(131) ¿Acaso cualquier oración es válida?...

JHSSin mí, nada podéis hacer (Jn.15, 5)

Buscad el Reino de Dios, y lo demás se os dará por añadidura (Mateo 6, 33)

¿Es suficiente “tener fe”, a secas, para orar bien?   Debería ser algo sencillo de responder, y sin embargo parece que cada día más, muchos católicos van caminando -no ya como rebaño sino como borregos-, a la falsísima idea de que cualquier oración es válida y agradable a Dios, y que ya no es preciso tener la Fe verdadera, como virtud teologal, sino que bastaría con la “buena voluntad” de querer creer “en algo”, por difuso o heterodoxo que esto sea. Hemos oído más de una vez incluso a algún pastor, que con gesto indulgente señala a Fulano, de poca o nula instrucción religiosa, consolándose con que “al menos tiene fe…” sí: en el Gauchito Gil, en la Pachamama…y mejor no sigamos.

¿Ataco con esto la “fe de los sencillos”? En lo más mínimo, al contrario. Pero indigna sobremanera, sí, que se confunda la fe sencilla verdadera y católica con sucedáneos que nada tienen que ver con ella, y que sirven para excusar la pereza de ciertos pastores en formar sólidamente la fe de los fieles.

Si fuese válida cualquier tipo de oración, ¿por qué los Apóstoles pidieron a Nuestro Señor, “Maestro, enséñanos a orar”?

¿Por qué El les respondió dando en el Padrenuestro un modelo exquisito de oración, que encierra las disposiciones que debe tener el corazón del hijo de Dios para dirigirse a su Padre que está en los Cielos?  ¿No habría bastado responderles “hagan como quieran, pidan lo que se les ocurra, dejen que fluya vuestro corazón”?…   Y si nos vienen con que somos “estructurados”, sí, gracias a Dios tenemos una estructura; una columna vertebral, que nos permite diferenciarnos de las amebas y los moluscos, mal que les pese a los ecologistas extremos.

Podemos sintetizar el tema recordando el clásico “Lex orandi, lex credendi”: tan serio es el asunto, que si rezamos mal corremos el riesgo de terminar también creyendo mal, vale decir: creyendo lo que no debemos creer, y descreyendo de lo que necesitamos para salvarnos.

El Catecismo expone esta íntima relación con suma claridad:

2558 “Este es el misterio de la fe”. La Iglesia lo profesa en el Símbolo de los Apóstoles (primera parte) y lo celebra en la Liturgia sacramental (segunda parte), para que la vida de los fieles se conforme con Cristo en el Espíritu Santo para gloria de Dios Padre (tercera parte). Por tanto, este misterio exige que los fieles crean en él, lo celebren y vivan de él en una relación viviente y personal con Dios vivo y verdadero. Esta relación es la oración.

Vemos, pues, algunas voces muchísimo más autorizadas que la mía, para dirimir este tema.

Partimos de un diálogo puntual de la Palabra de Dios: Jesucristo enseña a orar a sus discípulos. No se trata de una enseñanza más, sino que está en la base de la Revelación, pues por ella sabemos que podemos invocar a Dios como Padre; no como deidad difusa, ni como Gran Arquitecto, ni como Alma Universal; el Dios verdadero es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¿Y los demás no son verdaderos? No, por eso es una ridiculez el planteo buenista de que “todos creemos en el mismo dios”. Sencillamente no es así; Jesucristo no vino a hacer un viaje turístico al encarnarse y nacer de María Santísima, sino a mostrarnos la Verdad, la única que nos hace libres.Libres de la muerte, del pecado  y de la esclavitud de la mentira y del error. Pues otras creencias son mentirosas y erróneas, aunque contengan “semillas” de verdad. Pero una semilla debe regarse para que llegue a ser. Llegar a descubrir la verdad completa, que sólo se encuentra en Cristo, Alfa y Omega, transmitida por la Tradición y Sda. Escritura, e interpretada por el Magisterio. Así se refería a esta verdad absoluta el p. Garrigou-Lagrange, o.p., al hablar de su “iluminación”:iluminacion

“La doctrina de la Iglesia católica es la verdad absoluta sobre Dios, su vida íntima, el hombre, su origen, su destino sobrenatural (…) la verdad absoluta que no pasará y que se manifestará cada vez más elevada en su esplendor hasta que veamos a Dios directamente, facie ad fsciam [cara a cara].“

Retomando la cuestión de la oración, el Catecismo al comienzo de la IV parte, señala también:

2559. “La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes”(San Juan Damasceno, Expositio fidei, 68 [De fide orthodoxa 3, 24]).

