(44) La confesión frecuente y una homilía del Santo Cura de Ars sobre la tibieza

Es contradictorio que mientras se reconoce la fuerte crisis que atraviesa el sacramento de la confesión, por otra parte no son pocos los sacerdotes que se muestran fastidiados cuando hay quienes acuden con cierta frecuencia a este sacramento (no me refiero a dirección espiritual, sino a la simple confesión de los pecados; a la necesidad del sacramento cuando el fiel sabe que ha pecado y requiere el perdón de Dios y su gracia para seguir el combate espiritual cotidiano).

En efecto, aunque los últimos pontífices hayan recomendado vivamente en varias oportunidades la confesión frecuente, lo cierto es que para hablar de misericordia todos están prontos, pero para facilitar el acceso al tribunal de Misericordia por antonomasia, algunos “miran para otro lado”. ¿Cómo se explica? Muy fácilmente, tal vez algo más o menos así: “¿para qué necesitan los fieles la misericordia de Dios si con la mía es suficiente?; si soy tan generoso como para darles mi poderosa absolución de opinión, tranquilizando sus conciencias ¿para qué tanto trámite?”

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Palabras más, palabras menos, no se puede negar que para muchos -incluso para ciertos ministros ordenados- la confesión parece que se ha reducido a un trámite, a lo sumo una necesidad humanitaria dispensadora de consuelo psicológico, pero sustancialmente…
-¿Y la gracia? -dirá algún incauto que cree que el Catecismo es compartido por todos los fieles-
-Bien, gracias.
Por eso, entonces, nunca será suficiente nuestra insistencia en ella.

Porque en última instancia, este escamoteo del sacramento es una auténtica usurpación, una estafa a los fieles, y es justo y necesario reclamar lo que Dios quiere darnos como a hijos suyos que somos. Es usurpación del poder exclusivamente divino de perdonar nuestros pecados a través del sacramento; mentira y estafa a los fieles, a quienes muchas veces se “despacha” sin perdón y sin el fortalecimiento que nos otorga la gracia sacramental, necesaria como el agua para seguir creciendo.

Lo más penoso en este panorama es la gran cantidad de almas de buena fe que van siendo así alejadas de este precioso manantial de “agua viva", anestesiadas tal vez por su trato amistoso con el padre Tal o Cual, pero que van acostumbrándose a vivir casi exclusivamente “a lo humano”, renunciando a lo divino…y hay que decir una y otra vez que eso, para un cristiano, es una verdadera monstruosidad, como si en el plano físico nos conformásemos con vivir “a lo animal”.

En el comienzo de la novena de la Asunción, que nos insta a levantar decididamente el alma, me ha parecido oportuno compartir con los lectores algunos párrafos de una homilía del Santo Cura de Ars (*), ya que también acabamos de celebrar su fiesta. Él, como nos recordaba la carta de convocatoria al Año Sacerdotal, “parecía sobrecogido por un inmenso sentido de la responsabilidad: “Si comprendiéramos bien lo que representa un sacerdote sobre la tierra, moriríamos: no de pavor, sino de amor… Sin el sacerdote, la muerte y la pasión de Nuestro Señor no servirían de nada. El sacerdote continúa la obra de la redención sobre la tierra… ¿De qué nos serviría una casa llena de oro si no hubiera nadie que nos abriera la puerta? El sacerdote tiene la llave de los tesoros del cielo: él es quien abre la puerta; es el administrador del buen Dios; el administrador de sus bienes… Dejad una parroquia veinte años sin sacerdote y adorarán a las bestias… El sacerdote no es sacerdote para sí mismo, sino para vosotros”.

Homilía sobre la Tibieza, en el Domingo decimoctavo después de Pentecostés.

Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, comienzo ya a vomitarte de mi boca. (Apoc., III, 16.)

“¿Podremos oír sin temblar, de boca del mismo Dios, una tal sentencia, proferida contra un obispo que parecía cumplir perfectamente todos los deberes de un digno ministro de la Iglesia? Su vida era reglada, no malgastaba sus bienes. Lejos de tolerar los vicios, se oponía a ellos con tesón; en nada daba mal ejemplo, y su vida parecía digna de ser imitada.. Sin embargo, a pesar de todo esto, vemos que el Señor le advierte, por ministerio de San Juan, que, si continúa viviendo de aquella manera, le rechazará, esto es, le castigará y reprobará. Tanto más espantoso es este ejemplo cuanto son muchísimos los que siguen tal camino, viven del mismo modo, y tienen su salvación muy insegura. Cuán grande es el número de que a los ojos del mundo no son tenidos por pecadores reprobados, ni pertenecen tampoco a los escogidos! (…)

No entiendo por alma tibia la que quisiera pertenecer al mundo sin empero dejar de ser de Dios: la que ahora veréis postrarse delante de Dios, su Salvador y Maestro, y más tarde la veréis postrarse ante el mundo, su ídolo. ¡Pobre ciego, el que tiende una mano a Dios y otra al mundo, llamando a los dos en su auxilio, prometiendo a ambos su corazón! Ama a Dios, o a lo menos quiere amarle; pero también quisiera sacralizar al mundo. Cansado de esforzarse en ser de ambos, acaba por entregarse exclusivamente al mundo. Vida extraordinaria la suya, la cual nos ofrece tan singular espectáculo, que uno no llega a convencerse de que se trate de la vida de una misma persona. (…)

Mas (…) estáis deseando saber en qué consiste el estado de un alma tibia.

