InfoCatólica / Caritas in Veritate / Archivos para: 2014

18.08.14

(46) La humildad en la verdad...¿y qué hacer con tantos sonsos?

cananea peterLastman

“Humildad es andar en verdad”, recordaba Sta. Teresa, y sin embargo, hoy es tan grande la subversión del sentido común, que no sólo no se advierte la estrecha relación entre ambos términos, sino que a menudo, incluso, se los presenta como opuestos.

Con el evangelio de la mujer Cananea, uno tiene que escuchar hoy a iluminados predicadores que parecen haber descubierto la pólvora porque “¡Jesús quiere salvar a todo el mundo, no sólo a los católicos!” Y basta una vuelta de cuerda, para que se disparen como un Ford A arremetiendo contra las genuinas misiones católicas, la Conquista de América, la intolerancia, las Cruzadas, y blablablá…Porque gracias a Dios, por fin hoy “la Iglesia se ha abierto reconociendo que no podemos pedir a otros que tengan nuestra misma fe para salvarse”. La “fe” a secas, si es sincera (¿?), lo convierte a uno en persona idónea con el pasaporte ya sellado para el Banquete Celestial, donde Dios Padre nos espera a la mesa junto a Mahoma, Krishnamurti, la Pachamama y el Gauchito Gil, poco más o menos. Hay que ser “abiertos” ante todo.

En efecto, se han ido formando dos campos semánticos antagónicos e irreconciliables (pues su matriz es esencialmente dialéctica) de términos que se presentan recurrentemente en catequesis, homilías, pasquines y otras yerbas modernistas al simple fiel, hasta que éste algún buen día es capaz de repetir y asociar mecánicamente, vacunado eficazmente contra la lógica, el buen sentido, y por supuesto, la fe verdadera. Cada campo consta de términos equivalentes, que pueden ser usados para confeccionar postales, tarjetas de cumpleaños, y hasta discursos académicos y declaraciones “pastorales”, garantizándose con su uso el aplauso del mundo sin necesidad de esfuerzo alguno de la razón, ya que se activan accionando la palanca de la sensación y el sentimiento, solamente.

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15.08.14

(45) Asunción de María, fiesta de la Esperanza

“La augusta Madre de Dios, unida a Jesucristo de modo arcano, desde toda la eternidad, por un mismo y único decreto de predestinación, inmaculada en su concepción, asociada generosamente a la obra del divino Redentor, que obtuvo un pleno triunfo sobre el pecado y sus consecuencias, alcanzó finalmente, como suprema coronación de todos sus privilegios, el ser preservada inmune de la corrupción del sepulcro y, a imitación de su Hijo, vencida la muerte, ser llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial, para resplandecer allí como reina a la derecha de su Hijo, el rey inmortal de los siglos.”(Papa Pío XII, Constitución apostólica Munificentíssimus Deus)

MAsunta Llevada a la derecha de su Hijo, para resplandecer allí como reina. ¡Esta es la fe de la Iglesia, bellísima como la verdad, sin la menor sombra de duda!

Puesto que la raíz de toda certeza, de todo gozo, de toda fortaleza, nos remitirá siempre a la Pascua, pero entre todas las fiestas de María -Luna Preciosa que eternamente refleja la luz del Sol divino- la que hoy celebramos creo que tiene un “no sé qué” de maravilla siempre nueva, especialmente cercana, misterio del cual Dios nos libre de sentirnos “acostumbrados”.

Creo que cada año debemos pedir la gracia de repetir conmovidos, con toda el alma, saboreando cada sílaba, aquellas palabras con que San Juan Damasceno se refería a este día de fiesta, por encima de toda tristeza pasajera:

Hoy es introducida en las regiones sublimes y presentada en el Templo celestial la única y santa Virgen, (…) Hoy el Arca viva y sagrada del Dios viviente, la que llevó en su seno a su propio Artífice, descansa en el Templo del Señor, Templo no edificado por mano humana. Danza David, (…) antepasado de Dios, y con él los ángeles (…) forman coro y alaban a la Madre de la gloria.”