No es lícito entonces pedir cualquier cosa en la oración, ni tampoco pedirlo desordenadamente.

Para mostrar la jerarquía de bienes que debemos desear y pedir, el Padre Nuestro es modelo supremo, en donde se plasma el  “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura” (Mt.6,33) que colocábamos en el acápite.

2564 La oración cristiana es una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo. Es acción de Dios y del hombre; brota del Espíritu Santo y de nosotros, dirigida por completo al Padre, en unión con la voluntad humana del Hijo de Dios hecho hombre.

2565. La oración es cristiana en tanto en cuanto es comunión con Cristo y se extiende por la Iglesia que es su Cuerpo. Sus dimensiones son las del Amor de Cristo (cf Ef 3, 18-21).

2804. El primer grupo de peticiones nos lleva hacia Él, para Él: ¡tu Nombre, tu Reino, tu Voluntad! Lo propio del amor es pensar primeramente en Aquél que amamos. En cada una de estas tres peticiones, nosotros no “nos” nombramos, sino que lo que nos mueve es “el deseo ardiente”, “el ansia” del Hijo amado, por la Gloria de su Padre,(cf Lc 22, 14; 12, 50): “Santificado sea […] venga […] hágase […]”: estas tres súplicas ya han sido escuchadas en el Sacrificio de Cristo Salvador, pero ahora están orientadas, en la esperanza, hacia su cumplimiento final mientras Dios no sea todavía todo en todos (cf 1 Co 15, 28).

Esta dimensión “dialógica” (hombre-Dios) suele pasarse por alto sobre todo en ciertos cantos profundamente horizontalistas, típicamente modernistas, en los cuales la oración (porque el canto litúrgico es sobre todo, oración, o debe serlo…) se desvirtúa, dirigiéndose al hombre en vez de a Dios. Es el caso, por ejemplo, de “Ven hermano, y cántale a Cristo…”; “Juntos, como hermanos…”; “Toma mi mano hermano…”; “Una espiga, dorada por el sol…”; “A veces, en algunos días grises…” Comprendo que a muchos puedan parecerles ya canónicos e “intocables”, pero lo cierto es que estos cantos no son litúrgicos, por la sencilla razón de que no son oración en modo alguno.  Porque la oración no es mera filantropía ni autoayuda espiritual, ni consejería psicológica: es diálogo con Dios.

La misma raíz horizontalista, centrada fundamentalmente en el hombre y no en Cristo -Alfa y Omega, sin Quien NADA bueno podemos hacer - es la que subyace tras ciertos pedidos de solidaridad, que nada tienen que ver con la caridad cristiana, cuya definición es amor a Dios por sí mismo y al prójimo por amor a Dios.

No se trata pues del amor al hombre por el hombre, mera filantropía más propia de la masonería o de la new age que del cristianismo.

Para la espiritualidad new age, en efecto,new age

“…la perfección significa alcanzar la propia realización según un orden de valores que nosotros mismos creamos y que alcanzamos por nuestras propias fuerzas: de ahí que podamos hablar de un yo auto-creador (…) En cualquier caso, dista mucho del mensaje de paz y armonía que se encuentra en el Nuevo Testamento y con frecuencia es una de las consecuencias de la exaltación de la humanidad cuando implica la negación de un Dios trascendente