El alma tibia no está aun absolutamente muerta a los ojos de Dios, ya que no están enteramente extinguidas en ella la fe, la esperanza y la caridad, que constituyen su vida espiritual. Pero su fe es una fe sin celo; su esperanza, una esperanza sin firmeza, y su caridad, una caridad sin ardor. (…) El buen cristiano no se contenta con creer todas las verdades de nuestra santa religión, sino que además las ama, las medita, busca todos los medios para penetrarlas mejor (…) No solamente cree que Dios ve todas sus acciones y las juzgará a la hora de la muerte, sino que además tiembla cuantas veces le viene el pensamiento de que un día habrá de dar cuenta de toda su vida ante Dios. Y no se contenta con pensar y temer, sino que todos los días trabaja en enmendarse (…); se lamenta de haber perdido un tiempo precioso, durante el cual hubiera podido atesorar grandes riquezas para el cielo.

¡Cuán diferente es el cristiano que vive en la tibieza! No deja de creer todas las verdades que la Iglesia enseña, más de una manera tan débil, que en ella casi no toma parte su corazón. No duda de que Dios le ve, de que esta siempre en su santa presencia; pero, a pesar de ese pensamiento, no es ni más bueno ni menos pecador; cae en pecado con tanta facilidad cual si no creyese en nada; está muy persuadido de que, mientras viva en tal estado, es enemigo de Dios; más no por eso sale del mismo. Sabe que Jesucristo dio al sacramento de la Penitencia el poder de perdonar nuestros pecados y de acrecentar nuestra virtud. Sabe que dicho sacramento nos concede gracias proporcionadas a las disposiciones con que nos acercamos a recibirlo más no importa: la misma negligencia, la misma tibieza en la práctica. Sabe que Jesucristo esta real y verdaderamente en el sacramento de la Eucaristía, alimento absolutamente necesario para su alma; sin embargo, ¡mirad cuan poco desea recibirlo! Sus confesiones y comuniones no son frecuentes; solamente se determina con ocasión de alguna gran festividad, de un jubileo, de una misión; o bien va para no distinguirse de los demás, pero no para alimentar su pobre alma. No solamente no trabaja para merecer una tal dicha, sino que ni tan solo envidia la suerte de los que se acercan frecuentemente a gustar de sus dulzuras. Si le habláis de las cosas de Dios, os responderá con una indiferencia que muestra bien a las claras cuan insensible sea su alma a los bienes que nos puede proporcionar nuestra santa religión. Nada le conmueve: escucha la palabra de Dios, es cierto, pero no es raro el caso en que se fastidie; la escucha con pena, por costumbre, cual una persona que cree saber ya bastante, y portarse lo suficientemente bien para no necesitar tales instrucciones. Las oraciones demasiado largas le molestan. Su espíritu esta aun absorbido por las obras que acaba de ejecutar, o por las que va a comenzar terminada la oración ; se fastidia tanto, que su pobre alma parece estar en la agonía vive aun, pero ya no es capaz de hacer nada en orden al cielo.

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La esperanza del buen cristiano es firme; su confianza en Dios es inquebrantable. (…) La muerte no le atemoriza, pues sabe muy bien que solo ella puede librarle de los males de esta vida y juntarle con Dios para siempre.

Mas el alma tibia está muy alejada de tales sentimientos. Los bienes y los males de la otra vida casi no le interesan: piensa en el cielo, es cierto, más sin desear verdaderamente alcanzarlo. Sabe que el pecado le cierra las puertas de la celestial mansión; a pesar de esto no procura corregirse, a lo menos de una manera eficaz; por eso se la encuentra siempre la misma.

El demonio la engaña haciéndole formar muchos propósitos de convertirse, de obrar mejor en adelante, de ser más mortificada, más reservada en sus palabras, más paciente en sus penas, más caritativa para con el prójimo (…) No quisiera renunciar a los bienes eternos por los bienes terrenales; pero no desea ni abandonar la tierra, ni llegar al cielo, y si pudiese pasar esta vida sin penas ni tristezas, pediría nunca salir de este mundo. Si la oís quejarse de que esta vida es muy larga y despreciable, será porque las cosas no le andan como quisiera. Si el Señor, para forzarla en alguna manera a desligarse de esta villa, le envía penas y miserias, ya la tenemos inquieta, triste, abandonándose al llanto, a las quejas y muchas veces a una especie de desesperación. No quiere reconocer que es Dios quien le envía esas pruebas para su bien, para hacerle perder la afición a esta vida y atraerla a Él. ¿Qué hizo ella para merecerlas?, piensa para sí; otros mucho más culpables no se ven tan castigados.

En la prosperidad, no diremos que el alma tibia llegue a olvidarse de Dios, mas tampoco se olvida de sí misma. Sabe referir muy bien todos los medios para salir con éxito; piensa que muchos otros no habrían logrado lo que ella logró; y se complace en repetirlo (…). Con aquellos que la lisonjean, toma un aire jovial; más con los que no le tuvieron el respeto que cree merecer, con los que no se mostraron agradecidos a sus favores, muestra siempre un gesto de frialdad e indiferencia, cual si continuamente les estuviese echando en cara su ingratitud.

