Tu Corazón, para lograr en el mundo un solo rebaño y un solo Pastor. Así sea.

Pero quisiéramos dar un paso más, y proponer a la consideración de nuestros lectores un “regalo” para el Jueves Santo, en favor de todos nuestros sacerdotes y obispos, para muchos de los cuales nuestro pobre corazón sólo sabe expresar quejas y críticas…

¿Qué podemos ofrecer por su sostén, su fortaleza, su fidelidad, si tenemos en cuenta que en ellos estas virtudes valen tantísimo más que en otros, por la estela de almas que arrastran tras de sí? No hay precio, no hay medida para la gratitud que debemos a quienes han sido fieles al llamado del Señor para este puesto privilegiado en Su Viña…

Por eso, porque somos tan pobres, creo que lo mejor que podemos hacer es ofrecernos a nosotros mismos: nuestros pobres méritos, aquí y en la eternidad.

Hay un piadoso y bellísimo sacramental que recogían algunos devocionarios antiguos, bajo el nombre de “Voto de ánimas” en favor de las almas del Purgatorio, como lo conocí en mi adolescencia gracias al p. Urrutia s.j. quien señala que

consiste en hacer entera donación de todas nuestras obras satisfactorias e indulgencias en favor de (las almas destinatarias), e incluso las que se ofrezcan por nosotros después de la muerte.

Sobre los reparos que puedan oponerse, prosigue:Getsemaní

“Renunciar en favor de otros a las satisfacciones de pena que nos correspondan, y dejarnos en manos de la misericordia de Dios, es un acto de caridad muy meritorio, que debe hacerse por amor a las almas (…) y por amor a Dios y a la Sma. Virgen, a cuya misericordia nos confiamos. En sí, resulta un cambio, en el que cedemos todas nuestras satisfacciones y adquirimos más méritos. Es comprometerse a mucho, pero también es ganar mucho, ejercitando en nosotros la caridad y el abandono a Dios.”

Se nos dice también que este voto (no lo es propiamente) fue muy recomendado por S.S.Pío IX el 20/11/1852.

De modo semejante, pues, podemos ofrecer lo mismo –aunque ya lo hayamos hecho por las almas del Purgatorio- por nuestros sacerdotes y obispos, en el tremendo tiempo de apostasía que vivimos. Compartimos un modelo de fórmula privada, revisada por varios directores de almas:

Omnipotente y sempiterno Dios y Señor, yo NN, afligido por la enorme cantidad de pecados que se cometen en la Iglesia (de la que soy miembro eternamente agradecido), debidos a la falta de mayor santidad en sus pastores, en sus religiosos y laicos, consciente de mis propias miserias, debilidades y pecados, pero confortado  por la infinita misericordia de la que a diario me das muestras, me atrevo a hacerte entrega, por intermedio de mi Madre la Virgen del Carmen y de mi hermana Santa Catalina de Siena, de todas las palabras, deseos y obras satisfactorias, pasadas, presentes y futuras, propias y particulares, en vida y en muerte, como también las que después de ésta otros ofrezcan por mí, para que María Santísima las aplique especialmente en reparación y fortalecimiento de las almas de los sacerdotes y los obispos, príncipes de Tu Cuerpo místico, para que nos guíen y gobiernen con tu fortaleza, Señor, según la grandeza de Tu Nombre.

Recibe, Señor, este ofrecimiento para gloria tuya, consuelo de los fieles y provecho de mi alma. Amén.

Nuestra Señora, por supuesto, como Mediadora de todas las gracias, se encargará de la distribución a quien más lo necesite.

Que Cristo Rey, realmente presente en la Eucaristía -sólo posible por ellos-, nos conceda vivir más  plenamente la Comunión de los Santos, y cada día nos lleve a levantar la mirada!

¡Santo Triduo Pascual para todos!

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2 comentarios

  
Marina
!Extraordinario¡
Me ha parecido buenisimo , de principio a fin.Comparto tus inquietudes y deseos, por los sacerdotes, todos los días rezo por ellos, hoy especialmente reforzada, por tu excelente artículo.
Muchas gracias,
10/04/20 9:12 AM
  
NikolayPaf
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Ha salido ininteligible el comentario. Por favor reenvíe. Gracias.
11/04/20 8:05 PM

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