En un día como hoy, hace ya 40 años, tomé mi Primera Comunión, enlazando para siempre en mi memoria, Asunción y Eucaristía, inseparables. Cuando era chica, una idea no se me iba de la cabeza al pensar en este misterio, y confieso con alegría que todavía me llena de luz el corazón: ¡algún día podremos abrazar a nuestra Madre del Cielo! Alguno puede pensar que este deseo tenga algo de pueril, pero yo lo defiendo, hoy que tanta protestantización de nuestra fe aleja a tantos de las imágenes, o los seduce con las ridículas propuestas del idealismo más descarnado. Porque en última instancia, toda impostura herética y enemiga de la fe, “patina” tarde o temprano hacia un común denominador, que es el rechazo diabólico al cuerpo -pues éste es sagrado-, que nos debe y puede conducir a Dios, a su diestra: rechazo de la Encarnación; divorcio del Cristo de la fe del histórico; negación de la realidad de la Resurrección -esto es, en verdadero cuerpo, aunque glorioso, pero no de un “fantasma”-.

No se puede negar, además, la relación entre nuestra esperanza como virtud teologal y la fe cierta en la resurrección de la carne. Porque no hay esperanza auténtica si olvidamos que aquí estamos realmente de paso, pero mirando esta verdad sin amargura, sino con el consuelo de Sta. Teresa, que gustaba recordar que esta vida es “mala noche en una mala posada”.

Por una parte, el puritanismo calvinista, y por el otro, el impudor pagano o apóstata, el caso es que una justa teología del cuerpo no puede pasar por alto la fiesta de la Asunción de Ntra. Señora, como tampoco el Misterio Eucarístico, panis angelicus que nos deifica y eleva realmente, permitiéndonos vivir necesariamente “en otra frecuencia” de la que vive el mundo.

Es comprensible, entonces, que San Juan Pablo II, que tan claramente expuso en nuestro tiempo la teología del cuerpo, haya dicho en su catequesis del 15-8-95 con el fervor mariano que lo caracterizaba -porque él era realmente “todo de Ella”, y por eso todo de la Iglesia-:

“¡Cómo quisiera que por doquiera y en todas las lenguas se expresara la alegría por la Asunción de María! ¡Cómo quisiera que de este misterio surgiera una vivísima luz sobre la Iglesia y la humanidad! Que todo hombre y toda mujer tomen conciencia de estar llamados, por caminos diferentes, a participar en la gloria celestial de su verdadera Madre y Reina.”

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6.08.14

(44) La confesión frecuente y una homilía del Santo Cura de Ars sobre la tibieza

Es contradictorio que mientras se reconoce la fuerte crisis que atraviesa el sacramento de la confesión, por otra parte no son pocos los sacerdotes que se muestran fastidiados cuando hay quienes acuden con cierta frecuencia a este sacramento (no me refiero a dirección espiritual, sino a la simple confesión de los pecados; a la necesidad del sacramento cuando el fiel sabe que ha pecado y requiere el perdón de Dios y su gracia para seguir el combate espiritual cotidiano).

En efecto, aunque los últimos pontífices hayan recomendado vivamente en varias oportunidades la confesión frecuente, lo cierto es que para hablar de misericordia todos están prontos, pero para facilitar el acceso al tribunal de Misericordia por antonomasia, algunos “miran para otro lado”. ¿Cómo se explica? Muy fácilmente, tal vez algo más o menos así: “¿para qué necesitan los fieles la misericordia de Dios si con la mía es suficiente?; si soy tan generoso como para darles mi poderosa absolución de opinión, tranquilizando sus conciencias ¿para qué tanto trámite?”

vitralcurArs

Palabras más, palabras menos, no se puede negar que para muchos -incluso para ciertos ministros ordenados- la confesión parece que se ha reducido a un trámite, a lo sumo una necesidad humanitaria dispensadora de consuelo psicológico, pero sustancialmente…
-¿Y la gracia? -dirá algún incauto que cree que el Catecismo es compartido por todos los fieles-
-Bien, gracias.
Por eso, entonces, nunca será suficiente nuestra insistencia en ella.