El buen cristiano, en cambio, lejos de creerse digno de algo y capaz de la menor obra buena, sólo tiene ante sus ojos la humana miseria. Desconfía de quienes le adulan, cual si fuesen lazos que el demonio le tiende; sus mejores amigos son aquellos que le dan a conocer sus defectos, pues sabe que, para enmendarse, es preciso conocerlos. En cuanto le es posible, huye las ocasiones de pecar: teniendo siempre presente que la más leve cosa es capaz de hacerle caer, no fía nunca en sus solos propósitos, en sus fuerzas, ni tan solo en su virtud. Conoce, por propia experiencia, que no es capaz de otra cosa que de pecar; pone toda su esperanza y toda su confianza en solo Dios. Sabe que el demonio a nadie teme tanto como al alma aficionada a la oración, y esto le mueve a hacer de su vida una oración continuada, mediante una íntima conversación con su Dios. Se complace en pensar en Dios como en su Padre, su amigo, su Señor que le ama tiernamente y desea con anhelo hacerle feliz en este mundo y aún más en el otro (…)

El alma tibia no pierde enteramente su confianza en Dios; pero no desconfía lo bastante de sí mismo. Aunque se pone a menudo en ocasiones de pecar, piensa siempre que no va a caer. Si sobreviene la caída, la atribuye al prójimo y afirma que otra vez tendrá mayor firmeza.

Aquel que ama verdaderamente a Dios y pone el mayor interés en la salvación de su alma, toma todas las precauciones posibles pares evitar la ocasión de pecar. No se contenta con evitar las faltas graves, sino que pone gran diligencia en combatir las más leves culpas que en su conducta descubre. (…)

Mas no es este el amor de Dios del alma tibia. Para pintaros exactamente el estado del alma que vive en la tibieza, os diré que se parece a una tortuga o a un caracol. No anda, sino que se arrastra por la tierra, v apenas se la ve cambiar de sitio. El amor divino que siente en su corazón es semejante a una pequeña chispa de fuego, oculta en un montón de cenizas; ese amor se halla rodeado de tantos pensamientos y deseos terrenales, que, si no llegan a ahogarlo, impiden su incremento y poco a poco lo van extinguiendo. Cuando el alma tibia llega a este punto, permanece ya del todo indiferente ante tal pérdida. Su amor carece de ternura, de actividad, de energía, apenas capaz de mantenerla en la observancia de lo que es esencialmente necesario para salvarse; pero ella tiene por nada o muy poca cosa todo lo demás. ¡Ay!, el alma vive en su tibieza como una persona en el estado de somnolencia. Quisiera obrar, pero su voluntad está tan debilitada que no tiene ánimo ni fuerza para cumplir sus deseos (Prov., XXI, 25.).

Cierto que el cristiano que vive en la tibieza cumple aún con bastante regularidad sus deberes, a lo menos en apariencia (…) mas todo ello con tanta displicencia, tanta dejadez y tanta indiferencia, con tal falta de preparación, con tan poca eficacia en el mejoramiento de su vida, que claramente se ve que cumple sus deberes sólo por hábito y por rutina (…). En cuanto a sus oraciones, sólo Dios sabe de qué manera son hechas: ¡ay! sin preparación. Por la mañana, no es de Dios de quien se ocupa, ni tampoco de la salvación de su alma, sino solamente de trabajar. Su espíritu está tan lleno de las cosas de la tierra, que no queda en él lugar para el pensamiento de Dios. Piensa en lo que hará durante el día, dónde enviará sus hijos o sus criados, de qué manera emprenderá tal o cual obra. Para rezar, no sabe ni lo que quiere pedir a Dios, ni lo que le es necesario, ni hasta delante de quién se halla; claramente lo delatan sus modales tan faltos de respeto. Viene a ser un pobre que, aunque miserable, no quiere nada, se complace en su pobreza. Es un enfermo casi desahuciado, que desprecia los médicos y los remedios, y se complace en su enfermedad. Veréis a esa alma tibia no tener reparo alguno en hablar durante el curso de sus oraciones, bajo cualquier pretexto; cualquier cosa se las hace abandonar, si bien pensando que las continuara más tarde (…) Las distracciones en la oración no serán del todo voluntarias, si queréis; preferiría no tenerlas; pero, como para apartarlas debe hacerse cierta violencia, las deja ir y venir libremente.

(…) El alma tibia se confesara aun todos los meses y quizá más a menudo. Pero ¿qué confesiones? Sin preparación, sin deseos de corregirse; y si los concibe, son ellos tan débiles que el primer soplo los echa por tierra (…) El alma tibia no cometerá, si queréis, grandes pecados; pero, si se trata de una leve murmuración, de una mentira, de un sentimiento de odio, de aborrecimiento, de celos, de un pequeño disimulo, con facilidad los comete. Si no la respetáis cuál cree ser merecedora, os lo echara en cara so pretexto de que con ello se ofende a Dios; pero mejor diría que es porque ella misma se siente ofendida.

Cierto que no dejara de frecuentar los sacramentos, más las disposiciones con que va a recibirlos inspiran lástima. Encierra a su Dios en una cárcel sucia y oscura, No le da muerte, pero le deja en su corazón sin alegría, sin consuelo; todas sus disposiciones delatan que aquella pobre alma no tiene más que un soplo de vida. Una vez recibida la Sagrada Comunión, el alma tibia casi no piensa en Dios más que los otros días. La manera de portarse nos da a entender que no se ha dado cuenta de la magnitud de su dicha.