(…) Los temas básicos también están presentes en los ámbitos de la política, la educación y la legislación.37 Esto se aplica especialmente a la ecología. Su fuerte acentuación del biocentrismo niega la visión antropológica de la Biblia, según la cual el hombre es el centro del mundo por ser cualitativamente superior a las demás formas de vida natural. El ecologismo desempeña hoy un papel destacado en la legislación y en la educación. (…)Muchos autores de la Nueva Era sostienen que somos nosotros quienes elegimos las circunstancias de nuestras vidas (incluso nuestra propia enfermedad y nuestra propia salud). En esta visión, cada individuo es considerado fuente creadora del universo…” (Cf. “Jesucristo, portador de Agua Viva”)

En este antropocentrismo de cuño pelagiano, sibilinamente anticristiano, cabe resaltar unas palabras de este mismo documento sobre la acentuación del individualismo y una especial fobia por la oración tradicional:

«En realidad, el atractivo de la Nueva Era tiene que ver con el interés por el yo, su valor, sus capacidades y problemas, que la cultura actual fomenta. Mientras que la religiosidad tradicional, con su organización jerárquica se adapta bien a la comunidad, la espiritualidad no tradicional se adapta bien al individuo. La Nueva Era es “del” yo en la medida en que fomenta la celebración de lo que ha de ser y devenir; y es “para” el yo en la medida en que, al diferenciarse de lo establecido, está en una situación capaz de afrontar los problemas generados por las formas de vida convencionales ».(Paul Heelas, The New Age Movement. The Celebration of the Self and the Sacralization of Modernity. Oxford, Blackwell, 1966)

El rechazo a la tradición en su forma patriarcal, jerárquica, tanto social como eclesial, conlleva la búsqueda de una forma alternativa de sociedad, inspirada claramente en el concepto moderno del yo. Muchos escritos de la Nueva Era defienden que no se puede hacer nada (directamente) para cambiar el mundo y en cambio se ha de hacer todo para cambiarse a sí mismo. Cambiar la conciencia individual se entiende como la manera (indirecta) de cambiar el mundo".

- Por eso, vislumbrando ya lo que hoy vivimos, el papa Pío IX pedía a los obispos en su encíclica Quanta Cura, de una tremenda actualidad:

“(…) no dejéis jamás de inculcar a los mismos fieles, que toda la verdadera felicidad viene a los hombres de nuestra augusta Religión y de su doctrina y ejercicio, y que es feliz aquel pueblo que tiene al Señor por su Dios (Salmo 143). Enseñad «que los reinos subsisten teniendo por fundamento la fe católica» (San Celestino, Epístola 22 ad Synod. Ephes. apud Const. pág. 1200) y «que nada es tan mortífero, nada tan próximo a la ruina, y tan expuesto a todos los peligros, como el persuadirnos que nos puede bastar el libre albedrío que recibimos al nacer, y el no buscar ni pedir otra cosa al Señor; lo cual es en resolución olvidarnos de nuestro Criador, y abjurar por el deseo de mostrarnos libres, de su divino poder» (San Inocencio, I Epístola 29 ad Episc. conc. Carthag. apud Const. pág. 891).

Las desviaciones que hoy observamos han sido ya larga e insistentemente anticipadas, en el Magisterio precedente.  masonería

25. ¡Ojalá juzgasen todos del árbol por sus frutos y conocieran la semilla y principio de los males que nos oprimen y los peligros que nos amenazan! Tenemos que habérnoslas con un enemigo astuto y doloso que, halagando los oídos de pueblos y príncipes, ha cautivado a unos y otros con blandura de palabras y adulaciones.  (Humanum Genus)

Y sin embargo, ¿Cuántos sacerdotes u obispos de hoy se deshacen alabando la paz, la libertad, la convivencia, los derechos del hombre, la solidaridad, creyendo que es suficiente y más “humilde” un lenguaje social “general”, pero aséptico, sin mención explícita de Cristo, único salvador del hombre? ¡Y qué tristeza y escándalo causan estas gravísimas omisiones, sobre todo cuanto más responsabilidad tiene quien calla..! 

Porque Nuestro Señor nos ha advertido que “Quien no siembra conmigo, desparrama…” (Lc.11, 23) y quien empieza por ponerse al margen de El, ya sea de palabra u obra, terminará tarde o temprano, poniéndose en su contra. Y como sólo hay Dos banderas, estar en contra de Cristo no es sino arar el campo para el Anticristo.