Porque en última instancia, este escamoteo del sacramento es una auténtica usurpación, una estafa a los fieles, y es justo y necesario reclamar lo que Dios quiere darnos como a hijos suyos que somos. Es usurpación del poder exclusivamente divino de perdonar nuestros pecados a través del sacramento; mentira y estafa a los fieles, a quienes muchas veces se “despacha” sin perdón y sin el fortalecimiento que nos otorga la gracia sacramental, necesaria como el agua para seguir creciendo.

Lo más penoso en este panorama es la gran cantidad de almas de buena fe que van siendo así alejadas de este precioso manantial de “agua viva", anestesiadas tal vez por su trato amistoso con el padre Tal o Cual, pero que van acostumbrándose a vivir casi exclusivamente “a lo humano”, renunciando a lo divino…y hay que decir una y otra vez que eso, para un cristiano, es una verdadera monstruosidad, como si en el plano físico nos conformásemos con vivir “a lo animal”.

En el comienzo de la novena de la Asunción, que nos insta a levantar decididamente el alma, me ha parecido oportuno compartir con los lectores algunos párrafos de una homilía del Santo Cura de Ars (*), ya que también acabamos de celebrar su fiesta. Él, como nos recordaba la carta de convocatoria al Año Sacerdotal, “parecía sobrecogido por un inmenso sentido de la responsabilidad: “Si comprendiéramos bien lo que representa un sacerdote sobre la tierra, moriríamos: no de pavor, sino de amor… Sin el sacerdote, la muerte y la pasión de Nuestro Señor no servirían de nada. El sacerdote continúa la obra de la redención sobre la tierra… ¿De qué nos serviría una casa llena de oro si no hubiera nadie que nos abriera la puerta? El sacerdote tiene la llave de los tesoros del cielo: él es quien abre la puerta; es el administrador del buen Dios; el administrador de sus bienes… Dejad una parroquia veinte años sin sacerdote y adorarán a las bestias… El sacerdote no es sacerdote para sí mismo, sino para vosotros”.

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3.08.14

(43) Contra las vanas componendas, San Alfonso, doctor moral, y poeta

El mes de agosto para mí es uno de los más luminosos del año. No por razones personales (aunque en él celebro el cumpleaños de mi esposo, uno de los regalos más grandes que Dios me ha dado), sino por las maravillosas fiestas marianas de la Asunción  y de María Reina, además de las de santos que me son particularmente queridos: San Alfonso, San Pedro Julián Eymard, S. Juan M. Vianney, S. Pío X, S.Bernardo de Claraval. Bendito agosto, pues.

SAlfonso

Pensando en San Alfonso, recordaba uno de los sucesos que prácticamente determina su abandono de la abogacía, profesión que ejercía brillantemente en Nápoles, presionado por la arrogancia de su padre. En efecto, nunca había perdido ningún caso que se le hubiera encomendado, hasta que en una oportunidad, el juez falla en su contra debido a un fraude con unos documentos, y la respuesta terminante del santo es “¡Mundo, te conozco!, ¡adiós tribunales!”.