La persona tibia reflexiona muy poco sobre el estado de su alma, y casi nunca vuelve la vista hacia el pasado; si le viene al pensamiento la necesidad de portarse mejor, cree que, una vez confesados sus pecados, debe permanecer perfectamente tranquila. Asiste a la Santa Misa casi como a un acto ordinario; no considera seriamente la alteza de aquel misterio, y no tiene inconveniente en conversar sobre cualquier cosa mientras se dirige al templo; quizá ni se le ocurrirá nunca pensar que va a participar del mas grande de los dones, que Dios, con ser Dios, pudo otorgarnos(…) Durante los oficios, no quiere dormirse, es cierto, y hasta teme que los demás lo adviertan; pero no se hace la menor violencia. Tampoco quisiera tener distracciones durante la oración o la Santa Misa; más, como ello implicaría cierta lucha, las tolera con paciencia, aunque no las desee. Los días de ayuno casi no los distingue, pues o bien adelanta la hora de la comida, o bien hace una abundante colación, casi equivalente a una cena, alegando el pretexto de que el cielo no se alcanza con hambre. Al practicar algunas buenas obras, a menudo su intención no es del todo pura: unas veces son para complacer a alguien, otras por compasión, otras hasta para agradar al mundo. Para los tales, todo cuanto no sea un grave pecado, resulta ya aceptable. Les gusta hacer el bien, pero no quieren hallar dificultades al practicarlo. Hasta les gustaría visitar a los enfermos, pero sería preciso que los enfermos viniesen a ellos. Tienen medios de hacer limosna, conocen a las personas que están necesitadas; pero esperan a que se la vengan a pedir, en vez de anticiparse, con lo cual sus obras serian doblemente meritorias. En una palabra, la persona que lleva una vida tibia no deja de practicar muchas buenas obras, de frecuentar los sacramentos, de asistir puntualmente a las funciones; más en todos sus actos veréis una fe débil, lánguida, una esperanza que a la menor prueba se viene abajo, un amor de Dios y del prójimo sin ardor y sin gusto; todo cuanto hace no resulta enteramente perdido, más poco le falta para ello.

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Considerad ahora delante de Dios en qué lado os halláis: (…)¿Quién podrá estar seguro de que no es ni pecador, ni tibio, sino de los escogidos? ¡Ay!, ¡cuántos parecen buenos cristianos a los ojos del mundo, más son tibios a los ojos de Dios, que lo ve todo y conoce nuestro interior!

(…) Debo advertiros que el que vive en la tibieza, en cierto sentido está más en peligro que aquel que vive en pecado mortal; y que las consecuencias de un tal estado son acaso más funestas. (…) Esa alma tibia viene a ser un objeto insípido, insustancial, desagradable a los ojos de Dios, quien acaba por vomitarlo de su boca; o sea acaba por maldecirlo y reprobarlo. ¡Oh Dios mío, a cuantas almas pierde ese estado! Si queréis hacer que un alma tibia salga de su estado, os contestará que no pretende ser santa; que, con tal de entrar en el cielo, ya tiene bastante. No pretendes ser Santo, y no consideras que solo los santos lleguen al cielo. O ser Santo, o réprobo: no hay término medio.

¿Queréis salir de la tibieza? (…) Levantad vuestros pensamientos hacia el cielo, y considerad cual sea la gloria de los santos por haber luchado y por haberse violentado mientras estaban en la tierra. Mirad lo que hicieron para merecer el cielo.

Mirad que respeto sentían por la presencia de Dios; que devoción en sus oraciones, las cuales no cesaban en toda su vida. Mirad su valentía en combatir las tentaciones del demonio. Ved con que gusto perdonaban y hasta favorecían a los que los perseguían, difamaban o les deseaban mal.

(…) Si nos hallamos en estado de tibieza, pidamos a Dios, de todo corazón, la gracia de salir de él, para emprender el camino que todos los santos siguieron y así poder llegar a la felicidad de que ellos disfrutan.”

Quiero, agradecer aquí, entonces, como el tesoro más grande que Dios nos sigue dando, la delicia de conocer y constatar que hay, aún, muchos sacerdotes santos. Los hay, llenos de cruces, que sin renegar de ellas, siguen fieles en la tormenta; ¡benditos sean por siempre! Por amor de Dios, no dejemos de agradecer siempre por ellos, tesoro de la Iglesia y sostén de la pequeña grey.

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(*) Aclaro que no pretendo sugerir de ningún modo una “fórmula mágica” en que la sola confesión frecuente sea un remedio para la tibieza. Sabemos que Dios puede otorgar un crecimiento cierto en las virtudes a cristianos que no cuenten con la posibilidad de este sacramento habitualmente, y por el contrario, puede darse el caso de confesiones frecuentes realizadas de manera mecánica, insuficientemente aprovechadas o con escaso fruto. Pero me limito a señalar, sí, la necesidad de una mejor formación de las conciencias, y de una mayor vigilancia sobre ellas, evitando que se las tranquilice por el mero hecho de no vivir en pecado mortal.

18 comentarios

  
DavidQ
Siempre he pensado que vivo en otro planeta, diferente de donde vive Infocatólica, porque siempre leo aquí que los sacerdotes desprecian el sacramento de la penitencia y yo jamás he conocido uno solo que lo haga.
Por el contrario, cada día más veo esfuerzos sobrehumanos de los pocos curas que van quedando de alargar sus horarios de confesionario, de hacer jornadas penitenciales y de estar disponibles todo lo posible para administrar el sacramento.
Por supuesto, ya no es como cuando era joven, que cada sacerdote atendía una parroquia pequeña, oficiaba una vez al día, a lo sumo dos veces los domingos. y tenía tiempo de sobra para esperar a los penitentes media hora antes de cada Misa. Ahora nos queda un sacerdote por cada 20,000 habitantes -o cada 10,000 católicos, para facilitar las cosas- y se necesitaría que todos fueran "curas de Ars" con jornadas de 12 horas diarias de confesionario para que cada católico se confesara una vez cada 45 días.
Aun con tan tremendas limitaciones, nunca he oído un solo cura decir "no se confiesen", jamás he estado presente en una absolución masiva, ni me ha tocado un confesor que me recomiende no regresar hasta que no tenga pecados más graves.
Pero claro, yo vivo en otro mundo. Uno donde los curas sí creen en Dios, supongo.