San Juan Pablo II vislumbraba el peligro de concebir la libertad al margen de Cristo, silenciando su nombre, incluso en la misma prédica de la Iglesia al mundo.

“..En Cristo y por Cristo, Dios se ha revelado plenamente a la humanidad y se ha acercado definitivamente a ella y, al mismo tiempo, en Cristo y por Cristo, el hombre ha conseguido plena conciencia de su dignidad, de su elevación, del valor transcendental de la propia humanidad, del sentido de su existencia.

…Jesucristo es principio estable y centro permanente de la misión que Dios mismo ha confiado al hombre. En esta misión debemos participar todos, en ella debemos concentrar todas nuestras fuerzas, siendo ella necesaria más que nunca al hombre de nuestro tiempo. Y si tal misión parece encontrar en nuestra época oposiciones más grandes que en cualquier otro tiempo, tal circunstancia demuestra también que es en nuestra época aún más necesaria y —no obstante las oposiciones— es más esperada que nunca….a gran misión, es decir: revelar a Cristo al mundo, ayudar a todo hombre para que se encuentre a sí mismo en él, ayudar a las generaciones contemporáneas de nuestros hermanos y hermanas, pueblos, naciones, estados, humanidad, países en vías de desarrollo y países de la opulencia, a todos en definitiva, a conocer las «insondables riquezas de Cristo»,porque éstas son para todo hombre y constituyen el bien de cada uno.

…Jesucristo sale al encuentro del hombre de toda época, también de nuestra época, con las mismas palabras: «Conoceréis la verdad y la verdad os librará»(Jn 8, 32)Estas palabras encierran una exigencia fundamental y al mismo tiempo una advertencia: la exigencia de una relación honesta con respecto a la verdad, como condición de una auténtica libertad; y la advertencia, además, de que se evite cualquier libertad aparente, cualquier libertad superficial y unilateral, cualquier libertad que no profundiza en toda la verdad sobre el hombre y sobre el mundo. (Carta Encíclica Redemptor Hominis)

Es conveniente que a la luz de estas reflexiones, nos acostumbremos a calibrar la multiplicidad de oraciones que se nos presentan a diario a través de las redes sociales, los grupos de oración, y hasta en las proposiciones de nuestros propios pastores. El humo de Satanás que Pablo VI aludió dentro de la Iglesia ha nublado más de un par de anteojos, y siempre es bueno volver a limpiarlos para no tropezar.

Las más elevadas intenciones que desean el bien para nuestros hermanos se hallan comprendidas en la virtud de la caridad, pero ésta también dice estrecha relación con la Verdad, y necesariamente exige compromiso, confrontación con la mentira y el error, y en muchas ocasiones, pérdida de todas las condiciones de comodidad, que no deben confundirse con la Paz:

Por esta estrecha relación con la verdad, se puede reconocer a la caridad como expresión auténtica de humanidad y como elemento de importancia fundamental en las relaciones humanas, también las de carácter público. Sólo en la verdad resplandece la caridad y puede ser vivida auténticamente. La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad. Esta luz es simultáneamente la de la razón y la de la fe, por medio de la cual la inteligencia llega a la verdad natural y sobrenatural de la caridad, percibiendo su significado de entrega, acogida y comunión. Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad. Es presa fácil de las emociones y las opiniones contingentes de los sujetos, una palabra de la que se abusa y que se distorsiona, terminando por significar lo contrario. La verdad libera a la caridad de la estrechez de una emotividad que la priva de contenidos relacionales y sociales, así como de un fideísmo que mutila su horizonte humano y universal. En la verdad, la caridad refleja la dimensión personal y al mismo tiempo pública de la fe en el Dios bíblico, que es a la vez «Agapé» y «Lógos»: Caridad y Verdad, Amor y Palabra. (Benedicto XVI, Caritas in Veritate, n. 3)

JHS2Quienes no confían en el poder extraordinario de la gracia, en la veracidad inconmovible de la Palabra de Dios, y en definitiva, en la Iglesia “sin la cual no hay salvación”, buscarán otras alternativas, que progresivamente se alejen y hasta traicionen a la verdad en pos de un pretendido humanismo, más vinculado con las ideologías mundanas que con el Evangelio.