Como patrono de los abogados, nos ha legado unas maravillosas máximas para el abogado católico:

1. “No aceptar nunca causas injustas, dado que son peligrosas para la conciencia y la dignidad propias”.
2. “No defender causa alguna con medios ilícitos”.
3. “No cargar sobre el cliente expensas inútiles; de lo contrario, deberás reembolsarle”.
4. Defiende la causa de tu cliente con el mismo calor que si lo fuera tuya propia”.
5. “Estudia concienzudamente las piezas de los autos con el fin de sacarles los argumentos útiles a la defensa de la causa”.
6. “El retraso o la negligencia pueden comprometer los intereses del cliente; de ahí, que debe éste ser indemnizado de los perjuicios resultantes, si no se quiere contravenir la justicia”.
7. “Ha de implorar el abogado la ayuda divina para defender las causas porque Dios es el primer amparo de la Justicia”.
8. “No es digno de elogio el abogado que se empeña en la defensa de causas superiores a su talento, a sus fuerzas y al tiempo de que dispone, a fin de aparejarse para defenderlas concienzudamente”.
9. “Ha de tener siempre muy presentes el abogado la justicia y la honradez y guardarlas como la pupila de los ojos”.
10. “El abogado que por su propio descuido pierde la causa, queda en deuda con su cliente y debe resarcirle todos los daños que le ha ocasionado”.
11. “En su informe debe el abogado ser veraz, sincero, respetuoso y razonador”.
12. “Por último, las virtudes propias de un abogado han de ser la competencia, el estudio, la verdad, la fidelidad y la justicia”.

Hoy, podemos decir que la mayor parte de los sofismas, persecuciones, guerras, injusticias y aberraciones que presenciamos, vienen de la mano del mundillo de las leyes humanas, que pretenden reírse de las leyes de Dios. No quepa duda de que el Anticristo, ánomos por antonomasia, reinará en el mundo multiplicando leyes por doquier.

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26.07.14

(42) Santiago, Hijo del Trueno

Sgo.Apostol

“¡Señor Santiago! Heme aquí, de nuevo, junto a tu sepulcro
al que me acerco hoy, peregrino de todos los caminos del mundo,
para honrar tu memoria e implorar tu protección.

Vengo de la Roma luminosa y perenne,
hasta ti que te hiciste romero tras las huellas de Cristo
y trajiste su nombre y su voz hasta este confín del universo.

Vengo de la cercanía de Pedro, y, como Sucesor suyo,
te traigo, a ti que eres con él columna de la Iglesia,
el abrazo fraterno que viene de los siglos
y el canto que resuena firme y apostólico en la catolicidad
. (…)

Venimos hasta estos benditos umbrales en animosa peregrinación.
Venimos inmersos en este copioso tropel que desde la entraña de los siglos
ha venido trayendo a las gentes hasta esta Compostela
donde tú eres peregrino y hospedero, apóstol y patrón.

Y venimos hoy a tu vera porque vamos juntos de camino (…)
Caminamos, más allá, hacia el arranque de un milenio nuevo
que queremos abrir en el nombre de Dios. Señor Santiago,
necesitamos para nuestra peregrinación de tu ardor y de tu intrepidez.
Por eso, venimos a pedírtelos hasta este finisterrae de tus andanzas apostólicas.

Enséñanos, Apóstol y amigo del Señor,
el CAMINO que conduce hacia El.
Ábrenos, predicador de las Espadas,
a la VERDAD que aprendiste de los labios del Maestro.

Danos, testigo del Evangelio, la fuerza de amar siempre la VIDA.
Ponte tú, Patrón de los peregrinos,
al frente de nuestra peregrinación cristiana.
Y que así como los pueblos caminaron antaño hasta ti,
peregrines tú con nosotros al encuentro de todos los pueblos.

Contigo, Santiago Apóstol y Peregrino,
queremos enseñar a las gentes de Europa y del mundo
que Cristo es-hoy y siempre- el CAMINO, la VERDAD y la VIDA.”

(Oración de S. Juan Pablo II ante de la tumba del Apóstol Santiago en la IV Jornada Mundial de la Juventud, Santiago de Compostela, 19 de agosto de 1989)

No me canso de decir y gritar que la Comunión de los Santos es cosa maravillosa e insondable, consuelo sin par, cadena inquebrantable de fortaleza y regocijo.

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