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V.G.: David, lo único que puedo aconsejarle es que no cese de dar gracias a Dios por su experiencia, sin despreciar ni desacreditar a quienes tal vez han tenido otras. Yo nunca me topé con un sacerdote pedófilo, pero no se me ocurriría decir que quienes hablan de ellos ven fantasmas. Sin vivir en otro planeta, coincidirá conmigo en que las realidades eclesiales alrededor del mundo -y del propio país- varían muchísimo, y es de mínima caridad suponer también buena fe en una cierta cantidad de gente que se queja de lo mismo en diferentes latitudes.
Por mi parte, he tenido también la gracia de conocer a muchos de los que ud. menciona, y también a los otros, lamentablemente. Pero un dolor en la Iglesia no se soluciona tapándolo, ¿no cree?; ¿por qué piensa que el Papa Francisco una de las primeras cosas que pidió apenas estrenado el pontificado, fue que los confesionarios estén más disponibles?

06/08/14 9:05 AM
  
d elvira rojo
pienso q es momento de replantear la confesión en y hacerla en comunidad como celebración del perdón para todos esos pecados cotidianos q en realidad son defectos humanos y al final el q tenga problemas mas serios hable con el cura...
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V.G.: Elvira, para "esos pecados cotidianos" (que no son defectos, pues los pecados son pecados)es precisamente el Acto Penitencial dentro de la Santa Misa.
En cuanto a los "problemas más serios", creo que tenemos que recuperar el lenguaje genuinamente católico. Un "problema" puede ser que me hayan despedido del trabajo o que alguien muy querido padezca una enfermedad terminal, pero esos no son "pecados" sino dolores, cruces, que como "problemas" pueden tener solución o no en el terreno temporal. Un pecado en relación con ellos, en cambio, sería la blasfemia, la rebeldía contra Dios, etc...y pienso que por algo deben también distinguirse cuando los nombramos, cada uno como lo que es: "al pan, pan, y al vino, vino".
La confesión sacramental no es meramente un "hablar con el cura", sino buscar el perdón de Dios, que a través del sacerdote -es decir, de la Iglesia- me otorga su perdón cierto y real -en tanto esté yo verdaderamente arrepentido y con propósito de enmendarme-. Yo puedo hablar a diario con un sacerdote de confianza, y no por ello confesarme, y por tanto, vivir en pecado, descuidando mi salvación eterna. A este tipo de confusiones, precisamente, me refería en el artículo.
06/08/14 5:54 PM
  
Ramvel
En muchos templos ya no existen los confesionarios, en algunos los había pero los han retirado...

Y es cierto que muchos sacerdotes no facilitan el acceso a este sacramento... He escuchado en alguna homilía que el pecador debe esforzarse para procurar el sacramento como un enfermo procura un médico, y no protesta si tiene que esperalo por horas hasta que dé con él, inclusive si no le toca el turno, que vuelva una y otra vez hasta conseguirlo...

El sacerdote ciertamente retrataba la acitud de un buen cristiano (practicante) capaz de actuar como él sugiere... pero que dista mucho de aquel que a duras penas araña las paredes para salir de la fosa...


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V.G.: Ciertamente, la transformación de los confesionarios en cómodos "locutorios" con mesita y sillas, sin reclinatorio ni cortina o nada que preserve la identidad del penitente (lo cual es un derecho de éste, y sin el cual a veces se producen confesiones sacrílegas por temor a decir toda la verdad), en los que casi se espera que llegue el mozo a ofrecer un café, ha contribuido en mayor o menor medida a las confusiones que lamentamos...
06/08/14 6:22 PM
  
María-Ar
Ayyy, las veces que no encontré sacerdote o me dejaron plantada....!!!
Tengo que "molestarlos" media hora a antes de la misa para que me confiese.
En mi ciudad, prácticamente no existe ese Sacramento, o se tiene que esperar una fiesta patronal (una vez por año) para hacerlo.
Ni que hablar de la ausencia de sacerdotes a un moribundo..
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06/08/14 8:01 PM
  
DavidQ
Verá usted:
Una de mis especialidades es la estadística. Una de las cosas que he aprendido con los años al estudiar los números es que tienen que ser coherentes.
Si un estudio me dice que todo el mundo usa lavadoras de platos en su casa y en mi experiencia personal jamás he visto una sola, tengo necesariamente que sospechar que alguno de los dos datos está mal: o no hay tantas lavadoras de platos como la gente afirma; o yo vivo en un planeta donde las lavadoras de platos son desconocidas. Pero es imposible que ambas afirmaciones sean ciertas; y confiando como confío en lo que he visto, sospecho que es la otra la que es falsa.
Lo que me lleva a una tercera suposición: que quizás haya menos lavadoras de platos de las que el estudio "A" sugiere, pero causan tal impacto en quienes las ven que están convencidos que todas las casas tienen una.
¿Y de qué me sirve saber eso? Bueno, si yo quiero vender detergente para lavadoras de platos, es bueno que no haga proyecciones tan optimistas que me obliguen a que mi negocio dependa de que todos laven platos a máquina, ni tan pesimistas que crea yo que tal mercado no existe.
En el caso que nos ocupa, suponer que hay tantísimos sacerdotes pedófilos -al punto que en Estados Unidos hay pánico de que los niños se acerquen a la Iglesia-, o creer que "todo vale" a la hora de la confesión "porque así dicen que es", nos está llevando a hacer asunciones equivocadas y a que nuestro "negocio" de llevar almas al cielo fracase.
¿Que hay sacerdotes pedófilos? Alguno habrá, como los hay maestros y albañiles y operadores de computadoras. Pero eso no debe impedirme a mí mandar a mis hijos a la catequesis, al colegio, construír mi casa o usar una computadora.
¿Que hay alguno que desprecia la penitencia? Aunque yo jamás haya conocido uno, acepto que podría haberlo, pero que eso no me impida darle al menos el beneficio de la duda a éste y quizás también a aquél.
Lo malo de esta tendencia a verlo todo negro, es que vamos a la Misa con prejuicios, asumimos que todos los que están en la fila para comulgar jamás se han confesado y que al cura no le importa. Claro que hay profetas como usted que no se dejan engañar, pero a la mayoría la idea de "todo vale" le va penetrando. Y como nadie se preocupa de preguntarle al vecino cuándo fue la última vez que se confesó, asume que es un pecador irredento y que si él puede serlo yo también.
Y luego, cuando el cura dice "dichosos los llamados a esta Eucaristía" lo que oímos es "vengan todos indiscriminadamente a la Mesa del Señor" y quizás no fue eso lo que el cura dijo.
Créame: la gente no graba, memoriza y analiza cada palabra del sacerdote. Oye campanas y se arrodilla -a veces-, viene a un portal católico a llenarse de sabiduría y se lleva... esto.
Y quizás "esto" no es tan cierto.


