(153) Preparando las estampitas...o Lutero contra sí mismo (y II)
En el segundo post sobre este tema presentamos algunos testimonios más -que revelan su pensamiento y actitudes- de este personaje, al que hoy se pretende reconocer como “testigo del Evangelio”, acoplándose así a la pérdida de sentido común del mundo, que hoy impone el absurdo como norma de pensamiento universal. En defensa no sólo de la fe, pues, sino del principio lógico de no contradicción (algo no puede ser blanco y negro al mismo tiempo, y por tanto, no se puede odiar lo católico siendo a su vez “modelo” para los católicos), esperamos contribuir sencillamente a la Verdad, que es Una.
Y como una condición de la unidad y el entendimiento mutuo debería ser, entre otras, la univocidad de los términos que empleamos, habría que preguntarse ante todo qué se entiende por “testigo del Evangelio”. Viendo la historia, vemos que quienes así son reconocidos se han destacado en todos los tiempos especialmente por su humildad, pues “Dios resiste a los soberbios” (1 Pe 5,5; Sant 4,6).
En el personaje que nos ocupa, por el contrario, si hay una nota que lo caracteriza es