9. (…)  Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador. El compartir los bienes y recursos, de lo que proviene el auténtico desarrollo, no se asegura sólo con el progreso técnico y con meras relaciones de conveniencia, sino con la fuerza del amor que vence al mal con el bien (cf. Rm 12,21). (…)

La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer(…). No obstante, tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia. Sin verdad se cae en una visión empirista y escéptica de la vida, incapaz de elevarse sobre la praxis, porque no está interesada en tomar en consideración los valores —a veces ni siquiera el significado— con los cuales juzgarla y orientarla. La fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la única garantía de libertad (cf. Jn 8,32) y de la posibilidad de un desarrollo humano integral. Para la Iglesia, esta misión de verdad es irrenunciable. Su doctrina social es una dimensión singular de este anuncio: está al servicio de la verdad que libera.  (CV 9)

Todo lo que se aparte, pues, de un compromiso radical con la Verdad absoluta que es Jesucristo, o con la Caridad rectamente entendida como virtud teologal, es pelagianismo puro y duro. Es lo que propugnaron todos los regímenes humanos de la historia, que perecieron como polvo.   Pero la Iglesia tiene un mensaje imperecedero, y a él debe remitirse también su oración, porque su centro y Rey es JesuCristo, no el hombre.

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8 comentarios

  
MILLAN
Muy buen articulo, muy completo.
Recomiendo del libro de DOm Vital Lehodey "Caminos de oración mental"...
Me acuerdo de uno de estos "curitas" de hoy que me cargaba y me decia "mirá que san francisco hacia yoga, no tiene nada de malo"...el domingo saqué un cartel de la Iglesia de Balvanera donde se hacen clases de yoga en la fiesta patronal...un desastre!
13/09/16 4:20 AM
  
Inés
Pienso Virginia que además de las oraciones litúrgicas y las tradicionales de la Iglesia está la oración personal que Dios inspira a cada uno. Y pueden combinarse. Personalmente inició todos los días mi encuentro personal con Dios con el Acordaos, la oración a San Miguel y una oración al Sagrado Corazón, ya que estas tres oraciones sirven para mantener al demonio alejado durante el encuentro. Pero también Dios nos puede conceder algunos momentos de oración contemplativa en absoluto silencio. En ese silencio Jesucristo nos revela en forma infusa nuestro verdadero ser miserable digno de Su misericordia o nos comparte algún don. También el Espíritu Santo nos puede inspirar en ocasiones la oración de alabanza mediante el canto en lenguas pero también en poesía mística como esta jaculatoria: “Jesús mi único amor, escóndeme en Tu Corazón hasta que la muerte me libere en el cielo”. Pienso que una oración dirigida a los hermanos convocándolos a alabar al Señor es escuchada por El, como esta popular canción de la RCC “Vamos a alabar al Señor con panderos y guitarras. Lo que en la tierra se canta, en el cielo se oye”. Creo que Dios escucha nuestras oraciones si las hacemos en Espíritu y Verdad, más allá de si son tradicionales, espontáneas o de reciente inspiración en los diversos movimientos eclesiales.

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V.G.: Estimada Inés, la jaculatoria que mencionás es dirigida a Jesús, y por supuesto que es válida, pero cuando vos hablás de una "oración dirigida a los hermanos..." ahí estamos torciendo el volante, porque la oración por definición, es diálogo con Dios. No podemos "rezarle" al prójimo, porque entonces sería simplemente idolatría, o un camino a ella.
Con los hermanos podemos dialogar de mil cosas, y si son santas, claro que Dios estará entre nosotros, pero no es oración propiamente dicha. Es como si el corazón se..."desviara". El punto principal es que la más íntima unión entre las almas se da cuando miran hacia la misma dirección, y NO cuando se miran mutuamente.
Puse el ejemplo de ciertos cantos muy conocidos, porque son típicos de esa "desviación" de mirada y corazón, y se corre el riesgo de perder el foco espiritual. Claro que hay que prestar atención al prójimo, pero "por El, con Él y en Él"... El peligro de muchas espiritualidades "espontáneas" es que se centran más en el hombre que en Dios, y de ese modo, quien más pierde es el hombre, porque perdemos el punto de referencia irrenunciable, que es Cristo.
El hombre no puede ser el centro de nuestra espiritualidad, porque no es tampoco nuestra meta: al contrario, el hombre es quien debe apuntar como meta última, a Cristo, que por eso es Alfa y Omega, y no un simple "compañero de camino"; El es el propio Camino.
No sé si me he expresado con claridad...Te agradezco el comentario!
Que María Reina te bendiga mucho.
13/09/16 8:02 PM
  
