(314) Sobre San Pelayo y la adhesión sacerdotal a las pastorales apóstatas
“Después de todo, ustedes se creen muy sabios, ¡pero con gusto soportan a los necios! Aguantan cuando alguien los esclaviza, les quita todo lo que tienen, se aprovecha de ustedes, toma control de todo y les da una bofetada.” (2 Cor.19-21)
Hace unos siglos, el joven San Pelayo –cuya fiesta celebramos los católicos el 26 de junio- dio su vida en defensa de la pureza frente a las seducciones degeneradas del Califa de Córdoba, donde habiendo sido cautivo observó que los altos cargos se compraban con la prostitución de las conciencias primero, y luego de los cuerpos.
La política de Abderramán III -que hoy es la del mundo en general-, los hacía instrumentos útiles y manejables a costa de la apostasía, mereciendo así la confianza del tirano y a cambio se le prestaba todo tipo de “servicios”. Pasito a paso se llega a puerto, para bien y para mal.
Hoy un aplauso, mañana una sonrisa, pasado un silencio cómplice, y el día menos pensado, se está militando en las filas del enemigo y para tapar la renuncia propia, se trata de arrastrar a otros muchos. ¡Cuánto hemos de invocar hoy a aquel gran santo monaguillo, y difundir su culto!
En cambio, se lo ignora u oculta, sobre todo a los jóvenes, presas más fáciles de la corrupción generalizada no sólo en el mundo, sino aún en el seno de la Iglesia, donde a veces parece que se ha renunciado no sólo a la fe, sino a la lógica, mirando cómo ingresa un elefante en una cristalería y pretendiendo convencernos que es un lindo gatito.

“Después de todo, ustedes se creen muy sabios, ¡pero con gusto soportan a los necios! Aguantan cuando alguien los esclaviza, les quita todo lo que tienen, se aprovecha de ustedes, toma control de todo y les da una bofetada.” (2 Cor.19-21)

Desde hace casi un año, al regresar del I Encuentro de Formación Católica de Ecuador celebrado en abril de 2018, traía pendiente un post sobre una aparición de Nuestra Señora en esa querida nación que nos ha conquistado para siempre el corazón.