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V.G.: Mire David, en "esta tendencia a verlo todo negro", me parece que quien vive con prejuicios es ud., y en estas intervenciones lo demuestra.
¿Por casualidad su santo preferido es (San) Rousseau?...
06/08/14 8:29 PM
  
Fdej. Marin-gonzalez
Alabado sea Dios que los mismos laicos, ejerciendo esa mision profetica recibida por el S. Bautismo, nos hagan recordar los compromisos ministeriales que tan facilmente nos ponemos a las espaldas para no verlos muy frecuentemente...
NO DEJEN DE ORAR POR NOSOTROS...BUENOS Y/O MALOS MINISTROS.
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V.G.: No se imagina hasta dónde son uds. nuestro tesoro: creo que gracias a Dios, hay una creciente cantidad de fieles que tienen las oraciones por uds. en primer lugar.
06/08/14 8:58 PM
  
Ricardo de Argentina
Yo vivo en una galaxia diferente a la de DavidQ, y por lo tanto me toca constatar que en mi ciudad, de los varios templos conque cuenta, tan sólo en uno se conserva aún el confesionario clásico, esos que preservan la intimidad del penitente y evitan la audición de los diálogos.

En cambio en la iglesia matriz de mi ciudad, recientemente remozada con dineros kirchneristas (¡ay!), los "confesionarios" son lo más parecido a los bancos de las confiterías, donde las parejas pueden conversar animadamente cara a cara, mesita de por medio. Todo ello con una luz de teatro de variedades que promociona a los "penitentes" al estrellato, puesto que es casi imposible que los asistentes a la misa no presten su atención a lo que sucede en tan llamativos escaparates penitenciales.

PS: No tiene mucho que ver (o sí, según se mire): a la "reinauguración" de la iglesia mencionada asistieron autoridades locales, nacionales y el obispo. El funcionario de mayor peso dijo -faltaría más- un discurso, en el cual resaltó los "logros" del gobierno en los campos de la Salud Reproductiva: reparto de anticonceptivos y todas esas cosillas.
La reacción del obispo fue la esperada: ni se le movió un pelo. Y digo la esperada porque ya es habitual en la inmensa mayoría de los señores obispos argentinos adoptar una actitud "no confrontativa" frente a los poderes mundanos.
Pase lo que pase y sea por lo que sea.
06/08/14 9:12 PM
  
DavidQ
No soy yo quien mira todo negro. Revise el historial de Infocatolica y vera que el 90% o mas de las noticias y comentarios buscan hacerle creer a uno que este mundo ya no tiene remedio.
Sobre el confesionario, me hace mucha gracia. Nadie nunca ni por curiosidad se puso al otro lado de la celosia para ver como se mira? Les voy a quitar la duda: se mira perfectamente. Es exactamente el mismo efecto de los espejos de doble via, en los que el lado iluminado refleja y el lado oscuro trasluce. Asi es la celosia: El penitente no mira, pero el cura mira perfectamente a quien le habla.
Si tantos son los escrupulos, basta decirle al confesor que mire en otra direccion, ninguno sera tan obtuso de negarse, me llevo la vida en eso.
Aqui en mi planeta, cuando el penitente anterior es tan indiscreto que alza la voz y sus pecados son audibles, los que estamos en la fila nos distraemos con lo que sea para no enterarnos. Y si nos enteramos es como si no supieramos y si supieramos pues no es culpa nuestra siendo tan facil bajar la voz.
Y arrodillarse, a menos que se tenga algun tipo de lesion fisica, es tan facil como hacerlo para quien guste.
A mi en lo personal, me parece tonto escamotear el sacramento por falta de mueble, habiendo amplias disposiciones para suplirlo. Me suena, disculpen ustedes, tan infantil como el nene que no se duerme si no tiene su mantita y su peluche. Por el contrario, he visto mas personas "disfrutando" dentro de lo que cabe, confesarse cara a cara como quien habla con un amigo, que los que antes creian ocultarse cuando para todos era evidente lo que estaban haciendo.
De todas maneras, insisto: si tantos son sus temores, disfracese, pongase un velo, mandese a hacer un carton con agujeros para ponerlo entre usted y el cura, vaya a una parroquia donde nadie le conozca, lleve su mantita y su cojincito para estar comodo, pero no omita el sacramento por falta de caoba.
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V.G.: David, ud. tiene una imginación magistral...con razón las estadísticas son algo tan creativo. Ahora resulta que yo en este post pongo excusas para que la gente no se confiese. ¿No querrá tomar un curso de interpretación de textos?...
Lo que no deja de llamarme la atención es su exquisita "caridad y comprensión" con hermanos que quizá no tienen la fe tan "madura" como ud.; ¿y su compasión y amor por los leprosos dónde ha quedado?
Yo quisiera que ud., Sr. Misericordia, escuche más de un testimonio de personas que por h o por b se han alejado de la Iglesia, y no tienen por qué ser abofeteadas con su burla por su pudor cuando regresan. Lo mínimo que se le debe a esas ovejas, si tanto les interesan, es el respeto sagrado a su conciencia, allanando todos los caminos necesarios para el reencuentro maravilloso con su Padre que los espera.
Pero los modernistas sólo ven la paja en el ojo ajeno: la viga de su desprecio farisaico a quienes no viven en "su planeta" les pasa inadvertido. Sigan mirando las necesidades espirituales de sus hermanos por la ventana, y declamando misericordia para la foto.
En cuanto a lo que se pretende hacer creer desde Infocatólica, es "SIN CRISTO ningún planeta (ni siquiera el suyo, por sonriente que sea)tiene NADA que hacer". No tiene ni tendrá ningún remedio, por supuesto, mientras se lo siga procurando en perspectivas miopes, horizontalistas. Así que "siga participando".
07/08/14 2:47 AM
  