Inés
Estoy de acuerdo Virginia acerca de que la unión intima entre las personas se da en Cristo. Y sin ese caminar hacia Cristo no hay unidad alguna. Siempre recuerdo en ese sentido a San Doroteo de Gaza con su ejemplo del círculo cuyo centro es Cristo. Y quienes están más cerca del centro están más juntos y quienes están mas lejos están mas distanciados entre si. Pero no me parece que los cantos citados sean un ejemplo de desviación en ese sentido, son cantos de convocatoria a esa unidad como lo es el salmo 133 que me parece tan hermoso:" ¡Oh, qué bueno, qué dulce habitar los hermanos todos juntos! Como un ungüento fino en la cabeza, que baja por la barba, que baja por la barba de Aarón, hasta la orla de sus vestiduras. Como el rocío del Hermón que baja por las alturas de Sión; allí Yahveh la bendición dispensa, la vida para siempre". Muchas gracias por permitirme comentar Virginia.
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V.G.: Claro, Inés, pero la "convocatoria" no crees que debe hacerse antes y "fuera" de la oración misma, sin que se confunda ella misma con la oración -sea ésta litúrgica o privada-? Imaginemos cualquier diálogo humano, en que hay uno o varios hablando a un tercero, e interrumpe un cuarto, para hablar con uno de los que están hablando...¿no le diríamos que es de mala educación, porque hay "alguien" a quien estamos hablando en ese momento?...Casi diría que es de "urbanidad" el que se respete, cuando hablamos con Dios, mirarlo a Él solo, y que Él sea nuestro centro.
No es capricho ni mera formalidad; te cuento que una vez le sucedió a Sta. Catalina de Siena, que en plena Misa se distrajo por un instante mirando a alguien...y esa tarde cuando se le apareció Jesús, le reprochó esa distracción con cierta dureza, recordándole que Él es "un Dios celoso", y merece la exclusividad de nuestro corazón...¡¡al menos cuando nos estamos dirigiendo a Él!...
14/09/16 12:38 AM
  
Ricardo de Argentina
Virginia, muchas gracias por explicarme porqué me "chirriaban" esas ciertas canciones dulzonas y modernosas que nos propinan los cancioneros diocesanos, mezcladas con algunas otras verdaderamente recias y católicas: ¡es que no son oración sino diálogo!

En el comentario a Inés has puesto lo siguiente:
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"El punto principal es que la más íntima unión entre las almas se da cuando miran hacia la misma dirección, y NO cuando se miran mutuamente."
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Es tal cual: desde ciertas usinas eclesiales se sacraliza el diálogo y se obstaculiza la adoración y la oración. Cosa que sucede no sólo con la oración y los cantos, sino que se nota en muchísimos otros aspectos de la vida de la Iglesia.
El Novus Ordo responde a esta impronta "dialogante". Y aunque este rito permite la celebración "ad orientem", desde Roma se encargan de desalentar a quien lo practique.
Impedir que se reciba la comunión de rodillas y en la boca está en la misma línea.
Así como tantísimas "creatividades" al uso, que representan muchas veces verdaderas profanaciones del lugar santo.
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V.G.: Lo malo no es el diálogo en sí, sino que se propugne un diálogo casi exclusivo hombre a hombre, en vez de hombre a Dios. En el primer caso nos quedamos a ras de tierra (y para eso está la tierra, jajaj); en el segundo, tratamos de ascender...y para eso está la Iglesia, sacramento de Cristo, CENTRO y Rey del Universo.
14/09/16 1:41 AM
  
Ricardo de Argentina
Sin dudas Virginia, y si no ha quedado claro es que me he expresado mal.
Lo que en un ambiente profano (no-sacro) es una norma de urbanidad recomendable y bien vista, en un ambiente sacro como lo es el lugar santo o, mucho más, durante la celebración de la misa, puede llegar a ser una forma de profanación. Todo lo excusable y suave que se quiera, pero profanación al fin. Los saludos al uso en la calle, los aplausos, las "buenas costumbres" en general que tienen por centro al prójimo, están muy bien fuera del templo pero dentro del lugar sagrado, las prioridades cambian radicalmente.
Es patético que esto, que estaba asimilado a fuego en la mentalidad de la Civilización Cristiana de siglos atrás, tenga ahora que recordarse reiteradamente. Es que la herejía protestante se nos está colando, o nos la están colando mejor dicho. Desde afuera, pero últimamente también desde adentro. El protestantismo horizontaliza al poner el centro en el hombre, con lo cual se borra el deslinde entre lo sacro y lo profano.
Debemos resistir con todas nuestras fuerzas este descarado intento de protestantizar a la Iglesia, porque Dios nos pedirá cuenta por ello.
No valdrá entonces que arguyamos:"¡Pero Tú has permitido que se entronizase ése que nos ha confundido!", porque Él nos responderá: "Sí, pero tenías Mi Palabra y la Tradición de la Iglesia. Con Mi Gracia y el discernimiento que te he dado, te bastaba para saber que debías resistir a los malos pastores."
14/09/16 2:15 PM
  
Margarita de Santos
Gracias por la reflexión de algo que realizamos cotidianamente y sin saber con exactitud si lo estamos haciendo bien o no, definitivamente, tenemos que respetar y obedecer las enseñanzas de Cristo, en las tradiciones de nuestra iglesia, leer los evangelios, en general la biblia y meditarla pidiendo siempre al Espíritu Santo la luz del entendimiento, para caminar con la certeza de Cristo Jesús.
15/09/16 1:01 AM
  
Inés
"una vez le sucedió a Sta. Catalina de Siena, que en plena Misa se distrajo por un instante mirando a alguien...y esa tarde cuando se le apareció Jesús, le reprochó esa distracción con cierta dureza, recordándole que Él es "un Dios celoso", y merece la exclusividad de nuestro corazón...¡¡al menos cuando nos estamos dirigiendo a Él!..."

Pienso, y lo hago con humildad, que Nuestro Señor le reprochó la distracción pero no le hubiera reprochado que cantara como entrada a la santa misa: " juntos como hermanos miembros de una Iglesia vamos caminando al encuentro del Señor...." No es una distracción de su culto el convocar a los hermanos al Santo Sacrificio. Lo mismo pienso que nos reprendería a nosotros si llevamos nuestra ofrenda sin reconciliarme antes con el hermano que la canta como nos lo enseña en Mateo 5:24-26
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V.G.: El "Juntos como hermanos" es en todo caso, descriptivo de un "nosotros" que puede ser referido a Dios ("mira, Padre, cómo vamos..."), pero cuando hablo de "desviación" de refiero sobre todo a los vocativos "toma mi mano, hermano", "Ven hermano...", "A veces, cuando pierdes la espranza...", etc., que denotan más una actitud psicologista-pastoral, más que litúrgica, relacional con Dios.
Pero bueno, Inés: no estoy enjuiciando corazones, sino simplemente tratando de ayudar a la reflexión, para tratar de mejorar nuestros criterios, que a veces están siendo, como dice Ricardo, profundamente protestantizados.
15/09/16 3:09 PM
  
O.K
Me preocupa los cambios que han hecho a la Biblia
En el Magníficat la Santísima Virgen se refiere a ella cuando dice..."porque ha mirado la humildad de su sierva, en un canto se dice..."porque ha hecho grandes cosas en mí...
Después ...su misericordia se extiende de generación en generación a cuantos le temen....", ya le quitaron "a cuantos le temen
17/09/16 12:22 AM

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