DavidQ
No es en mi planeta donde no hay confesionarios, todos los curas son malos y nadie se confiesa.
En el mio hay confesionarios, hay sillas de plastico y de madera, hay oficinas, hay cubiculos y para quien asi lo prefiera le confiesan caminando por el parque.
La diferencia es que en otros planetas, la gente busca cualquier excusa para decir que el cura no sirve y que si el confesionario no tiene almohadilla con cuero de cabritilla y no esta recientemente barnizado "les da pudor" confesarse. En el mio, donde los curas son escasos, buscamos cualquier pretexto para decir que es maravilloso, aunque tenga sus defectos, y cuando buenamente podemos confesarnos, aprovechamos y lo hacemos aunque sea en el puro suelo -que ya me ha tocado.
Siento mucho lastimar sus delicados sentidos con la realidad de la vida. Pero creo que ya va siendo tiempo que se enteren que el cura no tiene la vida regalada para que cualquier partida de intelectualoides venga a decirle que su trabajo no sirve porque no compro la suficiente cantidad de tablas.


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V.G.: Tengo una intriga, David: si ud. es un proletario "de ley", ¿de dónde saca tanto tiempo para descargar su bilis contra este portal "intelectualoide"? ¿O le pagan para edificarnos caritativamente con su optimismo?...
No sé si vale la pena seguir contestándole, porque evidentemente no entiende nada, embretado como está entre categorías dialécticas y materialistas. ¿Pero sabe una cosa? La gente que he conocido con más sencillez de vida y humildad, que nunca tuvo piso de material sino de tierra, es la que más valora lo que ud. desprecia, y la que mejor aprecia la sabiduría de la Iglesia -no de una "clase"- en la disciplina maternal sobre este sacramento.
Pero huelo que tal vez lo que a ud. le repugna es el misterio, y cuanto más se lo disimule en los sacramentos, mejor, ¿no?
Ojalá encuentre el miércoles de ceniza algún cura a su gusto, que no lo escandalice con el "Conviértete..." y le diga en cambio "no te conviertas, no seas pretensioso; el evangelio ya es tu propia vida".
Ligeros matices, seguramente...
Por cierto, el Santo Cura de Ars no era un burgués cómodo precisamente (ya, pero nos dirá ahora que somos anacrónicos)...
07/08/14 5:27 AM
  
Ricardo de Argentina
"No soy yo quien mira todo negro. Revise el historial de Infocatolica y vera que el 90% o mas de las noticias y comentarios buscan hacerle creer a uno que este mundo ya no tiene remedio."
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Hombre, DavidQ, muestras la hilacha. Que ya se te ve adónde apuntas: eres un "optimista".
Y sí, los católicos pensamos que "este" mundo ya no tiene remedio (=Redención) SIN CRISTO.
Y como Cristo es rechazado por el mundo, bueno, lo siento mucho, porque las enseñanzas de la Biblia son muy claras y contundentes. Aunque para tu gusto sean "pesimistas".
Qué le vamos a hacer.
07/08/14 1:37 PM
  
DavidQ
¿De dónde saco tiempo? Pues que la mala suerte me tiene desempleado. Nada más.
A mí no me repugna el misterio. Me repugna que ustedes (sí, estoy diciendo ustedes, con todas sus letras) no puedan verlo si no hay un mueble fino de caoba de por medio.
La confesión no es un misterio que necesite confesionario. El mueble es completamente accesorio, no existía antes y no necesariamente tiene que existir después. No entiendo cómo ustedes no pueden notarlo, a menos que estén sólo ocupados de las formas y no les importe el fondo. Que es lo que yo creo.
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los católicos pensamos que "este" mundo ya no tiene remedio (=Redención) SIN CRISTO.
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O sea, si usted es pesimista, es porque cree que Cristo no existe, no vive y no actúa. No me parece una actitud muy "cristiana" que digamos. Usted es el que dice:
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En cambio en la iglesia matriz de mi ciudad, recientemente remozada con dineros kirchneristas (¡ay!), los "confesionarios" son lo más parecido a los bancos de las confiterías, donde las parejas pueden conversar animadamente cara a cara, mesita de por medio.
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Según usted, Cristo ni se asoma por allí, porque no hay rejillas de caoba. ¿Es eso ser cristiano?

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V.G.: Lamento lo de su desempleo. (¿Los golpes con gritos en latín eran con varas de caoba?...Su obsesión por los muebles, que aquí no perturban a nadie más que a ud., es digna de análisis).

Fuera de broma, por su salud mental y espiritual, le recomiendo sinceramente que visite otras páginas más luminosas, positivas y abiertas; no es bueno seguir frecuentando un sitio que ni nos hace bien, ni en el que tampoco podemos hacer ningún bien. Por mi parte, no publicaré más comentarios suyos de este tenor. Si este sitio es para ud. ocasión de tanto encono, no se exponga, y deje de visitarnos, ¿sí? Le deseo paz y bien.
07/08/14 8:21 PM
  
Luiscar
Es increíble cómo la palabra de los santos desnuda y descubre nuestras verguenzas y cómo se le ha dado el poder de lo alto de revestirnos y reafirmarnos en la Fe,no en vano es fruto del Espiritu Santo que fluye por todos los miembros del Cuerpo de Cristo y así por lo que les sobra a los más fuertes,son alimentados los que se han debilitado.
Los sermones del santo cura de Ars son ,como se suele decir;"palabras mayores" ,y nunca mejor dicho,porque son santas.
La Paz de Cristo.
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V.G.: Así es. Les sugiero vivamente leer el sermón completo, que está disponible en la web, y hay varios más.
08/08/14 3:59 AM
  
Luiscar
Gracias Mª Virginia. De hecho les he escuchado en youtube y cada cierto tiempo les vuelvo a escuchar.

Las palabras santas(de los santos) han de ser vivificadas(en los santificados) y no tanto memorizadas,asi se haran presentes de manera vívida por el Espiritu,mas que recordadas por la sola memoria intelectal.Lo que quiero decir es que cuando uno las re-lea,las pueda hacer presentes el Espiritu porque las vive y no tanto porque las recuerda.

La Paz de Cristo.
08/08/14 6:43 AM
  
andrea
“¿para qué necesitan los fieles la misericordia de Dios si con la mía es suficiente?; si soy tan generoso como para darles mi poderosa absolución de opinión, tranquilizando sus conciencias ¿para qué tanto trámite?”… qué buen análisis. Ahora ,DavidQ eres muyyyyyyyyyyyyyyyyy clerical o decirlo de una manera suave,o tal vez eres clérigo y no haces más que defenderte porque te pones el sayo a cada rato.
08/08/14 1:23 PM
  
perallis
Me impresiona grandemente la homilía sobre la tibieza. Debemos reflexionar sobre esta magnifica homilía, que creo que resulta completamente actual.
El sacramento de la penitencia es una maravilla de la misericordia divina, lo digo por experiencia propia. Gracias, Santísima Trinidad.
08/08/14 3:32 PM
  
Gregory
Lo que más me impresiona de la vida de San Juan María Vianney es primero esa estrecha identificación con el sacerdocio y con la vida pastoral. Como pastor era consiente de que era un hombre para los demás, hace poco vi un documental de EWTN sobre el Santo Cura de Ars y aparecian dramatizaciones de personas en su tiempo hablando de lo santo que era, sin embargo es evidente que no todo el mundo lo aprecio también sufrio calumnias incomprensiones sin embargo esa estrecha identificación con Jesús buen pastor no dejo de ser una realidad apremiante para su vida. Todo un ejemplo de vida sacerdotal.
08/08/14 3:54 PM
  
Ricardo de Argentina
De la homilía sobre la tibieza puede deducirse que la tibieza es plaga entre los bautizados, y que ella ha contribuido grandemente a la apostasía y al ateísmo.
Y me atrevo a suponer más: a muchos que se creen haberse ido de la Iglesia, en realidad Dios los ha vomitado.
Es que lo escrito en la Biblia no lo está de balde.
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V.G.: Muy cierto, Ricardo...Miren la perla que encontré de otro gran santo, que viene muy a propósito:
"Es grandemente vergonzoso para nosotros, siervos de Dios, que los santos hicieron las obras y nosotros, con narrarlas y predicarlas, queremos recibir honor y gloria.". Seráfico Padre San Francisco de Asís +
¡¡Dios nos conceda el imitarlos mejor, ya que nos ha dado la gracia de conocerlos!!
08/08/14 7:04 PM
  
Gregory
Por cierto un comentario que espero no se considere off topic pero muchas veces se ha dicho que San Juan María Vianney era malo en los estudios y han existido seminaristas que justifican sus pocas luces o mejor su mediocridad es este aspecto en San Juan María Vianney vemos teología hecha con las rodillas, es decir en la oración por lo que definitivamente no fue un alumno mediocre sino un seminarista que le costo el latin.
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V.G.: Al contrario, me parece muy oportuno tu comentario, Gregory; no es lo mismo falta de capacidad para algo, que mediocridad en su intento. De hecho, S. Juan María se esforzaba pero no comprendía gran cantidad de temas(no sólo del latín; que tampoco tenía gran "vuelo" teológico)pero efectivamente, su honda piedad, humildad y celo hacían que no obstante, nunca se apartara en nada de la recta doctrina. Hoy hay muchos que consideran "alta teología" el seguir sus devaneos imaginativos, divorciados del Magisterio de la Iglesia, de la Tradición, y hasta de la Sda. Escritura.
09/08/14 12:50 AM

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